Mons. José H. Gómez es Arzobispo de Los Angeles, la arquidiócesis más poblada de Estados Unidos y el primer Arzobispo hispano en ocupar esta importante sede.
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
¡Hombres de Fe! – Curso de Formación Permanente para la Diócesis de Socorro y San Gil
Tema 8. Entrar en la Nueva Evangelización
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Tema 7. Novedad de la Nueva Evangelización
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Tema 3. La Fe y la Palabra
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Tema 2. Fe, Esperanza y Amor
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Tema 1. Riqueza y Dimensiones de la fe
71. La propiedad, como las demás formas de dominio privado sobre los bienes exteriores, contribuye a la expresión de la persona y le ofrece ocasión de ejercer su función responsable en la sociedad y en la economía. Es por ello muy importante fomentar el acceso de todos, individuos y comunidades, a algún dominio sobre los bienes externos.
La propiedad privada o un cierto dominio sobre los bienes externos aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria para la autonomía personal y familiar y deben ser considerados como ampliación de la libertad humana. Por último, al estimular el ejercicio de la tarea y de la responsabilidad, constituyen una de las condiciones de las libertades civiles.
Las formas de este dominio o propiedad son hoy diversas y se diversifican cada día más. Todas ellas, sin embargo, continúan siendo elemento de seguridad no despreciable aun contando con los fondos sociales, derechos y servicios procurados por la sociedad. Esto debe afirmarse no sólo de las propiedades materiales, sino también de los bienes inmateriales, como es la capacidad profesional.
El derecho de propiedad privada no es incompatible con las diversas formas de propiedad pública existentes. El paso de bienes a la propiedad pública sólo puede ser hecha por la autoridad competente de acuerdo con las exigencias del bien común y dentro de los límites de este último, supuesta la compensación adecuada. A la autoridad pública toca, además, impedir que se abuse de la propiedad privada en contra del bien común.
La misma propiedad privada tiene también, por su misma naturaleza, una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes. Cuando esta índole social es descuidada, la propiedad muchas veces se convierte en ocasión de ambiciones y graves desórdenes, hasta el punto de que se da pretexto a sus impugnadores para negar el derecho mismo.
En muchas regiones económicamente menos desarrolladas existen posesiones rurales extensas y aun extensísimas mediocremente cultivadas o reservadas sin cultivo para especular con ellas, mientras la mayor parte de la población carece de tierras o posee sólo parcelas irrisorias y el desarrollo de la producción agrícola presenta caracteres de urgencia. No raras veces los braceros o los arrendatarios de alguna parte de esas posesiones reciben un salario o beneficio indigno del hombre, carecen de alojamiento decente y son explotados por los intermediarios. Viven en la más total inseguridad y en tal situación de inferioridad personal, que apenas tienen ocasión de actuar libre y responsablemente, de promover su nivel de vida y de participar en la vida social y política. Son, pues, necesarias las reformas que tengan por fin, según los casos, el incremento de las remuneraciones, la mejora de las condiciones laborales, el aumento de la seguridad en el empleo, el estímulo para la iniciativa en el trabajo; más todavía, el reparto de las propiedades insuficientemente cultivadas a favor de quienes sean capaces de hacerlas valer. En este caso deben asegurárseles los elementos y servicios indispensables, en particular los medios de educación y las posibilidades que ofrece una justa ordenación de tipo cooperativo. Siempre que el bien común exija una expropiación, debe valorarse la indemnización según equidad, teniendo en cuanta todo el conjunto de las circunstancias.
[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 71]
70. Las inversiones deben orientarse a asegurar posibilidades de trabajo y beneficios suficientes a la población presente y futura. Los responsables de las inversiones y de la organización de la vida económica, tanto los particulares como los grupos o las autoridades públicas, deben tener muy presentes estos fines y reconocer su grave obligación de vigilar, por una parte, a fin de que se provea de lo necesario para una vida decente tanto a los individuos como a toda la comunidad, y, por otra parte, de prever el futuro y establecer un justo equilibrio entre las necesidades actuales del consumo individual y colectivo y las exigencias de inversión para la generación futura. Ténganse, además, siempre presentes las urgentes necesidades de las naciones o de las regiones menos desarrolladas económicamente. En materia de política monetaria cuídese no dañar al bien de la propia nación o de las ajenas. Tómense precauciones para que los económicamente débiles no queden afectados injustamente por los cambios de valor de la moneda.
[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 70]
Espiritualidad de la Vida Apostólica. Retiro Espiritual con las Dominicas de la Inmaculada, en Cuenca (Ecuador).
Tema 12 de 12: Futuro.
* Son numerosas las INCERTIDUMBRES que plantea el futuro tanto inmediato como a largo plazo. Van en tres líneas: (1) Vocaciones; (2) Sostenibilidad de las obras; (3) Presiones externas (cambios en la población o en el gobierno).
* Además de las incertidumbres, hay PREGUNTAS que tensan y desestabilizan el corazón y el ambiente de comunidad. Destacan estas: (1) ¿Tiene sentido permanecer? (2) ¿Somos expresión de una vida acorde con el evangelio? (3) ¿Qué somos en comparación con el impulso y avance de los seglares/laicos?
* Estas preguntas nacen de FACTORES RECIENTES, relativamente hablando: (1) La ideología de mercado, que nos hace individualistas, materialistas, utilitarios; (2) La mentalidad de “desquite” que implica el amor al éxito y al progreso como lo presenta el mundo; (3) La llamada liberación femenina.
* Por eso hay PROPUESTAS que tienen cierta urgencia: (1) Una vida mucho más centrada en Jesucristo: pasamos demasiado tiempo pensándonos y mirándonos mutuamente; (2) Nuestro tesoro es una vida sabia, que sabe hablar de Cristo por experiencia cercana y profunda: eso no nos lo pueden quitar; (3) Necesitamos una “conversión de la mirada” para vencer la murmuración y el juzgamiento con la conciencia de que nuestros dones son distintos pero no opuestos; (4) Cada día hay que revisar nuestro interés por evangelizar a cada persona que esté en nuestro ambiente o en nuestras obras; (5) Hay que practicar el sano abandono, como personas y como comunidades, sabiendo que es el Señor el que da el querer y el obrar.
* Hay PROPUESTAS específicas para la promoción vocacional: (1) La tarea de motivar y acoger nuevas vocaciones no puede sencillamente delegarse en algunas: es labor de todas y cada una. (2) Los encuentro de promoción y el diálogo con las candidatas han de llevar muy abiertamente el sello de la cruz de amor, cruz bendita de Jesucristo: eso es darles un recurso y tesoro que no falla. (3) Es preciso invitarlas a apreciar la fecundidad de los tiempos de soledad, como encuentro con el Amado.
Padre, en la Cristíada, suceso de mexico, cuando se prohibio el culto a la iglesia catolica porque se decia que era un complot de la misma contra el estado, los cristeros decidieron luchar por su fe, si es para defender la fe, la guerra esta bien? — Preguntado en formspring.me/fraynelson
* * *
Pienso que la enseñanza del Catecismo, n. 2309, es muy esclarecedora:
Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar. La gravedad de semejante decisión somete a esta a condiciones rigurosas de legitimidad moral. Es preciso a la vez:
— Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto.
— Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.
— Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
— Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición.
Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la “guerra justa”.
La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común.
La persecución: (1) Es real, aunque no ocurra en nuestro aquí y ahora; (2) Ya sucede como presión social impía; (3) Se da en nosotros como resistencia al Evangelio.
69. Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos.
En sociedades económicamente menos desarrolladas, el destino común de los bienes está a veces en parte logrado por un conjunto de costumbres y tradiciones comunitarias que aseguran a cada miembro los bienes absolutamente necesarios. Sin embargo, elimínese el criterio de considerar como en absoluto inmutables ciertas costumbres si no responden ya a las nuevas exigencias de la época presente; pero, por otra parte, conviene no atentar imprudentemente contra costumbres honestas que, adaptadas a las circunstancias actuales, pueden resultar muy útiles. De igual manera, en las naciones de economía muy desarrollada, el conjunto de instituciones consagradas a la previsión y a la seguridad social puede contribuir, por su parte, al destino común de los bienes. Es necesario también continuar el desarrollo de los servicios familiares y sociales, principalmente de los que tienen por fin la cultura y la educación. Al organizar todas estas instituciones debe cuidarse de que los ciudadanos no vayan cayendo en una actitud de pasividad con respecto a la sociedad o de irresponsabilidad y egoísmo.
[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 69]
68. En las empresas económicas son personas las que se asocian, es decir, hombres libres y autónomos, creados a imagen de Dios. Por ello, teniendo en cuanta las funciones de cada uno, propietarios, administradores, técnicos, trabajadores, y quedando a salvo la unidad necesaria en la dirección, se ha de promover la activa participación de todos en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto. Con todo, como en muchos casos no es a nivel de empresa, sino en niveles institucionales superiores, donde se toman las decisiones económicas y sociales de las que depende el porvenir de los trabajadores y de sus hijos, deben los trabajadores participar también en semejantes decisiones por sí mismos o por medio de representantes libremente elegidos.
Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así como también el derecho de participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgo de represalias. Por medio de esta ordenada participación, que está unida al progreso en la formación económica y social, crecerá más y más entre todos el sentido de la responsabilidad propia, el cual les llevará a sentirse colaboradores, según sus medios y aptitudes propias, en la tarea total del desarrollo económico y social y del logro del bien común universal.
En caso de conflictos económico-sociales, hay que esforzarse por encontrarles soluciones pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero diálogo entre las partes, sin embargo, en la situación presente, la huelga puede seguir siendo medio necesario, aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los trabajadores. Búsquense, con todo, cuanto antes, caminos para negociar y para reanudar el diálogo conciliatorio.
[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 68]
Dos reflexiones sobre el ser y el ministerio sacerdotal, para los Frailes Predicadores de La Mansión, casa de evangelización en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Tema 2 de 2: Sugerencias prácticas para la predicación.
* Hay distintos “géneros” de discurso, y conviene cierta variedad. Cinco de los más importantes son: (1) narración, que incluye el uso de testimonios; (2) anotaciones y breves explicaciones catequéticas, litúrgicas o dogmáticas; (3) renovación del kerigma, para proclamar con gozo tu propio amor jubiloso por cristo; (4) denuncia, aunque con tres cuidados: a) Recuerda incluirte de modo honesto en el número de los pecadores; b) Tu denuncia ha de surgir de celo por la causa de Dios, no de tus gustos o disgustos personales; c) Toda denuncia ha de incluir un camino de esperanza a partir de la misericordia divina; (5) Oración con el pueblo y por el pueblo.
* Sugerencias concretas para el acto mismo de la predicación oral. Cuatro relevantes son: (1) el quedarse en un solo tono de voz hace pesado cualquier discurso; (2) la homilía es una conversación; la gente hace su parte en el modo de reaccionar ante tus palabras: no dejes de mirar su reacción y de tomarla en serio; (3) mejora tu dicción; no des por hecho que sí te escuchan y que físicamente están llegando tus palabras a sus oídos; (4) en cuanto al tiempo, no partas de lemas preconcebidos sino guíate por lo que sea costumbre en cada lugar; luego, por la circunstancia que motiva la celebración específica; y luego, por la asamblea que tienes ante tus ojos.
Dos reflexiones sobre el ser y el ministerio sacerdotal, para los Frailes Predicadores de La Mansión, casa de evangelización en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Tema 1 de 2: Una meditación a partir de 1 Timoteo 4,12–5,2: “Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza. En tanto que llego, dedícate a la lectura pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los hermanos. Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los *ancianos te impusieron las manos. Sé diligente en estos asuntos; entrégate de lleno a ellos, de modo que todos puedan ver que estás progresando. Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza. Persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre. Trata a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.”