Cuando la censura se disfraza de respeto

“Cuando un área es etiquetada como espacio seguro uno puede pensar que se trata de un sitio donde los niños juegan con tranquilidad o donde los ciclistas circulan sin temor a los coches. Pero en muchas universidades norteamericanas el concepto de “safe space” tiene ahora que ver con las palabras y las ideas. Desde hace años proliferan políticas de “safe space”, destinadas en principio a garantizar una actitud inclusiva, en la que ninguna minoría pueda sentirse discriminada u ofendida. En su origen hay un objetivo positivo: lograr un ambiente respetuoso, en el que todos puedan participar y ser escuchados. Pero cada vez más se está convirtiendo en el expediente para evitar que nadie tenga que oír o entrar a debatir ideas que puedan resultarle molestas. De ahí que no pocos observadores vean en esto una amenaza a la libertad de expresión, precisamente en un ámbito donde el estudiante va para abrir su mente a nuevas ideas y aprender a confrontar las suyas con otras…”

Click!

¿Elecciones democráticas en la Iglesia?

FRAY NELSON, Dios te Bendiga… Te agradecería si me colaboras con una duda que tengo: ¿Que pasaría si la iglesia católica permitiera la participación activa de la mujer consagrada teniendo voz y voto para la elección de nuestros próximos papas? Humo blanco en condiciones de igualdad. Muchas Gracias. – T.C.N.

* * *

Dentro de la propuesta que planteas ocupa un lugar central la palabra “igualdad.” Es una palabra muy familiar y querida para nuestros contemporáneos. Así como sentimos horror frente a las discriminaciones también sentimos que hay justicia ahí donde se respeta la igualdad entre las personas.

Sin embargo, cuando uno examina mejor las cosas se da cuenta que tanto el concepto de igualdad como el de discriminación son más problemáticos de lo que parecen. Una persona enferma puede necesitar un medicamento muy costoso que le cuesta a la seguridad social miles de dólares al mes. ¿Qué pensaríamos de una persona sana que llegara a las oficinas del sistema de seguridad social y dijera: “Oiga, yo veo que ustedes gastan miles de dólares en ese enfermo; yo, que no estoy enfermo, no debo ser discriminado por estar sano, de modo que vengo a que me den mi dinero mensual, y aún más, a que me paguen lo que no me han dado antes”?

Uno ve que la igualdad “aritmética,” es decir, la igualdad en términos de “lo mismo para todos,” termina siendo motivo de injusticia. Claramente las posibilidades y necesidades de las distintas personas muestran que obrar con justicia no es lo mismo que obrar con igualdad aritmética.

Lamentablemente los medios de comunicación se obstinan en presentar la igualdad aritmética como la única válida. Ya dejé de contar cuántos titulares van en este sentido: “Sólo un 17% de mujeres son CEOs de empresas en tal o cual país.” La premisa no dicha pero presente es que la cifra debería ser 50 y 50 por ciento. Uno puede preguntar por qué.

La pregunta se vuelve más interesante cuando uno examina las diferencias profundas entre hombres y mujeres, desde la biología y la fisiología hasta el testimonio que da la Biblia. por ejemplo: más de un estudio ha demostrado que muchas mujeres, cuando van pasando sus años fértiles, se plantean seriamente si su forma de máxima realización personal va a ser seguir compitiendo por ascender en una empresa o más bien cultivar otras áreas de su vida, como por ejemplo, el ser madres. ¿Vamos a considerar que son ineptas o manipuladas las mujeres que optan por una maternidad vivida en plenitud en vez de una carrera gerencial que finalmente se traduce en lograr metas y puntos toda la vida para que unos cuantos sean más y más ricos, como sucede a menudo?

Yo no dudo de la capacidad cerebral ni de la capacidad de liderazgo de las mujeres sino que afirmo que los dones son distintos y que esa diversidad no queda en un rincón ignoto de nuestro ADN sino que tiene repercusiones en toda la vida social. Así que me declaro libre del dogmatismo absurdo de la igualdad aritmética cuando se trata de hombres y mujeres–y por supuesto que en muchos otros casos también.

Es verdad que las cosas pueden forzarse sobre todo cuando hay intereses de por medio. Hay varones que han buscado “igualdad” en cuanto a la posibilidad de embarazarse. Resulta muy cuestionable, sin embargo, si el niño así gestado ha sido respetado en sus derechos o visto simplemente como el trofeo para un ego que se apoya en la fuerza bruta de la tecnología. Por el mismo camino van la smadres de alquiler, los hijos de tres personas, los bebés del ADN de dos mujeres o de dos hombres. Y siempre el argumento es: “Nosotros también tenemos derecho; nosotros no debemos ser discriminados.”

Esa palabra, discriminación, tiene una fuerza emocional muy grande, fuerza que los oportunistas saben usar con astucia. Lo que mucha gente no descubre, arrollada por esa fuerza puramente enocional, es que solo hay discriminación cuando precede un legítimo derecho. Se entiende de inmediato con un sencillo ejemplo. Si voy al barrio más exclusivo de mi ciudad y digo: “Vengo a tomar posesión de esa casa que me gustó porque yo no debo ser discriminado de tener la vivienda lujosa que quiero.” Mientras no demuestre que he pagado por esa propiedad mi discurso sólo causará risa o desprecio. No he sido “discriminado” de usar lo que no he pagado. Y no he sido discriminado porque no hay un derecho precedente que diga que esa casa debe ser mía o debe ser también mía. Caso distinto si entran en juego otros factores de discusión como el derecho a un salario justo o cosas parecidas. Pero siempre debe haber un derecho legítimo y demostrado antes de que se peuda hablar de discriminación.

La claridad sobre este punto es necesaria cuando se tratan muchas cosas sobre el lugar de la mujer en la Iglesia. Muchas, muchísimas personas, creen que lo tienen todo claro: la Iglesia debe ordenar mujeres. Mientras las decisiones en la Iglesia Católica no se acerquen al 50 y 50 por ciento, la Iglesia será una institución retrógada, misógina, decadente, patriarcal, insoportable y por tanto incompatible con el mundo moderno, pluralista y demócratico. Todo ese discurso, que a veces se vuelve repetitivo hasta la náusea, solamente pretende decir que hay una discriminación. pero para que eso se demuestre hay que demostrar primero que hay un derecho a ser sacerdote, y ese derecho no aparece en ninguna parte en la Biblia, ni para hombres ni para mujeres.

Y en cuanto a las mujeres, en particular, está claro que la Iglesia no está autorizada para ordenarlas. Cristo, que rompió cuando quiso y como quiso con abundantes prejuicios sociales de su tiempo, eligió doce varones. Decir que al obrar así estaba condicionado es desconocer todos los pasajes bíblicos en que se ve la extrema libertad y sabiduría que mostró el Hijo de Dios en nuestra tierra. Habrá quienes digan que entonces todos los sacerdotes deberían ser judíos pero eso sólo muestra extrema ignorancia. Para los judíos d ela época los galileos eran peor que los samaritanos, a quienes ya tenían por herejes. La escogencia de discípulos, que incluye judíos y galileos, gente de nombre semita y de nombre griego, anuncia la diversidad de naciones de la que vendrían las vocaciones del futuro.

El análisis de todos estos hechos conduce a una sola conclusión: el misterio y el ministerio de la Iglesia no pueden ni deben regirse por criterio sde una pretendida igualdad democrática, que no tiene nada que ver con su origen y estructura, ni menos con una igualdad o democracia de tipo aritmético. Eso no significa que las formas de elección del Obispo de Roma, el Papa, puedan evolucionar, pero parece claro, a la luz de lo ya dicho, que el hecho de que se trate de un obispo, y en realidad el obispo con mayor responsabilidad entre todos, reclama que quienes provean ese cargo sean también obispos, en la medida en que conocen las responsabilidades propias de tal oficio único de origen apostólico.

El derecho a la justa remuneración y distribución de la renta

302 La remuneración es el instrumento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales.659 El « salario justo es el fruto legítimo del trabajo »; 660 comete una grave injusticia quien lo niega o no lo da a su debido tiempo y en la justa proporción al trabajo realizado (cf.Lv 19,13; Dt 24,14-15; St 5,4). El salario es el instrumento que permite al trabajador acceder a los bienes de la tierra: « La remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común ».661 El simple acuerdo entre el trabajador y el patrono acerca de la remuneración, no basta para calificar de « justa » la remuneración acordada, porque ésta « no debe ser en manera alguna insuficiente » 662 para el sustento del trabajador: la justicia natural es anterior y superior a la libertad del contrato.

303 El bienestar económico de un país no se mide exclusivamente por la cantidad de bienes producidos, sino también teniendo en cuenta el modo en que son producidos y el grado de equidad en la distribución de la renta, que debería permitir a todos disponer de lo necesario para el desarrollo y el perfeccionamiento de la propia persona. Una justa distribución del rédito debe establecerse no sólo en base a los criterios de justicia conmutativa, sino también de justicia social, es decir, considerando, además del valor objetivo de las prestaciones laborales, la dignidad humana de los sujetos que las realizan. Un bienestar económico auténtico se alcanza también por medio de adecuadas políticas sociales de redistribución de la renta que, teniendo en cuenta las condiciones generales, consideren oportunamente los méritos y las necesidades de todos los ciudadanos.

NOTAS para esta sección

659Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 625-629.

660Catecismo de la Iglesia Católica, 2434; cf. Pío XI, Carta enc.Quadragesimo anno: « El salario justo » es el título del capítulo 4 de la Parte II.

661Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 67: AAS 58 (1966) 1088- 1089.

662León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 131.


Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

¿Pecados con estatuto especial?

Al parecer cada época tiene sus vicios favoritos así como sus virtudes emblemáticas. En los distintos tiempos y lugares hay cosas que se puede saber que están mal pero que son toleradas socialmente con tanta frecuencia que su malignidad prácticamente desaparece del lenguaje cotidiano. A lo sumo sirve de motivo para algún chiste, caricatura o anécdota. Por ejemplo: se sabe que el alcoholismo es una plaga pero no faltan los chistes de borrachos–todo un género literario–con lo cual la gravedad del exceso al beber queda sepultada entre sonrisas y carcajadas.

Es un buen ejercicio preguntarse qué vicios o pecados van adquiriendo carta de ciudadanía en cada época. A través de un proceso que empieza de modo muy gradual pero que luego invariablemente se acelera, ciertos comportamientos se van rodeando de una aureola de respetabilidad hasta el punto de ganar un “estatuto especial”: ya no se puede criticarlos sin más. A menudo, este proceso queda sancionado como admisible por razones de tipo político, a saber, porque gente en el gobierno, o gente con gran influencia económica practica con descaro tales costumbres. Continuar leyendo “¿Pecados con estatuto especial?”

Dignidad de los trabajadores y respeto de sus derechos

301 Los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza de la persona humana y en su dignidad trascendente. El Magisterio social de la Iglesia ha considerado oportuno enunciar algunos de ellos, indicando la conveniencia de su reconocimiento en los ordenamientos jurídicos: el derecho a una justa remuneración; 651 el derecho al descanso; 652 el derecho « a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral »; 653 el derecho a que sea salvaguardada la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin que sean « conculcados de ningún modo en la propia conciencia o en la propia dignidad »; 654 el derecho a subsidios adecuados e indispensables para la subsistencia de los trabajadores desocupados y de sus familias; 655 el derecho a la pensión, así como a la seguridad social para la vejez, la enfermedad y en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral; 656 el derecho a previsiones sociales vinculadas a la maternidad; 657 el derecho a reunirse y a asociarse.658 Estos derechos son frecuentemente desatendidos, como confirman los tristes fenómenos del trabajo infraremunerado, sin garantías ni representación adecuadas. Con frecuencia sucede que las condiciones de trabajo para hombres, mujeres y niños, especialmente en los países en vías de desarrollo, son tan inhumanas que ofenden su dignidad y dañan su salud.

NOTAS para esta sección

651Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 625-629.

652Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 625-629.

653Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 629.

654Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 15: AAS 83 (1991) 812.

655Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 18: AAS 73 (1981) 622-625.

656Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 625-629.

657Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 625-629.

658Cf. León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 135; Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS 23 (1931) 186; Pío XII, Carta enc. Sertum laetitiae: AAS 31 (1939) 643; Juan XXIII, Carta enc.Pacem in terris: AAS 55 (1963) 262-263; Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 68: AAS 58 (1966) 1089- 1090; Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 20: AAS 73 (1981) 629-632; Id., Carta enc.Centesimus annus, 7: AAS 83 (1991) 801-802.


Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Conoce el carisma de los dominicos

“La Orden de Predicadores supuso, en el momento histórico de su fundación por Santo Domingo de Guzmán, una novedad radical, una ruptura con la tradición monacal de la Iglesia. Los nuevos “frailes predicadores” nacen para predicación de la palabra de Dios y la salvación de las almas. Desde el principio son enviados a todos los hombres, grupos y pueblos, a los creyentes y no creyentes y, sobre todo, a los pobres. Este objetivo esencial determinará el cuadro de valores que configuran la vida y el carisma de los frailes predicadores. Ya el Papa Honorio III expresó el ideal de la Orden escribiendo a Domingo y a sus frailes estas palabras: “Aquel que incesantemente fecunda la Iglesia con nuevos hijos, queriendo asemejar los tiempos actuales a los primitivos y propagar la fe católica, os inspiró el piadoso propósito de abrazar la pobreza y profesar la vida regular para consagraros a la predicación de la palabra de Dios, propagando por el mundo el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (carta a Santo Domingo de fecha 18 de enero de 1221)…”

Click!

El mundo agrícola y el derecho al trabajo

299 El trabajo agrícola merece una especial atención, debido a la función social, cultural y económica que desempeña en los sistemas económicos de muchos países, a los numerosos problemas que debe afrontar en el contexto de una economía cada vez más globalizada, y a su importancia creciente en la salvaguardia del ambiente natural: « Por consiguiente, en muchas situaciones son necesarios cambios radicales y urgentes para volver a dar a la agricultura —y a los hombres del campo— el justo valor como base de una sana economía, en el conjunto del desarrollo de la comunidad social ».647

Los cambios profundos y radicales que se presentan actualmente en el ámbito social y cultural, y que afectan también a la agricultura y, más en general, a todo el mundo rural, precisan con urgencia una profunda reflexión sobre el significado del trabajo agrícola y sus múltiples dimensiones. Se trata de un desafío de gran importancia, que debe afrontarse con políticas agrícolas y ambientales capaces de superar una cierta concepción residual y asistencial, y de elaborar nuevos procedimientos para lograr una agricultura moderna, que esté en condiciones de desempeñar un papel significativo en la vida social y económica.

300 En algunos países es indispensable una redistribución de la tierra, en el marco de políticas eficaces de reforma agraria, con el fin de eliminar el impedimento que supone el latifundio improductivo, condenado por la doctrina social de la Iglesia,648 para alcanzar un auténtico desarrollo económico: « Los países en vías de desarrollo pueden contrarrestar eficazmente el proceso actual de concentración de la propiedad de la tierra si hacen frente a algunas situaciones que se presentan como auténticos nudos estructurales. Estas son: las carencias y los retrasos a nivel legislativo sobre el tema del reconocimiento del título de propiedad de la tierra y sobre el mercado del crédito; la falta de interés por la investigación y por la capacitación agrícola; la negligencia por los servicios sociales y por la creación de infraestructuras en las áreas rurales ».649 La reforma agraria es, por tanto, además de una necesidad política, una obligación moral, ya que el no llevarla a cabo constituye, en estos países, un obstáculo para los efectos benéficos que derivan de la apertura de los mercados y, en general, de las ventajosas ocasiones de crecimiento que la globalización actual puede ofrecer.650

NOTAS para esta sección

647Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 21: AAS 73 (1981) 634.

648Cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 23: AAS 59 (1967) 268-269.

649Pontificio Consejo « Justicia y Paz », Para una mejor distribución de la tierra. El reto de la reforma agraria (23 de noviembre de 1997), 13: Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, p. 15.

650Cf. Pontificio Consejo « Justicia y Paz », Para una mejor distribución de la tierra. El reto de la reforma agraria (23 de noviembre de 1997), 35: Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, pp. 30-31.


Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

La emigración y el trabajo

297 La inmigración puede ser un recurso más que un obstáculo para el desarrollo. En el mundo actual, en el que el desequilibrio entre países ricos y países pobres se agrava y el desarrollo de las comunicaciones reduce rápidamente las distancias, crece la emigración de personas en busca de mejores condiciones de vida, procedentes de las zonas menos favorecidas de la tierra; su llegada a los países desarrollados, a menudo es percibida como una amenaza para los elevados niveles de bienestar, alcanzados gracias a decenios de crecimiento económico. Los inmigrantes, sin embargo, en la mayoría de los casos, responden a un requerimiento en la esfera del trabajo que de otra forma quedaría insatisfecho, en sectores y territorios en los que la mano de obra local es insuficiente o no está dispuesta a aportar su contribución laboral.

298 Las instituciones de los países que reciben inmigrantes deben vigilar cuidadosamente para que no se difunda la tentación de explotar a los trabajadores extranjeros, privándoles de los derechos garantizados a los trabajadores nacionales, que deben ser asegurados a todos sin discriminaciones. La regulación de los flujos migratorios según criterios de equidad y de equilibrio 643 es una de las condiciones indispensables para conseguir que la inserción se realice con las garantías que exige la dignidad de la persona humana. Los inmigrantes deben ser recibidos en cuanto personas y ayudados, junto con sus familias, a integrarse en la vida social.644 En este sentido, se ha de respetar y promover el derecho a la reunión de sus familias.645 Al mismo tiempo, en la medida de lo posible, han de favorecerse todas aquellas condiciones que permiten mayores posibilidades de trabajo en sus lugares de origen.646

NOTAS para esta sección

643Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2001, 13: AAS 93 (2001) 241; Pontificio Consejo « Cor Unum » – Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Los refugiados, un desafío a la solidaridad, 6: Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1992, p. 8.

644Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2241.

645Cf. Santa Sede, Carta de los derechos de la familia, 12, Tipografía Políglota Vaticana, Ciudad del Vaticano 1983, p. 14; Juan Pablo II, Exh. ap. Familiaris consortio, 77: AAS 74 (1982) 175-178.

646Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 66: AAS 58 (1966) 1087-1088; cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1993, 3: AAS 85 (1993) 431-433.


Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Diferencia entre proselitismo y evangelización

Hola Padre Nelson, me parece que desempeña una importante mision en la apologetica , he oido algunos de sus talleres online y sigo su reflexion dominical. Estaba viendo la seccion de preguntas en su pagina pero no veo el boto para hacer preguntas. Me pregunta es la siguiente. Cual es la diferencia entre evangelizar y hacer proselitismo pues muchas veces he escuchado que la iglesia catolica no hace proselitismo como los evangelicos, sino que ayudamos sin que nos importe si son catolicos o no, o no le decimos a la gente que se conviertan para ayudarlos, pero al mismo tiempo es necesario evangelizar y no olvidar predicar la verdad que predica la iglesia catolica. – L.A.Z.G.

* * *

La pregunta es muy importante porque el proselitismo ha sido motivo de serias tensiones entre distintas confesiones cristianas. La idea central es que el proselitista tiene como objetivo principal conseguir seguidores y para ello utiliza medios incluso éticamente incorrectos. El evangelizador quiere proclamar el señorío de Cristo y precisamente porque entiende que Cristo es Señor de toda nuestra existencia, sólo utiliza como recursos aquellos que son éticamente correctos.

El proselitista quiere imponer; el evangelizador quiere ofrecer.

El proselitista es obsesivo con los números porque le preocupa ante todo la cantidad; el evangelizador sabe que la cantidad es importante pero sólo por el deseo de servir y amar a un mayor número, y por eso se concentra más en la calidad e integridad del mensaje.

El proselitista no tiene reparo en manipular los sentimientos o en ocultar información, si cree que eso lo permitirá que la gente se adhiera más a su causa; el evangelizador pide honestidad y es honesto en la presentación de los hechos, sin pretender usar emociones o medias verdades en su tarea.

El proselitista mira casi completamente “hacia afuera” y su interés está sólo en la eficacia de las estrategias; el verdadero evangelizador mira ante todo “hacia adentro,” en el sentido de preguntarse si está siendo fiel al Señor.

Al proselitista le interesa mucho ser cabeza, ser el que dirige; de hecho, a menudo quiere quedarse con los honores, los aplausos y los beneficios también económicos; al evangelizador, en cambio, no se le olvida ser oveja aunque lo nombren de pastor, y no se le olvida ser discípulo aunque la gente lo tenga por maestro.

Por último, el proselitista tiene interés sólo en “su” grupo, el cual quiere que crezca y sea fuerte y visible; el evangelizador, por el contrario, tiene amor y deseo de servicio hacia todos, y trata de abrir un puente hacia afuera, incluso si en este momento no los ve en plena comunión con sus ideas, de modo que en un futuro se pueda proclamar con mayor claridad a Jesucristo como Señor de todos.

La crisis de fondo

“La crisis que aún perdura en economía y en política, y lo que nos queda -ya siento decirlo-,es consecuencia de algo que viene de antes, de cuando se pensaba que estamos en este mundo para enriquecernos y pronto, para disfrutar y “pasarlo bien”, sin sufrimiento…”

Click!