Si el Reino se compara a semilla que crece, por una parte vemos que su existencia es dinámica y transformante, por otra entendemos que ha de ser cada vez más visible.
Excelente catequesis sobre nuevas uniones matrimoniales
“Monseñor De Germay dice varias cosas importantísimas. Una de ellas es señalar, contra lo que afirmó el card. Kasper, que la “comunión espiritual”, en el caso de personas que están en situación de pecado grave, propiamente es un “deseo de comunión”, que Dios tendrá en cuenta y recompensará abundantemente, pero que no equivale a la comunión sacramental. También me parece fundamental indicar, como hace este benemérito obispo, que la participación en la Eucaristía no se limita a comulgar y que hay que recordar la importancia de unirse a la ofrenda al Padre del sacrificio de Cristo en la Cruz. Finalmente, me gustaría resaltar, como dice Mons. De Germay, que el hecho de que los divorciados en una nueva unión no se acerquen a comulgar es una expresión de la seriedad del vínculo matrimonial y de su “deseo de fidelidad” e incluso constituye un testimonio de ese deseo ante el resto de los fieles…”
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El papel y la responsabilidad del mercado libre
347 El libre mercado es una institución socialmente importante por su capacidad de garantizar resultados eficientes en la producción de bienes y servicios. Históricamente, el mercado ha dado prueba de saber iniciar y sostener, a largo plazo, el desarrollo económico. Existen buenas razones para retener que, en muchas circunstancias, « el libre mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades ».726 La doctrina social de la Iglesia aprecia las seguras ventajas que ofrecen los mecanismos del libre mercado, tanto para utilizar mejor los recursos, como para agilizar el intercambio de productos: estos mecanismos, « sobre todo, dan la primacía a la voluntad y a las preferencias de la persona, que, en el contrato, se confrontan con las de otras personas ».727
Un mercado verdaderamente competitivo es un instrumento eficaz para conseguir importantes objetivos de justicia: moderar los excesos de ganancia de las empresas; responder a las exigencias de los consumidores; realizar una mejor utilización y ahorro de los recursos; premiar los esfuerzos empresariales y la habilidad de innovación; hacer circular la información, de modo que realmente se puedan comparar y adquirir los productos en un contexto de sana competencia.
348 El libre mercado no puede juzgarse prescindiendo de los fines que persigue y de los valores que transmite a nivel social. El mercado, en efecto, no puede encontrar en sí mismo el principio de la propia legitimación. Pertenece a la conciencia individual y a la responsabilidad pública establecer una justa relación entre medios y fines.728 La utilidad individual del agente económico, aunque legítima, no debe jamás convertirse en el único objetivo. Al lado de ésta, existe otra, igualmente fundamental y superior, la utilidad social,que debe procurarse no en contraste, sino en coherencia con la lógica de mercado. Cuando realiza las importantes funciones antes recordadas, el libre mercado se orienta al bien común y al desarrollo integral del hombre, mientras que la inversión de la relación entre medios y fines puede hacerlo degenerar en una institución inhumana y alienante, con repercusiones incontrolables.
349 La doctrina social de la Iglesia, aun reconociendo al mercado la función de instrumento insustituible de regulación dentro del sistema económico, pone en evidencia la necesidad de sujetarlo a finalidades morales que aseguren y, al mismo tiempo, circunscriban adecuadamente el espacio de su autonomía.729 La idea que se pueda confiar sólo al mercado el suministro de todas las categorías de bienes no puede compartirse, porque se basa en una visión reductiva de la persona y de la sociedad.730 Ante el riesgo concreto de una « idolatría » del mercado, la doctrina social de la Iglesia subraya sus límites, fácilmente perceptibles en su comprobada incapacidad de satisfacer importantes exigencias humanas, que requieren bienes que, « por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías »,731 bienes no negociables según la regla del « intercambio de equivalentes » y la lógica del contrato, típicas del mercado.
350 El mercado asume una función social relevante en las sociedades contemporáneas, por lo cual es importante identificar sus mejores potencialidades y crear condiciones que permitan su concreto desarrollo. Los agentes deben ser efectivamente libres para comparar, evaluar y elegir entre las diversas opciones. Sin embargo la libertad, en ámbito económico, debe estar regulada por un apropiado marco jurídico, capaz de ponerla al servicio de la libertad humana integral: « La libertad económica es solamente un elemento de la libertad humana. Cuando aquélla se vuelve autónoma, es decir, cuando el hombre es considerado más como un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir, entonces pierde su necesaria relación con la persona humana y termina por alienarla y oprimirla ».732
NOTAS para esta sección
726Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 34: AAS 83 (1991) 835.
727Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 40: AAS 83 (1991) 843.
728Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 41: AAS 83 (1991) 843-845.
729Cf. Pablo VI, Carta ap. Octogesima adveniens, 41: AAS 63 (1971) 429-430.
730Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 34: AAS 83 (1991) 835-836.
731Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 40: AAS 83 (1991) 843; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2425.
732Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 39: AAS 83 (1991) 843.
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Que las instituciones económicas estén al servicio del hombre
346 Una de las cuestiones prioritarias en economía es el empleo de los recursos,725 es decir, de todos aquellos bienes y servicios a los que los sujetos económicos, productores y consumidores, privados y públicos, atribuyen un valor debido a su inherente utilidad en el campo de la producción y del consumo. Los recursos son cuantitativamente escasos en la naturaleza, lo que implica, necesariamente, que el sujeto económico particular, así como la sociedad, tengan que inventar alguna estrategia para emplearlos del modo más racional posible, siguiendo una lógica dictada por el principio de economicidad. De esto dependen tanto la efectiva solución del problema económico más general, y fundamental, de la limitación de los medios con respecto a las necesidades individuales y sociales, privadas y públicas, cuanto la eficiencia global, estructural y funcional, del entero sistema económico. Tal eficiencia apela directamente a la responsabilidad y la capacidad de diversos sujetos, como el mercado, el Estado y los cuerpos sociales intermedios.
NOTAS para esta sección
725Con referencia al uso de los recursos y de los bienes, la doctrina social de la Iglesia propone su enseñanza acerca del destino universal de los bienes y la propiedad privada; cf. Capítulo Cuarto, III.
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El papel del empresario y del dirigente de empresa
343 La iniciativa económica es expresión de la inteligencia humana y de la exigencia de responder a las necesidades del hombre con creatividad y en colaboración. En la creatividad y en la cooperación se halla inscrita la auténtica noción de la competencia empresarial: uncum-petere, es decir, un buscar juntos las soluciones más adecuadas para responder del modo más idóneo a las necesidades que van surgiendo progresivamente. El sentido de responsabilidad que brota de la libre iniciativa económica se configura no sólo como virtud individual indispensable para el crecimiento humano del individuo, sino también comovirtud social necesaria para el desarrollo de una comunidad solidaria: « En este proceso están implicadas importantes virtudes, como son la diligencia, la laboriosidad, la prudencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución de ánimo en la ejecución de decisiones difíciles y dolorosas, pero necesarias para el trabajo común de la empresa y para hacer frente a los eventuales reveses de fortuna ».718
344 El papel del empresario y del dirigente revisten una importancia central desde el punto de vista social, porque se sitúan en el corazón de la red de vínculos técnicos, comerciales, financieros y culturales, que caracterizan la moderna realidad de la empresa. Puesto que las decisiones empresariales producen, en razón de la complejidad creciente de la actividad empresarial, múltiples efectos conjuntos de gran relevancia no sólo económica, sino también social, el ejercicio de las responsabilidades empresariales y directivas exige, además de un esfuerzo continuo de actualización específica, una constante reflexión sobre los valores morales que deben guiar las opciones personales de quien está investido de tales funciones.
Los empresarios y los dirigentes no pueden tener en cuenta exclusivamente el objetivo económico de la empresa, los criterios de la eficiencia económica, las exigencias del cuidado del « capital » como conjunto de medios de producción: el respeto concreto de la dignidad humana de los trabajadores que laboran en la empresa, es también su deber preciso.719 Las personas constituyen « el patrimonio más valioso de la empresa »,720 el factor decisivo de la producción.721 En las grandes decisiones estratégicas y financieras, de adquisición o de venta, de reajuste o cierre de instalaciones, en la política de fusiones, los criterios no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial.
345 La doctrina social insiste en la necesidad de que el empresario y el dirigente se comprometan a estructurar la actividad laboral en sus empresas de modo que favorezcan la familia, especialmente a las madres de familia en el ejercicio de sus tareas; 722 quesecunden, a la luz de una visión integral del hombre y del desarrollo, la demanda de calidad« de la mercancía que se produce y se consume; calidad de los servicios públicos que se disfrutan; calidad del ambiente y de la vida en general »; 723 que inviertan, en caso de que se den las condiciones económicas y de estabilidad política para ello, en aquellos lugares y sectores productivos que ofrecen a los individuos y a los pueblos « la ocasión de dar valor al propio trabajo ».724
NOTAS para esta sección
718Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32: AAS 83 (1991) 833.
719Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2432.
720Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 35: AAS 83 (1991) 837.
721Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32-33: AAS 83 (1991) 832-835.
722Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 625-629.
723Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 36: AAS 83 (1991) 838.
724Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 36: AAS 83 (1991) 840.
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Quedan obispos realmente católicos en Alemania
“Mons. Stefan Oster, obispo de Passau (Alemania), ha recibido el apoyo público de otros cinco obispos alemanes por su respuesta a las tesis heréticas del Comité Central de los Católicos Alemanes, que ha solicitado que la Iglesia bendiga tanto las uniones civiles de divorciados como las uniones homosexuales. Mons. Oster recuerda que la fe y la Escritura se «basan en la revelación, en el mismo Cristo. Él no es ningún `valor´, sino la misma Palabra de Dios» y pregunta «por qué justo en estos temas cruciales relativos al matrimonio y a la sexualidad hay que cambiar la voluntad de Jesús después de dos mil años»…”
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También en medio del dolor aseguramos oración y afecto a nuestros obispos
Monseñor Juan Vicente Córdoba es obispo de la diócesis de Fontibón, en el perímetro de la ciudad de Bogotá. Hasta no hace mucho tiempo fue portavoz de la Conferencia Episcopal de Colombia. En ejercicio de ese elevado cargo, en distintas ocasiones y escenarios ha presentado la posición de la Iglesia en contra de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Sus argumentos y modo de exposición, en cuanto a este tema, han sido fieles a la enseñanza oficial de la Iglesia, y a la vez útiles en el contexto de las discusiones caldeadas y polémicas de estos temas hoy.
Recientemente, sin embargo, en un foro con asistencia mayoritaria de jóvenes pertenecientes o simpatizantes del colectivo LGBTI, Monseñor hizo varias declaraciones desobligantes: por el lenguaje, por las insinuaciones vulgares y gratuitas, y sobre todo por apartarse de la enseñanza de la Iglesia en cuanto al ideal de vida cristiana para una persona con tendencia homosexual. Monseñor sugirió que no tiene problema para la Iglesia la convivencia entre homosexuales aunque siguió afirmando que no deberían adoptar.
Debemos pensar que su intención pastoral era probablemente buena: mostrar a algunos de los más alejados de la Iglesia que ésta quiere acogerlos, y sobre todo: que hay que distinguir entre la tendencia y la práctica homosexual. Pero sus aclaraciones posteriores, incluso disculpándose del lenguaje usado en el foro LGBTI, parecen insuficientes no sólo por el lenguaje bajo utilizado sino porque ha presentado la cohabitación como moralmente neutra o aceptable moralmente.
Lo que sigue de aquí es desalentador y confuso. Las reacciones han sido numerosas y dispares. Los simpatizantes del movimiento gay saludan con gozo que un obispo se hubiera atrevido a hablar en términos de clara aceptación aunque siguen rechazando lo que ellos ven como una exclusión de su “derecho” de adoptar. De otro lado, millones de católicos, entre los que me cuento, sentimos profundo dolor por nuestra Iglesia, y aunque agradecemos el gesto de humildad de Monseñor, solamente esperamos que su predicación brille de tal modo con la claridad de la doctrina de la Iglesia, que toda duda se disipe y se pueda reparar algo del daño causado.
No cabe echar la culpa a los medios de comunicación en este escándalo doloroso. Tampoco caben las disculpas del tipo “Yo no sabía que me estaban grabando.” Hay derecho a esperar mucho más y mucho mejor de la boca de nuestros obispos. Pero para que ello suceda, y se reparen en algo las heridas, todos, y no solamente Monseñor Córdoba, hemos de orar con intensidad y hacer penitencia con sinceridad. Estimo que es la manera correcta de apoyarlo.
Visión de la Iglesia sobre qué es una empresa y para qué debe servir
338 La empresa debe caracterizarse por la capacidad de servir al bien común de la sociedad mediante la producción de bienes y servicios útiles. En esta producción de bienes y servicios con una lógica de eficiencia y de satisfacción de los intereses de los diversos sujetos implicados, la empresa crea riqueza para toda la sociedad: no sólo para los propietarios, sino también para los demás sujetos interesados en su actividad. Además de esta función típicamente económica, la empresa desempeña también una función social, creando oportunidades de encuentro, de colaboración, de valoración de las capacidades de las personas implicadas. En la empresa, por tanto, la dimensión económica es condición para el logro de objetivos no sólo económicos, sino también sociales y morales, que deben perseguirse conjuntamente.
El objetivo de la empresa se debe llevar a cabo en términos y con criterios económicos, pero sin descuidar los valores auténticos que permiten el desarrollo concreto de la persona y de la sociedad. En esta visión personalista y comunitaria, « la empresa no puede considerarse únicamente como una “sociedad de capitales”; es, al mismo tiempo, una “sociedad de personas”, en la que entran a formar parte de manera diversa y con responsabilidades específicas los que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo ».707
339 Los componentes de la empresa deben ser conscientes de que la comunidad en la que trabajan representa un bien para todos y no una estructura que permite satisfacer exclusivamente los intereses personales de alguno. Sólo esta conciencia permite llegar a construir una economía verdaderamente al servicio del hombre y elaborar un proyecto de cooperación real entre las partes sociales.
Un ejemplo muy importante y significativo en la dirección indicada procede de la actividad de las empresas cooperativas, de la pequeña y mediana empresa, de las empresas artesanales y de las agrícolas de dimensiones familiares. La doctrina social ha subrayado la contribución que estas empresas ofrecen a la valoración del trabajo, al crecimiento del sentido de responsabilidad personal y social, a la vida democrática, a los valores humanos útiles para el progreso del mercado y de la sociedad.708
340 La doctrina social reconoce la justa función del beneficio, como primer indicador del buen funcionamiento de la empresa: « Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente ».709 Esto no puede hacer olvidar el hecho que no siempre el beneficio indica que la empresa esté sirviendo adecuadamente a la sociedad.710 Es posible, por ejemplo, « que los balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad ».711 Esto sucede cuando la empresa opera en sistemas socioculturales caracterizados por la explotación de las personas, propensos a rehuir las obligaciones de justicia social y a violar los derechos de los trabajadores.
Es indispensable que, dentro de la empresa, la legítima búsqueda del beneficio se armonice con la irrenunciable tutela de la dignidad de las personas que a título diverso trabajan en la misma. Estas dos exigencias no se oponen en absoluto, ya que, por una parte, no sería realista pensar que el futuro de la empresa esté asegurado sin la producción de bienes y servicios y sin conseguir beneficios que sean el fruto de la actividad económica desarrollada; por otra parte, permitiendo el crecimiento de la persona que trabaja, se favorece una mayor productividad y eficacia del trabajo mismo. La empresa debe ser una comunidad solidaria712no encerrada en los intereses corporativos, tender a una « ecología social » 713 del trabajo, y contribuir al bien común, incluida la salvaguardia del ambiente natural.
341 Si en la actividad económica y financiera la búsqueda de un justo beneficio es aceptable, el recurso a la usura está moralmente condenado: « Los traficantes cuyas prácticas usurarias y mercantiles provocan el hambre y la muerte de sus hermanos los hombres, cometen indirectamente un homicidio. Este les es imputable ».714 Esta condena se extiende también a las relaciones económicas internacionales, especialmente en lo que se refiere a la situación de los países menos desarrollados, a los que no se pueden aplicar « sistemas financieros abusivos, si no usurarios ».715 El Magisterio reciente ha usado palabras fuertes y claras a propósito de esta práctica todavía dramáticamente difundida: « La usura, delito que también en nuestros días es una infame realidad, capaz de estrangular la vida de muchas personas ».716
342 La empresa se mueve hoy en el marco de escenarios económicos de dimensiones cada vez más amplias, donde los Estados nacionales tienen una capacidad limitada de gobernar los rápidos procesos de cambio que afectan a las relaciones económico-financieras internacionales; esta situación induce a las empresas a asumir responsabilidades nuevas y mayores con respecto al pasado. Su papel, hoy más que nunca, resulta determinante para un desarrollo auténticamente solidario e integral de la humanidad e igualmente decisivo, en este sentido, su aceptación del hecho que « el desarrollo o se convierte en un hecho común a todas las partes del mundo o sufre un proceso de retroceso aun en las zonas marcadas por un constante progreso. Fenómeno este particularmente indicador de la naturaleza del auténticodesarrollo: o participan de él todas las Naciones del mundo, o no será tal, ciertamente ».717
NOTAS para esta sección
707Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 43: AAS 83 (1991) 847.
708Cf. Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 422-423.
709Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 35: AAS 83 (1991) 837.
710Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2424.
711Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 35: AAS 83 (1991) 837.
712Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 43: AAS 83 (1991) 846-848.
713Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 38: AAS 83 (1991) 841.
714Catecismo de la Iglesia Católica, 2269.
715Catecismo de la Iglesia Católica, 2438.
716Juan Pablo II, Discurso en la Audiencia General (4 de febrero de 2004), 3: L’Osservatore Romano, edición española, 6 de febrero de 2004, p. 12.
717Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 17: AAS 80 (1988) 532.
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¿La Iglesia es una secta?
Buenas, Padre Nelson. Quisiera en cuanto le fuera posible darnos su opinion en relacion a que algunos “catolicos” dicen que el vaticano II es una secta. Es el caso de una página que se llama “Vaticano Católico” Le agradecere de antemano; saludos. – B.S.R.
* * *
En nuestros días es muy común que los enemigos de la Iglesia usen el nombre de la misma Iglesia para dividirla, atacarla o para confundir. Hay por ejemplo una agrupación que se llama algo así como “Asociación por los Derechos de los Católicos.” Pero los “derechos” que ellos piden son por ejemplo, el derecho de recibir la comunión aunque una persona esté viviendo en adulterio. Otra agrupación que confunde a mucha gente es “Católicas por el Derecho a Decidir.” Y resulta que el derecho a “decidir” consiste en decidir abortar, lo que en inglés llaman, con lenguaje ambiguo también, ser “pro-choice.” Un tercer ejemplo,d e alguna importancia es el de ls “Viejos Católicos” o “Vétero-Católicos,” una organización que tiene entre otros a un supuesto “obispo,” de apellido Tirado, que anda haciendo exorcismos y rituales de liberación y celebrando misas en centros comerciales. Muchos ignorantes e ingenuos al oír que un grupo se presenta como “XYZ Católico” ya creen que se trata de la Iglesia Católica pero en realidad es una usurpación del nombre.
En la misma lista hay que poner a este “Vaticano Católico,” con la diferencia de que estos atacan a la Iglesia desde otro flanco, a saber, desde la idea de que la “verdadera” Iglesia llega hasta el Concilio Vaticano II, que empezó en 1962. Hay que reconocerles la honestidad porque en su sección de “Quiénes somos” escriben: “Este sitio web… está dedicado a desenmascarar en detalle la pseudo-“Iglesia” post-Vaticano II y la Nueva Misa. Estas últimas pretenden ser católicas, pero no lo son.” Ya de ahí en adelante uno sabe qué va a encontrar. Por supuesto, el hecho de que ellos se llamen “Vaticano” no significa nada más allá de si yo digo que soy un príncipe noruego descendiente de ninjas japoneses.
Iniciativa privada y empresa
336 La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en campo económico un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que promover y tutelar: « Cada uno tiene el derecho de iniciativa económica, y podrá usar legítimamente de sus talentos para contribuir a una abundancia provechosa para todos, y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos ».702 Esta enseñanza pone en guardia contra las consecuencias negativas que se derivarían de la restricción o de la negación del derecho de iniciativa económica: « La experiencia nos demuestra que la negación de tal derecho o su limitación en nombre de una pretendida “igualdad” de todos en la sociedad reduce o, sin más, destruye de hecho el espíritu de iniciativa, es decir, la subjetividad creativa del ciudadano ».703 En este sentido, la libre y responsable iniciativa en campo económico puede definirse también como un acto que revela la humanidad del hombre en cuanto sujeto creativo y relacional. La iniciativa económica debe gozar, por tanto, de un espacio amplio. El Estado tiene la obligación moral de imponer vínculos restrictivos sólo en orden a las incompatibilidades entre la persecución del bien común y el tipo de actividad económica puesta en marcha, o sus modalidades de desarrollo.704
337 La dimensión creativa es un elemento esencial de la acción humana, también en el campo empresarial, y se manifiesta especialmente en la aptitud para elaborar proyectos e innovar: « Organizar ese esfuerzo productivo, programar su duración en el tiempo, procurar que corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer, asumiendo los riesgos necesarios: todo esto es también una fuente de riqueza en la sociedad actual. Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo ».705 Como fundamento de esta enseñanza hay que señalar la convicción de que « el principal recurso del hombre es, junto con la tierra, el hombre mismo. Es su inteligencia la que descubre las potencialidades productivas de la tierra y las múltiples modalidades con que se pueden satisfacer las necesidades humanas ».706
NOTAS para esta sección
702 Catecismo de la Iglesia Católica, 2429; cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 63: AAS 58 (1966) 1084-1085; Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 48: AAS 83 (1991) 852-854; Id., Carta enc. Sollicitudo rei socialis,15: AAS 80 (1988) 528-530; Id., Carta enc. Laborem exercens, 17: AAS 73 (1981) 620-622; Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 413-415.
703Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 15: AAS 80 (1988) 529; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2429.
704Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 16: AAS 83 (1991) 813-814.
705Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32: AAS 83 (1991) 833.
706Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32: AAS 83 (1991) 833
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Así funcionan los promotores del aborto por violación
“En el marco del debate por la despenalización del aborto por violación, líderes pro-vida expusieron ante la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de Perú la verdadera agenda de quienes promueven este tipo de leyes y el impacto que tendrían en el país. El proyecto de ley ha sido presentado como una iniciativa ciudadana, tras recoger más de 60 mil firmas, y es auspiciado por ONGs feministas que promueven el aborto, como Manuela Ramos, Demus, Promsex y Católicas por el Derecho a Decidir…”
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Moral y Economía
330 La doctrina social de la Iglesia insiste en la connotación moral de la economía. Pío XI, en un texto de la encíclica Quadragesimo anno, recuerda la relación entre la economía y la moral: « Aun cuando la economía y la disciplina moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, a pesar de ello es erróneo que el orden económico y el moral estén tan distanciados y ajenos entre sí, que bajo ningún aspecto dependa aquél de éste. Las leyes llamadas económicas, fundadas sobre la naturaleza de las cosas y en la índole del cuerpo y del alma humanos, establecen, desde luego, con toda certeza qué fines no y cuáles sí, y con qué medios, puede alcanzar la actividad humana dentro del orden económico; pero la razón también, apoyándose igualmente en la naturaleza de las cosas y del hombre, individual y socialmente considerado, demuestra claramente que a ese orden económico en su totalidad le ha sido prescrito un fin por Dios Creador. Una y la misma es, efectivamente, la ley moral que nos manda buscar, así como directamente en la totalidad de nuestras acciones nuestro fin supremo y último, así también en cada uno de los órdenes particulares esos fines que entendemos que la naturaleza o, mejor dicho, el autor de la naturaleza, Dios, ha fijado a cada orden de cosas factibles, y someterlos subordinadamente a aquél ».691
331 La relación entre moral y economía es necesaria e intrínseca: actividad económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. La necesaria distinción entre moral y economía no comporta una separación entre los dos ámbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante. Así como en el ámbito moral se deben tener en cuenta las razones y las exigencias de la economía, la actuación en el campo económico debe estar abierta a las instancias morales: « También en la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social ».692 Dar el justo y debido peso a las razones propias de la economía no significa rechazar como irracional toda consideración de orden metaeconómico, precisamente porque el fin de la economía no está en la economía misma, sino en su destinación humana y social.693 A la economía, en efecto, tanto en el ámbito científico, como en el nivel práctico, no se le confía el fin de la realización del hombre y de la buena convivencia humana, sino una tarea parcial: la producción, la distribución y el consumo de bienes materiales y de servicios.
Dios, los ángeles y los hombres… evangelizando
Esquema del camino que va del paganismo a la fe plena.
Profeta en tiempos dramáticos
“La frase se le atribuía, pero ni la había escrito ni constaba en ninguna grabación oficial. El cardenal Francis George, arzobispo de Chicago entre 1997 y 2014 y presidente de la conferencia episcopal estadounidense entre 2007 y 2010, la había pronunciado en un encuentro privado, donde había sido recogida con el grabador de un teléfono móvil y difundida luego, convirtiéndose en viral por su tenor profético: “Soy el último obispo de Chicago que morirá en la cama. Mi sucesor morirá en prisión y su sucesor será martirizado en la plaza pública”…”
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Orar por nuestros sacerdotes
Recuerda la frase famosa: “Los sacerdotes son como los aviones: sólo salen en las noticias cuando alguno cae…“
A nombre de miles y miles de hermanos en el sacerdocio, te pido que nos conserves en tu oración, sobre todo en la Santa Misa, el santo rosario y la adoración eucarística.
Recuerda que tu intercesión es el mayor bien que puedes regalarnos a los sacerdotes para que, a imagen del Buen Pastor, seamos generosos y solícitos del rebaño que Cristo adquirió a precio de su Sangre preciosa.
La riqueza existe para ser compartida
328 Los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente, conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se halla en abierta contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes. La salvación cristiana es una liberación integral del hombre, liberación de la necesidad, pero también de la posesión misma: « Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe » (1 Tm 6,10). Los Padres de la Iglesia insisten en la necesidad de la conversión y de la transformación de las conciencias de los creyentes, más que en la exigencia de cambiar las estructuras sociales y políticas de su tiempo, instando a quien desarrolla una actividad económica y posee bienes a considerarse administrador de cuanto Dios le ha confiado.
329 Las riquezas realizan su función de servicio al hombre cuando son destinadas a producir beneficios para los demás y para la sociedad: 685 « ¿Cómo podríamos hacer el bien al prójimo —se pregunta Clemente de Alejandría— si nadie poseyese nada? ».686 En la visión de San Juan Crisóstomo, las riquezas pertenecen a algunos para que estos puedan ganar méritos compartiéndolas con los demás.687 Las riquezas son un bien que viene de Dios: quien lo posee lo debe usar y hacer circular, de manera que también los necesitados puedan gozar de él; el mal se encuentra en el apego desordenado a las riquezas, en el deseo de acapararlas. San Basilio el Grande invita a los ricos a abrir las puertas de sus almacenes y exclama: « Un gran río se vierte, en mil canales, sobre el terreno fértil: así, por mil caminos, tú haces llegar la riqueza a las casas de los pobres ».688 La riqueza, explica San Basilio, es como el agua que brota cada vez más pura de la fuente si se bebe de ella con frecuencia, mientras que se pudre si la fuente permanece inutilizada.689 El rico, dirá más tarde San Gregorio Magno, no es sino un administrador de lo que posee; dar lo necesario a quien carece de ello es una obra que hay que cumplir con humildad, porque los bienes no pertenecen a quien los distribuye. Quien tiene las riquezas sólo para sí no es inocente; darlas a quien tiene necesidad significa pagar una deuda.690
NOTAS para esta sección
685Cf. Hermas, Pastor, Liber Tertium, Similitudo I: PG 2, 954.
686Clemente de Alejandría, Quis dives salvetur, 13: PG 9, 618.
687Cf. San Juan Crisóstomo, Homiliae XXI de Statuis ad populum Antiochenum habitae, 2, 6-8: PG 49, 41-46.
688San Basilio Magno, Homilia in illud Lucae, Destruam horrea mea, 5:
PG 31, 271.
689Cf. San Basilio Magno, Homilia in illud Lucae, Destruam horrea mea, 5:
PG 31, 271.
690Cf. San Gregorio Magno, Regula pastoralis, 3, 21: PL 77, 87-89. Título del § 21: « Quomodo admonendi qui aliena non appetunt, sed sua retinent; et qui sua tribuentes, aliena tamen rapiunt ».
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