¿Qué es la traducción o la Biblia de los Setenta?
Preguntas y Respuestas – 26
¿Qué es un yermo, y qué tienen que ver los yermos con nuestra fe? J.C.M.
Viacrucis – Decimasegunda Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Te adoramos, oh Cristo…
“A las tres, Jesús gritó con fuerza:
“Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has abandonado?”
Jesús, lanzando un fuerte grito, murió.
El centurión, al verlo morir así, dijo:
¡Verdaderamente, este hombre era el hijo de Dios”.
Todo se ha consumado. Ha llegado el fin. Ya no hay más. Ya no hay nada. Tan solo el cadáver de uno que ha muerto
abandonado, fracasado y solo. Y sin embargo… Ahora es más nuestro que nunca. Porque ahora sabe lo que es nuestra muerte, y nuestro fracaso, y nuestra soledad.
Y en él viven ahora todas nuestra muertes. Y en esa muerte anida toda la esperanza de nuestra inmortalidad.
Pon, Señor, nuestra vida junto a tu muerte, para que así, junto a nuestra muerte, esté tu vida.
Padre nuestro.
Vitoria, tú reinarás. Oh Cruz, tú nos salvarás.
Viacrucis – Decimotercera Estación
JESÚS ES PUESTO EN BRAZOS DE SU MADRE
Te adoramos, oh Cristo…
“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
José de Arimatea lo bajó de la cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado”.
Para nosotros, Jesús es el Hijo de Dios.
Para ella, Jesús es el hijo de sus entrañas. Su único hijo. El más bueno de los hijos, por el que toda su vida había valido la pena. Ahora lo tiene en sus brazos.
Ensangrentado, escupido, muerto. ¿Qué pensaría entonces María, si es que aún podía pensar?
Como en un eco lejano, repetiría una vez más:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”.
María de la Soledad, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios, en las horas de gozo y en las horas de dolor,
en la salud, en la amistad, en la prosperidad.
Y en la enfermedad, la soledad y la pobreza.
Hágase en nosotros también, su palabra.
Padre nuestro.
Cristo, Maestro. Tú eres el Camino,
Vida verdadera y eterna Verdad.
Viacrucis – Decimocuarta Estación
JESÚS ES SEPULTADO
Te adoramos, oh Cristo…
“José de Arimatea lo puso en un sepulcro excavado
en la roca. Después rodó una gran piedra, cerrando con ella la entrada del sepulcro”.
Se ha sembrado la semilla, se ha cubierto el surco, se ha regado la tierra. Ahora sólo queda esperar:
esperar que del frasco brote el fruto, de la cruz brote la victoria, de la muerte brote la vida.
Esperar en el silencio, en la oscuridad, en la incertidumbre. Porque el amor es más potente que el fracaso, y más fuerte que la soledad, y más poderoso que la muerte.
Señor, que en nuestras horas de dolor, de fracaso y de tristeza, sepamos esperar en Ti y que nada nos turbe.
Padre nuestro.
Nada te turbe, nada te espante…
Resucitó… Aleluya
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JESÚS ES PUESTO EN BRAZOS DE SU MADRE
Te adoramos, oh Cristo…
“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
José de Arimatea lo bajó de la cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado”.
Para nosotros, Jesús es el Hijo de Dios.
Para ella, Jesús es el hijo de sus entrañas. Su único hijo. El más bueno de los hijos, por el que toda su vida había valido la pena. Ahora lo tiene en sus brazos.
Ensangrentado, escupido, muerto. ¿Qué pensaría entonces María, si es que aún podía pensar?
Como en un eco lejano, repetiría una vez más:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”.
María de la Soledad, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios, en las horas de gozo y en las horas de dolor,
en la salud, en la amistad, en la prosperidad.
Y en la enfermedad, la soledad y la pobreza.
Hágase en nosotros también, su palabra.
Padre nuestro.
Cristo, Maestro. Tú eres el Camino,
Vida verdadera y eterna Verdad.
Viacrucis – Duodecima Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Te adoramos, oh Cristo…
“A las tres, Jesús gritó con fuerza:
“Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has abandonado?”
Jesús, lanzando un fuerte grito, murió.
El centurión, al verlo morir así, dijo:
¡Verdaderamente, este hombre era el hijo de Dios”.
Todo se ha consumado. Ha llegado el fin. Ya no hay más. Ya no hay nada. Tan solo el cadáver de uno que ha muerto
abandonado, fracasado y solo. Y sin embargo… Ahora es más nuestro que nunca. Porque ahora sabe lo que es nuestra muerte, y nuestro fracaso, y nuestra soledad.
Y en él viven ahora todas nuestra muertes. Y en esa muerte anida toda la esperanza de nuestra inmortalidad.
Pon, Señor, nuestra vida junto a tu muerte, para que así, junto a nuestra muerte, esté tu vida.
Padre nuestro.
Vitoria, tú reinarás. Oh Cruz, tú nos salvarás.
Viacrucis – Undecima Estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Te adoramos, oh Cristo…
Lo crucificaron. Y con Él crucificaron también a otros dos, uno a cada lado de Jesús.
Pilato mandó poner sobre la cruz este letrero:
“Jesús de Nazaret, rey de los judíos”.
Le han clavado las manos, y ya no puede acariciar a los niños. Le han clavado los pies, y ya no puede caminar nuestros caminos. Le han tapado la boca con hiel y vinagre, y ya no puede curar, ni bendecir.
Era molesto. Quería cambiar nuestra vida.
Está mejor así: clavado, inmovilizado.
Pero aún le queda un corazón. Ese no se lo pueden clavar
porque se va a morir solo, perdonando.
Señor, clávate en nuestra vida. Transforma nuestro corazón y hazlo como el tuyo.
Padre nuestro.
Dios mío (2) por qué me has abandonado.
Viacrucis – Decima Estación
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Te adoramos, oh Cristo…
“Los soldados crucificaron a Jesús, y se repartieron sus ropas. Aparte dejaron la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo:
-No debemos partirla, decían. Vamos a sortearla para ver a quién le toca”.
Antes de quitarle la vida, le quitaron la ropa.
Y con la ropa, le quitan la dignidad, el derecho a morir como un hombre. Está solo. Sólo quedaba su madre,
unas mujeres y un adolescente. ¿Dónde están los apóstoles y los enfermos curados?
En nuestra tierra hay otros cristos que no tienen pan,
ni trabajo, ni esperanza, ni siquiera dignidad.
Y a nosotros nos sobra indiferencia, egoísmo, cobardía.
Señor, que puedas Tú decirnos algún día:
“venid benditos de mi Padre porque estuve desnudo y me vestisteis, y me devolvisteis mi dignidad de ser humano”.
Padre nuestro.
Perdona a tu Pueblo, Señor…
Viacrucis – Novena Estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Te adoramos, oh Cristo…
“Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino y Dios descargó sobre Él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido y se humillo y no abrió la boca”.
Otra vez en el suelo, otra vez las piedras despellejando sus manos y abriendo surcos de sangre en sus rodillas.
La cruz está ya muy cerca, a la vista, y la hora de morir, la hora de la verdad en la que no caben mentiras ni disimulos. ¿Ha valido la pena, Señor?
Tres años hablando de amor, de paz, de perdón, curando enfermos, resucitando muertos, haciendo el bien a todos.
Y ahora nadie te tiende una mano para levantarle del suelo. ¿Valió la pena, Señor?
Señor, danos tu luz y tu esperanza para que sepamos que vale la pena perdonar.
Padre nuestro.
Sí, me levantaré…
Viacrucis – Octava Estación
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Te adoramos, oh Cristo…
“Detrás iba también mucha gente del pueblo y mujeres que lloraban y se lamentaban. Jesús, les dijo: Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien, por vosotras y por vuestros hijos”.
El es el condenado, camino del suplicio, el sentenciado camino de la muerte. Él es el triste, que necesita consuelo. Pero no quiere que lloren por Él.
No por su dolor, sino por nuestros pecados.
No por su muerte, sino por nuestra vida equivocada.
No por su tristeza, sino por nuestro duro corazón.
Él es el condenado y nos libra de nuestra condena.
Él es el sentenciado y nos libra de nuestra sentencia.
El es el triste y es la causa de nuestra alegría.
Enséñanos, Señor, a llorar por nosotros.
Padre nuestro.
Sáname, Señor, porque he pecado contra ti
Viacrucis – Septima Estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Te adoramos, oh Cristo…
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron”.
Otra vez ha vuelto a tropezar y a caer. Es que el camino es largo y mucho el cansancio. Y el miedo de llegar hasta el final. Pero se levanta y marcha, paso a paso, hasta llegar al Calvario. Sin ceder a la tentación de abandonar, de dejarlo todo, de quedarse caído.
Por tus caídas, Señor, ten paciencia con nuestras caídas,
con nuestras ganas de dejarlo todo. Y ayúdanos a levantarnos, a mantener nuestra débil esperanza.
Padre nuestro.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
Viacrucis – Sexta Estación
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Te adoramos, oh Cristo…
“Como raíz en la tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente”.
Una mujer del pueblo limpia et rostro de Jesús.
Y en el paño, y en sus pupilas, y en su corazón,
se lleva el “vero icono” el auténtico rostro de Jesús:
el Jesús hambriento, el Jesús enfermo, el Jesús perseguido, el Jesús preso, el Jesús torturado.
Haz, Señor, que nosotros seamos esa mujer o ese hombre del pueblo, dispuesto a enjugar tanto sudor, tanta lágrima, tanta sangre. Y así nos llevemos tu “Vero Icono”, tu auténtico rostro, en las manos, en las pupilas y en el corazón.
Padre nuestro.
Déjate mirar por él… y te amará.
Viacrucis – Quinta Estación
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
Te adoramos, oh Cristo…
“Por el camino encontraron a un hombre que volvía del campo, un tal Simón, natural de Cirene, y le obligaron a cargar con la cruz de Jesús”.
Pobre Simón. Obligado a cargar con una cruz que no es suya. Pobres Cirineos de todos los tiempos, cargando con los sufrimientos de los que están solos, de los sin consuelo, de los que no tienen valedor.
Y, también, Feliz Simón, porque compartió la cruz de Jesús, que es salvación. Felices Cirineos de todos los tiempos. Los que escuchan, los que consuelan, los que ayudan. Porque suyo es el amor y la paz y la esperanza del mundo.
Sé tú, Señor, nuestro Cirineo y que sepamos ser Cirineos de nuestros hermanos.
Padre nuestro.
Danos un corazón grande… fuerte…
Viacrucis – Cuarta Estación
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Te adoramos, oh Cristo…
“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
-Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Después dijo:
-Ahí tienes a tu madre.
Y, desde entonces, el discípulo la acogió en su casa.”
No basta con que la Madre sepa que el hijo va a morir.
Tiene que verlo sufrir, tiene que tragar con Él, el dolor y la agonía. Y en el camino hasta el fin se encuentran dos miradas, dos corazones, dos sufrimientos.
Para el dolor no hay consuelo pero sí hay consuelo para el amor. Los dos saben que el amor es más fuerte que la pena.
Haz, Señor, que en el camino de nuestra cruz encontremos siempre el amor de tu Madre.
Padre nuestro.
Mientras recorres la vida…
Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia…
Viacrucis – Tercera Estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Te adoramos, oh Cristo…
“Lo vimos despreciado por los hombres, como un hombre de dolores acostumbrado al sufrimiento ante el cual se tapa uno la cara”.
La Cruz de Jesús no es una cruz de adorno, no es una cruz de procesión. Es una cruz de tormento, de sufrimiento y de muerte. Y pesa. Y le aplasta en la tierra, y yo le añado peso sobre peso con mis injusticias y mis desprecios y mis faltas de amor a los hermanos.
Por el peso de tu Cruz, líbrame, Señor, del peso de mis pecados.
Padre nuestro.
El Señor es compasivo y misericordioso.