Viacrucis – Decimasegunda Estación

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Te adoramos, oh Cristo…

“A las tres, Jesús gritó con fuerza:
“Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has abandonado?”
Jesús, lanzando un fuerte grito, murió.
El centurión, al verlo morir así, dijo:
¡Verdaderamente, este hombre era el hijo de Dios”.

Todo se ha consumado. Ha llegado el fin. Ya no hay más. Ya no hay nada. Tan solo el cadáver de uno que ha muerto
abandonado, fracasado y solo. Y sin embargo… Ahora es más nuestro que nunca. Porque ahora sabe lo que es nuestra muerte, y nuestro fracaso, y nuestra soledad.
Y en él viven ahora todas nuestra muertes. Y en esa muerte anida toda la esperanza de nuestra inmortalidad.

Pon, Señor, nuestra vida junto a tu muerte, para que así, junto a nuestra muerte, esté tu vida.
Padre nuestro.

Vitoria, tú reinarás. Oh Cruz, tú nos salvarás.

Viacrucis – Decimotercera Estación

JESÚS ES PUESTO EN BRAZOS DE SU MADRE

Te adoramos, oh Cristo…

“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
José de Arimatea lo bajó de la cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado”.

Para nosotros, Jesús es el Hijo de Dios.
Para ella, Jesús es el hijo de sus entrañas. Su único hijo. El más bueno de los hijos, por el que toda su vida había valido la pena. Ahora lo tiene en sus brazos.
Ensangrentado, escupido, muerto. ¿Qué pensaría entonces María, si es que aún podía pensar?
Como en un eco lejano, repetiría una vez más:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”.

María de la Soledad, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios, en las horas de gozo y en las horas de dolor,
en la salud, en la amistad, en la prosperidad.
Y en la enfermedad, la soledad y la pobreza.
Hágase en nosotros también, su palabra.
Padre nuestro.

Cristo, Maestro. Tú eres el Camino,
Vida verdadera y eterna Verdad.

Viacrucis – Decimocuarta Estación

JESÚS ES SEPULTADO

Te adoramos, oh Cristo…

“José de Arimatea lo puso en un sepulcro excavado
en la roca. Después rodó una gran piedra, cerrando con ella la entrada del sepulcro”.

Se ha sembrado la semilla, se ha cubierto el surco, se ha regado la tierra. Ahora sólo queda esperar:
esperar que del frasco brote el fruto, de la cruz brote la victoria, de la muerte brote la vida.
Esperar en el silencio, en la oscuridad, en la incertidumbre. Porque el amor es más potente que el fracaso, y más fuerte que la soledad, y más poderoso que la muerte.

Señor, que en nuestras horas de dolor, de fracaso y de tristeza, sepamos esperar en Ti y que nada nos turbe.
Padre nuestro.

Nada te turbe, nada te espante…

Resucitó… Aleluya

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JESÚS ES PUESTO EN BRAZOS DE SU MADRE

Te adoramos, oh Cristo…

“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
José de Arimatea lo bajó de la cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado”.

Para nosotros, Jesús es el Hijo de Dios.
Para ella, Jesús es el hijo de sus entrañas. Su único hijo. El más bueno de los hijos, por el que toda su vida había valido la pena. Ahora lo tiene en sus brazos.
Ensangrentado, escupido, muerto. ¿Qué pensaría entonces María, si es que aún podía pensar?
Como en un eco lejano, repetiría una vez más:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”.

María de la Soledad, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios, en las horas de gozo y en las horas de dolor,
en la salud, en la amistad, en la prosperidad.
Y en la enfermedad, la soledad y la pobreza.
Hágase en nosotros también, su palabra.
Padre nuestro.

Cristo, Maestro. Tú eres el Camino,
Vida verdadera y eterna Verdad.

Viacrucis – Duodecima Estación

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Te adoramos, oh Cristo…

“A las tres, Jesús gritó con fuerza:
“Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has abandonado?”
Jesús, lanzando un fuerte grito, murió.
El centurión, al verlo morir así, dijo:
¡Verdaderamente, este hombre era el hijo de Dios”.

Todo se ha consumado. Ha llegado el fin. Ya no hay más. Ya no hay nada. Tan solo el cadáver de uno que ha muerto
abandonado, fracasado y solo. Y sin embargo… Ahora es más nuestro que nunca. Porque ahora sabe lo que es nuestra muerte, y nuestro fracaso, y nuestra soledad.
Y en él viven ahora todas nuestra muertes. Y en esa muerte anida toda la esperanza de nuestra inmortalidad.

Pon, Señor, nuestra vida junto a tu muerte, para que así, junto a nuestra muerte, esté tu vida.
Padre nuestro.

Vitoria, tú reinarás. Oh Cruz, tú nos salvarás.

Viacrucis – Undecima Estación

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

Te adoramos, oh Cristo…

Lo crucificaron. Y con Él crucificaron también a otros dos, uno a cada lado de Jesús.
Pilato mandó poner sobre la cruz este letrero:
“Jesús de Nazaret, rey de los judíos”.

Le han clavado las manos, y ya no puede acariciar a los niños. Le han clavado los pies, y ya no puede caminar nuestros caminos. Le han tapado la boca con hiel y vinagre, y ya no puede curar, ni bendecir.
Era molesto. Quería cambiar nuestra vida.
Está mejor así: clavado, inmovilizado.
Pero aún le queda un corazón. Ese no se lo pueden clavar
porque se va a morir solo, perdonando.

Señor, clávate en nuestra vida. Transforma nuestro corazón y hazlo como el tuyo.
Padre nuestro.

Dios mío (2) por qué me has abandonado.

Viacrucis – Decima Estación

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Te adoramos, oh Cristo…

“Los soldados crucificaron a Jesús, y se repartieron sus ropas. Aparte dejaron la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo:
-No debemos partirla, decían. Vamos a sortearla para ver a quién le toca”.

Antes de quitarle la vida, le quitaron la ropa.
Y con la ropa, le quitan la dignidad, el derecho a morir como un hombre. Está solo. Sólo quedaba su madre,
unas mujeres y un adolescente. ¿Dónde están los apóstoles y los enfermos curados?
En nuestra tierra hay otros cristos que no tienen pan,
ni trabajo, ni esperanza, ni siquiera dignidad.
Y a nosotros nos sobra indiferencia, egoísmo, cobardía.

Señor, que puedas Tú decirnos algún día:
“venid benditos de mi Padre porque estuve desnudo y me vestisteis, y me devolvisteis mi dignidad de ser humano”.
Padre nuestro.

Perdona a tu Pueblo, Señor…

Viacrucis – Novena Estación

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Te adoramos, oh Cristo…

“Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino y Dios descargó sobre Él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido y se humillo y no abrió la boca”.

Otra vez en el suelo, otra vez las piedras despellejando sus manos y abriendo surcos de sangre en sus rodillas.
La cruz está ya muy cerca, a la vista, y la hora de morir, la hora de la verdad en la que no caben mentiras ni disimulos. ¿Ha valido la pena, Señor?
Tres años hablando de amor, de paz, de perdón, curando enfermos, resucitando muertos, haciendo el bien a todos.
Y ahora nadie te tiende una mano para levantarle del suelo. ¿Valió la pena, Señor?

Señor, danos tu luz y tu esperanza para que sepamos que vale la pena perdonar.
Padre nuestro.

Sí, me levantaré…

Viacrucis – Octava Estación

JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

Te adoramos, oh Cristo…

“Detrás iba también mucha gente del pueblo y mujeres que lloraban y se lamentaban. Jesús, les dijo: Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien, por vosotras y por vuestros hijos”.

El es el condenado, camino del suplicio, el sentenciado camino de la muerte. Él es el triste, que necesita consuelo. Pero no quiere que lloren por Él.
No por su dolor, sino por nuestros pecados.
No por su muerte, sino por nuestra vida equivocada.
No por su tristeza, sino por nuestro duro corazón.
Él es el condenado y nos libra de nuestra condena.
Él es el sentenciado y nos libra de nuestra sentencia.
El es el triste y es la causa de nuestra alegría.

Enséñanos, Señor, a llorar por nosotros.
Padre nuestro.

Sáname, Señor, porque he pecado contra ti

Viacrucis – Septima Estación

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

Te adoramos, oh Cristo…

“Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron”.

Otra vez ha vuelto a tropezar y a caer. Es que el camino es largo y mucho el cansancio. Y el miedo de llegar hasta el final. Pero se levanta y marcha, paso a paso, hasta llegar al Calvario. Sin ceder a la tentación de abandonar, de dejarlo todo, de quedarse caído.

Por tus caídas, Señor, ten paciencia con nuestras caídas,
con nuestras ganas de dejarlo todo. Y ayúdanos a levantarnos, a mantener nuestra débil esperanza.
Padre nuestro.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.

Viacrucis – Sexta Estación

LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

Te adoramos, oh Cristo…

“Como raíz en la tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente”.

Una mujer del pueblo limpia et rostro de Jesús.
Y en el paño, y en sus pupilas, y en su corazón,
se lleva el “vero icono” el auténtico rostro de Jesús:
el Jesús hambriento, el Jesús enfermo, el Jesús perseguido, el Jesús preso, el Jesús torturado.

Haz, Señor, que nosotros seamos esa mujer o ese hombre del pueblo, dispuesto a enjugar tanto sudor, tanta lágrima, tanta sangre. Y así nos llevemos tu “Vero Icono”, tu auténtico rostro, en las manos, en las pupilas y en el corazón.
Padre nuestro.

Déjate mirar por él… y te amará.

Viacrucis – Quinta Estación

EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

Te adoramos, oh Cristo…

“Por el camino encontraron a un hombre que volvía del campo, un tal Simón, natural de Cirene, y le obligaron a cargar con la cruz de Jesús”.

Pobre Simón. Obligado a cargar con una cruz que no es suya. Pobres Cirineos de todos los tiempos, cargando con los sufrimientos de los que están solos, de los sin consuelo, de los que no tienen valedor.

Y, también, Feliz Simón, porque compartió la cruz de Jesús, que es salvación. Felices Cirineos de todos los tiempos. Los que escuchan, los que consuelan, los que ayudan. Porque suyo es el amor y la paz y la esperanza del mundo.

Sé tú, Señor, nuestro Cirineo y que sepamos ser Cirineos de nuestros hermanos.
Padre nuestro.

Danos un corazón grande… fuerte…

Viacrucis – Cuarta Estación

JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

Te adoramos, oh Cristo…

“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
-Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Después dijo:
-Ahí tienes a tu madre.
Y, desde entonces, el discípulo la acogió en su casa.”

No basta con que la Madre sepa que el hijo va a morir.
Tiene que verlo sufrir, tiene que tragar con Él, el dolor y la agonía. Y en el camino hasta el fin se encuentran dos miradas, dos corazones, dos sufrimientos.

Para el dolor no hay consuelo pero sí hay consuelo para el amor. Los dos saben que el amor es más fuerte que la pena.

Haz, Señor, que en el camino de nuestra cruz encontremos siempre el amor de tu Madre.
Padre nuestro.

Mientras recorres la vida…

Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia…

Viacrucis – Tercera Estación

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Te adoramos, oh Cristo…

“Lo vimos despreciado por los hombres, como un hombre de dolores acostumbrado al sufrimiento ante el cual se tapa uno la cara”.

La Cruz de Jesús no es una cruz de adorno, no es una cruz de procesión. Es una cruz de tormento, de sufrimiento y de muerte. Y pesa. Y le aplasta en la tierra, y yo le añado peso sobre peso con mis injusticias y mis desprecios y mis faltas de amor a los hermanos.

Por el peso de tu Cruz, líbrame, Señor, del peso de mis pecados.
Padre nuestro.

El Señor es compasivo y misericordioso.

Viacrucis – Segunda Estación

JESÚS CARGA CON LA CRUZ

Te adoramos, oh Cristo…

“Pilato se lo entregó para que lo crucificasen.
Jesús, llevando su propia cruz, salió de la ciudad hacia un lugar llamado “La Calavera”, que en la lengua de los judíos se dice “Gólgota”.

Jesús carga con esa cruz que es mi cruz:
la cruz que lleva a la muerte, la cruz de mis egoísmos,
de mis injusticias, de mis pecados.
Para que así yo pueda llevar su cruz,esa cruz que lleva a la vida.

Por la fuerza de tu cruz, Señor del Socorro,
que nuestra cruz, con sus heridas, nos consuele,
con su dolor, nos salve.

Padre nuestro

Hacia ti, Morada santa,

Viacrucis – Primera Estación

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE.

Te adoramos, oh Cristo…

“En Pascua, Pilato concedía la libertad a un preso.
Había entonces uno llamado Barrabás. Un homicida.
La gente pidió que les soltaran a Barrabás.
-¿Y qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
Ellos gritaron: -¡Crucifícale!
Pilato preguntó: Pues ¿cuál es su delito?
Pero ellos gritaban más y más: -¡Crucifícale!
Entonces Pilato, queriendo quedar bien con la gente, ordenó que pusieran en libertad a Barrabás
y que a Jesús le azotaran y le crucificaran.

Otra vez hemos condenado al inocente, a tantos inocentes … Porque es más fácil condenar que comprender, más cómodo rechazar que compartir,
menos comprometido callar que defender.
Y en cada inocente condenado, condenamos a Jesús a morir en la cruz, en la cruz del desprecio, del hambre,
del abandono, de la indiferencia.

Enséñanos, Señor, a no condenar.
Padrenuestro…

Cristo nos da la Libertad, S, E, Amor.

Caminaré en presencia del Señor.