Gloria Niño de Gómez. q.e.p.d.

Gloria de GómezQuiero con estas palabras unirme a tantos otros testimonios que se han dado y que se van a seguir escuchando sobre la vida y obra de una mujer infatigable y gozosa en el servicio a la causa del Evangelio. Su palabra vigorosa, convencida, enamorada, recibió fuerza que luego se condensó en la Asociación María Santificadora (AMS), con la que me unen lazos de amistad y gratitud. No me corresponde a mí hacer una semblanza biográfica, que otros harán más amplia y mejor. Aquí solo quiero expresar lo que significó para mí encontrar a Gloria Niño, una mujer que anunció con su palabra el mensaje de Cristo, y con esto digo por supuesto: una mujer predicadora. ¿Qué mensaje nos trae este hecho hoy en nuestra amada Iglesia?

Para muchas personas hablar sobre la mujer y la predicación sólo puede ser la antesala para hablar de otros temas, casi siempre polémicos, como por ejemplo, el hecho de que la ordenación sacerdotal esté reservada a los varones en la Iglesia. Lo interesante, desde mi punto de vista, es exactamente lo opuesto: traté a Gloria muchas veces, en privado y en público; la oí predicar a grupos pequeños y grandes; oramos juntos en distintos sitios y circunstancias; me obsequió con el don de su amistad y su confianza… y jamás vi en ella rastro de nostalgia por ser “sacerdotisa,” ni vi disgusto alguno por no presidir una eucaristía. Muy al contrario, era ella una de esas personas–escasas lamentablemente–que parecen sentirse profundamente a gusto con la opción de vida que han tomado. Su opción se llamaba y se llama: pareja, familia, hogar. Fue su experiencia de hogar la que dio los rasgos centrales a AMS, y no lo contrario. De hecho, AMS nació en cierto sentido para respaldar y cultivar el verdadero sentido de lo que es una familia cristiana. Recorramos los lemas de las decenas de actividades, encuentros, congresos, sesiones de oración de AMS y encontraremos que la palabra y el tema constante es: familia, familia y familia.

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Y si Pilatos no hubiera…

Ecce HomoSi Dios estaba advirtiendo a Pilato a través de su esposa: “No te metas con ese Justo” (San Mateo 27,19), agotando hasta el último recurso para tocar y cambiar su corazón, ¿qué habría pasado, si en su libertad, Pilato hubiera elegido no condenar a Jesús? No sé; ¿no era la voluntad del Padre la Cruz de Nuestro Señor? ¿No debía cumplirse lo que sucedió? ¿Habría sido Jesús condenado de todas formas? O, ¿Dios tendría otro plan de salvación? O tal vez, ¿no debe uno hacerse esas preguntas? Es que llegan al pensamiento, y me pareció ver como una contradicción. Gracias, Fray Nelson. Saludo y abrazo. -María Magdalena G.

Hay un tema relacionado que puede leerse junto a este: “Los misterios de Judas Iscariote”.

Ahora bien, las preguntas sobre lo que hubiera podido pasar son extremadamente atrayentes–y extremadamente difíciles. Aún en cosas relativamente triviales la mente humana siente que el árbol de las posibilidades se abre más allá de lo que uno puede medianamente analizar. Recordamos todos el atentado del 11 de Septiembre de 2001 a las Torres Gemelas. Hemos oído también más de una historia relacionada con personas que ese día tenían que haber estado en esos edificios, pero que por ejemplo por un atasco en el tráfico o un resfrío, o que olvidaron poner el despertador iban a llegar tarde, y esos minutos los salvaron. Examinemos eso: poner el despertador en la hora es un acto que toma unos pocos segundos y quizás oprimir un par de botones, y eso pudo hacer la diferencia entre estar vivo o quedar muerto. Y luego ese, que quedó vivo, se casa y engendra un hijo, y ese hijo se hace sacerdote, y ese sacerdote pasa por una calle el día en que yo voy a tener un accidente en Taiwan, y gracias a eso, yo no muero sin recibir la absolución de un sacerdote. Esa clase de relatos tienen una cierta fascinación en la mente humana, ya desde hace miles de años.

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Cuando yo sea grande, quiero predicar así…

ANUNCIAR EXPLÍCITAMENTE A JESUCRISTO

1. ALGUNAS REALIDADES QUE ADVIERTO

Muchos católicos se están alejando hacia otras religiones, en particular a confesiones y sectas protestantes. Tal problema no es tan simple. Pero algunos de ellos dicen que, hasta que se cambiaron, encontraron a Jesucristo. De hecho, los hermanos separados empiezan con la predicación sencilla: “Acepta a Jesucristo como tu Salvador personal, y serás salvo”. Esto también lo oímos decir a quienes se adhieren a movimientos como la renovación en el Espíritu Santo. Encontrarse con Cristo, cambia sus vidas.

Yo mismo, cuando voy a las comunidades, insisto mucho en el Kerigma. Anuncio explícitamente a Jesucristo como único Salvador. Veo que el pueblo tiene hambre de conocerlo y seguirlo. Me pregunto pues: ¿Por qué no saciamos esa hambre? ¿Por qué callar su Nombre y su Persona?

¿Por qué no darle a Jesucristo el lugar que le corresponde? ¿Por qué no poner siempre la Eucaristía como centro de toda reunión? ¿Por qué callar el Kerigma? Es verdad que en las culturas ya están las “Semillas del Verbo”, pero ¿Por qué quedarnos sólo en ellas sin anunciar que la plenitud de la Revelación está en Cristo?

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La Carta de Cuaresma de una Superiora General

De camino

Nos empeñamos en vivir y contar nuestras pequeñas y grandes historias porque nos hemos dado cuenta que en la contemplación de la Historia de la Salvación y toda la Biblia rezuma esta certeza: nada sucede por casualidad, todo es querido por Dios y tiene un sentido, un por qué y un para qué.

Dios nos habla también hoy en los acontecimientos grandes o pequeños que suceden en nuestro tiempo. Pero hemos de aprender a leer en lo contingente de la historia y de las circunstancias cotidianas el mensaje de Dios que encierran. Para ello es necesaria una fe viva y una capacidad de reflexionar: así podemos captar la voluntad de Dios en todo lo que sucede. Eso es lo que el Concilio Vaticano II llama “signos de los tiempos” (GS 4).

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Orando por el P. Adolfo

Actualización del 3 de Marzo

Artículos recientes sobre la 35ª Congregación general de la Compañía de Jesús y el P. Adolfo:

Artículo original:

P. Adolfo Nicolás, S.J.Me unen lazos de amistad con la Compañía de Jesús: una amistad que permite ver de cerca muchas de las grandezas y bajezas de la Orden fundada por san Ignacio. Para mí es claro que una proporción escandalosa de ellos han desertado de la fe católica con el agravante de no decirlo sino de presentarse como reintérpretes de la fe o incluso como misioneros de un mensaje supuestamente más cercano al “núcleo” del Evangelio o de la vida de Jesucristo. Es claro también que la obediencia al Papa, en el caso de muchos de ellos, es ficticia, nominal o únicamente entendida en términos de “servir” al Papa diciéndole qué tiene que hacer y decir, para luego criticarlo sin piedad ni justicia cuando no piensa o actúa como ellos quisieran. El cuadro, pues, es sombrío, desesperanzador e incluso misterioso, porque yo, lo mismo que algún otro amigo que escribió recientemente, me pregunto cómo logran sobrevivir los jesuitas católicos viendo que lo poco o mucho que ellos logran hacer es anegado por la babaza herética de sus cohermanos.

La propuesta de Luis Fernando Pérez es drástica, como cabía esperarla: que intervenga el Papa, que declare extinta a la Compañía, que empiece de cero con unos cuantos bien leales. Es entendible esa propuesta; es el fruto natural de la impaciencia que produce ver tanta negligencia en las autoridades. Hay un punto en que uno siente que no actuar es ser cómplice, y en este caso la complicidad implica la salud espiritual de millones y millones de personas.

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¿Qué hay detrás del centenario de Arrupe?

Pedro ArrupeEl 14 de Noviembre pasado se cumplieron 100 años del nacimiento de Pedro Arrupe (+ 5 de febrero de 1991). La fecha no ha pasado inadvertida. Lo que se diga a estas alturas tendrá de hecho un impacto notable en la próxima Congregación General, es decir, el órgano máximo de gobierno de la Compañía de Jesús, que tendrá entre sus tareas elegir al próximo General.

De hecho ha sido el actual Padre General, Hans Kolvenbach, quien ha ponderado con voz más alta la labor de Arrupe, calificándolo de “profeta.” No pudieron ser más exigentes los años del gobierno de este ilustre bilbaíno, que tuvo el timón de la Compañía entre 1965 y 1983. Junto a Kolvenbach, muchos alaban la gestión de aquellos años difíciles para todos en la Iglesia. Quizás lo que más se destaca es el haber puesto a los jesuitas en una ruta que debería permanecer siempre próxima al compromiso por la justicia.
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Sobre el ateísmo de raíz científica

Roca en el caminoEl ateísmo implica la convicción de que no existe un ser a quien pueda llamarse Dios. Se trata, por supuesto, de una afirmación de impresionante alcance, porque indica un conocimiento lo suficientemente completo de todo lo que existe como para asegurar que no puede existir un Dios. Surge entonces una multitud de cuestiones: ¿en qué momento sabe uno que sabe lo suficiente? ¿Existe algo así como un inventario de todo lo que existe, que permita decir con certeza qué no puede existir?

Ateos beligerantes, famosos por estos días, como Richard Dawkins, tienen una respuesta para esa clase de objeción. La parábola favorita de Dawkins es el Monstruo Espagueti Volador (Flying Spaguetti Monster, que aquí abreviaremos en español: MEV). El conocido autor británico se declara incapaz de demostrar la inexistencia del MEV, y deja entender que si uno quisiera demostrar la no-existencia de todo lo que se le ocurra a la mente humana tendría que demostrar que no hay hadas, ni duendes, ni unicornios. Agrega, con buen tino, que alguien podría siempre afirmar que “quizás sí existen esos seres… en algún lugar donde todavía no hemos buscado.”

Creo que puede considerarse representativa del ateísmo militante esa postura de Dawkins; según él, sabemos que no existe Dios, no porque tengamos certeza de que no existe, sino porque la evidencia que encontramos apunta hacia un universo que se explica suficientemente en términos de las leyes de la ciencia.

Es importante anotar las característica peculiar de ese saber sobre la no-existencia de Dios, porque precisamente no corresponde al saber obtenido a través del método científico. En efecto, lo propio de este método es formular hipótesis con base en teorías, para luego usar experimentos que verifican o contradicen tales hipótesis. Si esto es así, es obvio que el tipo de “saber” que niega la existencia de Dios no es algo que venga de la aplicación del método científico. Un poco de reflexión muestra que tampoco es posible afirmar la existencia de Dios por vía de esa clase de experimentación.

¿Cuál es entonces la relación entre la ciencia, o sea, entre el método científico y la existencia de Dios? No es directa. Sólo puede entonces darse por vía de extrapolación.

Con lo cual llegamos a una situación muy curiosa: si uno quiere aplicar el método científico para hablar de la existencia de Dios tiene que hacer una extrapolación, pero entonces ¿qué o quién determina la validez de esa extrapolación? No puede ser el método científico, que por definición ha tenido que ser extrapolado, entonces ¿qué puede ser?

Aún más: si el método de la ciencia moderna no puede decidir una cuestión que indudablemente atañe a la vida de miles de millones de personas, sino que debe haber alguna otra fuente de verdad que permita decidir tal cuestión, ¿en qué relación se halla esa fuente de verdad con el método científico mismo? De hecho, ¿qué clase de experimento puede probar que el camino de teoría – hipótesis – experimento es el correcto?

Se podrá decir que a ese método se llega no por experimento sino por experiencia, y tal vez se mencione algo como “prueba y error,” o se haga una alusión vaga a las brutalidades a que ha conducido el fanatismo religioso. Sin entrar en esa discusión, ¿no estaría demostrando ello, de todas formas, que hay fuentes válidas de conocimiento que son a la vez exteriores y superiores al método científico? Y si eso es así, ¿no deberíamos concentrarnos en conocer qué método puede conducirnos a esas fuentes? Tal es, en efecto, una de las preocupaciones básicas de una buena parte de la filosofía.

Respuestas a Rodolfo Llinás

Revista Cambio 16: ¿Alguna vez ha sospechado la existencia de un más allá?

Rodolfo Llinás: Ya de niño no me sonaban esas cosas. No entendía la religión y tenía unas peleas tan fuertes con un cura, que escandalizaban a la gente del bus. Yo preguntaba: ¿Por qué Dios es tan desgraciado que deja que nazca gente a sabiendas de que se irá al infierno? ¿Si Dios sabe todo lo que yo necesito, por qué me pide que le rece? ¿No debería decirme: “Yo sé lo que necesita, no moleste más”? ¿O por qué me obliga a decirle todos los días que él es el mejor, el más bonito, y si no lo hago se calienta? Dios es muy humano, vengativo, nuestra imagen y semejanza. No comprendí nada de religión y no me explico cómo la gente entiende esas vainas.

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