Mantener la esperanza

Fray Nelson Medina: ¿cómo mantener la esperanza? Todos los días hay noticias decepcionantes sobre pugnas de poder, encubrimientos, violaciones, corrupción dentro de la misma Iglesia. ¿De dónde surge así la esperanza? –E.B.

* * *

Tu pregunta está muy bien enunciada porque hablas de la virtud de la ESPERANZA que solo brilla cuando hay penumbras y tinieblas. El día soleado y bello no requiere de grandes esperanzas; el día nublado y de tormenta, sí que lo reclama. De modo que estos tiempos difíciles son precisamente los tiempos en que la verdadera virtud teologal de la esperanza puede y debe brillar.

1. Empecemos aclarando que los medios de comunicación destacarán siempre lo más escandaloso y callarán la dedicación, muchas veces heroica, de millones de cristianos y de miles de sacerdotes. Por eso aquel refrán: “los sacerdotes son como los aviones: sólo son noticia cuando caen.”

2. Cada uno debe mirar su propia responsabilidad en la santidad de la Iglesia. En el Credo afirmamos nuestra fe en la comunión de los santos. Ello implica muchísima más oración, testimonio, evangelización, penitencia y fraternidad que lo que vivimos hoy los católicos. Debemos ver estos tiempos como llamado a la conversión y a la santidad.

3. Una mirada a la Historia de la Iglesia nos muestra dos cosas: que las crisis han sido más la norma que la excepción, y que de las crisis sólo se sale siguiendo el ejemplo de los santos. Y el empeño por la santidad es lo más bello en lo que se puede empeñarse el corazón humano.

4. Hay muchas cosas buenas que están sucediendo. Movimientos eclesiales, parroquias renovadas, vocaciones generosas. Apoyar con nuestro cariño y alegría esos brotes de vida nueva trae esperanza al corazón.

5. “Dios está a cargo”: este pensamiento no pierde actualidad. Él es Señor, de este tiempo y de todos los tiempos. no solamente debemos estar ya esperanzados sino gozosos desde la certeza de que algo muy bueno está preparando Dios cuando así quiere purificar a su Iglesia.

Ante la crisis en la Iglesia

Mucho se está hablando estos días de la crisis dentro de la #IglesiaCatólica y la división que se ha creado en ella. Sean o no sean verdad las acusaciones hechas contra el Papa, muchos católicos empiezan a cansarse y a preguntarse qué pueden hacer. Aquí mi propuesta:

La historia de nuestra Iglesia ha estado siempre plagada de crisis. Sus mismos inicios estuvieron manchados con la traición de Judas, la negación de Pedro y tantos otros pecados que llevaron a Cristo a la Cruz. En el siglo X se vivió el así llamado “Siglo oscuro”, en el que los Papas estaban al servicio de las familias romanas, que los usaban a su antojo para sus intereses políticos y familiares. El Cisma de Occidente vio a tres papas luchando entre sí por ser el legítimo Vicario de Cristo. El Renacimiento tuvo a papas como Alejandro VI o Julio II, que dejaron mucho que desear de su misión como Sucesores de Pedro. En el siglo XVIII, algunos Papas jugaban a ser emperadores e incluso uno de ellos (Clemente XIV) cayó en los juegos políticos de reyes masones y suprimió la Compañía de Jesús. Y la Iglesia siguió adelante…

Y en todos estos períodos han existido Cardenales, Obispos, sacerdotes y laicos que de católicos no tuvieron nada, sino que mancharon la Iglesia de Cristo y ofendieron terriblemente a Dios con sus tremendos pecados. Así pues, nuestra época no es ajena o especial. Toda la historia de la Iglesia ha estado manchada por el mal y la miseria de muchos de sus miembros.

Y aquí viene la pregunta: ¿cómo es que ha seguido? ¿Qué es lo que la ha sostenido en estos dos milenios de historia?

Primeramente, porque es Dios quien está detrás. No se entendería nada si no fuera por Él. Pero, también, esa historia de pecado siempre fue acompañada por historia de santidad: hombres y mujeres, papas, cardenales, obispos, sacerdotes y laicos santos que, con su vida y ejemplo, elevaron el nombre de la Iglesia y de Cristo.

La historia, sin los santos, sólo son guerras, cambios de poder de un país a otro, corrupción y pecado. Pero, cada cierto tiempo, Dios señala el camino que Él quiere que sigan las cosas que han de ocurrir, y el letrero que Él usa una y otra vez es un santo.

Por eso, quiero proponer como respuesta muy inmediata y clara a lo que estamos atravesando como Iglesia, una llamada a todos a buscar con nuestra vida, ejemplo, oración, apostolado, etc., a mostrar el verdadero rostro de Cristo. Llamo a una #RevoluciónSantidad

Tú que lees estos pensamientos, puedes y debes ser santo. Tú y yo podemos sostener con nuestros pequeños o grandes actos de amor a nuestra Iglesia sufriente, a Cristo que llora aquí en la tierra por nosotros. ¡Sé santo ahí en donde estás y en donde Dios te llama! Médico, arquitecto, sacerdote, ama de casa, estudiante, político, ingeniero… ¡lo que sea! ¡Ser santo es como vamos a cambiar nuestro mundo y como mejoraremos nuestra Iglesia!

Y esto no se trata de tomar partido por nadie, sino que es una invitación a buscar ser lo que tenemos que ser. Y si de verdad somos eso que tenemos que ser, ¡prenderemos fuego al mundo!

Pbro. Juan Ruiz Jorge LC

Carta abierta a / Open letter to / James Martin, SJ

[Original English version below]

James Martin, SJ:

Usted puede decir lo que dice porque está donde está. Y Usted está donde está porque hay poderosos prelados que le brindan ilimitado apoyo y le han promocionado una y otra vez. Sin embargo, ellos no estarán para siempre ni su apoyo durará para siempre.

En el momento apropiado, según la providencia de Dios, la verdad brillará fuerte y la genuina misericordia se ofrecerá de nuevo. Misericordia no es aprender a vivir al lado del pecado sino vencer al pecado mediante el arrepentimiento y la conversión, como San Ignacio enseñó muy bien.

Porque un pecado es un pecado, con toda el azúcar que se le eche encima, o bajo capas y capas de retórica bien elaborada. Y cada pecador merece ser guiado a la plena luz del Evangelio, sin importar cuán fuera de su alcance pueda parecerle al principio.

James: muchos de nosotros estamos rezando por Usted.


James Martin, SJ, es uno de los más visibles promotres del lobby LGBTI dentro de la Iglesia Católica. Ver aquí por ejemplo.


[English version:]

@JamesMartinSJ, You can say what you say because you are where you are. And you are where you are because powerful prelates give you limitless support and keep promoting you. Yet they will not be forever nor will their support last forever.

At the proper time, in accordance with God’s providence, truth will shine strong and true mercy will be offered anew: It’s not about learning to live side by side with sin but overcoming sin through repentance and conversion, as St. Ignatius taught so well.

For a sin is a sin, even under many coats of sugar and layers upon layers of well-crafted rethoric. And every sinner deserves to be guided to the full light of the Gospel no matter how out of reach it may look like at the beginning. James, many of us are praying for you.


James Martin, SJ is a most vocal promotor of the LGBTI lobby within the Roman Catholic Church.

Sobre la carta de acusaciones contra el Papa Francisco

En toda mi vida nunca había escuchado una acusación tan grave hacia un Papa. Si lo que se dice en esa acusación es cierto, lo más grave no es lo que ya aparece sino lo que queda sugerido, es decir, que hay una razón para el encubrimiento de casos muy serios de corrupción moral y doctrinal dentro de la Iglesia Católica.

Creo que lo unico que es sabio en este momento es orar y apoyar toda iniciativa para que se haga una investigación a fondo sobre las distintas responsabilidades de las personas vivas o muertas que aparecen en la carta de monseñor Viganò.

Anticipar culpables o declarar que todo es calumnia resulta prematuro en este momento. El camino: Oración, conversión, penitencia y apoyo a quienes reclaman una investigación profunda y fundada en hechos y documentos.

Con motivo del Encuentro de Familias en Dublín

Si yo no viera a Cristo bebiendo su cáliz no tendría fuerzas para beber el mío ni para entender que, por su piedad, en realidad bebemos del mismo.

¡Cómo sangras por los golpes que te dan los de fuera! Eso ya se sabía. Pero, ¿cómo entender que te apartes del agua limpia de tu Esposo y Señor, y prefieras lavarte con agua inmunda, la que te da el mundo, con la falsa promesa de hacer caso a tus voces?

Tan grave es tu enfermedad que no quieres enterarte de que estás enferma. Caen sobre ti las palabras de Isaías: ahora quieres llamar bien al mal, y por fuerza terminas entonces llamando mal al bien.

Pero Dios no te ha desechado. Los que hoy te drogan con doctrinas que niegan el pecado, y así oscurecen la salvación, no tendrán la voz para siempre. No importa si veo la victoria en el breve espacio de mi vida terrena. Sé que un día con estos ojos la veré.

#MeDuelesIglesia

Con profundo dolor en el alma

Para estas reflexiones me apoyo en un artículo del Forum Libertas.

Tres cosas que no se mencionan con respecto al horrendo escándalo de abusos sacerdotales en Pennsylvania:

(1) Estamos nuevamente ante una presentación que recoge décadas de delitos, y así logra cifras muy altas. Aclaramos: UN SOLO CASO ya sería demasiado. Pero no seamos ciegos: la presentación SIMULTÁNEA de tantos casos quiere producir un efecto determinado. Muchos casos han prescrito y ya han sido juzgados y condenados. De todas formas, el fiscal Josh Shappiro presenta todo junto para que tenga mayor efecto.

(2) En la mayor parte de los casos se trata de situaciones de homosexualidad. El poder del lobby LGBTI trata de frenar ese dato, que es real: mucho más del 90% de los casos tienen que ver con clero homosexual. Lo cual indica en qué dirección hay que mirar si de verdad se quiere un cambio para mejor en la Iglesia Católica.

(3) En la inmensa mayoría de los casos la ley de la Iglesia, el Derecho Canónico, NO SE APLICÓ. Una de las grandes vergüenzas nuestras como católicos, es que la falta de acción de los superiores ha terminado en que estos casos espantosos lleguen, con empeorada gravedad, a las autoridades civiles.

EN CUALQUIER CASO, lo que sigue es humildad, penitencia, conversión, dar el primer lugar a la reparación psicológica y espiritual de las víctimas, y luego: tener en cuenta los puntos aquí mencionados.

¿Ha muerto la pena de muerte?

Propósito

El presente artículo quiere responder solamente una pregunta, y luego presentar algunas de las consecuencias que de su respuesta se derivan. Soy consciente de que, también entre mis buenos amigos católicos, hay diversas opiniones al respecto, y por eso también sé que la mía es eso: una opinión más, para la que desde luego ofrezco razones.

La pregunta fundamental

¿La modificación del n. 2267 del Catecismo, autorizada por el Papa Francisco en días recientes, implica la afirmación de que la pena de muerte es intrínsecamente mala?

Aclaración

Si algo es “intrínsecamente” malo, quiere decir, que lo es por sí mismo, y por consiguiente, siempre, en todas partes, realizado por cualquier sujeto y bajo cualesquiera circunstancias. Así por ejemplo, es doctrina de la Iglesia que blasfemar es intrínsecamente malo.

Respuesta breve

La reciente modificación no implica afirmar que la pena de muerte sea intrínsecamente mala. Esta es la tesis del presente artículo.

Fuente documental

Rescripto oficial de la Santa Sede, que dice en su original en latín:

2267. Quod auctoritas legitima, processu ordinario peracto, recurrere posset ad poenam mortis, diu habitum est utpote responsum nonnullorum delictorum gravitati aptum instrumentumque idoneum, quamvis extremum, ad bonum commune tuendum.

His autem temporibus magis magisque agnoscitur dignitatem personae nullius amitti posse, nec quidem illius qui scelera fecit gravissima. Novus insuper sanctionis poenalis sensus, quoad Statum attinet, magis in dies percipitur. Denique rationes efficientioris custodiae excogitatae sunt quae in tuto collocent debitam civium defensionem, verum nullo modo imminuant reorum potestatem sui ipsius redimendi.

Quapropter Ecclesia, sub Evangelii luce, docet “poenam capitalem non posse admitti quippe quae repugnet inviolabili personae humanae dignitati”[1] atque Ipsa devovet se eidemque per omnem orbem abolendae.

La traducción oficial al español, según la misma referencia, es esta:

2267. Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.

Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.

Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona»[1], y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.

La cita mencionada en [1] es del Discurso del Santo Padre Francisco con motivo del XXV Aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, 11 de octubre de 2017: L’Osservatore Romano, 13 de octubre de 2017, 5.

Fuente documental secundaria

La Congregación para la Doctrina de la Fe, autora primera del nuevo texto, ofrece una argumentación sobre el cambio de texto mencionado en una Carta a los Obispos. El texto en español puede consultarse aquí. La idea fundamental en esa argumentación es que ha habido un desarrollo teológico y pastoral que conduce hacia la reacción nueva del número 2267. Un pasaje importante de la Carta dice:

En este desarrollo, es de gran importancia la enseñanza de la Carta Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II. El Santo Padre enumeraba entre los signos de esperanza de una nueva civilización de la vida «la aversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte,incluso como instrumento de “legítima defensa” social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse».

La cita es de Evangelium vitae, n, 27. Hay otros textos del mismo Juan Pablo II y también de Benedicto XVI.

Problema epistemológico básico

La redacción del tercer párrafo del n. 2267 tiene el aspecto de un rechazo absoluto y sin matices, es decir, el rechazo que es propio de algo que es intrínsecamente malo. Sin embargo, por otra parte, las razones propias del primer y segundo párrafos muestran que en su momento podía ser explicable y válido recurrir a la pena de muerte, por lo que se incluyen unos ciertos requisitos: “el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.” La enumeración de esos requisitos muestra que no estamos simplemente ante algo intrínsecamente perverso. Hágase el ejercicio mental de reemplazar “pena de muerte” por cualquiera de los actos intrínsecamente perversos, como el causar voluntariamente dolor grave e inútil a un inocente, y se verá que no tiene sentido presentar una lista de requisitos para algo que de todos modos será malo.

Estamos, pues, ante una dificultad redaccional que es sumamente lamentable. ¿Está diciendo el nuevo texto que se equivocaban, tal vez por ignorancia, quienes antes aplicaban la pena de muerte, así fuera siguiendo el debido proceso, por la autoridad legítima, ante delitos particularmente graves, y como medio único razonable de proteger a la sociedad? Para decir que estaban errados no era necesario hacer esa lista de requisitos…

Si el texto no dice que se equivocaban los cristianos de otros tiempos, ¿está diciendo que lo que antes era correcto ahora es malo, aunque se trate sustancialmente del mismo acto? Semejante contradicción, que agrieta severamente la autoridad magisterial de la Iglesia, es una hipótesis válida para algunos, pero el texto argumentativo de la Carta a los Obispos desautoriza tal interpretación porque esa Carta habla de un “desarrollo” y cita textos que muestran un rechazo progresivo tanto en la sociedad como en los pronunciamientos magisteriales. Decir que ellos estaban errados y ahora sí hemos visto la luz no es hablar de un desarrollo sino de una especie de enmienda, y eso no es lo que dicen los textos. Así que, a menos que queramos interpretar los textos no a partir de lo que dicen sino de lo que creemos que dicen, es pésima hermenéutica decir que el cambio del 2267 es un cambio en la calificación moral de un mismo tipo de acto.

¿Qué decir entonces?

Si el cambio del 2267 no es una afirmación de que se equivocaban las personas de otros tiempos, ni tampoco es afirmación de que lo que antes era bueno ahora es malo, la única posibilidad que queda es que la nueva redacción del 2267 ofrece una argumentación sobre la APLICACIÓN de la pena de muerte para concluir que, en las circunstancias presentes, tal APLICACIÓN es moralmente inadmisible.

Sin violentar las fuentes documentales uno puede ver qué es lo que se está diciendo: Las circunstancias son distintas hoy que ayer, y en las presentes circunstancias se salvaguarda mejor la dignidad de toda persona humana–incluyendo la de quien haya cometido crímenes horrendos–si se elimina toda posibilidad de aplicación de la pena de muerte sin por ello dejar de velar por el orden de la justicia y por la protección de la sociedad en su conjunto.

En efecto, más que simplemente quitándole la vida al criminal, está muy próximo al Evangelio que se vea que el que causó daño reconoce con perpetua humildad su responsabilidad, da testimonio claro de por qué fue errado su camino y muestra con sus obras que quiere restituir de todas las formas posibles algo del daño que causó.

Por citar un caso específico: pensemos en un terrorista que ha arrebatado la vida de muchas personas. Imaginemos a esa persona reconociendo su responsabilidad y hablando a jóvenes, quizás en proceso de radicalización, para decir antes las cámaras: “El camino que yo escogí estaba equivocado y he causado mucho dolor inútil, profundo e irreparable…” ¿No es ese un escenario mucho más provechoso para la sociedad y mucho más cercano al Evangelio, en vez de verle morir maldiciendo a nombre de su religión?

Resumen

El n. 2267, a pesar de una redacción que podría ser mejor, no es una afirmación intrínseca sobre la pena de muerte sino sobre su aplicación hoy. Y puesto que las circunstancias actuales logran de un modo eficaz restringir la capacidad de daño y propiciar la redención del culpable ante la misma sociedad, es inadmisible aplicar hoy la pena de muerte y hay que trabajar por su abolición.

Como una opinión personal, yo diría que el tercer párrafo del mencionado número 2267 hubiera quedado sustancialmente mejor de la siguiente manera:

Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que siempre que se cumplan, como es hoy norma prácticamente en todas partes, las circunstancias de protección de la sociedad y de adecuada restitución del orden de la justicia, «la aplicación de la pena de muerte es inadmisible, porque en dichas circunstancias atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona»[1]. Por ello también la Iglesia ha de comprometerse con determinación a su abolición en todo el mundo.

Descubrir el límite

No es menos importante entender a la persona que entender sus argumentos. Mi experiencia con las redes sociales ha sido muy variada: desde la admiración que me hace sonrojar y que considero excesiva hasta el insulto obsceno disparado con odio y con asco hacia mí.

Pero hay algo que nadie debe olvidar: detrás de la otra pantalla también hay un ser humano. Cuando una muchacha (o por lo menos, en su perfil parece ser eso: una mujer joven) me escribe con odio que se comerá todos los fetos que quiera, hay algo dentro de mí que cruje de dolor por la grosería, pero hay también algo que gime ante el drama de un alma en las garras mismas del poder de las tinieblas. Nada de mi sufrimiento puede comprarse a lo que vive esa pobre alma. Y yo le respondo, o no le respondo, o la bloqueo o la desbloqueo, pero ella sigue con su vida, con su pedazo de muerte que le atraviesa el pecho, y así vive, y asi camina, y así busca ser amada y pretende o trata de ser feliz.

Conzoco otro caso de un predicador católico que siempre insiste sobre el mismo sector de la población: un sector duramente castigado en el que se resumen muchas de las injusticias de nuestro tiempo, es decir, los inmigrantes. El hombre lo hace bien; argumenta con solidez. Da la pelea practicamente todos los días, hasta el punto de que uno siente que muchísimos otros temas de gran actualidad e importancia jamás pasan por sus ojos. Y de seguro, que sí piensa en otras cosas, y ora por otras cosas, pero es que su propio mundo y eld e mucha gente que ama está siendo despedazado por leyes y decisiones de los gobiernos poderosos de esta tierra. Su dolor, propio y d ela gente que más ama, se le sale por los ojos y en el tono indignado de su voz. Uno ve el desbalance en que puede caer, y seguramente ha capido, como yo podré caer en otros desbalances, pero es que él lleva por dentro demasiados rostros de tragedia y no quiere quedarse así. Estoy seguro de que siente que dejar de hablar de su tema repetido sería como traicionar a esas personas.

El punto es: cada persona tiene sus limitaciones y sus límites. Detrás de las discusiones y las ideas, hay seres humanos, con sus sufrimientos, con sus búsquedas, con sus verdades reteñidas y sus baches de ignorancia.

Hay que amar la claridad. Pero hay que amar todavía más la caridad.

Hay que formar la conciencia para no acomodarse al ambiente

“La Encíclica Humanae vitae se pensó y escribió en un contexto cultural y social complejo. Por un lado, toda la cuestión de la revolución sexual, del feminismo que había evolucionado en su tercera o cuarta generación hacia un radicalismo, y ello con un sustrato de pensamiento materialista práctico influenciado principalmente por pensadores como Marcuse. A esta revolución se une la cuestión del neomaltusianismo que tiene su expresión en las políticas de control de la natalidad que se implementan e impulsan decididamente en los países occidentales y se extiende a países en vías de desarrollo. Junto a ello, a nivel práctico, aparece la primera píldora anticonceptiva y el desarrollo exponencial posterior de los métodos anticonceptivos como expresión de lo que podríamos denominar imperativo tecnológico. Estos elementos marcan poderosamente la cultura contemporánea y se han instaurado en la cotidianeidad de la sociedad. Son estos precisamente los retos culturales que aparecen en la actualidad, a los que debemos dar respuesta desde la antropología cristiana, que es capaz de iluminar la verdadera dignidad del ser humano, por encima de condicionamientos ideológicos, demográficos o tecnocráticos, para la edificación de una sociedad y un mundo realmente humano…”

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Frente a los antitestimonios de los sacerdotes

Fray Nelson, es verdad que en la iglesia existieron y existirán personas que dañen la imagen misionera y evangelizadora a través de su sacerdocio, laicado etc. ¿Cuál debe ser la postura de los católicos ante los sacerdotes o religiosas golpeadores y pedófilos? En las redes sociales se busca desprestigiar a toda la iglesia sólo por el error de unos cuantos, ¿qué debemos hacer cuando veamos ese tipo de publicaciones? ¿Entramos en la confrontación?

* * *

Ante todo, tu pregunta ayuda a que todos tomemos conciencia de las repercusiones de nuestros actos. El famoso video del cura que le da una cachetada a un bebé llorón dura unos pocos segundos. Un momento de impaciencia, sin duda. Pero ¡cuánto daño ha hecho esa cachetada! En la época digital, quienes amamos a la Iglesia y la servimos debemos partir de la base de que TODO está siendo filmado y será potencialmente publicado.

Otra advertencia: el apóstol San Pedro nos dice que el diablo ronda como león rugiente (1 Pedro 5,8). eso vale para cada persona considerada individualmente pero también para todas las formas de presencia y vida de la Iglesia. Una emisora católica, una comunidad religiosa, un colegio de religiosos… será siempre objeto de odio por el demonio y cualquier falla nos la van a cobrar muy caro.

Por supuesto es injusto esa manera de juzgar a la Iglesia. ¿Qué tal juzgar a todos los médicos o a la medicina como práctica de la sociedad solo porque uno encontró un médico vanidoso, mentiroso o agresivo? Obviamente la gente usa medidas muy distintas y cuando se trata de la Iglesia se considera autorizada para juzgar y condenar con fuerza y con odio.

¿Por qué tanta gente obra de ese modo injusto? Porque aprovechan el momento de atacar a la Iglesia para considerarse eximidos de cualquier cosa que diga la misma Iglesia. Es algo así como una oportunidad de emancipación. Hablar mal de la Iglesia y desacreditarla es una forma de silenciar su voz. Y silenciarla es deseable para muchas personas e ideologías porque quieren declararse “libres” para hacer lo que les venga en gana, o para cambiar de religión o para imponer sus propios “dioses.”

Conclusión: necesitamos conversión, sabiduría y vigilancia. Pero también hay que ayudar a quienes critican fácilmente a que se den cuenta de su coherencia para que así se pregunten qué es lo que en realidad les mueve a querer separarse de la voz de Cristo y de su Iglesia.

La época en que vivimos

¡Vaya época en la que vivimos!

Quieren que los sacerdotes se casen y que los casados se divorcien.

Quieren que los heterosexuales se unan sin casarse, porque dicen que el amor debe ser “libre”, y quieren que los homosexuales se “casen”.

Quieren que las mujeres se vistan como hombres, y los hombres como las mujeres.

Quieren que se exalte por “valiente” a quien sale del clóset y se satanice como “intolerante” y “fascista” al que esté orgulloso de su heterosexualidad.

Quieren que se reconozca el “derecho” a un varón adulto de creerse y actuar como niñita (y ser protegida como tal) y a la vez quieren que se pervierta a los niños, desde muy menores, con adoctrinamiento sobre Ideología de Género que deforma y hace precoz su sexualidad.

Quieren incentivar la sexualidad de los menores de edad y no quieren aumento de natalidad ni deserción escolar por embarazos (para eso están los microabortivos y los abortos, piensan).

Quieren que se proteja la vida de los animales y, a la vez, que se permita a una adolescente embarazada asesinar a su hijo sin que sus padres se enteren.

Quieren hablar de los derechos de los niños, pero que no se les dé el derecho a tener a un padre y una madre (con las adopciones homosexuales) o el derecho más elemental a la vida, al establecerse el aborto “legal”.

Quieren incentivar gratuitamente el cambio de sexo y el aborto, aunque no haya recursos para coberturas gratuitas de muchas enfermedades graves o cobertura médica para todos o no exista el debido cupo en los hospitales.

Quieren exaltar la “libertad”, pero que se elimine la objeción de conciencia de médicos y enfermeras que no deseen practicar abortos, y que se prohiba penalmente a un sicólogo tratar de revertir, a quien se lo pida, la tendencia homosexual.

Quieren prohibir todo signo o culto religioso público, que consideran viola la “laicidad” y “falta al respeto” a los no creyentes, y quieren que se permita, en nombre de la “libertad”, dar derecho al sacrilegio y poder profanar imágenes religiosas y templos.

Y todo esto sin analizar lo que sucede al interior de la Iglesia sitiada por que intentan hacer un culto global masónico.

Si este no es el fin de los tiempos, ¡debe ser el ensayo!

Leído en el muro de FB del Dr. Eduardo Plata, psicólogo