Buena cuenta me doy que ese camino de nuevas comunidades de laicos y sacerdotes unidos en un compromiso común y estable son posibles e incluso necesarias. No como reemplazo, sino como posibilidad que embellece a la Iglesia y le ayuda a estar mejor dispuesta a su tarea fundamental: dar testimonio de Cristo y ser así sacramento universal de salvación, como bien la llamó el Concilio Vaticano II.
La otra cara de la moneda
La insistencia en comunidades laicales estrechamente unidas al ministerio y la vida de sacerdotes no trae únicamente ventajas. Un sacerdote unido a una comunidad es fácilmente un sacerdote sin tiempo para otra cosa. Su mundo puede achicarse increíblemente y empezar a gravitar en torno a las necesidades reales o ficticias de un grupo pequeño o incluso de unas cuantas personas, sea porque ellas lo necesitan, porque lo reclaman, o porque el sacerdote mismo se siente más seguro o confortable junto a ellas.
Dar razón del hermano
Volvamos a los sacerdotes y la familia.
El mundo se ha llenado de comunicaciones pero no de relaciones reales, a escala humana. Puentes inmensos, imponentes, inimaginables hasta hace pocos años, cruzan como avenidas el espacio físico, pero no logran con la misma facilidad cubrir lo que nos puede distanciar del corazón de un vecino o de un compañero de trabajo. El Internet de los corazones no se ha inventado.
¿Una nueva forma de vida?
Actualmente en la Iglesia tenemos sacerdotes diocesanos, con parroquias determinadas por límites geográficos, y sacerdotes religiosos, o de comunidad religiosa, con carismas diversos, desde la educación hasta las misiones y desde la atención a los enfermos hasta el servicio a la teología.
El futuro va en paralelo (7)
7. ¿Y con qué se puede quedar la Iglesia?
El futuro “en paralelo,” es decir, construido desde la conjunción de procesos simultáneos que se retroalimentan, abarca muchas realidades sociales, culturales, académicas y lingüísticas. Afecta, por consiguiente, a los cristianos, que no son ajenos al mundo en que viven, y afecta también a la misión de la misma Iglesia.
Es sobre todo un asunto de énfasis. Un ejemplo que me gusta repetir es aquella historia sobre Pablo en Atenas. Una ciudad llena de ídolos. Es una imagen del mundo antiguo pero también de nuestro mundo cargado de tecnología y de nuevas idolatrías, a veces inconscientes. La gente puede adorar tanto el ídolo de la salud que ve con absoluta insensibilidad que se haga clonación de embriones humanos para sacar células de repuesto. El razonamiento es: “Si eso me cura de mi enfermedad, es bueno.”
Necesitamos lugares así
Necesitamos espacios y tiempos especiales, distintos, “privilegiados,” si se quiere. En lo que atañe a la fe, eso son sobretodo los templos, y en grado más denso, los santuarios. Hay un efecto muy grande en el corazón cuando ves cientos, a veces miles de personas, orando en silencio. Ese efecto no te lo produce una buena explicación por sí sola; ese efecto no te lo produce un acto de tu sola voluntad, por sí solo. Ese efecto proviene de un hecho que llega a ti como algo que se impone y permanece, y por eso hace mucho bien.
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Para no equivocarnos: Una mirada hacia delante
Vamos a mirar con los ojos de la mente una sociedad del futuro, sellada genuinamente por la fe cristiana: algo que con mucha probabilidad no verán estos ojos de nuestro cuerpo. ¿Qué encontramos?
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Undécimo error: Centrar las fuerzas en la visibilidad política o en la relevancia social
En la mayor parte de Europa ser cristiano no es malo, a menos que uno quiera ser visible o públicamente cristiano. Paralelamente, ser sacerdote no es malo, a menos que uno quiera ser algo más que un funcionario, en los espacios y tiempos establecidos, para las personas que libremente quieran participar de los encuentros, entrevistas, reuniones o rituales que uno ofrece o lidera.
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Décimo Error: Reemplazar a los sacerdotes con otro tipo de personas
Casi desde que inicié el camino de la vida religiosa he escuchado este argumento: “Es absurdo que en lugares donde no hay sacerdote se impida que un laico presida la eucaristía. ¿Por qué privar de la celebración central y fuente de nuestra fe a esa pobre gente sólo porque falta un cura?” Es decir: solucionemos la escasez de sacerdotes con laicos.
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Noveno Error: Querer resolver los problemas con manuales, cánones y rúbricas
Crecer duele. Superar malos entendidos cuesta. Sanar heridas toma tiempo. Deshacer prejuicios demanda caridad, paciencia y mucha sabiduría.
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Octavo Error: Encerrarnos en los Grupos Piadosos
Por no sé qué razón el término “grupo piadoso” tiene un tono despectivo que yo realmente quisiera evitar. Debo mucho a la piedad, no sólo por mi propia familia sino también por el contexto de los grupos de oración de la Renovación Carismática, que fue el ambiente en que nació y se fortaleció mi vocación a la vida religiosa y el sacerdocio. Continuar leyendo “Doce Errores… (11 de 15)”
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Séptimo Error: Poner las esperanzas en el diálogo interreligioso, el movimiento ecuménico o las causas sociales compartidas
Una tendencia muy propia de la Izquierda política ha sido la de fortalecer a los grupos más pequeños asociándolos entre sí. Gracias a este procedimiento, las minorías étnicas resultan haciendo bloque con partidarios de la ecología, colectivos homosexuales y grupos en contra de la guerra, por dar un ejemplo. El efecto esperado es que, lo que ninguno de ellos hubiera podido conseguir por sí solo, lo puedan conseguir sumando los votos de todos. El candidato que así resulte elegido se supone que queda obligado a seguir escrupulosamente una agenda que vaya dando su parte a cada uno de los pequeños grupos que le dieron la victoria.
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Sexto Error: Fiarnos demasiado de la apologética y los argumentos
Para un temperamento tan racional como el mío fue duro al principio admitir que la Biblia no le da tanta importancia a la capacidad de argumentar ni a la presentación de razones. Un texto representativo es 1 Tim 1,3-4:
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Quinto Error: Disparar anatemas contra todos (3ª Parte)
La Nueva Evangelización no puede limitarse a disparar anatemas o confeccionar exhaustivos catálogos de errores. El proceso es: del corazón a la boca (Mt 15,18; Lc 6,45); de la compunción a la conversión (Hch 2,37); de la convicción interior al testimonio exterior creíble (Hch 4,32-33; 8,37).
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Quinto Error: Disparar anatemas contra todos (2ª Parte)
Supongamos que ponemos como norma que los creyentes digan que “Cristo es Dios.” Eso nos tranquiliza, por lo menos parcialmente. Nos hace sentir que no van a caer en herejía; pero en realidad hay algo de ilusorio en esa tranquilidad. Decir que “Cristo es Dios” salva sólo de UNA herejía, la de decir que Cristo no es Dios. Y la lista de las herejías es infinita porque la fe puede ser expuesta y ahondada sin límites.
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Quinto Error: Disparar anatemas contra todos (1ª Parte)
Es apenas normal que el avance de los enemigos cause, no sólo dolor o rabia, sino también temor. La Iglesia, en la medida en que está compuesta por seres humanos, participa de esa “normalidad” y puede obrar a veces guiada por el miedo. En tales circunstancias su discurso y sus acciones toman una actitud defensiva.