LA GRACIA 2022/10/22 La Iglesia casi no tiene quien la quiera

Tenemos que defender a la Iglesia con nuestra conversión y testimonio; orando unos por otros con constancia, amor e intensidad; y no tolerando las conversaciones injustas frente a la Iglesia.

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LA GRACIA 2022/07/12 El gran desafío para la Iglesia

La misión de la Iglesia debe continuar la misión de Cristo la cual no es solamente mejorar la calidad de vida de la gente sino llevarnos a la conversión, a una vida nueva.

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LA GRACIA 2022/04/25 San Marcos maestro de evangelizadores

FIESTA DE SAN MARCOS, EVANGELISTA

Necesitamos evangelizadores que como San Marcos puedan presentar a Cristo vivo y actuante, a Cristo que transforma vidas para que muchos participen de su Buena Noticia.

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Ante las manipulaciones en la prensa

“No resulta fácil contrarrestar el mal del periodismo manipulador, ni encontrar los modos concretos para hacerlo. Hay uno sencillo y asequible, que puede tener una incidencia más o menos efectiva: boicotear (no leer) aquellos medios que una y otra vez difunden mentiras y ocultan verdades…”

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7 sugerencias para traer de vuelta a los católicos

“¿Cuántas personas has conocido a lo largo de tu vida que eran católicas, que se definían como tal e incluso llevaban una vida coherente o que participaban en las actividades de la parroquia y han acabado dejando la Iglesia? Ante esta situación surge un gran interrogante: ¿cómo se puede ayudar a estas personas? ¿Cuál es la mejor forma de hacer que regresen a la Iglesia? No siempre es fácil, pues los motivos que han llevado a estas personas a alejarse de la fe pueden ser desde un enfriamiento religioso a una dura experiencia en el seno de la Iglesia…”

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Mons. Voderholzer denuncia el ataque, en Alemania, a la autoridad docente de los obispos

“El obispo de Ratisbona, Rudolf Voderholzer, ve en el Camino Sinodal un intento de disputar a los obispos la autoridad de interpretación de la Revelación establecida en el Magisterio. «Cada vez es más evidente que la autoridad docente de los obispos está siendo sustituida por la autoridad docente de una teología universitaria alemana racionalista», escribe Voderholzer en un artículo para el suplemento sinodal «Welt & Kirche» en el número actual del semanario «Die Tagespost»…”

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La unidad en la fe y en la caridad

Una parte esencial de la vida de la Iglesia es la unidad. Fue voluntad y súplica de Cristo al Padre: “¡que sean uno!” (Juan 17).

Lo más típico y lo más arduo de esa unidad es que es, a la vez, unidad en la fe y en la caridad. Y no se puede sacrificar una de estas dimensiones de la unidad a expensas de la otra.

Si se busca la unidad de la fe sin la caridad, se termina insultando al contrario, en derroche de arrogancia que para nada edifica.

Si al contrario se pretende una especie de unidad de caridad sin unidad en la fe y la doctrina, lo que queda es pura política de apariencias, que poco dura y ningún fruto da.

Lo propio nuestro es trabajar a la vez en la unidad de doctrina y de fe, por una parte, sin caer en las redes de la soberbia, la agresión o la burla.

Tarea ardua esta, que sólo será posible si Cristo reina tanto en nuestra cabeza como en nuestro corazón.

Una reflexión sobre teología, verdad e Internet

Aunque Internet, como hecho cultural, debe catalogarse como una realidad reciente, conviene desde ahora prepararnos para el mundo post-Internet. Por supuesto, el prefijo “post” alude a lo que viene “después” de algo, y por eso puede parecer extraño plantearse qué puede venir después de Internet, por dos razones. Primera, porque Internet está todavía lejos de dar de sí todo lo que podría; segunda, porque uno siente que la conectividad es un bien tecnológico del cual no parece que vaya a despedirse la humanidad en ningún futuro cercano, de modo que no parece útil preguntar por algo que no va a suceder.

Y sin embargo, ¿qué tal este interrogante: cada cuánto tiempo piensa Ud. en las redes eléctricas que mantienen funcionando computadores y electrodomésticos en su casa? La verdad es que el servicio eléctrico es un bien tan asimilado, virtualmente tan establecido en el tejido de nuestras vidas, que en condiciones normales ya no pensamos si va a haber o no fluido eléctrico sino que sólo pensamos en lo que vamos a hacer o conseguir con ese fluido que, por definición, consideramos presente. La electricidad en casa se ha convertido para muchos millones de personas en un bien que se ha vuelto “transparente,” de modo que ya no lo miramos a él sino que miramos a través de él hacia las cosas que realmente nos interesan por trabajo o placer. En este sentido, vivimos en una era “post-electricidad,” no porque no usemos la electricidad sino porque ya la usamos de modo “transparente”: contamos con ella sin pensar más en ella, sino sólo mirando a través de ella hacia algo más.

Es una hipótesis razonable la que afirma que el mismo camino ha de seguir Internet. A medida que el tiempo avanza y los portales, redes e información se entretejen con la vida cotidiana, estar “conectado” se vuelve algo tan natural como contar con que al mover un interruptor se va a encender la luz de la habitación en un hotel. La pregunta es: Una vez que esta hiperconectividad, con todo lo bueno y lo malo que pueda tener, se haya instalado firmemente en nuestra vida, ¿cómo afecta ello el hacer teología?

La pregunta se puede desglosar en una serie amplia de cuestiones; por ejemplo:

* Si “todo está en Internet,” ¿qué papel cumplen la memoria y el discernimiento de los seres humanos, y cuánto habría que esperar que un estudiante tuviera disponible en su mente sobre asuntos de fe y teología?

* El hecho de que todas las voces estén igualmente disponibles en Internet, ¿no fomenta quizás una mentalidad relativista, que finalmente resuelve las cosas sólo por vía de consenso o de mayoría?

* Desde un ángulo positivo, ¿qué pueden aportar a la teología las iniciativas de difusión y de colaboración en la construcción de conocimiento, o la creciente facilidad en el uso de archivos multimedia?

Abordemos estas cuestiones por su orden, aunque de modo breve.

1. ¿De verdad todo está en Internet?

Se extiende hoy una gran confusión entre dos términos que se parecen: información y conocimiento. Como todo conocimiento supone hacer enunciados, y los enunciados se pueden codificar digitalmente, ya se trate de letras, gráficos, sonidos, mapas, etc., es fácil creer que la información es la esencia o el reemplazo del conocimiento.

Una mirada más atenta descubre, sin embargo, que no llamamos conocedor a cualquiera que tenga información, así sea amplia información. Pensemos en el entrenador de un equipo de básquetbol, por ejemplo. ¿Qué tiene él que no tenga otra persona que se sepa de memoria todos los datos relevantes al desempeño de los jugadores, o la serie del campeonato? El verdadero entrenador tiene información pero sobre todo sabe cómo usarla: sabe de prioridades y de contextos; sabe de la importancia de un desafío y puede evaluar la comunicación de su gente.

Podemos sintetizar con una palabra: ponderar. Conocer no es sólo tener información sino saber cuánto importa, cuánto pesa, qué relieve y qué alcance tiene. Alguien dirá que todo el fruto de esa ponderación es sencillamente más información, que puede simplemente ser añadida a la que ya se tiene. Según eso, al entrenador neófito le bastaría con que se le informara sobre las reacciones de cada jugador en un elenco muy amplio de circunstancias. Dotado de esa nueva información sería tan bueno como el entrenador veterano. Pero uno se da cuenta en dónde falla ese enfoque: a medida que la información se hace más y más detallada; más y más ramificada; más y más privada, se vuelve más difícil de encontrar, clasificar, distribuir y utilizar. Además, es forzoso que esa información privada, ramificada y detallada escape en algún punto del dominio público de Internet.

La “red de redes” puede brindar torrentes de información, hasta saturar nuestras mentes, pero el discernimiento sobre cómo usar esa información, y qué ruta es útil, saludable o fecunda, ya es un problema distinto. Internet puede enseñarme las obras completas de Santo Tomás, o puede ponerme en contacto con una red de anoréxicos con tendencia psicópata. Puedo aprenderlo todo, y ello significa que también puedo aprender lo que me destruye o destruye a otros. La formación del juicio; la capacidad del discernimiento; la sabiduría en cada elección no es algo que pueda esperar de un mercado virtualmente infinito, que lo ofrece todo.

Internet contiene una gran paradoja: tiene demasiadas respuestas. Pregúntale “a Internet” cuál es el sentido de la vida, y recibirás una avalancha de basura, con algunas perlas aquí y allá. Dile “a Internet” que te enseñe a quién deben servir tus talentos, o cuáles han de ser las prioridades de los gobiernos, o en fin, casi cualquier pregunta de enorme relevancia para tu vida, y descubrirás que tener demasiadas respuestas y no tener ninguna son dos cosas que se parecen bastante.

Enseñar y aprender teología, una vez que Internet está en todas partes, es sobre todo educar el paladar para que reconozca el sabor del Pan del Cielo, y no lo cambie por cualquier cosa. La finura de ese aprendizaje requiere mucho más que acceder a gigantescas bases de datos, como wikipedia, o sus equivalentes. Aprendemos de los maestros en la fe no sólo recibiendo la “información” que puebla su cabeza sino también percibiendo qué verdades les impactan, qué sueños les mueven, qué temores les desvelan, qué alegrías permanecen a su lado incluso cuando las horas de tinieblas cercan y asfixian.

2. ¿Es Internet moralmente neutro?

Una idea muy extendida en nuestro tiempo es que sólo es posible encontrar lo verdadero y lo justo cuando en el recinto se han oído todas las voces. De las pocas cosas que son universalmente reconocidas hoy como casi “sagradas” es la libertad de expresión. Probablemente hay en esto una reacción frente a las tiranías y totalitarismos de tantos siglos pasados, en los que la voz de unos pocos marcó el destino de muchos, o de todos. La solución ideal se plantea como darle voz a todos, sin excepción.

Mas surge un problema: una multitud no es necesariamente más inteligente que una persona individualmente considerada. De hecho, la “psicología de masas” es una especialidad muy amplia entre las investigaciones serias del comportamiento humano. Internet esconde la realidad física de la “masa” como acumulación de cuerpos en un punto geográfico, pero a la vez maximiza la realidad comportamental masificada que ya había sido adelantada por la radio y luego, mucho más, por la televisión.

La cacofonía de inagotables voces, pareceres o puntos de vista no nos hace necesariamente mejores. Al contrario, es posible que la conciencia desarrolle callos y se vuelva impermeable con mayor facilidad cuando recibe un mensaje confuso y sostenido como el que ofrecen las vitrinas de nuestro tiempo, es decir, los medios de comunicación masiva. En sitios como ebay se ha puesto a la venta una hostia consagrada. pregunta: ¿qué sucede al corazón humano cuando la voz de un vendedor de hostias consagradas tiene el mismo espacio y derecho que un vendedor de camisas, o de misiles, o de becas para niños huérfanos en África? ¿Qué efecto trae la interacción continua con ese esquema donde el llanto de uno es la risa de otro, y lo sagrado de uno es comercio para el otro?

Un efecto colateral de ese mercado perpetuo, ese espectáculo perpetuo, y ese perpetuo foro de todas las voces–pues todo eso es Internet–es que también la propia presencia personal se convierte en objeto de puntuación, de modo que carecer de “amigos” en facebook, o de seguidores en twitter equivale a estar socialmente muerto. Calculemos que mensaje moral subyace en esta mentalidad cuando la persona con más seguidores es la blasfema confesa Lady Gaga.

Hacer presencia teológica en Internet implica entrar en la compleja maraña de informaciones cruzadas, ambiguas, maliciosas e incluso malignas; tejido también de sublimes, nobles y sabias inspiraciones, pues de ello también hay. Pero la sensación que uno tiene es que en esto se cumple lo del Evangelio: “los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz.”

3. ¿Puede imaginarse un Internet lleno de luz?

El mandato de evangelizar “toda la creación,” según lo consigna el capítulo final del Evangelio de Marcos, no puede excluir al mundo de la tecnología. los desafíos aquí son numerosos; quisiera sintetizarlos en siete puntos:

3.1 Los católicos necesitamos alfabetización tecnológica. En más de un aspecto, Internet es como aprender un idioma. Si los misioneros de otras épocas aprendían quichua o guaraní, a nosotros, con alto grado de probabilidad, nos corresponde aprender este idioma.

3.2 Lo mismo que los antiguos misioneros, hemos de saber que entramos a una jungla. Habrá cosas bellas qué agradecer pero también enormes peligros, incluso letales, en términos de fe.

3.3 Internet puede ayudar a sacudir antiguos hábitos que no tienen más credenciales que la fuerza de la costumbre; por ejemplo, la idea tan extendida de que el trabajo teológico es básicamente una labor de investigación y esfuerzo solitario. Internet puede “obligarnos” a escucharnos mutuamente, y eso puede ser enormemente saludable.

3.4 En Internet se agazapa la paradoja de la abundancia y la escasez: mucha información y muy poco tiempo para recibirla; muchas opiniones y poquísimas verdades. Entrar a ese ambiente requiere destreza para renovarse y humildad para aceptar que muchas veces no se acierta.

3.5 Probablemente no se han creado aún las mejores herramientas en Internet para hacer avanzar el pensamiento por los surcos de una reflexión verdaderamente profunda. Cuidado con la tentación de vivir en la superficie, o de flotar entre pareceres y gustos. La fe es otra cosa.

3.6 La fe está llamada a crecer tomando más y más posesión de lo que somos. No tenemos necesariamente más fe cuando decimos más cosas sino cuando las vivimos más, y al vivirlas, descubrimos su impacto, su belleza y su fruto.

3.7 Una herramienta puede ser útil o bella, pero es sólo una herramienta. Aprender dónde se enciende debe enseñarnos también dónde y cuándo hay que apagarla.

Estamos ante una sociedad pos-atea

“En cuestión de décadas, la sociedad ha rechazado la postura minoritaria de que Dios no existe para asumir “un fenómeno de masas” por el que “la vida se organiza sin tener ninguna referencia a Dios, expone Marmelada: del Dios no existe, la sociedad ha interiorizado que Dios no importa…”

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Los obispos nórdicos advierten a los alemanes que no pueden cambiar la fe

“La Conferencia Episcopal de Escandinavia ha enviado una carta abierta a la Conferencia Episcopal Alemana en al que señala la preocupación de los obispos nórdicos por el desarrollo de la Asamblea Sinodal germana. Y les advierten que deben mantenerse en comunión con el resto de la Iglesia y ajustarse al depósito intacto de la fe recibida y las enseñanzas inmutables de la propia Iglesia…”

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Formar en vez de ser alarmistas

“Repetimos que no se trata de validarlo todo, ni de darles un acceso fuera de control o de ignorar que la realidad actual requiere otro tipo de guiones y producciones, pero lo cierto es que encerrar a una persona en un algoritmo de contenidos piadosos no es la solución, porque cuando salga al mundo real terminará por entrar en crisis y destramparse…”

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Roma interviene los Foyers de Charité

“El cardenal Jean-Pierre Ricard, arzobispo emérito de Burdeos, ha sido nombrado Delegado Pontificio para la asociación privada internacional de fieles, la Obra de los Foyers de Charité, mediante un decreto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, firmado por el cardenal Kevin Farrell, Prefecto…”

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