1. Motivo de consuelo
El reciente viaje de Su Santidad Benedicto XVI a México y Cuba ha sido, por muchas razones, un motivo de consuelo. El proverbial afecto mexicano hacia el Sucesor de Pedro, la espontánea alegría de las multitudes, el mensaje de espiritualidad, lucidez y esperanza que dejó el Papa, todo fue como un inmenso respiro para la querida nación mexicana, y también un tiempo de gozo y solaz para quienes seguimos esas breves horas, en sus distintos escenarios.
Y luego, Cuba. Ver al Vicario de Cristo pronunciar la despedida al marxismo como lectura de la realidad, y ver que eso sucede ante cientos de miles de hombres y mujeres que fueron pastoreados por el ateísmo comunista es motivo para celebrar el dulce poder de Cristo, y del “Dulce Cristo en la Tierra” como le llamaba Santa Catalina de Siena. La entrevista con Fidel Castro no puede valorarse poco, sabiendo como sabemos, que el ex-dictador es todavía un punto de referencia para generaciones enteras de cubanos que sinceramente defienden los bienes que la revolución les ha traído. Más allá de los límites de la isla, los revolucionarios que digan inspirarse en el ejemplo cubano no podrán olvidar que Castro dijo sentirse feliz de recibir a “Su Excelencia” el Papa.
2. Motivo de preocupación
Al mismo tiempo, este año 2012 trae su propia carga de angustias. Señalemos algunas a nivel global:
2.1 En Siria el desangre continúa, y lo peor es que cabe dudar que un cambio de régimen mejore la situación para los cristianos, cada vez vistos más como ajenos e intrusos en el Medio oriente.
2.2 La insistencia de Corea del Norte en lanzar su satélite y la oposición internacional a semejante proyecto vuelven a aumentar la tensión en el Sudeste Asiático. Las prácticas militares no cesan.
2.3 La sombra de la recesión no se aparte del norte de Europa, incluyendo Irlanda y el Reino Unido. España, Italia y Grecia, de distintos modos, envían sus señales de alarma y profundo descontento.
2.4 En Estados Unidos, este año será recordado como el de la descarada persecución en contra de la libertad de conciencia y de fe. La administración Obama realmente quiere imponer leyes que obligan a violentar la propia convicción religiosa. Los obispos se han unido y han liderado las manifestaciones en contra de este abuso pero los resultados son todavía inciertos.
2.5 En términos de nuestra Iglesia, duele constatar que instituciones católicas siguen ofreciendo el contenido de la fe como si fuera un supermercado. Sé de sacerdotes que consideran más relajantes los mantras que las jaculatorias. Sé de teólogos que predican sonrientes la desobediencia al Magisterio en temas de sexualidad humana. Uno siente que las heridas más profundas y dolorosas están adentro de la Iglesia.
2.6 Se extiende más y más, por todas partes, el sofisma de que la religión en público es una ofensa a los que piensan distinto. Con ese engaño espantoso se pretende recluir la práctica de la fe a la insignificancia y al solo ámbito de la vida privada.
2.7 Los enemigos de la vida naciente han logrado avanzar un poco, para vergüenza de todos, en el escenario internacional de la ONU y en naciones como Argentina.
3. Motivo de esperanza
Nuestra mirada está en Cristo. Recordamos siempre lo que dijo San Agustín, basándose en el salmo 129 (128) en alusión a la Iglesia: “Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud…” La Iglesia no nació en la serenidad de un sillón de filósofo, ni en la dulce contemplación de un paisaje arrobador. Nació de la Sangre del Hijo de Dios, sacrificado por nuestra causa, porque somos unos pecadores necesitados de redención.
Nuestra mirada está en Cristo. El trigo triturado para hacer el pan que se consagra en el altar nos recuerda que ningún paso estrecho, ningún dolor extremo, ninguna traición repugnante, ninguna crueldad y ninguna amenaza toman por sorpresa a Dios. En adoración al Amor de los Amores; en gratitud al Cristo que nos alimenta y alienta con su propio Espíritu, sabemos que ya nos contemplan los cristianos de los siglos venideros, y ya su mirada nos pregunta si hemos elegido hasta el fondo ser de Cristo. esta Pascua es el tiempo para decir: SÍ, cristiano soy, por la gracia de Dios; cristiano de fe completa, de Biblia no mutilada, de exquisita y gozosa fidelidad a Aquel que nos confirma en la fe: el Papa, a quien Dios otorgue abundantísima bendición.