LA GRACIA 2024/04/08 Relación entre la Encarnación y la Pascua

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

Jesús se hace participe de la vida humana en el Misterio de la Encarnación para que nosotros participemos de la vida divina gracias a su Resurrección.

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LA GRACIA 2023/03/25 Participación en la vida de Santa María

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

La manera de ser ¨madre¨ de Cristo es por el permiso que le damos a Jesús que se encarne en nosotros al ser obedientes al Evangelio, prolongando el Misterio de la Anunciación.

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LA GRACIA 2022/12/29 El propósito del Evangelio no es solamente mejorar tu vida

La Palabra de Dios es recordatorio permanente de la Encarnación, de la carne de Jesús y por consiguiente de su sacrificio redentor; de que Él es también Maestro, Sacerdote, Cordero y nuestro Redentor.

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LA GRACIA 2022/12/11 El don de profecía es un adelanto de la Encarnación

DOMINGO III DE ADVIENTO, CICLO A

La profecía no es algo tan ordinario para que lo desprecies ni tan extraordinario como para que no lo comprendas.

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Meditación de San León Magno, Sobre la Encarnación

La majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invul­nerable se une a la naturaleza pasible; de este modo, como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, pudo ser a la vez mortal e inmortal, por la conjunción en él de esta doble condición.

El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza huma­na, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana. Y, al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla.

Esta naturaleza nuestra quedó viciada cuando el hombre ­se dejó engañar por el maligno, pero ningún vestigio de este vicio original hallamos en la naturaleza asumida por el Salvador. Él, en efecto, aunque hizo suya nuestra misma debilidad, no por esto se hizo partícipe de nues­tros pecados.

Tomó la condición de esclavo, pero libre de la sordidez del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo –por el cual, él, que era invisible, se hizo visible, y él, que es el Creador y Señor de todas las cosas, quiso ser uno más entre los mortales– fue una dignación de su misericor­dia, no una falta de poder. Por tanto, el mismo que, perman­eciendo en su condición divina, hizo al hombre es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la condición ­de esclavo.

Y, así, el Hijo de Dios hace su entrada en la bajeza de este mundo, bajando desde el trono celestial, sin dejar la gloria que tiene junto al Padre, siendo engendrado en un nuevo orden de cosas.

En un nuevo orden de cosas, porque el que era invisible por su naturaleza se hace visible en la nuestra, el que era inaccesible a nuestra mente quiso hacerse accesible el que existía antes del tiempo empezó a existir en el tiempo, el Señor de todo el universo, velando la inmensidad de su majestad, asume la condición de esclavo, el Dios impasible e inmortal se digna hacerse hombre pasible y sujeto a las leyes de la muerte.

El mismo que es Dios verdadero es también hombre verdadero, y en él, con toda verdad, se unen la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios.

Ni Dios sufre cambio alguno con esta dignación de su piedad, ni el hombre queda destruido al ser elevado a esta dignidad. Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra, a saber, la Palabra realiza lo que es propio de la Palabra, y la carne lo que es propio de la carne.

En cuanto que es la Palabra, brilla por sus milagros; en cuanto que es carne, sucumbe a las injurias. Y así cómo la Palabra retiene su gloria igual al Padre, así también su carne conserva la naturaleza propia de nuestra raza.

La misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y verdaderamente hijo del hombre. Es Dios, porque en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios; es hombre, porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Piensa en esto: «Él vino a morar entre nosotros»

“Debemos redescubrir el significado primordial y simple de la encarnación del Verbo, más allá de todas las explicaciones teológicas y los dogmas construidos sobre ella. ¡Dios vino a morar entre nosotros! Quiso hacer de este acontecimiento su propio nombre: Enmanuel, Dios con nosotros. Lo que Isaías había profetizado: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz a un hijo, que llamará Enmanuel» (Is 7,14) se ha convertido en un hecho realizado…”

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Preguntas sobre María en el misterio de la Encarnación

Me gustaría las respuestas a las siguientes preguntas fundamentadas en la Biblia. Agradezco su colaboración para mi catequesis: ¿Cómo fue la concepción humana del Hijo de Dios? ¿Cómo eligió Dios a María y no a otra mujer…? ¿Fue libre María al responder a los planes que Dios tenía sobre Ella? ¿Qué significa que María es llena de gracia? — A.C.

* * *

Son preguntas profundas, que gravitan en torno al gran misterio de la Encarnación del Señor en las entrañas de la Virgen María. Intentemos, en el Nombre del señor, abordarlas.

1. Concepción humana del Hijo de Dios. La clave de esta pregunta es la palabra “humana.” Si entendemos por concepción “humana” algo que sea como hemos sido concebidos los demás seres humanos, eso no es lo que nos enseña la Escritura ni eso es lo que creemos en nuestra fe. La concepción de Cristo no fue por relación íntima entre hombre y mujer: ese es el testimonio de la Escritura y negarlo significa simplemente rechazar lo que hemos recibido.

Nuestra fe proclama que hay hechos que superan a los principios y leyes que descubrimos en la naturaleza–y esto incluye lo propio de la concepción entre hombre y mujer. Tales hechos los solemos llamar “milagros” y la concepción de Cristo fue milagrosa en ese sentido. Si una persona no cree en milagros, esa persona no cree que Dios sea realmente Señor de la creación, o simplemente no cree en Dios. La conversación o discusión con esa persona debe entonces partir de la existencia y los atributos de Dios.

2. Elección de María, la Llena de Gracia. En toda elección, incluso puramente humana, entra una cantidad inmensa de consideraciones que no es fácil describir. ¿Quién por ejemplo podría dar las razones completas y definitivas por las que prefiere un color determinado, o un perfume específico? Cuando se trata de elegir personas, sea por agrado o por una misión particular, esas razones se hacen aún más difíciles de aclarar. Lo que sí está claro es que las voluntades de ambas partes entran en juego.

Es como una especie de danza o de espiral: hay una iniciativa de Dios, que otorga una bendición de amor a María y hay una respuesta generosa de María, que acoge, agradece y hace fecundo ese regalo del amor divino; a su vez, esta respuesta de María abre la puerta a una nueva acción y bendición de Dios, que suscita otra respuesta, que a su vez trae nuevas gracias y bendiciones. En el origen de todo este hermoso proceso místico está un primer querer de Dios, que en el fondo es tan inexplicable como todos los actos de su querer. Si nos preguntamos el por qué del amor sólo llegaremos a que el amor es respuesta de sí mismo, como dijo San Bernardo: “amor porque amo; amo por amar.”

Ahora bien, todo ese proceso tenía un propósito, un bien inmenso que no era solamente para ella: se trataba de nuestra redención. Quiero decir: Dios nos ama y espera respuesta de amor de todos nosotros, según la vocación que cada uno de nosotros tiene en su plan de salvación, pero lo que falla en nuestro caso es la lentitud y mediocridad de nuestras respuestas. Ninguno de nosotros es ni debe ser una repetición de María pero todos podemos aprender de ella y recibir de los bienes y gracias que Dios le otorgó, y que por su propio amor llegan también a nosotros en forma de una eficaz y continua intercesión.

Eso es lo que significa que ella es “llena de gracia”: que el amor de Dios hizo obra preciosa en ella, y que ella respondió a ese amor con generosidad, prontitud y perfección. Ella es llena de gracia porque esa especie de “diálogo de amor” entre ella y Dios no cesó nunca y fue cada vez más pleno y perfecto.

3. Libertad de María. Nosotros somos obra de Dios y Dios no se contradice. nuestra libertad, entendida como capacidad de desear y obrar según la la verdad que conocemos por la luz de la razón y la luz de la fe, es regalo de Dios. Y su gracia, su amor que nos visita y nos capacita, es también regalo suyo. Estos dones suyos no se contradicen sino que se complementan y fortalecen mutuamente: el llamado gratuito del amor de Dios encuentra respuesta en nuestra libertad, y nuestra libertad, al responder, se llena de mayor claridad y fuerza para mejor desear el bien que Dios le propone. Esto sucede en todos nosotros pero sucedió de un modo especial y eminente en la Santa Virgen María, de modo que ella obró con suprema y altísima libertad, escogiendo así lo que era, de modo absoluto, lo mejor para sí misma.

LA GRACIA 2020/03/25 Lo que Cristo recibió de nosotros lo entregó por nosotros

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

Lo que recibió Cristo de nosotros en la Encarnación lo entregó por nosotros en la cruz. La Virgen María es el camino por el que Dios vino a nosotros y por el que nosotros queremos llegar al Señor.

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LA GRACIA del Domingo 2 de Junio de 2019

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, CICLO C

El mismo amor que trae a Cristo a la tierra es el que nos lleva al cielo junto con Él. Es el amor el que hizo posible la Encarnación y es el mismo amor que hace posible la Ascensión.

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LA GRACIA del Lunes 1 de Enero de 2018

SOLEMNIDAD SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Por nosotros y por nuestra salvación la Virgen María recibe de Dios Padre la misión de ser madre de Jesús, siendo habitada por Dios Espíritu para entregarnos a Dios Hijo.

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La presencia de la Palabra en el universo, en la historia y en el portal de Belén

Las leyes que la ciencia descubre sobre el universo o sobre la historia no son una explicación última porque no dan razón de sí mismas. El porqué de las leyes nos remite al Lógos divino, que, estando en nuestra mente nos permite precisamente descubrir tales leyes. Vemos así que el Lógos está como meta-explicación de lo que existe, y también como inteligencia en nuestra alma, y luego como voz en nuestra conciencia; voz que se esclarece en la Ley y la predicación de los Profetas pero que sólo tiene su plenitud en Jesucristo, Palabra Encarnada.