Cristo quiere misioneros independientes de recompensas, amenazas o condiciones de este mundo; y los quiere dependientes del poder, de la misericordia y de la gracia que solo Él puede darles.
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Cómo se forma un discípulo, parte 2 de 2: El campo de entrenamiento
* La gran transformación que tuvieron los discípulos de Cristo–de rudos, ignorantes, ambiciosos, vanidoso y cobardes a prudentes, valientes, generosos, humildes y sabios–tiene su fuente ante todo en los misterios de la Cruz, la Pascua y Pentecostés.
* Y sin embargo, cabe preguntarse: Durante el tiempo que los Doce estuvieron en tanta cercanía con el Mesías, ¿qué recibieron de Él, que fuera formación como discípulos? Porque sin duda ese tiempo debió tener una razón de ser y una fecundidad peculiar.
* El examen de los Evangelios nos lleva a descubrir ocho puntos principales en el “entrenamiento” que Jesucristo dio a sus discípulos:
(1) Los guía por diversos lugares y situaciones.
(2) Los escucha y corrige.
(3) Les predica, sobre todo de la Cruz.
(4) Ora por ellos, en frente de ellos y con ellos.
Cómo se forma un discípulo, parte 1 de 2: Los fundamentos
* Quienes reconocemos a Jesucristo como nuestro Maestro tenemos el hermoso deber de aprender a ser sus discípulos.
* Si miramos a los Evangelios, lo primero que destaca en el grupo de los Doce es la extraordinaria diversidad y contrastes entre ellos, en varias direcciones y sentidos: por su origen, nombres, relación con el Imperio Romano, nivel de educación, y aun otros factores.
* Entendemos que esa diversidad entre los apóstoles fue querida por Cristo, pues Él mismo asegura que no fueron ellos los que lo eligieron a Él sino lo contrario. Posiblemente el motivo de esta variedad de llamados es el mismo que asegura Santo Tomás de Aquino al hablar de la variedad de las obras de Dios Creador: ninguna obra por sí misma puede expresar suficientemente la grandeza de la majestad divina y la riqueza interior de su sabiduría.
* De modo que la primera conclusión es que hemos de aprender a reconocernos como frutos de un mismo amor que nos ha unido, siendo como somos tan distintos.
* En la raíz de los diferentes modos del amor redentor de Cristo está el hecho de que hay como dos grandes vertientes en la acción de la gracia divina: la inocencia (expresión del amor que preserva de caer en el mal) y la penitencia (expresión del amor que levanta al que ha caído).
* Puede decirse que todos tenemos “áreas de inocencia” y “áreas de penitencia,” y también podemos encontrar santos en que brilló más una u otra forma de la obra de la gracia divina.
* Lo importante en cuanto a nuestras áreas de inocencia es que sigan el modelo precioso que tenemos en la Virgen María, es decir: humildad, gratitud, alabanza, servicio al prójimo, de modo que todo lo que es bueno, sano o fuerte en nosotros se gaste en dar gloria a Dios y amor a nuestros hermanos.
* Lo importante en cuanto a las áreas de penitencia es que no las usemos como pretexto de que “así somos” sino como manifestaciones de la gracia transformante de Cristo, y testimonio que ayude a otros a dar el paso de la fe hacia el Señor.
Seamos radicales en nuestra fe, con convicciones profundas y opciones definidas pero a la vez tolerantes para guiar al hermano hacia el camino del discipulado.
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Pidamos al Espíritu Santo su poder, gracia y unción para vivir a fondo nuestra fe, poniendo en primer lugar la voluntad del Señor y ser verdaderos discípulos suyos.
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El verdadero discípulo busca la gloria de Dios y que reconozcamos nuestra parálisis a partir de la denuncia del pecado para dejar obrar al Espíritu Santo en nosotros.
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Oremos para que Dios que nos haga verdaderos discípulos de Cristo, no sus adversarios y tampoco los que se dejan llevar por cualquier viento de falsa doctrina.
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Los verdaderos discípulos y misioneros de Cristo son los que lo ven, lo reconocen y llevan su Buena Noticia con diligencia y prontitud a los más necesitados.
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Pidamos a Dios que a ejemplo de los santos Timoteo y Tito, nuestros obispos por sucesión apostólica preserven la sana doctrina y la práctica de la fe como cristianos católicos.
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El verdadero cristiano no se aparta del Misterio de la Cruz y acepta el sufrimiento, el cual nos aleja de los ídolos pasajeros y nos acerca a Dios quien permanece.
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Desde José, el hijo del patriarca Jacob, hasta Jesucristo, el hijo de Dios, hay una constante de persecución del inocente pero también de victoria del amor.
[Encuentro con las comunidades de laicos “Bodas de Caná” y “Defensores de la fe” en Santa Cruz, Bolivia. Febrero de 2015.]
[Continuación…]
III. FRUTOS Y SEÑALES DE LA LLEGADA DEL REINO DE DIOS
(2) La segunda señal es la lucha frontal contra el pecado. Las componendas no caben aquí. Ahora bien, hay pecados y deficiencias que son evidentes, como sucede con las adicciones. Más difícil es darse cuenta de las mediocridades y mentiras elegantes con que disfrazamos nuestra falta de amor y nuestras resistencias al reinado de Cristo. Por eso hace falta un verdadero conocimiento de sí mismo. Fácilmente nos descargamos del llamado a la santidad con frases como “Soy un tipo normal” o “Yo no lo hegao mal a nadie.” Esas frases frenan el amor y nos aparcan en la mediocridad.
Tips para sacudir la mediocridad:
(1) ¿A cuántas personas he acercado a Jesucristo, por ejemplo, en el último año? Un fuego que no quema, un viento que no sopla, no son verdaderos. Un cristiano que no evangeliza no es cristiano.
(2) ¿Eres miembro vivo de una comunidad en la que estás sirviendo?
(3) ¿Tu familia está abierta al servicio más allá de sus fronteras e intereses inmediatos? ¿Tu familia es capaz de incomodarse por otros?
(4) ¿La adoración, la vida mística, el ardor por el Cielo, para cuándo?
(5) ¿Eres capaz de hacer equipo con otros?
(6) ¿Cómo vives los sacramentos y cómo te formas para amarlos más?
IV. ¿QUÉ SIGNIFICA SER SERVIDORES DE JESUCRISTO?
(1) Conocer la voz de nuestro Buen Pastor.
(2) Atentos a las distintas presencias de Cristo: el Cielo, la Biblia, la Eucaristía, los pobres, la Iglesia…
[Encuentro con las comunidades de laicos “Bodas de Caná” y “Defensores de la fe” en Santa Cruz, Bolivia. Febrero de 2015.]
I. CLARIFICACIÓN DE LOS TÉRMINOS
Siervo es una palabra complementaria. Así como padre hace relación a hijo, así servidor, o siervo, alude a “señor.”
Tanto el apóstol Pablo con la Santa Virgen María utilizan una palabra más fuerte: esclavo. En el contexto de la fe, esclavo significa el que es siervo sin condición alguna, y que por tanto así proclama el señorío absoluto de Dios.
II. CRISTO, SIERVO DE DIOS
Cristo proclama y trae el reinado de Dios. Entendemos el “reino de Dios” como Dios reinando, y por consiguiente, si Cristo anuncia y hace posible ese reinado, él es el verdadero “Siervo de Dios,” el que manifiesta completamente su reinado.
El pecado es la entrada del desorden en nuestra vida. La redención es la restauración del orden querido por Dios. Todo pecado atenta contra el primer mandamiento y toda la redención consiste en darle de nuevo su lugar a ese mandamiento primero.
Así entendemos por qué Cristo es intransigente en cuanto al evangelio: Si alguno pone en primer lugar a alguien, no importa que sea la relación afectiva o familiar más cercana, automáticamente se separa de la gracia redentora del Señor.
El Reino de Dios no es entonces un modo de organización económica o social ni consiste en primer lugar en una solución para el progreso y la convivencia humana. El reuno de Dios es anuncio e irrupción de una gracia transformante por al cual Dios recupera su puesto en la persona y en la sociedad.
III. FRUTOS Y SEÑALES DE LA LLEGADA DEL REINO DE DIOS
La predicación del Reino no es una novedad absoluta que empieza con Cristo. Más bien, el Señor prolongó la predicación y el llamado de Juan el Bautista, bien que desde la óptica y realidad nueva de la gracia. Por eso conviene ver qué proponía Juan.
(0) Hay una base previa: no abusar de lo que uno puede y es en la sociedad. Por eso el Bautista dice a los militares que no aprovechen su puesto y su fuerza.
(1) La primera señal es la capacidad de descubrir que no todo lo que está a nuestro nombre es nuestro pues mucho de lo que parece nuestro lo hemos recibido para darlo a otros o para administrarlo en favor de otros. Si este paso no se da, somos víctimas de codicia o alguna otra idolatría. Esto vale para cosas, físicamente hablando, pero sobre todo vale para talentos, tiempo y otros recursos.