“Todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará” asegura San Pablo en el capítulo 10 de la Carta a los Romanos. Y en Juan 17 leemos que Cristo pide al Padre refiriéndose a nosotros: “Guárdalos en tu Nombre.” Invocar el nombre de Dios puede aprenderse del Salmo 116. Es hacer un éxodo, moviendo nuestra confianza de nuestro propio yo hacia la absoluta certeza de Dios.