Para ser libres, 2 de 4, Liberados del poder del demonio

[Predicación en un Encuentro organizado por la Asociación Católica “Jesús, en Ti confío” de Bucaramanga, Colombia.]

Tema 2 de 4: ¿Que es libertad?

* Indicaciones preliminares:

1. No se reducen los ataques del enemigo a la posesión.
2. El demonio prefiere esconderse. Su ser es repugnante y cuando se muestra, su fealdad y repugnancia más bien empuja hacia Dios.
3. Sin embargo, la vanidad de Satanás busca a toda costa el espectáculo, y a menudo tienta a quienes combaten contra él con ese mismo veneno de ostentación.

* Enseñanzas claves de los Evangelios:

1. El demonio va en serio y quiere destruirnos. No es cosa de fantasía ni de juego.
2. Cuanta más luz menos escondites para la mentira. No es que se haga más presente el mal cuando tratamos de ser buenos sino que le queda menos lugar dónde esconderse.
3. Jesús no hace el juego a las pretensiones de vanidad y de darse importancia del demonio.
4. La victoria de Cristo es perfecta en la Cruz; quien se acoge al misterio de la Cruz, y sobre todo, quien configura su vida

* Puntos importantes para nuestro discernimiento:

1. La lucha contra el enemigo no se limita a las oraciones de liberación. Es preciso cultivar la virtud y vivir los sacramentos.
2. Alejarse del esoterismo, la adivinación, la superstición
3. La puerta preferida de Satanás es la soberbia porque su lema es “No serviré.”

El mejor antídoto es reconocernos pecadores y a la vez reconocer a Dios misericordioso como capaz, por amor, de salvarnos.

¿Realmente es tan malo el Halloween?

Padre Nelson, me llama la atención la cantidad de propaganda católica, presumo yo que de grupos un poco fanáticos, en contra de una fiesta muy tradicional, el Halloween. Yo no tengo nada de satánico ni me interesan los brujos, pero tampoco le veo nada de malo a pasar un rato divertido con algunos disfraces. ¿Realmente es tan mala esa celebración hoy en día? –C.G.

* * *

La respuesta corta es: sí es mala, aunque su veneno no sea directo ni evidente. Es el veneno propio de la complicidad. Hay un ejemplo que creo que es elocuente.

Suponte que a la familia González la guerrilla de las FARC les ha secuestrado el papá. Hace dos años y medio no tienen noticia cierta del paradero de ese hombre, tranquilo y trabajador, que un día les fue arrebatado, y del cual a veces se teme que haya sido muerto, después de torturarlo.

En ese dolor e incertidumbre, sin embargo, la vida sigue, y con motivo del cumpleaños del hijo menor, Julián, que está en la universidad, organizan una fiesta de disfraces. ¿Te parece de buen gusto que un grupo de amigos de Julián lleguen disfrazados “por chiste” de guerrilleros de las FARC? ¿Qué crees que sentiría la familia?

Yo creo que cuando la gente habla de demonios, brujas o satanismo, se imagina que son cosa de chiste y de anécdota. Terrible engaño. El daño que el demonio logra causarnos y sobre todo el que quisiera causarnos no puede ser descrito con palabras. ¿Cómo hacer chiste de eso? ¿Cómo presentar en sociedad al enemigo de todo lo que yo amo, enemigo sobre todo de Cristo, mi Señor y Salvador? ¿Por qué trivializar la muerte y enseñar eso a los niños?

Sin escándalo, sin fanatismo, te puedo decir: aléjate de todo lo que sea Halloween. Más bien oremos pidiendo perdón por nuestros pecados y los del mundo entero.

La Vocación, 06 de 16, ¿Por qué los carismas?

[Retiro espiritual en el Monasterio de la Inmaculada Concepción, en Floridablanca, Santander, Colombia. Julio de 2013.]

Tema 6 de 16: ¿Por qué los carismas?

* El Espíritu mismo es Don: es uno de sus nombres propios. Es entonces “khárisma,” es carisma. Pero desde su unidad hace posible que la diversidad de las vocaciones florezca y dé fruto, como lo hace la lluvia, que siendo una y la misma, produce tantos efectos benéficos en las diversas plantas, según la comparación de San Basilio Magno.

* ¿Por qué el Espíritu obra de modos tan diversos? Porque los seres humanos somos diversos, claro está, pero también porque en nosotros son diversas las necesidades.

* Necesitamos, por ejemplo, que nuestra inteligencia sea iluminada, así como también necesitamos que nuestra voluntad sea sanada, fortalecida e incluso movida por el mismo Espíritu.

* De particular importancia son los dones de ciencia (que nos permite reconocer el paso de Dios en la naturaleza y la historia) y el de entendimiento (que cautiva nuestro corazón con la verdad luminosa de la Palabra).

* Ciertamente necesitamos el auxilio de un aliado (Paráclito) tan poderoso. Basta meditar en las muchas estrategias y la temible audacia traidora del espíritu malo, que como león rugiente ronda buscando a quien devorar (véase 1 Pedro 5,8-9). Es preciso conocerse a sí mismo, e identificar las principales debilidades, pero sería necio fiarse de las propias fuerzas. El discernimiento y la fuerza del Espíritu no son un adorno: son nuestra única esperanza de victoria.

¿Sentir compasión hacia el demonio?

En este artículo que publiqué en Infocatólica, alguien escribió sobre el demonio: “es… una criatura perdida, una criatura a quien también debemos amar, incluso, compadecer.”

He aquí un tema teológico complejo y espinoso (es decir: donde es fácil errar) : nuestra relación con el demonio en cuanto creatura. Es claro que en cuanto a sus pretensiones, que apuntan a nuestra condenación completa y eterna, no hay nada que discernir ni discutir: sólo distancia; sólo refugiarnos con valiente humildad en la gracia y la Sangre de Cristo. Pero, ¿y en cuanto creatura? ¿No cabe, por ejemplo, una mirada de compasión hacia la desgracia infinita en que ha incurrido el demonio, así sepamos con claridad que ha llegado ahí por propia y libre decisión?

Además, sabemos que el Dios eterno y misericordioso no cambie por el hecho de que cambie su creatura. Así como Dios no dejó y no deja de amarnos por el hecho de que hayamos cometido pecados, así también es cierto que su misericordia se hace presente incluso en el infierno, como le reveló el mismo Dios a Santa Catalina de Siena. Por otra parte, esa misma misericordia es detestable para quien nada quiere de Dios, pero ese es otro tema.

El razonamiento podría ser este: así como Dios estira y extienda su misericordia incluso hasta el infierno, ¿no deberíamos nosotros participar de ese sentimiento de compasión?

El problema está en que todo amar nuestro está sellado por nuestra condición temporal. Somos seres “en el tiempo” y cuando razonamos o sentimos lleva en sí esa realidad. Es ahí donde surge una grave dificultad. Yo no puedo sentir compasión por el pobre sin desear que su vida mejore. No puedo compadecerme del enfermo sin desear que se cure o por lo menos que en algo se alivien sus dolores. La compasión que sentimos por las almas del purgatorio apunta a que un día puedan contemplar el rostro de Dios, en lo que tendrán perfecta felicidad y plenitud.

Pero, ¿y en cuanto a los condenados, lo cual incluye los demonios? No es psicológicamente posible hablar de compasión hacia ellos sin lo que reclama nuestra condición temporal, o sea, el deseo de que cambie su situación. Pero su situación no puede cambiar por el bloqueo interno, deseado y definitivo de su voluntad, sea como ángeles o como seres humanos. Nuestra compasión empezaría a desear algo que no sucede y que no va a suceder. Ese modo de amor se situaría implícitamente en rebeldía frente a la realidad que ya es definitiva para ellos.

Por eso la llamada compasión hacia los condenados en general entraña una contradicción interna, porque sería un amor que desea, aunque fuera germinalmente o implícitamente, algo contrario a lo que el Dios-Amor ha hecho en la obra general de su creación.

Así pues, lo único que cabe frente a los condenados es la constatación de su espantosa situación pero no es de esperar ni es sano predicar, de ninguna manera, ningún género de amor, incluso como compasión, hacia ellos. Nuestra única oración con relación a ellos sólo puede ser el Samo 119, 137-144:

Justo eres tú, SEÑOR,
y rectos tus juicios.

Has ordenado tus testimonios con justicia,
y con suma fidelidad.

Mi celo me ha consumido,
porque mis adversarios han olvidado tus palabras.

Es muy pura tu palabra,
y tu siervo la ama.

Pequeño soy, y despreciado,
mas no me olvido de tus preceptos.

Tu justicia es justicia eterna,
y tu ley verdad.

Angustia y aflicción han venido sobre mí,
mas tus mandamientos son mi deleite.

Tus testimonios son justos para siempre;
dame entendimiento para que yo viva.

Firmes en la Fe, 1 de 3

[Predicación a los Misioneros de Jesús,en Guatemala. Abril de 2013.]

* Cuando Cristo dice que la verdad nos hará libres está haciendo una promesa de liberación. Mas no debemos entender la liberación sólo para los casos de opresión o posesión diabólica. Si el pecado o el engaño aún tienen poder en nuestra vida quiere decir que en esa misma media necesitamos ser liberados.

* A menudo nuestros engaños tienen que ver con la medida incorrecta.

* Por ejemplo: es tentación frecuente en los hombres sentir que su trabajo es rutinario y carente de significado. Su autoestima es baja y se consideran como basura. De ese extremo pasamos al contrario: con un lenguaje agresivo, dominante e intransigente, ese mismo hombre se impone con arrogancia a su esposa o a sus hijos. Ese juego de extremos es estrategia muy usada por el demonio para debilitarnos y finalmente vencernos.

* Algo parecido, otro juego de extremos, acecha con frecuencia a las mujeres, cuando pasan de la idea de que no pueden gustar a nadie a la sensación embriagante de atraer la atención y el deseo, sobre todo cuando exhiben su cuerpo. Pero después de exhibirse es inevitable descubrir que esos ojos miran con desprecio, compasión o lujuria. Saber eso hunde en un nuevo ciclo de soledad, de vuelta al primer extremo.

* Hay un tercer “juego de extremos” que nos ataca a todos, y que quizás es el más perverso: vivir en la inconsciencia para luego mirar en la desesperación. Dice Santa Catalina de Siena que el demonio quiere mantenernos vendados en vida para arrancamos la vendrá justo a la hora de la muerte, de modo que pasemos de vivir como si no existiera la justicia de Dios a morir como si no existiera la misericordia de Dios.

* De todos esos y muchos otros engaños hemos de ser liberados, y para eso ha venido Cristo como nuestra única y preciosa verdad.

Por que el infierno? Por que Satanas?

Muchos hoy no creen en el demonio y en el infierno; al menos los dejan en un silencio permanente. Sin embargo, hundirlos en el silencio es olvidar que Cristo nos habla del demonio con bastante frecuencia y avisa acerca del infierno sin ninguna ambigüedad (Mt 25, 31-46; Mt 10,28; Ap 21,8). Nuestros contemporáneos tienen derecho a recibir todo el Evangelio.

–¿Qué es el infierno?

Para observar un precipicio desde lo alto de una montaña es conveniente disponer de una sólida barandilla, que nos preserve del vértigo. Ese parapeto, en el peligroso tema que nos ocupa, es el infinito amor que Dios tiene por nosotros.

El Amor se desarrolla en libertad, y y en la libertad se da el riesgo del rechazo. La vida es para un cristiano un continuo aprendizaje de Amor, y ella implica la posibilidad de rechazar ese Amor.

Dios nos ama. Si al fin de la prueba hemos aceptado su Amor, conseguimos así nuestra felicidad. Si lo rechazamos, encerrándonos en nosotros mismos, eso es el infierno. El infierno es el aislamiento voluntario, el rechazo del Amor.

–¿Habrá muchas personas en el infierno?

Lo que podemos decir sobre este delicado asunto es lo siguiente:

1) La Iglesia, que se ha pronunciado infaliblemente sobre la gloria eterna de la que gozan muchos de sus fieles –canonizaciones de santos–, jamás se ha pronunciado sobre la condenación de ningún hombre.

2) Nunca la Iglesia ha prohibido rogar a Dios por la salvación de todos los hombres. Por el contrario, es ésta una costumbre piadosa, como la tenía el Padre Ch. de Foucauld, que repetía aquella frase de San Pablo: «Dios quiere que todos los hombres se salven» (1Tm 2, 4).

3) No se puede negar, sin embargo, que la condenación eterna es una posibilidad real, de la que Cristo quiere salvarnos a toda costa. Los sufrimientos voluntarios de su Cruz nos prohiben dudarlo.

–¿De verdad existe el Demonio?

Si bien la Iglesia no se ha pronunciado sobre la condenación eterna de ningún hombre, por el contrario sí lo ha hecho sobre ciertos ángeles a los que llamamos demonios.

No se trata aquí de recaer en el error maniqueo, doctrina antigua rechazada por la Iglesia, según la cual el bien y el mal habrían dado origen al mundo, como un doble principio contrapuesto. Satanás es una simple criatura, que se cierra al Amor. Pero se equivoca gravemente aquel que subestima la potencia del demonio, cuya astucia le lleva a confundirse tan sutilmente con el corazón del hombre y las realidades del mundo, que hay peligro de no creer ni en su acción ni en su presencia (Jn 8, 44).

–¡La Iglesia es muy pesimista!

Denunciando la existencia de Satanás, el Evangelio no deja de ser una Buena Noticia. Con esa verdad ilumina singularmente a la condición humana. El hombre no es fundamentalmente malo; por el contrario, lleva en sí mismo la huella de su bondad original, que procede de Dios. Pero su naturaleza ha sido herida por el mal ,y ha quedado débil: es el pecado original.

Proponiéndonos entrar en el ámbito de Cristo por el camino de la fe, el Evangelio nos permite escapar de la esfera del influjo demoníaco. Nos convierte así en los grandes vencedores, como dice San Pablo, gracias a «Aquél que nos ha amado» (2Tes 2,16; Ef 1,6).

Es de lamentar que nuestra generación, con su política del avestruz, esté haciéndole el juego al Adversario. Rechazando la existencia del espíritu del mal y su acción sobre nosotros, se ve obligada a oscilar entre dos extremos:

–o bien sobrevalora la debilidad del hombre, exonerándole de toda responsabilidad: todo se justifica por mecanismos psicológicos y presiones sociales; y el hombre así, despojado de responsabilidad, pierde toda su dignidad;

–o bien, sensible a la gravedad del mal que pesa sobre el mundo, no solamente se acusa el hombre, sino que se le ahoga en el odio y la desesperanza, y se le hunde en la náusea de un mundo absurdo, que no tiene remedio.

En ambos casos, el mal triunfa sin apelación. El mensaje del Evangelio es mucho más verdadero y humano. Jesús no viene ni a exculparnos, haciéndonos irresponsables, ni a abrumarnos y condenarnos. Viene realmente a salvarnos. Volviéndonos a Él por la fe, nos permite participar de su victoria:

«Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí», dice San Pablo (Gál 2,20).

• «Temed a quien puede precipitar vuestra alma y cuerpo en la gehenna» (Mt 10,28).

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

razones

ESCUCHA, Angeles y Demonios, 2 de 2

[Día de retiro en la Casa de los Santos Angeles, en Septiembre de 2012.]

Tema 2 de 2: Jerarquía Celestial

* La Biblia enseña que Dios, al principio, creó “el cielo y la tierra” (Génesis 1,1). Ese “cielo” no es el firmamento del que se habla en Génesis 1,8. Una sólida tradición considera que ese “cielo” alude al mundo espiritual, al mundo de los ángeles–y de los demonios. El mismo sentido se da en el padrenuestro, cuando pedimos a Dis que haga su voluntad en la tierra “como se hace en el cielo” : el cielo es la referencia y modelo de lo que debe ser el cumplimiento de la voluntad divina “en la tierra.”

* Los ángeles y los demonios nos superan en dos cosas fundamentales: (1) Su conocimiento es inmediato (intuitivo) y no discursivo como el nuestro. (2) Su voluntad es total y no variable como la nuestra. Por supuesto, esto segundo implica que para ellos no es posible la conversión: no están sujetos al tiempo.

* En cuanto a los nombres de los ángeles, lo sólido y que afirma la Iglesia es que no se deben mencionar ni propagar devoción alguna a otros distintos de los que son mencionados por nombre en la Escritura, o sea: Miguel, Rafael y Gabriel.

* A partir de textos bíblicos, especialmente de Isaías y de la Carta a los Colosenses, la tradición católica ha hablado de nueve coros de ángeles, agrupados de a tres, de modo que los tres coros superiores son los más cercanos a la divinidad: son como los ángeles de los ángeles; los tres segundos son encargados del gobierno de la creación visible, y por ello es probable que correspondan a los principios racionales e inmateriales (leyes) que la ciencia intenta desentrañar al inquirir por el fundamento de todo; los tres más bajos son aquellos que custodian obras, regiones y personas humanas, como particulares ministros de la Providencia.

ESCUCHA, Angeles y Demonios, 1 de 2

[Día de retiro en la Casa de los Santos Angeles, en Septiembre de 2012.]

Tema 1 de 2: Perspectiva General

* Se da una situación de crisis: quienes deben formar en la fe omiten o desprecian el tema de los ángeles (y de los demonios) mientras que tanta gente corre a las fuentes infectadas de la “Nueva Era” para buscar información o cercanía con los ángeles.

* Santo Tomás, en buena parte inspirado por el Pseudo-Dionisio, se fija en el aspecto intelectual de los ángeles, a los que llama “inteligencias separadas.”

* Puede decirse que uno tiene cierto poder sobre algunas ideas pero también es cierto que hay “ideas grandes” que parecen gobernar amplias áreas de la propia vida. Una vez que uno descubre el poder que tienen las ideas “grandes,” y la manera como se vuelven contagiosas, hasta cautivar poblaciones enteras, también descubre que una naturaleza puramente espiritual e inmaterial puede tener fuerza avasalladora, para bien o para mal, en el ser humano.

* De ahí la importancia del sano conocerse a sí mismo, que plantea como cimiento de toda vida espiritual la Doctora de la Iglesia, Santa Catalina de Siena. Sin ese conocimiento es fácil, y casi forzoso, ser juguete de fuerzas que uno ni siquiera identifica.

* Preguntas: ¿Me conozco? ¿Qué “ideas grandes” gobiernan mi vida?