Catequesis sobre la confianza

[Predicación para la Asociación “Jesús en ti confío” de Bucaramanga, Colombia.]

* La espiritualidad del Sagrado Corazón, en la que ciertamente se inscribe la devoción al Jesús de la Misericordia, ha invitado siempre a la confianza. ¿Cómo podemos apropiarnos ese tesoro de nuestra fe cristiana?

* Un camino es empezar por descubrir la desconfianza. Observamos que la desconfianza va asociada con la sensación de daño inminente. Es una medida de auto-protección que prepara el cuerpo y el ánimo para luchar o huir (“fight or flight,” en inglés).

* La sobre-tensión que acompaña un momento de combate es importante porque aumenta las probabilidades de evitar daños y de lograr victorias. Pero una sobre-tensión continua enferma el cuerpo y a la larga produce también daños de orden psicológico y anímico: escepticismo, distancia, egoísmo, miopía que sólo ve las ventajas o peligros inmediatos.

* Por contraste, hay tres salmos, entre varios más, que nos abren a la confianza y la expresan: 23, 91 y 131. En ellos se destaca el aspecto de descanso, de refugio, de “bajar la guardia” y saberse protegido y rodeado de bondad y ternura.

* La experiencia del rey David es fundamental aquí: menospreciado por su familia y “desterrado” para el cuidado de las ovejas, David aprende tres cosas fundamentales, que son una escuela de confianza:

(1) Admirar las obras de Dios: contemplación.
(2) No concentrarse en lo que le falta sino apreciar lo que tiene: gratitud.
(3) Llevar buena cuenta de las bendiciones como escalones por los que asciende la fe: memoria.

Aprender a confiar en serio en Dios

Mientras hablábamos, afirmaba que prefería no salir nunca del chamizo donde vivía, porque le gustaba más contar las vigas de “su” cuadra que las estrellas del cielo. -Así son muchos, incapaces de prescindir de sus pequeñas cosas, para levantar los ojos al cielo: ¡ya es hora de que adquieran una visión de más altura!

Sé atrevido en tu oración, y el Señor te transformará de pesimista en optimista; de tímido en audaz; de apocado de espíritu en hombre de fe, ¡en apóstol!

Los problemas que antes te acogotaban -te parecían altísimas cordilleras- han desaparecido por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las aguas que se calmaran. -¡Y pensar que todavía dudabas!

Cuando veo tantas cobardías, tantas falsas prudencias…, en ellos y en ellas, ardo en deseos de preguntarles: entonces, ¿la fe y la confianza son para predicarlas; no, para practicarlas?

Más pensamientos de San Josemaría.

Matemáticas de Dios

Tavito salía de casa rumbo a la escuela, su papa había notado que se estaba olvidando el libro de matemáticas, y dice a su pequeño:

-Espera hijo ¿No te olvidas de nada?

-Creo que no papa, responde Tavito.

-Entonces el papa apunta al libro de matemáticas que se estaba olvidando.

-¡Ah! Es ese libro; no me interesa llevarlo, es el de matemáticas.

– ¿Por qué no te interesa? Pregunta preocupado su padre.

-Bastantes problemas tengo ya papa, para llevar más…

Problemas y más problemas quien no lo los tiene, todos los días tenemos que enfrentar diferentes problemas y dificultades.

¿Qué hacer cuando llegan las dificultades? En lo personal cuando atravieso por diversos problemas me refugio en los consejos de San Pablo cuando dice:

“Nos sobrevienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos; estamos entre problemas pero no desesperados, nos persiguen pero no estamos abandonados; nos derriban pero no nos destruyen” (2da Corintios 4,8-9)

Las matemáticas de los problemas en nuestra vida siempre tendrá la tendencia negativa de: sumar problemas, multiplicar angustia y desesperación, restar la esperanza y dividir nuestra fe.

La matemática de Dios es diferente, cuando llegan los problemas Él nos dice que tenemos que Sumar todas las bendiciones, multiplicar y aumentar Fe y Esperanza, esto hará restar nuestros problemas y dividir la angustia y desesperación.

De un texto de Adhemar Cuéllar.