Que no termine este Año de la Misericordia sin el reconocimiento sincero de nuestras miserias, venciendo todo miedo al confiar plenamente en Dios misericordioso.
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Cuando llegue el momento difícil no te hagas daño, pues no eres dueño de tu vida y sigue confiando en el Dios que supera con su sabiduría toda tu inteligencia.
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La arrogancia conduce pronto a la ingratitud, el exceso, el cinismo y el sacrilegio. La confianza, en cambio, lleva pronto a la fortaleza, la perseverancia y al final, la victoria.
La generosidad verdadera brota de una obediencia sin límites, que a su vez viene de la confianza total, que a su vez nace de un encuentro profundo con el amor de Dios en Cristo.
El sentido fundamental de la fe es la entrega confiada de mi vida, corazón, futuro, anhelos y búsquedas a Dios, aceptando a Jesucristo como mi Señor y salvador.
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Cristo nos exhorta a orar con confianza y perseverancia; la abundancia de amor y de confianza, nos llevan a la certeza que Él es quien puede darnos lo que más nos conviene.
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MEMORIA DE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA
Con Teresa del Niño Jesús, Dios mostró que la santidad es un regalo que corresponde a nosotros anhelar, ser dóciles, confiar; pero finalmente el único que hace santos es Él.
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Fray Nelson, que Dios lo bendiga. Una consulta, por qué David pecó cuando mandó hacer el censo? Gracias. — S. Navarro.
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Básicamente porque quería saber con qué contaba él, después de una vida entera en que Dios le había mostrado que bastaba con poner su confianza en el señor y serle fiel. No es el censo en sí sino la actitud interior de querer “independizarse” de Dios y empezar a planear y actuar por cuenta propia.
El comienzo de una fe madura y verdadera está en confiar en Dios, tener la certeza que Él en todo momento, lugar y circunstancia me cuida, me sostiene y me guía.
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[Predicación para la Asociación “Jesús en ti confío” de Bucaramanga, Colombia.]
* La espiritualidad del Sagrado Corazón, en la que ciertamente se inscribe la devoción al Jesús de la Misericordia, ha invitado siempre a la confianza. ¿Cómo podemos apropiarnos ese tesoro de nuestra fe cristiana?
* Un camino es empezar por descubrir la desconfianza. Observamos que la desconfianza va asociada con la sensación de daño inminente. Es una medida de auto-protección que prepara el cuerpo y el ánimo para luchar o huir (“fight or flight,” en inglés).
* La sobre-tensión que acompaña un momento de combate es importante porque aumenta las probabilidades de evitar daños y de lograr victorias. Pero una sobre-tensión continua enferma el cuerpo y a la larga produce también daños de orden psicológico y anímico: escepticismo, distancia, egoísmo, miopía que sólo ve las ventajas o peligros inmediatos.
* Por contraste, hay tres salmos, entre varios más, que nos abren a la confianza y la expresan: 23, 91 y 131. En ellos se destaca el aspecto de descanso, de refugio, de “bajar la guardia” y saberse protegido y rodeado de bondad y ternura.
* La experiencia del rey David es fundamental aquí: menospreciado por su familia y “desterrado” para el cuidado de las ovejas, David aprende tres cosas fundamentales, que son una escuela de confianza:
(1) Admirar las obras de Dios: contemplación.
(2) No concentrarse en lo que le falta sino apreciar lo que tiene: gratitud.
(3) Llevar buena cuenta de las bendiciones como escalones por los que asciende la fe: memoria.
Mientras hablábamos, afirmaba que prefería no salir nunca del chamizo donde vivía, porque le gustaba más contar las vigas de “su” cuadra que las estrellas del cielo. -Así son muchos, incapaces de prescindir de sus pequeñas cosas, para levantar los ojos al cielo: ¡ya es hora de que adquieran una visión de más altura!
Sé atrevido en tu oración, y el Señor te transformará de pesimista en optimista; de tímido en audaz; de apocado de espíritu en hombre de fe, ¡en apóstol!
Los problemas que antes te acogotaban -te parecían altísimas cordilleras- han desaparecido por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las aguas que se calmaran. -¡Y pensar que todavía dudabas!
Cuando veo tantas cobardías, tantas falsas prudencias…, en ellos y en ellas, ardo en deseos de preguntarles: entonces, ¿la fe y la confianza son para predicarlas; no, para practicarlas?