Catheriniana – 08, Teología del Amor, parte 4

[Catheriniana es una serie de reflexiones sobre aspectos de la enseñanza de Santa Catalina de Siena. Para sacar mayor provecho de estas conferencias es muy recomendable revisar primero la serie sobre su vida, y después la serie sobre los fundamentos de su doctrina espiritual. Si se quiere acceder a todas las publicaciones de este blog sobre la Santa Doctora, hacer click aquí.]

Tema 8: Amar al prójimo

* Testimonios sobre el camino del amor al prójimo en Catalina de Siena

+ En su tiempo de ermitaña en casa, conciencia de unidad con la Iglesia (uniéndose a la vida de oración de los frailes dominicos de Siena) y de unidad orgánica con la sociedad de su tiempo (penitencias que hace en tiempo de carnaval).
+ Caridad en casa: espíritu de servicio, discreción, disponibilidad.
+ Servicio a los pobres y amor al despojarse de todo para dar.
+ Servicio a los enfermos, siguiendo el ejemplo de Cristo, que no tuvo asco de nuestra condición.
+ Predicación: palabra encendida en fuego de caridad, que ofrece consejos, llamados a la conversión, doctrina.

* ¿Cómo definir propiamente el amor al prójimo?

+ Buscar el bien (implica discernimiento, sabiduría, lucidez)
+ que Dios pensó (implica humildad, oración, anhelo del Reino de Dios)
+ y es más necesario al prójimo (implica cercanía, capacidad de priorización)
+ en su circunstancia presente (implica capacidad, deseo y eficacia al actuar).

* Pasos:

+ Orar
+ Reconocer la propia nada
+ Unir lo masculino (valentía) y lo femenino (compasión)
+ Recordar nuestra limitación en la virtud y en el tiempo
+ ¡Volver a orar!

Vida Religiosa Renovada, 11 de 12, La virtud teologal de la caridad

[Retiro espiritual con las Hermanas Dominicas de la Inmaculada, de la Provincia de Santa Rosa, en el Perú. Octubre de 2014.]

Tema 11 de 12: La virtud teologal de la caridad

* ¿De qué modo se puede crecer en el amor? La atención, la mirada es mensajera del amor y puerta para el amor. El amor guía los ojos pero los ojos alimentan el amor también.

* La atención puede dirigirse también a lo que no está presente a los sentidos pero sí a la memoria o a la imaginación. por eso crecemos en el amor a Dios cuando recordamos sus beneficios. Decrece en cambio nuestra capacidad de amar si nos concentramos en los males recibidos, alimentando así rencores antiguos.

* Lo que sí debe quedar claro es que todo crecimiento en el amor implica algún género de repetición, de volver sobre ciertas palabras, lugares o devociones. Cada uno debe buscar conocerse para ser dócil al camino por el que lo lleva el Espíritu Santo, el cual no suele repetirse.

* La inteligencia es aliada del amor cuando nos ayuda a profundizar en el sentido de la Escritura, o nos ayuda a discernir los signos de Dos en nuestra vida.

* El crecimiento en el amor no debe ser un esfuerzo individual. El Espíritu, como se ha dicho, nos llama a ser comunidad, y por eso las celebraciones litúrgicas comunitarias son un espacio privilegiado para sabernos amados, de un modo, si se quiere, “objetivo.” Algo semejante puede decirse de otras celebraciones, por ejemplo, los capítulos o asambleas en que tenemos ocasión de encontrarnos y descubrir al señor en el don de la fraternidad.

* El principal freno de nuestro crecimiento es que no aplicamos los acelerados mencionados. Nuestro gran pecado aquí es la omisión.

* Nos frena también la distracción, en sus formas típicas, que son tres:

(1) Mirando demasiado vidas ajenas. Remedio: toma

(2) Los escándalos y divisiones internas.

(3) Distracciones afectivas fuera de la comunidad.

* Los remedios suponen siempre el camino del arrepentimiento y un renovado conocimiento de sí mismo.

Caridad y justicia social

204 Entre las virtudes en su conjunto y, especialmente entre las virtudes, los valores sociales y la caridad, existe un vínculo profundo que debe ser reconocido cada vez más profundamente. La caridad, a menudo limitada al ámbito de las relaciones de proximidad, o circunscrita únicamente a los aspectos meramente subjetivos de la actuación en favor del otro, debe ser reconsiderada en su auténtico valor de criterio supremo y universal de toda la ética social. De todas las vías, incluidas las que se buscan y recorren para afrontar las formas siempre nuevas de la actual cuestión social, la « más excelente » (1 Co 12,31) es la vía trazada por la caridad.

205 Los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, nacen y se desarrollan de la fuente interior de la caridad: la convivencia humana resulta ordenada, fecunda en el bien y apropiada a la dignidad del hombre, cuando se funda en la verdad; cuando se realiza según la justicia, es decir, en el efectivo respeto de los derechos y en el leal cumplimiento de los respectivos deberes; cuando es realizada en la libertad que corresponde a la dignidad de los hombres, impulsados por su misma naturaleza racional a asumir la responsabilidad de sus propias acciones; cuando es vivificada por el amor, que hace sentir como propias las necesidades y las exigencias de los demás e intensifica cada vez más la comunión en los valores espirituales y la solicitud por las necesidades materiales.451 Estos valores constituyen los pilares que dan solidez y consistencia al edificio del vivir y del actuar: son valores que determinan la cualidad de toda acción e institución social.

206 La caridad presupone y trasciende la justicia: esta última « ha de complementarse con la caridad ».452 Si la justicia es « de por sí apta para servir de “árbitro” entre los hombres en la recíproca repartición de los bienes objetivos según una medida adecuada, el amor en cambio, y solamente el amor (también ese amor benigno que llamamos “misericordia”), es capaz de restituir el hombre a sí mismo ».453

No se pueden regular las relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia: « La experiencia del pasado y nuestros tiempos demuestra que la justicia por sí sola no es suficiente y que, más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí misma… Ha sido ni más ni menos la experiencia histórica la que entre otras cosas ha llevado a formular esta aserción: summum ius, summa iniuria ».454 La justicia, en efecto, « en todas las esferas de las relaciones interhumanas, debe experimentar, por decirlo así, una notable “corrección” por parte del amor que —como proclama San Pablo— “es paciente” y “benigno”, o dicho en otras palabras, lleva en sí los caracteres del amor misericordioso, tan esenciales al evangelio y al cristianismo ».455

207 Ninguna legislación, ningún sistema de reglas o de estipulaciones lograrán persuadir a hombres y pueblos a vivir en la unidad, en la fraternidad y en la paz; ningún argumento podrá superar el apelo de la caridad. Sólo la caridad, en su calidad de « forma virtutum »,456 puede animar y plasmar la actuación social para edificar la paz, en el contexto de un mundo cada vez más complejo. Para que todo esto suceda es necesario que se muestre la caridad no sólo como inspiradora de la acción individual, sino también como fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. En esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política: la caridad social nos hace amar el bien común 457 y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une.

208 La caridad social y política no se agota en las relaciones entre las personas, sino que se despliega en la red en la que estas relaciones se insertan, que es precisamente la comunidad social y política, e interviene sobre ésta, procurando el bien posible para la comunidad en su conjunto. En muchos aspectos, el prójimo que tenemos que amar se presenta « en sociedad », de modo que amarlo realmente, socorrer su necesidad o su indigencia, puede significar algo distinto del bien que se le puede desear en el plano puramente individual: amarlo en el plano social significa, según las situaciones, servirse de las mediaciones sociales para mejorar su vida, o bien eliminar los factores sociales que causan su indigencia. La obra de misericordia con la que se responde aquí y ahora a una necesidad real y urgente del prójimo es, indudablemente, un acto de caridad; pero es un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria, sobre todo cuando ésta se convierte en la situación en que se debaten un inmenso número de personas y hasta de pueblos enteros, situación que asume, hoy, las proporciones de una verdadera y propia cuestión social mundial.

NOTAS para esta sección

451Cf. Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 265-266.

452Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 10: AAS 96 (2004) 120.

453Juan Pablo II, Carta enc. Dives in misericordia, 14: AAS 72 (1980) 1223.

454Juan Pablo II, Carta enc. Dives in misericordia, 12: AAS 72 (1980) 1216.

455Juan Pablo II, Carta enc. Dives in misericordia, 14: AAS 72 (1980) 1224; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2212.

456Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 23, a. 8: Ed. Leon. 8, 172; Catecismo de la Iglesia Católica, 1827.

457Cf. Pablo VI, Discurso en la sede de la FAO, en el XXV aniversario de la institución (16 de noviembre de 1970): Enseñanzas al Pueblo de Dios, Libreria Editrice Vaticana, p. 417.

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Aprender a dar limosna

“La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo”. Benedicto XVI

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Preciosos testimonios de generosidad

“El Abuelo Dobri ha ayudado, además, a numerosas personas e instituciones: pagó las facturas de los servicios públicos de un orfanato, que estaba a punto de quedarse sin calefacción y sin luz. También ayuda a las personas sin hogar. Sin embargo, nunca se conocerán todas las buenas acciones del anciano porque nunca habla de ellas…”

Generosidad

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De que sirve creer, si hay ateos tan buenos

Si hay ateos mejores y más caritativos que los cristianos, ¿de qué nos sirve ser creyentes y cristianos?

Aparentemente de nada. Y de hecho, la fe es un asunto de verdad y no de utilidad. Pero al acercarnos más al concepto de la fe, observamos que desde ella se enfrentan con un profundo sentido preguntas como: «¿por qué la vida? ¿por qué la muerte?» Son preguntas que la mayoría de los ateos confiesa no saber responder. La fe da un sentido a nuestra vida y nos ayuda a darle forma.

Llegados a este punto, conviene hacer algunas consideraciones:

1.– Ser cristiano es una condición no fácil de vivir con coherencia; se espera mucho de nosotros, y eso es un elogio.

2.– Algunos ateos son buenos con sus amigos; pero Jesucristo nos impulsa a llevar esta bondad hasta el heroísmo. La caridad, en el mandato de Jesús, no tiene fronteras –recordemos la parábola del buen Samaritano–. Por eso dice a sus discípulos: «si solo amáis a los que os aman… ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los paganos?» (Mt 5,46-47). Católico quiere decir abierto a todos.

3.– Es cierto que hay no creyentes que anteponen el amor a los demás, cualesquiera que sean, por encima de todo, por lo menos en algunos momentos de sus vidas. Ahora bien,

–en ese caso, hay que decir que son creyentes, puesto que creen en algo invisible, el amor, algo que tiene más valor que todo lo que se puede ver y tocar.

–este hecho prueba al creyente que el Espíritu actúa más allá de los límites visibles de la Iglesia. El sentido superior del amor pervive más allá de los límites de la Iglesia y del conocimiento de la misma. El empeño de misioneros y apóstoles, justamente, parte de esta fe en la acción secreta de Dios en el corazón de los hombres. Éstos, por la acción evangelizadora, han de llegar a conocer y a vivir plenamente lo que ya están viviendo en alguna medida.

4.– Pero es una lástima que estos «incrédulos» no sean cristianos.

–porque así tendrían más coraje para luchar, al saber que están construyendo un reino que no pasará; se llevarán una sorpresa cuando un día lleguen a descubrirlo.

–además, cuando sufrieran agotamientos, desánimos, podrían reafirmarse en un amor pleno apoyándose en la fuerza del amor de Cristo por la oración y los sacramentos, a ejemplo de los santos.

«En un principio descubrí que el hombre está hecho para amar; pero me quedaba por saber que el hombre no es el Amor y que ha de sacar el Amor de su fuente» (Jacques Lebreton).

Queda por observar que hay, y en mil versiones, gigantes de la santidad – Francisco de Asís y Vicente de Paul, un Padre de Foucauld o un Maximiliano Kolbe, Teresa de Jesús o Teresa del Niño Jesús–, cuya talla moral es un desafío histórico ante el que ha de inclinarse el ateo.

• «Si conocieras el don de Dios» (Jn 4,10).

Comunion y Comunidad, 03 de 10

Comunion y comunidad en Cristo. Retiro espiritual en el Monasterio de las Dominicas de Lerma. Tema 3 de 10: Sobre prejuicios y racionalizaciones.

– Las exclusiones sobreviven en el tiempo sostenidas por racionalizaciones, es decir, explicaciones que con apariencia de verdad justifican una postura que ha adquirido fuerza de costumbre.

– Racionalizar resulta sencillo y como espontáneo porque todos tendemos a la inercia, esto es: nos gusta tener un mapa fijo de quiénes son amigos y quiénes enemigos. Al obrar así, por supuesto que nos perdemos de abundantes riquezas humanas y de incontables bendiciones que Dios quería darnos.

– Vencer la racionalización implica ponerse en la búsqueda seria de qué es lo verdadero, más allá de lo aparente, lo popular, o lo acostumbrado. Ni lo antiguo por antiguo, ni lo nuevo por ser nuevo.

– Para superar el prejuicio se requiere también una apertura profunda al Espíritu Santo de Dios, y clara conciencia de que Cristo está realmente presente entre nosotros, de modo tal que tratemos todo lo de la Comunidad como tratamos la presencia eucarística del Señor.