Modesta colección de documentos centrales de los pontificados de Benedicto XVI y Juan Pablo II.
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
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Hace poco celebraba la misa con un grupo grande de hispanos. Llegados al momento de la consagración de la Sangre, sentí un impulso de fervor y alabanza muy bonito, y le dije a Jesús:
–¡Más quisiera levantarte!
Para máxima sorpresa de mi alma, me respondió, y su voz brotaba de la Sangre misma:
–Tú no me levantas; tú estás colgado de mí.
Dice una antigua leyenda china, que un discípulo preguntó al Maestro:
– ¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?
El Maestro le respondió: es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré el infierno.
Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara tomada fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles.
Ven, dijo el Maestro después de un rato, ahora te mostraré el cielo.
Entraron en otra habitación, idéntica a la primera; con la olla de arroz, el grupo de gente, las mismas cucharas largas pero, allí, todos estaban felices y alimentados.
– No comprendo dijo el discípulo, ¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación si todo es lo mismo?
El Maestro sonrió. Ah… ¿no te has dado cuenta? Como las cucharas tienen los mangos largos, no permitiéndoles llevar la comida a su propia boca, aquí han aprendido a alimentarse unos a otros.
Beneficio común, trabajo común… ¿Tan complicadas son las cosas que no vemos el beneficio común, que en definitiva es nuestro beneficio?
Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga.
Ésta huía rápido, con miedo de la feroz depredadora, y la serpiente no pensaba desistir.
Huyó un día, y ella no desistía, dos días y nada… En el tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente:
-Puedo hacerte tres preguntas?
-No acostumbro dar este precedente a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar…
-¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
– No
-¿Yo te hice algún mal?
– No
– Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
– Porque no soporto verte brillar…
Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete.. Pensó luego, ¿Qué tipo de comida podía haber allí?.. Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una ratonera. Fue corriendo al patio de la Granja a advertir a todos:
“Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!”
La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo: “Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, mas no me perjudica en nada, no me incomoda.”
El ratón fue hasta el cordero y le dice:
“Hay una ratonera en la casa, una ratonera!”
“Discúlpeme Sr. Ratón, mas no hay nada que yo pueda hacer, a no ser orar. Quede tranquilo que el señor será recordado en mis oraciones.”
El ratón se dirigió entonces a la vaca.
“¿El qué, Sr. Ratón? ¿Una ratonera? ¿Pero acaso, estoy en peligro? ¿Pienso que no!” Entonces el ratón volvió para la casa, cabizbajo y abatido, para encarar a la ratonera del granjero.
Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra venenosa. La cobra picó a la mujer.
El granjero la llevo inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre. Todo el mundo sabe que, para alimentar alguien con fiebre, nada mejor que una sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina.
Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mato el cordero. La mujer no mejoró y acabo muriendo. Mucha gente fue al funeral. El granjero entonces sacrificó la vaca para alimentar a todo el pueblo…
¿Entendemos la lección?
Un ateo dictaba una conferencia ante un gran auditorio defendiendo la inexistencia de Dios. Después de haber finalizado su discurso, desafió a cualquiera que tuviese preguntas a que subiera a la plataforma.
Un hombre que había sido bien conocido en la localidad por su adicción a las bebidas alcohólicas, pero que había encontrado recientemente liberación y esperanza en Cristo Jesús acepto la invitación y sacando una naranja del bolsillo comenzó a pelarla lentamente.
El conferencista le pidió que hiciera la pregunta; el hombre, continuó imperturbable pelando la naranja en silencio, al termino de lo cual, se la comió.
Se volvió al conferencista y le preguntó : “¿Estaba dulce o agria?”
“No me pregunte tonterías”, respondió el orador con señales evidentes de enojo; “¿Como puedo saber el gusto si no la he probado?”
Y aquel hombre regenerado por el amor de Dios respondió entonces:
“Y ¿como puede usted saber algo de Cristo, si nunca lo ha probado?”
En el taller más extraño y sublime conocido, se reunieron los grandes arquitectos, los afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto:
– “Debe ser fuerte”, comentó uno. –
– “También, debe ser dulce”, comentó otro experto.
– “Debe tener firmeza y mansedumbre: tiene que saber dar buenos consejos”.
– “Debe ser justo en momentos decisivos; alegre y comprensivo en los momentos tiernos”.
– “¿Cómo es posible – interrogó un obrero – poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo?. – ”
– “Es fácil”, contestó el ingeniero. “Sólo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo”.
Todos rieron ante la ocurrencia y se escuchó una voz (era el Maestro, dueño del taller del cielo):
– “Veo que al fin comienzan” – comentó sonriendo – “No es fácil la tarea, es cierto, pero no es imposible si ponen interés y amor en ello”.
Y tomando en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma. – “¿Tierra? -preguntó sorprendido uno de los arquitectos- ¡Pensé que lo fabricaríamos de mármol, o marfil o piedras preciosas!.
– “Este material es necesario para que sea humilde – le contestó el Maestro – Y extendiendo su mano sacó oro de las estrellas y lo añadió a la masa. – “Esto es para que en las pruebas brille y se mantenga firme”.
Agregó a todo aquello, amor, sabiduría. Le dio forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero… faltaba algo, pues en su pecho le quedaba un hueco.
– “¿Y qué pondrás ahí?” – preguntó uno de los obreros -.
Y abriendo su propio pecho, y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos, sacó su corazón, y le arrancó un pedazo, y lo puso en el centro de aquel hueco.
Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras volvía a su lugar su corazón ensangrentado.
– ¿Por qué has hecho tal cosa?” –le interrogó un ángel obrero y aún sangrando, le contestó el Maestro:
– “Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia, y sobre todo, que esté dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo, por que al final de su largo trabajo, cuando haya terminado su tarea de padre allá en la tierra, regresará hasta mí.
Y satisfecho por su buena labor, yo le daré un lugar aquí en mi reino.
Todos pasaban por su lado y nadie se detenía a preguntar que le ocurría. Vestida con un traje descolorido, zapatos rotos y sucios, la pequeña niña se quedaba sentada mirando a todo el mundo pasar. Nunca trataba de hablar, no dijo una palabra. Muchas personas pasaron, ninguno se detuvo.
Al día siguiente decidí volver al parque a ver si la pequeña estaba ahí. Si, ahí estaba. En el mismo lugar en el que estaba ayer. Con la misma mirada de tristeza en sus ojos. Me dirigí hacia ella y al acercarme noté que en su espalda había una joroba. Entonces me miró con una tristeza tan profunda que me rompió el alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije: “hola”. La pequeña me miro sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo. Hablamos hasta que los últimos rayos de sol desaparecieron. Cuando solo quedábamos los dos y la oscuridad alrededor, le pregunté por qué estaba tan triste. La pequeña me miró y con lágrimas en los ojos dijo: “porque soy diferente”.
Respondí con una sonrisa: “lo eres”. Ella dijo aun más triste: “lo sé”. Le dije: “pequeña, ser diferente no es malo. Tu me recuerdas a un ángel, dulce e inocente”. Ella me miró, sonrió y por primera vez sus ojos brillaron con la luz de la alegría. Despacio se levantó y dijo: “¿es cierto lo que acabas de decir?” “si”, le respondí. “eres como un pequeño ángel guardián enviado para proteger a todos los que caminan por aquí”. Ella movió su cabeza afirmativamente y sonrió. Ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y dos hermosas alas salieron de ahí.
Me miro sonriente y dijo: “soy tu ángel guardián”.
No sabia que decir. Ella dijo: “por primera vez pensaste en alguien más”
Me levanté y pregunté por qué nadie le había ayudado. Ella me miró y sonriendo dijo: “tu eras la única persona que podía verme”. Y ante mis ojos desapareció. Después de ese encuentro mi vida dio un giro de 180 grados….
Cuando pienses que solo te tienes a ti mismo, recuerda que tu ángel guardián esta siempre pendiente de ti
Cuentan que una vez un científico soberbio fue con Dios y le dijo:
– Señor, convocamos a una junta científica mundial y hemos decidido que ya no te necesitamos.
El señor con su infinita paciencia oyó al hombre y le preguntó:
-¿Ah sí? ¿Y cómo llegaron a esa decisión?
– Pues ya hacemos trasplantes de prácticamente cualquier miembro del cuerpo, podemos hacer bebes para parejas que no pueden tener hijos, crear vida artificial, clonar a la gente y hacer todas esas cosas que antes se consideraban milagrosas.
Dios sólo lo escuchaba y luego atinó a decir:
– ¿Pueden crear vida?
– Así es. Respondió el científico.
– ¿Qué te parece si hacemos un concurso de crear vida? Lo hacemos del modo antiguo, así como yo formé a Adán; tú sabes.
– Me parece bien. Contestó el científico.
– Está bien, pues comencemos. Exclamó Dios.
Entonces el científico tomó un puño de tierra, y le dice Dios:
– Espera, no tan rápido; consíguete tu propia tierra.
Nos ha sucedido que hemos suscrito a algunas personas que por una u otra razón no desean nuestros mensajes. Nuestra lista de correo, gracias a Dios, cuenta con casi 1600 abonados diarios, y por eso nos parece natural que crezca, ya que es ofrecido de manera completamente gratuita.
No todas las personas gustan de nuestros materiales. Eso es natural. Y ello ha sido ocasión de cierta dosis de sufrimiento. No es algo grande. Yo soy el primero en reconocer que es algo minúsculo, comparado con el dolor que conocemos a través de esta misma lista. ¡Tantos aquejados de dolores físicos y morales terribles! Personas desempleadas, madres que buscan con angustia a sus hijos, hombres o mujeres en profunda soledad y depresión… es un cuadro que hemos encontrado muchas veces en las peticiones que nos llegan y que de hecho hemos compartido aquí mismo.
Pues bien, en algo aportamos a esa bodega inmensa del dolor cristiano con nuestro propio dolor.
Quizá es bueno que se sepa que este mensaje diario ha sido calificado de “basura”, “excremento”, “sarta de mentiras” y otras cosas impublicables. Ayer alguien me escribía: “soy protestante y no quiero que sature mi buzón con su basura”. Hace cinco semanas una muchacha nos decía: “¿Sabe? Sus correos se amontonan hace meses y ya me estorban. Sáqueme de su lista”. Otro escribía: “Los inventos de su mente atormentada no caben en una cabeza racional”. Alguien nos amenazó con demandarnos si no cancelábamos su suscripción de inmediato.
Es verdad, por otro lado, que hemos recibido muchas voces de apoyo y de alabanza; quizá elogios demasiado grandes; pienso que es bueno que se sepa que no todo es de ese color. Hay algunos que extienden su ira y desprecio incluso a las personas que saben que nos colaboran.
Por mi parte, yo le doy gracias a Dios por esta oportunidad de predicar el Evangelio. No creo que sea mucho heroísmo ni lo que hacemos ni lo que padecemos. Mas precisamente porque reconozco mi propia nada, por eso, de nuevo y con renovado ardor, pido el auxilio de la oración de todos, para que este servicio no sólo continúe sino que crezca en cantidad y calidad.
Y me atrevo a recordarles que necesitamos de algún apoyo económico también. Hay una suma de dólares que hay que pagar cada mes para tener las predicaciones, documentos, cantos y homilías en español disponibles en todo el mundo… hasta donde llega Internet. Y además, está el costo del software que nos permite editar y producir, y la inversión en equipos que a su vez requieren mantenimiento y renovación…
Pero no quiero cansar a nadie. Si alguien ve que puede en conciencia donar algo, por favor vaya a http://fraynelson.com/ayuda.html. No necesitamos millones, pero las pequeñas ofrendas de todos mantienen viva y activa nuestra página y este servicio diario.
Gracias por leer [escuchar] estas palabras. ¡Un abrazo en el amor de la Inmaculada!
Fray Nelson Medina, O.P.
Una cosa he aprendido de mi vida al caminar:
No puedo ganarle a Dios, cuando se trata de dar.
Por más que yo quiero darle, siempre me gana Él a mi,
porque me regresa más de lo que yo le pedí.
Se puede dar sin amar, no se puede amar sin dar.
Si yo doy no es porque tengo, mas bien tengo porque doy.
Y cuando Dios me pide, es que me quiere dar;
Y cuando Dios me da, es que me quiere pedir.
Si tu quieres, haz el intento y comienza a darle hoy,
Y verás que en poco tiempo tú también podrás decir:
“Una cosa yo he aprendido de mi vida al caminar:
No puedo ganarle a Dios cuando se trata de dar.”
Por: Marla Yvette Frias Olaiz
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