Esta es la síntesis de un tema que te interesa

BENDECIDOS PARA BENDECIR

Míralo en video aquí.

I. Bendiciones y maldiciones en la Sagrada Escritura

Tres principios:

1. La palabra revela el ser. De lo que abunda el corazón habla la boca.

2. “Las palabras de Dios son obras” y “Él sostiene el universo con su palabra poderosa”

3. Toda obra, buena o mala, trae consecuencias que van más allá de la misma obra.

Cuatro ejemplos:

1. Dios bendice a Noé y renueva su bendición sobre la creación.

2. Dios bendice a Abraham y lo convierte en una bendición.

3. Dios enseña a Moisés cómo deben bendecirse los israelitas.

4. Dios nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones.

Cinco contrastes:

1. NO SON PARALELAS la bendición y la maldición. En la bendición actúa el poder y la palabra de DIOS; en la maldición solo la voluntad de una creatura.

2. Dios puede obligar a bendecir. Recordemos el texto de Números 24. Recordemos lo que sucede en muchos exorcismos.

3. Dios transforma en bendiciones las maldiciones. Recordemos a Simei en 2 Samuel 16.

4. Cristo nos enseña a no pagar con la misma moneda. En efecto, quien maldice deja habitar maldad en su corazón, y ya esa es una derrota.

5. Los apóstoles nos enseñan que quien está en nosotros es más fuerte que el que está en el mundo (1 Juan 4,4). Y nos enseña a responder a quienes nos maldicen con una bendición: “Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque vuestra vocación mira a esto: a heredar una bendición” (1 Pedro 3,8-9). Incluso el padre Amorth decía que su ministerio consistía propiamente en bendecir a las personas, y que al bendecirlas expulsaba al demonio.

II. Hemos sido bendecidos en Cristo

La suma de nuestros delitos es grande; por eso dice el salmo: “Nuestros delitos nos abruman pero tú los perdonas” (Salmo 65,3). Y también dice otro salmo: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?” (Salmo 130,3).

Satanás es el acusador. Y según vemos, por la multitud de nuestras desgracias, no le resulta difícil ese oficio.

Por eso San Pablo dice en la Carta a los Colosenses que había una nota de cargo contra nosotros, que fue atajada precisamente por Cristo (Colosenses 2,14).

Hay dos tipos de acusación. Una es la simple condena, que quiere hundir y perder al culpable. Otra es la que hace ver el mal para vencerlo.

Mientras vamos en esta tierra, la primera forma de acusación es propia del demonio, y a ella se refiere Cristo cuando dice que “no juzguemos.”

Mientras vamos en esta tierra, la segunda forma es propia de Cristo y de sus apóstoles. Por eso nos llama a la conversión. Por eso habla fuerte y denuncia con claridad toda clase de pecados.

Acosado por el demonio, el hombre cae a menudo en dos errores: o pretende auto-absolverse y creerse inocente y bueno; o desespera de su situación y se cree un caso perdido. En el primer caso, cree que no necesita de Dios; en el segundo, cree que ni siquiera Dios será suficiente. Es decir, se siente ajeno o excluido: objeto de maldición.

La bondad de Cristo, en sus exorcismos, milagros, ternura, paciencia, generosidad rompe esas dos mentiras.

Cristo nos hace entender que si necesitamos de Dios y que Dios sí se ocupa de nosotros. La plenitud de esta revelación es el misterio de la Cruz.

III. Aptos para bendecir

¿Por qué bendecimos? Porque bendecir es traer la palabra buena de Dios a cada área de nuestra vida.

Bendecimos a Dios cuando proclamamos sus maravillas. Nuestras bendiciones son tomar conciencia de todo el bien que hemos recibido.

Bendecir a Dios es responder con amor a su amor; es hacernos sensibles a sus bienes, que son los únicos verdaderos. Los frutos de esta bendición son la paz, la alegría, la bondad, el deseo de servir al Señor.

A medida que conocemos mejor su fuerza, su sabiduría y su misericordia, crece nuestra certeza de su victoria y somos cada vez más fuertes con la fortaleza que Él mismo nos concede.

Bendecimos a las personas porque sabemos que la única luz, la única gracia, la única noticia realmente importante en cada corazón es la que revela su Palabra.

A los enemigos los bendecimos poniendo la Palabra de Dios entre ellos y nosotros. La oración mejor aquí es: “Señor, cumple tu voluntad en…”

A los amigos, compañeros, socios, colegas, los bendecimos porque queremos que reine Cristo en ellos y entre ellos y nosotros.

A los hijos, alumnos, discípulos los bendecimos porque queremos como Abraham compartirles la gracias que hemos recibido. Más allá de nuestros consejos, ellos necesitan a Jesucristo, el Señor.

LA GRACIA del Jueves 30 de Marzo de 2017

Recibo los regalos del amor de Dios al volverme sensible y agradecido al amor de Dios, buscando su gloria y haciendo que otros lo conozcan, lo amen y lo obedezcan.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

Feliz y bendecido 2017!

Una homilía para el 1 de Enero – Todos hemos sido llamados a ser bendición para nuestros hermanos; especial cuidado han de tener los padres y educadores, de modo que los que están a su cuidado avancen al encuentro del Rostro radiante del Señor.

LA GRACIA del Martes 07 de Julio de 2015

Las bendiciones llegarán si dejamos de estar en lucha constante con Dios, haciendo su voluntad y no la nuestra, dejando atrás el pasado y en manos de Él el futuro y perseverando en la oración.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

ESCUCHA, El poder del lenguaje y su lugar en la familia

[Conferencia en la Parroquia de Santa María del Lago, en Bogotá. Agosto de 2014.]

* El lenguaje muestra su poder especialmente en los sacramentos: es la Palabra, en cuanto unida a Cristo-Palabra, la que hace que un elemento tan sencillo como el agua o como el pan adquiera una eficacia que trasciende cuanto hay en la naturaleza.

* Las palabras, según se ve, pueden construir y ser instrumento de bendición pero lamentablemente pueden ser causa de división, y llegar a herir de modo irreparable.

* Usamos mal nuestras palabras por tres razones principales:

(1) La presión emocional y tensión nerviosa del estilo típico de vida urbana hace difícil la virtud de la prudencia, también al hablar.

(2) Hemos perdido o no hemos llegado a adquirir la virtud de la escucha. Muy a menudo, en una discusión, más que escuchar lo que nos dicen estamos preparando qué responderemos.

(3) Muchas veces vivimos en la superficie de nosotros mismos, de modo que lo trivial y lo puramente comercial se adueñan de nuestro lenguaje y no sabemos poner en palabras lo que de verdad necesitamos o nos duele.

* Hay decisiones que pueden ayudar:

(1) Más espacios de silencio. Tener particular cuidado con las avalanchas de noticias y con las letras de la música que uno oye.

(2) Santificar la memoria: las jaculatorias o meditaciones breves van limpiando la mente y dando orden al corazón.

(3) Buscar mejores tiempos y lugares para escuchar, no desde la perspectiva de entrar condenando ni de ser cajas de soluciones, sino como quien quiere aprender cómo es en verdad la otra persona, porque no la da por ya conocida.

(4) Practicar la asertividad: en lugar de presentarnos como conocedores del mundo interior de los demás, y de sus intenciones, conviene aprender a expresar con sencillez y verdad lo que vamos viviendo y sintiendo nosotros. Es distinto decir: “Es que tú crees que yo soy un mentiroso,” a decir: “Me siento juzgado injustamente.”

* Son grandes las bendiciones que el lenguaje, que es don de Dios, puede traer a nuestra vida. Esas bendiciones pueden y deben expresarse en opciones concretas:

(1) Acostumbrémonos a bendecirnos unos a otros.

(2) ¡Hay que tener espacios compartidos de oración en familia!

(3) Y hay que liberar nuestros espacios de familia de todo lenguaje agresivo o malediciente. Que los nuestros sean espeacios de bendición y verdaderas plataformas para transmitir a otros el bien recibido.

Bendecir a una criatura desde el seno materno

“La Iglesia recibe con alegría y delicadeza a las madres que, al reconocer que toda vida es don de Dios, llegan a la Iglesia en búsqueda de una bendición para la criatura que llevan en su vientre. Esta bendición, que imparte gracia y consuelo, ayuda a los padres y a la comunidad parroquial a unirse en oración por las criaturas que aún están en el vientre y, a la vez, fomentar dentro de la sociedad el respeto por la vida humana…”

bendecir feto

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