LA GRACIA del Viernes 23 de Febrero de 2018

Jesús nos invita a la perfección que radica en la renovación del corazón y a evitar las divisiones y discusiones, aunque no lo logremos siempre.

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LA GRACIA del Domingo 11 de Febrero de 2018

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

El camino para encontrar sanación para nuestras dolencias es acercarnos a Cristo, reconocer nuestra necesidad, proclamar que Él es el Señor y esperar la hora de Dios.

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LA GRACIA del Domingo 28 de Enero de 2018

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

Para enseñar con autoridad como Cristo haz que tu discurso sea el mismo, no te acobardes ante las dificultades, une tus palabras a tus obras y habla con franqueza y sencillez.

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LA GRACIA del Viernes 26 de Enero de 2018

MEMORIA DE LOS SANTOS TIMOTEO Y TITO, OBISPOS

El Evangelio se propaga y la Iglesia crece formándonos en la fe, protegiendo lo que Dios nos ha dado para luego compartirlo para que esa obra de amor dé fruto en otros.

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Cuatro tipos de felicidad

Según Santo Tomás, la aspiración más propia y común de los seres humanos es la felicidad. Y aunque hay muchos engaños en esta tierra, es admirable que el genuino bien mayor, esto es, la felicidad que trae la plenitud humana, es también la plenitud de la obra del amor divino: aquello que llamamos santidad. Hay varios tipos de felicidad. La NATURAL, que tuvo su máxima expresión en el paraíso del Edén, corresponde a la satisfacción de aquellas necesidades o el acceso a aquellos placeres que son propios de nuestra naturaleza humana, considerada en su integralidad y jerarquía. Fácilmente los bienes de esta felicidad conducen a la FALSA felicidad, que consiste en reemplazar los bienes mayores, según razón, por bienes menores pero más sensibles o inmediatos. Es este el espacio en que el demonio utiliza su estrategia “D & D,” o sea: llevarnos distraídos por la vida para atraparnos en la desesperación con la muerte. Por eso la grandeza de la felicidad PARADÓJICA, la de la Cruz: la que nadie nos puede quitar y que está a salvo de los engaños del enemigo. Es ella ciertamente el camino cierto a la felicidad ETERNA.

Fecundidad: llamados a dar mucho fruto

Nuestra FECUNDIDAD es deseo expresamente manifiesto de Jesucristo, allí donde dice que nos ha destinado para que demos fruto abundante (Juan 15). Y es que es propio de Dios la abundancia y la diversidad, en cuanto en ella se manifiesta una armonía y belleza que está en todo pero lo trasciende todo. Es lo mismo que Él quiere de su creación: “creced y multiplicaos” (Génesis 2). Según aquellas obras que se atribuyen de modo más frecuente a cada una de las Divinas Personas, uno ve la múltiple fecundidad que Dios quiere para su Iglesia. A Dios Padre se atribuye la creación, que nos habla de la fecundidad en términos de hijos. A Dios Hijo se atribuye sobre todo la redención, que nos habla de la fecundidad que se da en cada conversión, que es vida nueva. A Dios Espíritu se atribuye sobre todo la santificación, que nos habla de la fecundidad que se da en cada santo y cada santa: vida plena, vida eterna. No es extraño que el demonio quiera destruye estos modos de fecundidad pero tampoco es extraño que quien está en Dios vence a toda estrategia del enemigo malo.

Ejercicio de las virtudes teologales en la construcción de la fraternidad

La fraternidad propia de la vida comunitaria no brota espontáneamente. No es artificial pero debe ser construida sobre una base que va más allá de lo puramente humano. Es ahí donde uno comprende que son indispensables las virtudes teologales. La FE no consiste en imaginar, o en no ver lo que estamos viendo, en cuanto a los defectos de los demás. Lo más importante de la fe es que aprende a reconocer el paso de Dios en la vida del hermano. Todos somos historias a medio escribir. En la medida en que reconocernos lo que Dios ha hecho y está haciendo en la persona, no negamos lo que es pero descubrimos su ser como abierto a un futuro donde el Señor puede ser y quiere ser protagonista desde su amor y su gracia. La ESPERANZA no puede limitarse a los cálculos a partir de lo que ven nuestros ojos. Esperamos solamente a partir del dato básico de que cada corazón está en manos de un Dios, que es bien capaz de dar sorpresas. Por eso mismo, la CARIDAD fraterna no es asunto de compatibilidad ni mucho menos de simple simpatía: es la resolución de ayudar a construir en la dirección del plan de amor de Dios para nuestros hermanos.

La fraternidad brota de las verdaderas virtudes

La dificultad para la convivencia humana suele estar en que todos estamos más dispuestos a recibir que a dar. Cambiar esta actitud y estar dispuestos a aportar lo nuestro es siempre asumir el camino de la virtud. Necesitamos virtudes humanas, virtudes domésticas y virtudes teologales. No se excluyen ni se oponen sino que se complementan estos tipos de virtudes. En cuanto a las virtudes humanas, es importante dar su lugar a las llamadas “cardinales” porque precisamente son los ejes en torno de los cuales giran las demás. La PRUDENCIA como virtud cardinal nos exhorta a pensar, hablar y obrar del modo mejor. La necedad cansa, causa conflictos y estropea resultados. Pero la prudencia no significa pasividad, negociación por conveniencia, cobardía o deseo de complacer a toda costa. La prudencia, en cambio, nos hace capaces de observar mejor lo que viven otros alrededor nuestro, y también reconocer cuál es el impacto positivo o negativo de nuestras acciones o silencios. La prudencia nos pone en la ruta de cuál es el bien mayor, más allá de nuestros bienes inmediatos y egoístas. La prudencia, en fin, nos hace discípulos perpetuos de la verdad que siempre conserva capacidad de sorprendernos. La JUSTICIA hay que entenderla desde dos puntos fundamentales: que ante todo hay que ser justos con Dios, dándole su lugar, y que ser justos con el prójimo implica lo que leemos en Hechos de los Apóstoles: dar a cada uno según su necesidad. Surge así de todos una unidad y una armonía que son el cimiento sólido de la fraternidad verdadera.

Lugar de la fortaleza y la templanza en el camino de construcción de la fraternidad

La virtud de la FORTALEZA nos llama a emprender el camino, muchas veces arduo, de construir comunidad. En efecto, no es este un camino que se dé espontáneamente y como por sí mismo, ni tampoco le faltan los obstáculos. Necesitaremos de esta virtud para mantener el saludable equilibrio emocional, así como para resistir a las presiones del miedo o de la manipulación, incluso por parte de la propia familia. La TEMPLANZA regula nuestros apetitos y deseos tanto en los alimentos como en la afectividad y la sexualidad. La práctica de esta virtud nos lleva por un camino de discreta penitencia y abnegación que no da paso fácilmente al orgullo y que nos educa para llegar a virtudes más altas. Además, la templanza tiene que ver con salir de nuestra comodidad y carnalidad, es decir, aquella zona de confort en la que estamos a gustó pero no avanzamos.

Claves de fidelidad

La FIDELIDAD está enraizada, por etimología y por realidad, en la FIDES, en la fe. En efecto, los dos grandes atributos de Dios en el Antiguo Testamento son: que es fiel y misericordioso. Dios es el que permanece, el estable, el que es de fiar. El hombre, en cambio, es variable, según el ritmo de sus conveniencias, intereses o miedos. Y solo cuando el hombre descubre su fragilidad y se vuelve hacia el que es fuerte puede llegar a ser fiel. Por eso decimos que la armadura de la fidelidad es el humilde conocimiento de sí mismo porque Cristo mismo nos ha advertido que para el hombre es imposible salvarse, a la vez que afirma que Dios “todo lo puede.” Ahora bien, la fidelidad requiere también del fuego interior para no quedarse sin alma y reducirse así a mero cumplimiento exterior. Esa alma es el amor. La fidelidad exquisita y perfecta va siempre de la mano del don del Espíritu Santo llamado “temor de Dios” porque la genuina fidelidad sencillamente no quiere ofender, y en todo quiere agradar, como una esposa enamorada.

Espíritu Santo, Fuego de Dios

Cinco verbos nos ayudan a descubrir la obra del Espíritu en nosotros. ILUMINAR para que conozcamos quién es Dios y quiénes somos nosotros. Saber de Él sin conocer uno su necesidad, lleva a arrogancia. Saber de las propias necesidades y miserias sin reconocer presente su misericordia lleva a desesperación. El verbo PURIFICAR nos recuerda que no somos nuestro pecado. La escoria no estaba en el plan de Dios y, si estuvo en el pasado, no debe tener derecho sobre nuestro futuro. TRANSFORMAR es lo propio del Espíritu que hace de nosotros creaturas nuevas. El Espíritu también logra ENCENDER su fuego en nosotros, de modo que no dependamos de su la gente nos acoge, nos agradece o nos toma en cuenta. Solo entonces el verbo HACER BRILLAR se cumplirá en nosotros, de modo que contagiemos a muchos más en seguimiento del Evangelio de Cristo.

Camino del Fuego de Dios

El Espíritu Santo, Don de Dios, no puede ser recibido de otra manera si no es como regalo. Por eso nuestra actitud ha de ser la de aquellos que reconocen su pobreza radical, como creaturas y como pecadores. Desde la conciencia de tal necesidad oraremos junto a los Pobres de Yahvéh, y a ejemplo de María seremos morada de Dios por el Espíritu.

¿Cómo es al fin el tema del perdón en el Padrenuestro?

Las dos palabras claves en cuanto al perdón, en el Padrenuestro, son: “soltar” (que se suele traducir por “perdonar”) y “deudas/obstáculos” (que se suele traducir hoy por “ofensas”). El sentido general parece ser el de quitar todo obstáculo que debe o aplace la obra de Dios, es decir, su reinado y su voluntad. En ese sentido, le pedimos a Dios que deshaga todo nudo, y derribe toda barrera que nosotros hemos creado por nuestros pecados. Con respecto al prójimo, lo que ofrecemos es el primer acto del perdón, es decir, el “soltar,” el no obsesionarse por una victoria a base de venganza, el entregar todo al Señor, y así dejarlo obrar en nuestras historias malheridas.

Sobre la voluntad de Dios y la voluntad humana

En el Padrenuestro pedimos a Dios que haga su voluntad. ¿Significa ello la anulación de nuestro ser y querer? Así han querido entenderlo los enemigos de la fe, que ven la relación entre Dos y el hombre a la manera de un balancín, de modo que afirmar a Dios sería negar al hombre, y lo contrario. La realidad son embargo es mucho más compleja porque es compleja la voluntad del hombre. Cumplir el querer divino puede ser contradicción y mortificación en un cierto plano superficial pero es a la vez afirmación y gozo en otro sentido más profundo y permanente.