[Conferencia para la comunidad educativa en el Liceo Boston, en Bogotá.]
¿Cuál es la educación que puede responder a los desafíos actuales? Estudiamos la pregunta, en el contexto del Año de la Fe, desde tres parejas de términos.
1. Enseñar – Inspirar. Un buen docente enseña; un gran docente inspira. ¿Cuál es la diferencia? Del caminar del pueblo de Israel aprendemos que no basta con saber; es necesario sentir el impulso interior de buscar el bien. Eso es lo que da el Espíritu Santo. Inspirar viene de “espíritu” y es entonces una especie de irradiación que convence, motiva y abre camino a la iniciativa del alumno.
2. Memoria – Esperanza. El culto idolátrico a la tecnología sobrevalora el instante y pierde perspectiva sobre el trayecto. Exaltamos el valor de lo nuevo y llegamos a creer que la única manera de conseguir algo bueno es desechar lo antiguo. El problema es que ese tipo de lógica pone en el resbaladero de la destrucción las relaciones interpersonales. Por eso necesitamos de maestros sabios que ayuden a que cada uno pueda tejer su historia personal y se descubra miembro responsable de una historia colectiva.
3. Indiferencia – Amor. Lo contrario del amo no es el odio. Hay algo peor, que es la indiferencia. Pero el amor, cuando se apoya sólo en razones humanas, se agota frente a la actitud desafiante, ingrata y despectiva de tantos que se supone que son destinatarios de nuestros bienes. Sólo quien recibe amor de una fuente inagotable puede perseverar amando. Esa fuente se nos ha revelado en cristo, Supremo Maestro y Divino Salvador.