ANAIN – Taller Mínimo de Evangelización en la Vida Diaria. Tema 2 de 3: Narrar.
* Los seres humanos usamos distintas clases de lenguaje. En términos de transmisión de la fe son especialmente importantes estos tres: (1) Catequético, que da gran importancia a la memoria; (2) Esquemático, que enfatiza en el entendimiento; (3) Imperativo o moralizante, que espera lograr que se tomen decisiones y se persevere en ellas. ¿Cómo se compara el lenguaje narrativo con estos tres?
* Las narraciones son una forma privilegiada de lenguaje porque sucede que la vida humana tiene elementos que son propios y típicos de la narración: personajes, eventos y una línea temporal.
* Además, las narraciones son la primera manera de lenguaje que aprendemos a disfrutar como por sí misma, cuando somos infantes, y son la última forma de lenguaje que compartimos con gusto en la edad madura.
* Una gran cualidad de las narraciones es que, si están bien hechas, los varios elementos se “llaman” los unos a los otros, de modo que la unidad del relato es fácil de ser recordada, transmitida, explicada y aplicada.
* Una vez que hemos acogido al prójimo y tenemos una idea razonablemente justa de haber calibrado su necesidad o dolor, y el impacto que ello ha causado en él, lo que sigue no es imponer, ni demostrar, sino testimoniar y ofrecer, y ello se logra mejor con las narraciones.
* Para que la narración ayude en la transmisión de la fe: (1) No debe ser un paquete prefabricado que lanzamos sobre el oyente; al contrario, debe enlazar con sus preguntas o necesidades. (2) Debe alimentarse de la inmensa riqueza de vida de la Iglesia, esto es: Biblia, liturgia, historia, legislación, vidas de santos, testimonios personales, etc. (3) No debe pretender sacar una moraleja o conclusión.
* Y al hablar de nosotros mismos, dando nuestro testimonio personal: (1) El testimonio se da, se regala con un solo propósito: invitar a creer y ayudar a crecer; (2) El protagonista sólo puede ser Cristo. (3) No es un ajuste de cuentas ni la imposición de nuestro punto de vista sobre una situación (por ejemplo, vida de pareja); (4) La conclusión hay que dejar que suceda en el encuentro entre la acción de Dios y la respuesta libre de esa persona.