Homilía para la Epifanía del Señor.
Dios no tiene temor de los escépticos, si son sinceros buscadores de la verdad.

Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Homilía para la Epifanía del Señor.
Dios no tiene temor de los escépticos, si son sinceros buscadores de la verdad.
La epifanía es mucho más que el recuerdo de la visita de unos personajes extraños de Oriente.
La semana que sigue a la Epifanía es una especie de octava que nos ayuda a contemplar momentos únicos de manifestación de Dios en su Hijo Jesucristo.
DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
La gran manifestación de la gracia salvadora de Cristo es el corazón de la celebración de la Epifanía.
El diablo está encadenado a su principio de acción marcado por el pecado; Cristo en cambio da un nuevo comienzo a quienes creen en Él.
Sinceridad, arrepentimiento, confianza en el amor que Dios ofrece en Cristo: tal es el camino hacia una vida nueva.
La palabra amor se llenó de contenido por la vida y la entrega de vida de Cristo Jesús.
El motivo último del sacrificio de Cristo es liberarnos del poder del espíritu de tinieblas.
Evangelizar es ser como aquel ángel de la Natividad, que condujo hacia Cristo, fuente de toda paz.
La fe cristiana se vive en saludable tensión entre lo que ya somos y o que estamos llamados a ser.
Dos criterios para permanecer en la fe: lo que hemos oído desde el principio, y el acudir continuamente al Espíritu Santo de Dios.
El marxismo creyó que eliminando las diferencias se quitaban las injusticias, y falló miserablemente en esa creencia. Hoy quiere hacer lo mismo con la familia.
Presentación en Prezi aquí.
1. Introducción
Santos como Agustín de Hipona y Catalina de Siena hablan de tres “potencias” en el ser humano: la memoria, la inteligencia y la voluntad. En siglos posteriores en filosofía y teología se usará más la expresión “facultades.”
Nuestras potencias son nuestros canales de crecimiento, de interacción con el mundo y de relación interpersonal. Son las bases que nos permiten definir una identidad propia.
Nuestros talentos siempre se relacionan con estas potencias y nuestras decisiones siempre afectan la manera como decidimos usarlas.
El pecado implica siempre un uso incorrecto de nuestras potencias. No sólo eso: el pecado deja daños y averías en nuestra manera de recordar, de entender y de querer.
Es evidente que para avanzar es necesario primero rectificar el rumbo; por eso todo cambio real, profundo y duradero debe empezar con sanación y santificación de nuestras potencias.
2. Santificación de la memoria
Durante siglos la memoria tuvo un papel central en la vida de la fe. El ejemplo que viene de otros siglos nos muestra que saber recordar es paso indispensable para poblar la imaginación, la fantasía, la creatividad de aquello que es sano y sanador.
Parece probado que Santo Tomás de Aquino aprendió a leer con los salmos. Ellos eran su cartilla.
De niña, Catalina de Siena grabó en su mente las imágenes literarias de la obra Leyenda Áurea de Jacobo de Vorágine, que contaba con vivo realismo los prodigios de los santos, incluyendo detalles de cómo murieron los mártires.
Hace unos años se criticaba mucho la educación puramente memorística pero nos fuimos al otro extremo: la gente cree que no es necesario recordar nada porque Internet, o Siri, lo sabe todo.
Para hacer un cambio es preciso empezar a ejercitar la propia memoria, llenándola y sanándola con la virtud de la Palabra de Dios.
La paz, la bendición, y una mirada a María, Madre de Cristo Dios: así empieza la Iglesia Católica el año civil.
La Primera Carta de Juan nos deja ver, de modo indicativo, que es verdad la encarnación, y de modo imperativo, que nuestra vida será lucha por defender el amor manifiesto en ese misterio.
La autoridad se funda en la convicción, y la convicción, en la verdad.