Nuevas dimensiones de la oración cristiana, 2 de 2

Nuevas dimensiones de la oración cristiana, Parte 2 de 2

orando

(Continuación de esta entrada)

* Oración de DONACIÓN. Situada entre la oración de ofrecimiento de sí mismo y la oración de abandono, esta oración de donación parte de la conciencia de que Dios sabe disponer de nuestros talentos mejor de lo que nosotros mismo sabemos y podemos hacerlo. Miremos en los Evangelios qué fue de aquellos que respondieron con un sí generoso al llamado de Cristo: “¡Sígueme!” Nos convenceremos de que nada da tanto fruto, trae mayor plenitud o conduce a mejor fruto que lo que se entrega del todo a Dios.

* Oración de DUELO. Conviene unirse a Cristo en su dolor por el rechazo que el mundo a Dios. Esa unión con su dolor nos enseña a amar más y más como Él ama. Además, al descubrir qué causa su llanto descubrimos también cuán superficiales son muchos de nuestros disgustos y qué frívolas la mayor parte de nuestras quejas. Finalmente, al darnos permiso de sufrir nos desvinculamos de la perniciosa ideología actual que idolatra el bienestar (well-being) y que pretende que la vida sea una sucesión incesante de cosas gratas, prósperas o divertidas.

* Oración de DESCANSO. Después de sus extenuantes jornadas, Cristo busca el descanso en la oración íntima de unión con el Padre. Podemos aprender de él a desconectarnos de tantos roles y responsabilidades que pretendemos asumir como si fuéramos señores autónomos de porciones del universo. Hay que descubrir con cristo el gozo sanador de simplemente SER en al presencia del Padre, reconociéndonos sola y sencillamente hijos amadísimos, gratuitamente salvados y destinados a la mansión celestial que tiene muchas moradas.

Nuevas dimensiones de la oración cristiana, 1 de 2

Nuevas dimensiones de la oración cristiana, Parte 1 de 2

orando

* Solemos orar para que pase algo; pero hay que orar ante todo para que pase Alguien: Cristo, el Señor. Cuando la oración es encuentro, y el encuentro es con aquel que es amigo y salvador, la cantidad y calidad de la oración crecen.

* Los apóstoles crecieron en la oración viendo y acompañando a Cristo en su oración. Eso queremos también nosotros.

* Y al ver a Cristo orando descubrimos dimensiones de la oración sobre las que no se predica con frecuencia. Resulta práctico recordar estas dimensiones por cinco palabras que empiezan con la letra D: Defensa, Discernimiento, Donación, Duelo y Descanso. En esta primera parte nos referimos a las dos primeras de estas palabras.

* Oración de DEFENSA. Textos con la carta que el rey de Asur (Asiria), Senaquerib, envió al rey de Judá, Ezequías, son de gran enseñanza. Lo que hace Ezequías es considerarse simplemente mensajero del señor, y por eso se limita a llevar la carta impía, arrogante y blasfema al santuario de Dios. La oración de defensa es eso: llevar nuestras angustias, ataques y problemas a comparecer delante del Rey de Reyes. No es que quedemos mágicamente exentos de infortunios sino que nada habrá de sucedernos que no esté en el plan bendito del Señor, que es para nuestro bien.

* Oración de DISCERNIMIENTO. Uno debe ser consciente de que es susceptible de ser engañado. Los seductores y los vendedores, entre otros, son muy hábiles en estudiar nuestro perfil psicológico para aprovechar aquellas debilidades que todos tenemos. Mientras acumulamos recursos de defensa en unas áreas otras forzosamente quedan menos guarnecidas. La oración de discernimiento es ante todo el reconocimiento humilde de que los apetitos que poco conocemos de nosotros mismos, y los temores que no sabemos que tenemos, y los miedos que reptan en silencio por rincones del alma efectivamente nos afectan, y empobrecen nuestras decisiones. Ese reconocimiento nos hace menos proclives a fallar y ciertamente le da espacio a Dios para liberarnos de muchos errores.

(Continúa aquí)

ESCUCHA la flor de la libertad solo brota en el jardín de la verdad

Escuela de Vida Interior, Tema 24: La verdad y la libertad

* La proclamación de Jesús como Señor encuentra dos graves dificultades en nuestro tiempo, como dos lentes oscuros que dificultan percibir la fuerza y la belleza de esa proclamación de fe.

(1) La idea de que el ser humano individual está llamado a la autonomía, y por consiguiente sólo es libre aquel que no reconoce ningún Señor.

(2) La idea de que la única manera de hacer posible la vida en sociedad, tratándose de individuos autónomos, es lograr acuerdos convencionales, de modo que la discusión sobre lo bueno y lo malo se confunde y reduce a la constatación de qué es lo legalmente aprobado. Por supuesto, si no hay un orden moral propiamente dicho, sino que todo se reduce a lo legal, entonces no hay espacio para ninguna instancia y ningún Señor aparte de lo puramente simbólico. El señorío de Cristo queda así reducido a un recuerdo cultural, neutro e inocuo.

* Esa idea de autonomía se apoya en un concepto de libertad que circula como moneda corriente, a saber, que la libertad consiste en hacer lo que a uno le parece o “le da la gana.” Tal definición tiene que ser superada y para ello en realidad basta la pregunta: ¿Es que en realidad la voluntad humana opera en el vacío? Ello equivale a preguntar: ¿Y de dónde sale lo que a ti se te da la gana? ¿No hay acaso influencias reales, guiadas por intenciones buenas o perversas, que son capaces de inducir lo que luego la persona experimenta como su “gana”? ¿No demuestra la experiencia que la seducción y la manipulación existen, y que la retórica y la moda, entre otras muchas realidades, son capaces de generar el deseo que luego la persona hace suyo y convierte en su prioridad?

* La única consecuencia válida es que la libertad sólo existe realmente cuando se sitúa en el ámbito de la verdad. Es lo mismo que sucede en toda elección, incluyendo las elecciones llamadas “democráticas”: sólo se elige con libertad cuando se elige con una amplia base de información de parte del votante, y de transparencia de parte del candidato. Ese principio, enunciado ya por Thomas Jefferson, ¿qupe está diciendo? Solamente que para ser libre hay que declararse esclavo irrestricto de la verdad, a la que hay que buscar con integridad, constancia y generosidad interior.

* Por este camino se descubre también el engaño que implica la falsa oposición entre la razón y la fe. Tal oposición fue completamente extraña a los sabios y científicos hasta el siglo XVII. Fue el siglo siguiente, de la llamada “Ilustración” el que extendió la idea de que para pensar hay que dejar de creer y para creer hay que dejar de pensar. Los emergentes burgueses y los llamados “intelectuales” del XVIII necesitaban desacreditar a la Iglesia para abrirse un espacio en su deseo de poder, y por ello plantearon ese falso dilema, que pareciera declarar incompatibles la verdad racional y la verdad de fe. Superado ese engaño uno se da cuenta que el poder pensar y el poder creer son en realidad dones del único Dios.

* Sobre la base de la convicción de que la libertad existe sólo en dependencia a la verdad, y que esta verdad no está fracturada sino que goza de unidad en su fuente y término, que es Dios mismo, quedamos preparados para reconocer la verdad que Cristo trae a nuestra vida, y admitir así su reinado que nos hace más libres cuanto más nos une a su luz admirable.

* * *

Este tema pertenece al Capítulo 03 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 03 está aquí:

is.gd/vida_interior_03

La serie de TODOS los temas de esta Escuela de Vida Interior está aquí:

is.gd/vidainterior

ESCUCHA sobre la Pedagogía de Dios

jesus-5

* Toda vida humana es camino; es peregrinación. Pero para el cristiano, ese caminar no es soledad sino experiencia de la pedagogía divina, es decir, de la manera providente y amorosa como Dios nuestro Padre nos guía sin coartar nuestra libertad, atrayéndonos de la oscuridad del pecado a su luz admirable.

* Puede compararse al pecado con aquellos mosquitos pestíferos que cuando pican a la vez esparcen una cantidad justa de anestésico, de modo que la víctima no tome interés en el daño que se le está haciendo. Por eso es notable en la pedagogía divina cómo logra despertarnos de la languidez y la comodidad irresponsable hasta mostrarnos la realidad de lo que somos sin por ello dejarnos caer en la desesperación.

* Por lo menos siete etapas distinguimos en ese proceso pedagógico guiado por Dios:

(1) Conservar la capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, empezando por afuera y llegando hacia el interior.

(2) Llevar a las personas a asumir compromisos (alianza) de modo que puedan conocer su propia fragilidad e incoherencia.

(3) Ayudar a percibir los ciclos de “súplica, respuesta, irresponsabilidad, necesidad.”

(4) Hacer experimentar las consecuencias de los propios actos.

(5) Mostrar qué sería lo lógico, pero luego actuar con un amor que supiera lo lógico.

(6) Revelar las limitaciones más profundas y llamar a la humildad, la compasión y sobre todo la plegaria.

(7) Enviar al Espíritu Santo, resumen y plenitud de todo don.