DOMINGO IV DE ADVIENTO, CICLO A
Sobre la importancia del título “Hijo de David.”
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
DOMINGO IV DE ADVIENTO, CICLO A
Sobre la importancia del título “Hijo de David.”
[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]
[Retiro para formadores, misioneros y superiores, ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, en Sasaima, Colombia, Diciembre de 2013.]
Tema 3 de 8: Dificultades
* La transmisión de la fe, según hemos visto, implica mucho más que fijar unos contenidos en la memoria. La verdadera tradición es entrega de vida; es un proceso orgánico que no anula lo que había pero que tampoco se fosiliza en lo que había. La Biblia da testimonio de lo difícil que es este proceso y muestra que es normal que el ser humano se sienta rebasado ante una tarea semejante.
* Transmitir la fe en Dios conlleva ser testimonio y expresión de su amor, que no tiene límites. Pero nosotros mismos sí tenemos límites y por eso experimentamos agotamiento y exasperación cuando debemos cargar con las fragilidades, incoherencias, cobardías, mezquindades, codicias y demás miserias del prójimo.
* Algunos testimonios de la Escritura: Moisés llega a un límite: “¿Acaso concebí yo a todo este pueblo? ¿Fui yo quien lo dio a luz para que me dijeras: “Llévalo en tu seno, como la nodriza lleva al niño de pecho, a la tierra que yo juré a sus padres”?” (Números 11,12). Elías lucha por permanecer fiel y volver al pueblo a la fidelidad pero también llega a su máximo y al final: “El anduvo por el desierto un día de camino, y vino y se sentó bajo un enebro; pidió morirse y dijo: Basta ya, Señor, toma mi vida porque yo no soy mejor que mis padres.” (1 Reyes 19,4). Jeremías no entiende lo que le toca vivir, en razón de su ministerio profético: “¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz como hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! No he prestado ni me han prestado, pero todos me maldicen.” (Jeremías 15,10). El apóstol Pablo compara su tarea a la de una mujer en trance de dar a luz: “Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar presente con vosotros ahora y cambiar mi tono, pues perplejo estoy en cuanto a vosotros.” (Gálatas 19,20).
* El peso de la tarea es enorme; la persecución, frecuente; la ingratitud, pan de cada día, de modo que muchos evangelizadores, formadores y superiores tienen que hacer suyas, con dolor, las palabras del salmo: “Aun mi mejor amigo, en quien yo confiaba,
el que comía conmigo, se ha vuelto contra mí…” (Salmo 41,10) Las ofensas recibidas, los desconciertos soportados colman la paciencia y entonces preguntamos como Pedro: “Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete?” (Mateo 18,21).
* Frente a tantas durezas que tiene servir al prójimo en su propio camino, no es extraño que nos tiente la opción egoísta y cómoda de Caín: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4,9). A veces, como superiores o pastores, disfrazamos esa postura con otras frases como: “Aquí cada quien es adulto y sabe lo que tiene que hacer;” “Yo no soy policía de nadie;” etc. Con esas expresiones a menudo buscamos preservar nuestras planes y proyectos personales, y entonces la labor pastoral, de formación o de evangelización pasa a ser un asunto lateral que tratamos de mantener bajo control, de modo que no interfiera en nuestra vida privada, la que de veras nos interesa.
* La propuesta bíblica y evangélica es distinta: somos llamados a “engendrar para Dios” como dijo San Pablo. Somos llamados a dar la vida por los hermanos. Somos llamados a dar fruto, y fruto que permanezca.
#LaudesFrayNelson para el 19 de Diciembre
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[Retiro para formadores, misioneros y superiores, ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, en Sasaima, Colombia, Diciembre de 2013.]
Tema 2 de 8: Tradición
* Podemos descubrir el núcleo de nuestra perplejidad en términos de viabilidad: ¿son viables, tienen futuro, los valores, costumbres, modos de vida y de respuesta a Dios que conocemos? Lo que está en juego es el problema, siempre inédito, de la transmisión de un legado, o paso de un relevo. Cuando vemos tantas familias en las que los hijos ya no participan de la fe de los padres, o escogen formas de vida en abierto contraste con la moral de sus mayores, podemos y debemos preguntarnos qué está sucediendo en el proceso de entrega y recepción de aquellas cosas que son tan preciosas para nosotros.
* En términos bíblicos, el nombre que esto tiene es “parádosis” (en griego) o “traditio” (en latín). En ambos casos, estas palabras son sustantivos que aluden a una acción, a un verbo. La palabra correspondiente en español es “tradición.” La pregunta de fondo de nuestra retiro es entonces: ¿qué cómo es posible la “entrega” la tradición hoy? Obsérvese que esta palabra la miramos como un proceso, una dinámica, y no simplemente como una especie de repetición rutinaria, ni como un equipo de bodega que pasa de mano en mano, según inventario.
* ¿Qué hemos de entregar? Puesto que sólo Uno es Señor y Salvador, queremos dar a Cristo. Queremos que todos se encuentren con cristo y que lo reciban como nosotros o mejor que nosotros.
* Pero también es válido aplicarnos lo que dijo el apóstol: “Queríamos entregaros no sólo el Evangelio sino nuestra propia vida” (1 Tesalonicenses 2, 8). por eso, en la “entrega” propia de la verdadera tradición no podemos contentarnos con asegurar unos contenidos doctrinales, o la adquisición de unas rutinas que permitan seguir unos ritos. La “parádosis” es entrega de sí mismo: cada uno, en la medida en que se da hace posible y real el Evangelio para quienes lo escuchan o rodean.
* En otro sentido, hemos de entregar lenguajes vivos, es decir, no simples léxicos, sino conjuntos articulados de experiencias significativas que sirven de referencia para toda una vida. Por eso, la tradición es también la inserción en ambientes, por ejemplo litúrgicos, y conlleva finalmente una transformación o mudanza interior que apunta a la adquisición de criterios de discernimiento y maneras de sentir.
[Retiro para formadores, misioneros y superiores, ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, en Sasaima, Colombia, Diciembre de 2013.]
Tema 1 de 8: Introducción
* Nuestra época se caracteriza por cambios profundos y acelerados que a menudo desafían nuestra misma capacidad de dar razón de lo que está sucediendo, o de elegir un curso de acción apropiado. Se puede hablar de un tiempo de perplejidad. Parece claro que no hay recetas mágicas, y que las fórmulas acostumbradas no son suficientes esta vez.
* Parte de la perplejidad surge de un fenómeno muy antiguo, sin embargo: el conflicto generacional. Algunos de los mayores ven a los más jóvenes como gente que pone en riesgo o francamente dilapida lo conseguido con tanto esfuerzo; algunos de los jóvenes ven a sus mayores como gente estancada que está en riesgo de no responder a los nuevos desafíos.
* La crisis no se queda en el nivel de diagnóstico: arrasa con vidas humanas; lleva al naufragio historias de fe; deja en naufragio comienzos que en su momento se vieron promisorios.
* Esta crisis se nota particularmente en tres palabras severamente amenazadas: la obediencia, la fidelidad y la comunicación. Para entender por qué estas palabras retratan el corazón de tantos desastres existenciales actuales hay que percibir con toda su fuerza el giro subjetivista de nuestro tiempo.
* Cuando el sujeto toma su autonomía y su realización personal como meta única y criterio único, la comunicación se rompe. Se vuelve imposible además plegarse ante una voluntad distinta: la obediencia sería una traición al propio rumbo.
* De igual forma, la fidelidad resulta inalcanzable o incluso indeseable: ser fiel significaría amarrarse a un proyecto que ahora se juzga fallido porque ya no reporta satisfacción o felicidad.
* Además, el sujeto que se enorgullece de su autonomía se considera facultado de redefinir a placer lo que pertenezca a su mundo. La frase típica que introduce estos cambios semánticos es: “Hoy eso se entiende de tal o cual forma…”
* No es extraño entonces que, incluso con mayor fuerza que en otras ocasiones, se haga sentir la perplejidad en nuestros ambientes y conversaciones.
#LaudesFrayNelson para el 20 de Diciembre
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No beber vino ni licor es un signo profético reservado a los llamados a encontrar sólo en Dios su alegría, fuerza y su “locura.”
María no permanece rodeada de lo sobrenatural pero sí rodeada y colmada de caridad.
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#VísperasFrayNelson para el 19 de Diciembre
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#LaudesFrayNelson para el 19 de Diciembre
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La verdadera meta de la religión no es un buen comportamiento sino la plena comunión con Dios.
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#VísperasFrayNelson para el 18 de Diciembre
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#LaudesFrayNelson para el 18 de Diciembre
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Himnos de Laudes
para la segunda parte del Adviento:
Días de entre semana, a partir del 16 de Diciembre
* * * * *
QUE VIENE CRISTO REPITEN
Se anuncia nuestro mañana,
los corazones se alegran,
anunciadoras de gloria
miles de voces resuenan.
Fue el primer advenimiento
no de castigo ni de pena,
sino por curar heridas
salvando a quién pereciera.
Mas que ha de venir de nuevo
su venida nos alerta,
a coronar a los justos
y a darles la recompensa.
Luz perenne se nos brinda,
la salvación centellea,
y un resplandor nos convoca
a las mansiones etéreas.
Oh Cristo, anhelamos verte
cual Dios en visión perpetua,
porque este gozo será
bienaventuranza eterna.
Amén.
* * * * *
LA PENA QUE LA TIERRA SOPORTABA
El sí de las promesas ha llegado,
la alianza se cumple, poderosa,
el Verbo eterno de los cielos
con nuestra débil carne se desposa.
Misterio que sólo la fe alcanza,
María es nuevo templo de la gloria,
rocío matinal, nube que pasa,
luz nueva en presencia misteriosa.
A Dios sea la gloria eternamente,
al Hijo suyo amado Jesucristo,
que quiso nacer para nosotros
y darnos su Espíritu divino.
Amén.
* * * * *
Himnos de Vísperas
para la segunda parte del Adviento:
Días de entre semana, a partir del 16 de Diciembre
ESCUCHA, CASA DE DAVID
La Virgen grávida nos lleva
en el secreto de su dicha;
la Virgen fiel nos abre ruta
por su obediencia de discípula.
Espera en calma la agraciada,
con ella el mundo se arrodilla;
levanta el pobre la mirada,
con ella pide la venida.
Nacido en tiempos sin aurora,
el Hijo espera con María.
¡Oh Dios de amor, nuestra esperanza,
cambia tu espera en parusía!
¡A ti, Jesús, Hijo esperado,
aparecido en nuestros días,
con santo júbilo cantamos!
¡Ven en tu reino, ven de prisa!
Amén.
Del anuncio que recibe Zacarías y de su respuesta aprendemos que no basta ser bueno si uno no se abre a un bien todavía mayor.
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#VísperasFrayNelson para el 17 de Diciembre
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