Palabras de fe para el sacerdote, 1 de 2

Dos reflexiones sobre el ser y el ministerio sacerdotal, para los Frailes Predicadores de La Mansión, casa de evangelización en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

Tema 1 de 2: Una meditación a partir de 1 Timoteo 4,12–5,2: “Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza. En tanto que llego, dedícate a la lectura pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los hermanos. Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los *ancianos te impusieron las manos. Sé diligente en estos asuntos; entrégate de lleno a ellos, de modo que todos puedan ver que estás progresando. Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza. Persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre. Trata a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.”

Renueva tu fe, 3 de 5, La fe como victoria frente al enemigo

Renueva tu Fe. Serie de Enseñanzas sobre el don de creer, para el “Año de la Fe” promulgado por el Papa Benedicto XVI.

Tema 3 de 5: La fe como victoria frente al enemigo

* La fe no es un adorno. Es sencillamente indispensable para el cristiano, y eso llega uno a entenderlo cuando conoce la magnitud, astucia y número de ataques que sufre el que está firme en Cristo.

* Muchos pecados que consideramos como asunto de carnalidad, rebeldía o codicia, son en su raíz faltas contra la fe: no terminamos de creer que hay un Dios suficientemente amoroso, sabio y providente como para entregarnos por entero a él, aunque no podamos evaluar ni controlar todas las consecuencias. Perdemos la fidelidad porque hemos perdido antes la integridad de la fe.

* El demonio intenta crear miedo para debilitar nuestra fe; pero en la verdad de las cosas, es él quien tiene miedo, porque es soberbio, y presiente humillante derrota cuando tiene que enfrentarse a un humilde y creyente que esté pegado a Dios.

* No bastan las oraciones de liberación si no buscamos una vida coherente, un verdadero itinerario de formación en la virtud y hacia la santidad.

Vivir, peregrinar y revivir

Primero el amor del cielo; luego los de la tierra.

* A partir de lo mandado en el libro del Deuteronomio, el pueblo judío consolidó la práctica de acudir a Jerusalén como lugar único para ofrecer los sacrificios. Esta costumbre establecida es la fuente de la principal peregrinación de la que habla el Antiguo Testamento.

* Peregrinar es oportunidad preciosa para aprender mucho sobre la vida humana porque vivir es estar en camino. La peregrinación nos invita a desprendernos de lo innecesario, a no dar demasiada importancia a lo transitorio, y a mantener los ojos en la meta.

* Las peregrinaciones de los antiguos hebreos nos ayudan también a entender mejor pasajes específicos de la vida de Cristo, como las condiciones mismas de su nacimiento, o el hecho de haberse quedado en Jerusalén, a la edad de unos doce años, “sin que lo notasen sus padres” (Lucas 2).

* Como nuestra meta verdadera no es ningún punto de la vida, el amor de Dios tiene a veces que agrietar nuestros castillos y secar nuestros jardines, de modo que no se nos olvide seguir avanzando.

* Evidentemente, quien sufre ese tipo de contradicción se siente agredido por Dios y corre el riesgo de interpretar como falta de presencia o de amor lo que no es sino providencia que busca el mayor bien para nosotros. por eso la madurez cristiana empieza solamente cuando le damos “permiso” a Dios para que cambie nuestros planes y contradiga nuestras expectativas.

* Aunque no todo es desierto, desasimiento y desconcierto: nuestro Dios es Padre amoroso que sabe darnos refrigerios, consuelos y nuevas fuerzas en el camino. Parte de la madurez es también saber recibir esos regalos, tan necesarios como inmerecidos. “Cuando es ayuno, es ayuno; cuando es perdiz, es perdiz,” decía Santa Teresa de Jesús.

* Y que no olvidemos de dónde viene nuestra verdadera “justicia,” según el salmo 122: de Jerusalén. Sólo quien conserva en primer lugar el amor al Dios del Cielo recibe de ese amor orden para todos sus demás afectos, proyectos y tareas.

Renueva tu fe, 2 de 5, El itinerario del apostol Tomas

Renueva tu Fe. Serie de Enseñanzas sobre el don de creer, para el “Año de la Fe” promulgado por el Papa Benedicto XVI.

Tema 2 de 5: El itinerario de fe del apóstol Tomás.

* El que se aparta de la comunidad se pierde de la presencia de Cristo.

* El don de la fe es como luz muy intensa que lleva a reconocer nuestra verdad, y en ella, la mugre que no hemos querido reconocer.

* Pero Cristo no llega a recriminarnos sino a devolvernos la dulce y transformadora experiencia de su amor que salva. Al mostrarnos sus llagas nos muestra la espantosa realidad del pecado pero también la increíble misericordia divina.

* Cristo invita a Tomás a que “entre” en su costado. La Palabra no dice que le dijera luego que saliera. Señal es de que debemos permanecer en la experiencia de su sangre redentora y del palpitar de su amor.

Renueva tu fe, 1 de 5, Puntos centrales de la dimension existencial de la fe

Renueva tu Fe. Serie de Enseñanzas sobre el don de creer, para el “Año de la Fe” promulgado por el Papa Benedicto XVI.

Tema 1 de 5: Puntos centrales en la dimensión existencial de la fe.

* Es muy oportuno un año de la fe, porque sobre este don teologal se sustenta e inscribe toda la vida cristiana. Mucho mejor si este recordatorio se realiza a los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II.

* Los jóvenes, las parejas, los religiosos, los sacerdotes: todos necesitamos renovarnos en la fe, única que nos descubre la presencia del Señor en nosotros y entre nosotros.

* En la fe hay dos dimensiones: existencial y doctrinal.

* La dimensión existencial es la que habla de la confianza-Implica cuatro puntos: (1) Reconocerse uno discípulo de Cristo y nunca dejar de aprender de él. (2) Tomar conciencia de que Cristo está en movimiento: Él hace patente la dinámica del Espíritu. (3) Resolverse a estar con él, en buenas y malas.(4) Sin condiciones.