Conditor alme – Himno tradicional de Adviento

Oh, Cristo, Creador santo de los astros,
Luz eterna de tus fieles,
escucha Tú, Redentor del mundo,
la plegaria de quienes te invocan.

Compadecido de que el orbe enfermo pereciese,
a causa de la ruina que provocó el pecado,
Tú mismo te ofreciste como remedio
para infundir la salvación a los culpables.

Y así, como sale el esposo de su tálamo naciste,
en el atardecer del mundo,
de las purísimas entrañas de una Madre Virgen.

Toda la creación dobla su rodilla ante el imperio
de tu poder y los Cielos y la tierra se confiesan
sumisos al beneplácito de tu voluntad.

Llenos de fe te pedimos, futuro Juez del mundo,
que sintamos en nuestra vida tu protección
frente a los dardos del traidor Enemigo.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti
y también al Padre, con el Espíritu Paráclito,
por los siglos de los siglos. Amén.

LA GRACIA del Lunes 2 de Diciembre de 2019

La dinámica propia del tiempo de adviento: la primera lectura, en tiempo futuro, nos presenta PROMESAS de Dios. Luego el Evangelio nos muestra cómo esas promesas se cumplen plenamente en Cristo.

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LA GRACIA del Sábado 22 de Diciembre de 2018

Dios nunca se olvidó ni se apartó de ti, tú creías que Él estaba lejos, que se había apartado pero Él siempre estuvo contigo, su misericordia y su poder nunca se apartaron de ti.

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LA GRACIA del Domingo 16 de Diciembre de 2018

DOMINGO III DE ADVIENTO, CICLO C

Somos parte de la solución de los problemas de la sociedad si seguimos el camino del compartir, de la rectitud y el no abuso de quienes no pueden defenderse.

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LA GRACIA del Sábado 15 de Diciembre de 2018

Cada vez que te parezca que estamos en confusión, que no se distingue entre el bien y el mal, pregúntate si estás llamado a ser profeta como Elías y Juan, a serle fiel al Señor.

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LA GRACIA del Martes 11 de Diciembre de 2018

Nuestro Padre te tiene en sus pensamientos, conoce los detalles de tu vida. Él comprende mejor por qué te fuiste y es el Dios que puede darte un camino de regreso a su corazón.

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Una reflexión de Mons. Munilla sobre el adviento y la alegría

Los cristianos tenemos muchas razones para la alegría. La liturgia del Adviento nos las recuerda una y otra vez, ante el peligro de que los agobios de nuestra vida nos impidan disfrutar de ellas: “(…) cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo” (Oración colecta, Domingo II de Adviento), “(…) concédenos llegar a la Navidad -fiesta de gozo y salvación- y poder celebrarla con alegría desbordante” (Oración colecta, Domingo III de Adviento).

Ciertamente, la alegría es fruto de una Buena Noticia, pero no puede ser alcanzada sin librar antes una importante batalla interior. La alegría no es un estado anímico que nos sobreviene y nos abandona caprichosamente, sino que es un hábito que se adquiere con voluntad y perseverancia. Es el fruto del ejercicio de la penitencia interior, que nos lleva a mortificar tantas tristezas inconsistentes que pretenden imponerse a las razones para el gozo interior. Aunque nos puedan parecer incompatibles estos dos conceptos, no dudemos de que la “alegría” es la mejor “penitencia”. Más aún, hemos de desconfiar de las penitencias que no nos lleven a superar nuestras tristezas y amarguras. La penitencia más perfecta es aquella por la que le ofrecemos a Dios y a nuestro prójimo una sonrisa transparente y perseverante, que solamente puede brotar de un corazón enamorado y agradecido.

Para resolver esta aparente paradoja, tal vez debamos redescubrir el auténtico sentido de la “penitencia”, es decir, su sentido teológico. Decía Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, que “la penitencia realiza la destrucción del pecado pasado”. No olvidemos que la tristeza se introdujo en nosotros como fruto del pecado; y que éste no será plenamente vencido hasta que no rescatemos la alegría. Rescatamos la alegría, sólo cuando hemos vencido el pecado.

LA GRACIA del Domingo 9 de Diciembre de 2018

DOMINGO II DE ADVIENTO, CICLO C

Escuchar en Adviento la voz recia de Juan el Bautista llamándonos al reconocimiento de nuestros pecados pero sobre todo a la esperanza de la salvación.

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Buen tiempo para recordar esta poesía…

Para vivir el Adviento junto a la Santísima Virgen María:

Suplicaba el profeta Isaías:
“¡Ojalá que rasgases el Cielo!”
Suplicaba el profeta y decía:
“Ven, Señor, y visita a tu pueblo.”

Si la noche fue dura y tan fría
y el dolor oprimió nuestro pecho,
una sola razón existía:
nos faltaban tu voz y tu aliento.

Ya se anuncia la gracia, y el día
se abre paso, a la noche venciendo;
el Arcángel saluda a María
y en su voz hay un eco de Cielo.

En silencio, la Virgen Bendita
sabe bien que ha llegado el momento;
en los labios de Santa María
nuestra voz va al encuentro del Verbo.

¡Oh Jesús, cómo es grande este día
en que Tú te nos haces Pequeño!
¡Bienvenido, Señor y Mesías,
con el Padre y el Don sempiterno!