LA GRACIA 2021/12/06 La parte tuya y la parte de Dios

La parte de nosotros es ponernos en camino, la parte de Dios es también el camino, Cristo que es Dios viniendo a nosotros. ¡Haz tu parte y recibe el abrazo de Dios!

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Reflexión para Adviento, del Beato Isaac, abad del Monasterio de Stella

El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos, y, siendo por naturaleza único, atrajo hacia sí muchos por la gracia, para que fuesen uno solo con el. Pues da poder para ser hijos de Dios a cuantos lo reciben.

Así pues, hecho hijo del hombre, hizo a muchos hijos de Dios. Atrajo a muchos hacia sí, único como es por su caridad y su poder: y todos aquellos que por la generación carnal son muchos, por la regeneración divina son uno solo con él.

Cristo es, pues, uno, formando un todo la cabeza y el cuerpo: uno nacido del único Dios en los cielos y de una única madre en la tierra; muchos hijos, a la vez que un solo Hijo.

Pues así como la cabeza y los miembros son un hijo a la vez que muchos hijos, asimismo María y la Iglesia son una madre y varias madres; una virgen y muchas vírgenes.

Ambas son madres, y ambas vírgenes; ambas concibieron sin voluptuosidad por obra del mismo Espíritu ambas dieron a luz sin pecado la descendencia de Dios Padre. María, sin pecado alguno, dio a luz la cabeza del cuerpo; la Iglesia, por la remisión de los pecados dio a luz el cuerpo de la cabeza. Ambas son la madre de Cristo, pero ninguna de ellas dio a luz al Cristo total sin la otra.

Por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas se entiende con razón como dicho en singular de la virgen María lo que en términos universales se dice de la virgen madre Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en especial se dice de la virgen madre María; y lo mismo si se habla de una de ellas que de la otra, lo dicho se entiende casi indiferente y comúnmente como dicho de las dos.

También se considera con razón a cada alma fiel como esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma sabiduría de Dios, que es el Verbo del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, especialmente de María y singularmente de cada alma fiel.

Por eso dice la Escritura: Y habitaré en la heredad del Señor. Heredad del Señor que es universalmente la Iglesia, especialmente María y singularmente cada alma fiel. En el tabernáculo del vientre de María habitó Cristo durante nueve meses; hasta el fin del mundo, vivirá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia; y, por los siglos de los siglos, orará en el conocimiento y en el amor del alma fiel.

LA GRACIA 2021/12/05 Cómo preparar la venida del Señor

SEGUNDO DOMINGO ADVIENTO, CICLO C

¿Qué está impidiendo que Dios llegue a nuestra vida? Debemos quitar la soberbia, la arrogancia, la vanidad, el egoísmo y la melancolía para preparar la venida del Señor.

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Aguardamos la alegre esperanza

El Adviento es mi tiempo litúrgico preferido, y en más de una ocasión he comentado por qué: la Iglesia misma, nuestra vida entera, es como un “adviento” a la espera de la plenitud que sólo Dios puede traer.

Hoy invito a todos a vivir con particular intensidad este Adviento del año litúrgico que está empezando. Largos y penosos meses de pandemia han dejado huellas de dolor, ansiedad y perplejidad en muchos corazones. Estemos todos de acuerdo en que necesitamos ese viento nuevo, esa gracia nueva, que sólo Dios puede concedernos.

Emprendemos, pues, el Adviento, con la mirada puesta en Cristo, bajo una consigna sencilla y profunda: nuestro límite último no es el de nuestras fuerzas porque más allá de nosotros mismos hemos sido pensados y amados por el Dios santo y fuerte. Amén.

LA GRACIA 2021/11/28 Diferencia entre la espera y la esperanza

PRIMER DOMINGO ADVIENTO, CICLO C

En el Adviento no estamos llamados solo a esperar sino a tener esperanza porque cuando cultivamos la esperanza no solo rechazamos un mal sino que aguardamos un bien, el gran bien, Jesucristo.

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LA GRACIA 2020/12/16 Conversión: darle a Dios el primer lugar

La conversión es decirle a todo lo que esté ocupando el puesto de Dios “a tu sitio”, recupere Dios su lugar y todo lo demás encontrará el suyo.

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LA GRACIA 2020/12/15 Llamado al arrepentimiento

La manera de avanzar hacia el Reino de Dios es acogiendo el llamado al arrepentimiento. Cuidado con los pecados ocultos porque nos es más difícil reconocerlos y en consecuencia arrepentirnos de ellos.

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LA GRACIA 2020/12/13 Vivir en gozo porque hay esperanza

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO B

Estamos viviendo el Adviento con fuerza, esperanza y alegría porque nos damos cuenta que nuestro recorrido tiene sentido, que Nuestro Señor viene en camino.

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LA GRACIA 2020/12/10 El “secuestro” del Reino de Dios

Cristo nos advierte que el Reino de Dios está “secuestrado” por intereses de dominio, poder y codicia; Él te dice que debes luchar contra esa violencia dejando que Dios reine en primero en ti.

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El Papa exhorta a pedir la gracia de la conversión

“Durante su alocución previa al Ángelus dominical, el Papa dijo que debido a que «son muchas las ataduras que nos mantienen cerca del pecado», la conversión «es una gracia» que debemos pedir con fuerza. La conversión implica el desapego del pecado y de la mundanidad, y su objetivo final, es la comunión y amistad con Dios…”

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LA GRACIA 2020/12/09 Al pecar nuestra mayor carga es la soledad

El yugo de Cristo no es un nuevo agobio, su carga no es un nuevo cansancio; Jesús nos ayuda a llevar nuestras cargas, que por eso se hacen livianas.

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Reflexión de Adviento, por un estudiante dominico

Adviento, un tiempo para levantar la mirada

¡Apreciados hermanos! Hemos finalizado la primera semana del tiempo de Adviento envueltos en una serie de anuncios de corte científico que causan alegría a toda la humanidad. Dos grandes compañías farmacéuticas han desarrollado una vacuna contra la Covid 19 que ha demostrado tener un 90% de efectividad. Esta noticia es motivo de esperanza para nuestro mundo atormentado por las consecuencias fatales de esta penosa pandemia.

Por su parte, la Liturgia que nos propone la Iglesia durante este tiempo nos invita a levantar la mirada hacia un nuevo horizonte, sin desconocer que Dios se manifiesta en los signos que diariamente se nos presentas, puesto que como dice el profeta Isaías: Aquí está vuestro Dios.

Levantar la mirada hacia un nuevo horizonte no es otra cosa que volver nuestros ojos hacia Jesús, el hijo de Dios. Adviento es un tiempo que nos enseña a mirar a Jesús. Al igual que el austero Juan Bautista, Adviento tiene como único propósito preparar en nosotros los ojos del alma para ver en aquel dulce niño del pesebre la grandeza de un Dios-humanado.

El Bautista centró su predicación preparatoria a la llegada del Mesías en el pecado y la confesión, invitando al pueblo a convertirse, a realizar una metanoia. Esta conversión a la que invita el profeta del desierto puede comprenderse como una metamorfosis virtuosa del comportamiento, pero comprender solo de esa manera la conversión, si bien nos ayuda a mejorar nuestra imagen frente a los demás, sigue siendo insuficiente al momento de dirigir nuestra mirada hacia Jesús, el Mesías. Es por ello que el bautismo de Juan con las aguas del Jordán solo podía penetrar la realidad corpórea de aquellos de su tiempo, pero no penetraba la interioridad del corazón humano. Eso lo reconoce el Bautista, sabe que su papel de precursor del Mesías consiste en ayudar a disponer los corazones de aquellos que quieren ver al Señor, de aquellos que anhelan verdaderamente que Dios penetre hasta lo más profundo de sus vidas. No basta con vociferar que el Señor ya viene, es necesario dejarse abrazar por el Espíritu, ese es el nuevo Bautismo y Juan lo sabe.

En muchas ocasiones nuestra Iglesia nos pone demasiado a la vista el tema del pecado, cuando en realidad nuestra mirada debe estar dirigida solo a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Adviento nos ayuda a redireccionar nuestra mirada hacia el nuevo horizonte, que no es otro que Jesús y su Evangelio. Así como la noticia de una vacuna que puede contener los efectos nefastos de este virus en nosotros, Adviento nos recuerda que nuestro Dios se ha encarnado en el seno de una mujer, que ha nacido en un pesebre humilde, crecido en medio de una familia, ha padecido el dolor y la muerte en un madero, pero ha resucitado para concedernos vida, y vida en abundancia, y que ha subido al cielo con la promesa de volver nuevamente y otorgarnos la gracia de poder contemplar su rostro. Aunque el Adviento nos prepara para el nacimiento de un niño, no nos nubla la vista frente al suceso escatológico de la venida del Señor.

Mirar a Jesús, no es otra cosa que abrir el corazón, ese que a veces se encuentra enceguecido por las banalidades de este mundo, que no se deja interpelar por las realidades que lo circundan, pobreza, dolor, hambre, desesperación, destrucción de la naturaleza, entre tantas otras realidades que deshumanizan el corazón de los seres humanos. Un corazón que olvida que es eternamente amado por un Dios que decidió encarnarse para que el mundo pusiese sus ojos en Él.

Juan ha sido considerado como el modelo del Adviento, pero tú y yo también podemos convertirnos en precursores del Reino de Dios. No debe bastarnos con hacer lindos sermones y conseguir regalos y cosas materiales para quienes consideramos los necesitan, es necesario encarnar en la vida de cada uno lo que anunciamos, y como Juan, reconocer que lo que hacemos tiene una única finalidad: Ayudar a los demás a preparar sus corazones para la venida del Señor, a direccionar la mirada hacia ese nuevo horizonte que es Jesús, el Verbo encarnado. En la medida en que ayudamos a preparar el corazón de los que se encuentran a nuestro lado, vamos también nosotros preparando los nuestros para recibir al Señor.

Así pues, el Señor nos pide hoy, no desatarle sus sandalias, puesto que sabe que nos quedaríamos eternamente mirándole los pies, más bien quiere que alcemos la cabeza y pongamos nuestra mirada en su rostro, ese que podemos encontrar en los hermanos, en los más necesitados, en los pobres y sencillos. El tiempo del Adviento es el tiempo propicio para aprender a estirar el cuello, agudizar nuestros ojos y abrir el corazón al niño del pesebre, al Dios-con-nosotros.

Fray José Ángel Vidal Esquivia, O.P.
Fraile Estudiante Dominico