Ángeles de Dios

20141130

Ángeles de Dios,
que en las alturas del Cielo
veneráis al Altísimo,
y en los caminos de la Tierra
sois ministros de su Providencia
para con los hombres:
haced nuestros corazones
semejantes a los vuestros:
prontos a la alabanza de Dios
y al servicio de nuestros hermanos.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.

Acto de humilde adoración

Señor Jesucristo, que por nuestra redención diste tu vida en la Cruz y nos dejaste en el Santísimo Sacramento un signo verdadero de tu presencia, yo te amo y quisiera haberte amado sobre todas las cosas; pero con mis pecados y las blasfemias y sacrilegios que algunos lanzan contra Ti en este Sacramento han aumentado más tus heridas, y me hice indigno de tu clemencia y merecedor por tanto de los castigos del infierno. Pero desde hoy quiero ofrecerme como hostia viviente de expiación por los ultrajes y sacrilegios que padeces en el Sagrario, para mitigar el dolor que ellos te causan.

Mas como soy indigno de tu Divina Majestad, acudo a la intercesión poderosa de tu santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María, que permanece como Adoratriz perpetua ante Ti, para que por medio de Ella mi humilde y sincera oblación sea hallada perfecta, espiritual y digna de Ti; y persevere en esta actitud hasta la muerte para que pueda un día honrarte con todos tus Ángeles y Santos en el Cielo por toda la eternidad. Amén.

Te adoro y te bendigo, oh Señor Jesucristo, porque redimiste al mundo con tu Cruz. Amén.

Los frutos admirables de la adoración

La adoración, especialmente ante el Santísimo Sacramento, trae frutos admirables.

(1) La adoración libera: del miedo a lo que nos puedan hacer; de los ídolos de esta tierra; de la tiranía del yo.

(2) La adoración trae humildad al corazón, y con la humildad, los bienes de la gracia.

(3) La adoración nos concede amar porque nos une a la fuente misma del amor.

(4) La adoración nos conceda unidad interior; unidad con toda la Iglesia, y en particular, con los Santos de todos los tiempos.