Voz de apoyo para la Argentina pro-vida!

Top lemas #AbortoCero (1/12)

“¡Con mis hijos no te metas!” (Poderosa campaña en Perú)

Top lemas #AbortoCero (2/12)

“En el aborto hay muerte. Si se tratara solo de TU cuerpo, al abortar morirías TÚ, y no otro.”

Top lemas #AbortoCero (3/12)

“Papá, mamá: por si no te habías dado cuenta: #VanPorTusHijos”

Top lemas #AbortoCero (4/12)

“¿Tu cuerpo? No digas eso. Tu cuerpo no tiene cuatro piernas, dos corazones, dos ADNs diferentes…”

Top lemas #AbortoCero (5/12)

“¿Derechos de la mujer? ¿Y qué derechos se les respetan a las bebitas asesinadas?”

Top lemas #AbortoCero (6/12)

“Esclavistas y nazis de ayer, lo mismo que los abortistas de hoy, siempre encontraron un modo de negar la verdad de la humanidad de sus víctimas.”

Top lemas #AbortoCero (7/12)

“Tu perspectiva cambia de inmediato cuando ves los millones de dólares que se mueven en la industria–porque es una industria–del aborto.”

Top lemas #AbortoCero (8/12)

“Si se admite que la mujer decide sobre su vientre, ¿quién hace respetar los derechos de los papás?”

Top lemas #AbortoCero (9/12)

“El aborto no es malo porque es clandestino: es clandestino porque es malo.”

Top lemas #AbortoCero (10/12)

“No es difícil reconocer a una feminazi: nunca tiene nada bueno qué decir del don de la maternidad.”

Top lemas #AbortoCero (11/12)

“Decir que la gente ‘de todas maneras va a abortar’ es un sofisma ridículo. ¿Vamos a despenalizar el robo porque la gente ‘de todos modos va a robar’?”

Top lemas #AbortoCero (12/12)

“¡Salvemos las 2 vidas!” (Poderosa campaña en Argentina)

Un texto que delata la carga de engaño y sofisma que ha tenido el debate del aborto en Argentina

Comparto un texto muy bueno de Guillermo Barber Soler.

Al principio les creí. Pensé que proponían el aborto de buena fe y me dije: “Bueno, vamos a debatir”.

Me dijeron que proponían el aborto porque morían chicas. Les pregunté haciendo qué morían esas chicas, y me dijeron “abortando”. Les pregunté si esas muertes se evitarían si no se abortara y me dijeron que era machista.

Me dijeron que el problema era la clandestinidad. Les pregunté si el riesgo que conllevaba realizar otros actos ilegales también era motivo para legalizar aquellos actos, y me dijeron que no, que era ridículo. Les dije entonces que el argumento que proponían era el mismo, y entonces era ridículo, y se enojaron.

Insistieron en que era un problema de salud pública por la cantidad de muertes. Les pregunté cuántas eran y no se pusieron de acuerdo. Unas dijeron números ínfimos (ninguna vida es ínfima, pero era un número ínfimo para hablar de emergencia en salud pública), y otras que era un número altísimo, equivalente a la población femenina entera en un solo año. Entre ellas no vi discrepancia ni correcciones. Les pregunté entonces si el dato les importaba. Callaron. A las que dieron números pequeños les pregunté si no sería más efectivo a nivel salud invertir esos recursos en prevenir otras muertes más numerosas, y me llamaron insensible. Pero yo no las vi preocuparse por esas otras muertes numerosas. A las que daban números exorbitantes les pregunté cómo pensaban repoblar el país. No rieron. Les mostré que en países donde era más fuerte y eficiente la prohibición, había muchos menos casos de muertes maternas por abortos que en los países donde era legal que se hicieran. No les importó. Les mostré que otros países ya estaban sacando de circulación, por el peligro que traía a la salud materna, el misoprostol que ellas promovían en nombre de la salud. No les llamó la atención.

Empecé a dudar. Pensé que quizá se podía resolver el núcleo de la cuestión, que tiene que ver con la vida y la libertad. A los que les hablé de metafísica, me dijeron que eso era chamuyo. A los que les hablé de ciencia, me dijeron que la ciencia no tenía competencia en la ley. A los que les hablé de ley, me dijeron que era una cuestión de principios. A los que les hablé de principios, me dijeron que todo era relativo. A esos les pregunté entonces por qué estaban tan seguros, y me llamaron dogmático.

Me dijeron que era una cuestión de pobreza. Les pregunté si les parecía bien matar pobres. Se enfurecieron. Les pregunté si sabían de las políticas internacionales que promueven el aborto como un recurso para reducir la población de los países pobres. A unos les parecieron bien. Otros no pudieron verlo, no soportaban la contradicción. Les pregunté si no era mejor mejorar la economía, y les hablé de modelos económicos exitosos. Se aburrieron y me miraron raro, como si hablara otro idioma.

Me dijeron que era una cuestión de autonomía y autodeterminación. Les pregunté si estaban de acuerdo en aplicar la autonomía y la autodeterminación a temas de economía y política. Me dijeron que no, que uno no puede tomar decisiones que dañen a otro.

Me dijeron que era un tema de igualdad de género. Les pregunté si los padres podían demandar el aborto en contra de la voluntad de la madre. Se escandalizaron. Les pregunté si la madre podía abortar contra la voluntad del padre. Les pareció obvio. Les pregunté si entonces todavía creían en que a un padre se le puede exigir legalmente hacerse cargo de un hijo que él no quiso. Lanzaron gritos de guerra.

Me dijeron que era un tema de países progresistas. Les pregunté si estaban de acuerdo con todas las políticas de esos países. Negaron rotundamente. No vieron nada raro en eso.

Me dijeron que nadie podía obligar a una mujer a ser madre. Estuve de acuerdo. Pero les pregunté primero por qué sí se podía obligar a un hombre a ser padre. No entendieron. Les pregunté si creían que el derecho a decidir estaba por encima del derecho a vivir. Dijeron que era relativo. Les pregunté por qué, mejor, no buscamos una propuesta superadora que respete las 2 vidas y la elección de los padres a no hacerse cargo. Me dijeron que no les hable de adopción. Les pregunté por qué. Callaron. Les insistí en por qué no mejorábamos el sistema de adopción. Me dijeron que era imposible. Les comenté de otros países donde se hacía. No quisieron escuchar. Les mencioné proyectos de ley en nuestro país para mejorar el sistema. Pero nadie había hecho pañuelos por ese proyecto. Tampoco ahora.

Las vi vestidas todas de un mismo color, vitoreando a su equipo, agradeciéndole las emociones que les hizo vivir. Les dije que había ahí un fenómeno de masificación, y me llamaron racionalista. Les pregunté si no seguían sin cuestionar lo que la masa, manipulada por medios y poderes, les proponía. Me llamaron nuevamente dogmático. Sí. A mí.

Me di cuenta entonces que eran todas excusas. Que directamente la vida no les importaba. Ni la de los seres humanos en gestación ni la de las gestantes. Si no, habrían dudado. Si no, habrían escuchado. Si no, habrían investigado. Si no, habrían militado por propuestas superadoras. Pero no. No les importa.

Las chicas sólo quieren poder matar. Los chicos sólo quieren desentenderse y no hacerse responsables.

El padre Pepe di Paola contra el genocidio del aborto

“El padre Pepe di Paola habló el 31 de mayo en el Congreso argentino contra el “genocidio” del aborto, una práctica que nace a veces de la hipocresía de algunos conservadores (que quieren que los pobres no tengan hijos) y otras de la hipocresía de “pseudoprogresistas” que aceptan la lógica de los fuertes contra los pequeños y débiles. Detrás, señaló, está la lógica colonialista del Fondo Monetario Internacional, que pide aborto a Argentina para poder tratarla bien…”

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El Papa Francisco y la lucha pro-vida

Una pregunta me agobia, fray Nelson, ¿de verdad el Papa Francisco es pro-vida? En más de una ocasión, uno esperaría verlo presente, alzando la voz, y su presencia es demasiado discreta o se echa de menos. ¿Qué puede decirnos al respecto? Gracias. –I.J.

* * *

Por supuesto, no puedo hablar a nombre del Papa. Sin embargo, pienso que como cabeza visible de nuestra Iglesia, y persona por la que millones oramos todos los días, se merece que busquemos la interpretación más plausible y sin forzar los hechos, benévola.

Hay que observar que el Papa Francisco ha buscado, siempre que es posible, un camino de encuentro, diálogo y énfasis en puntos comunes, en contraste con una actitud de pura confrontación, que, según creo que es su opinión, lleva a menudo sólo a que se endurezcan en sus posturas aquellos a los que quisiéramos atraer hacia nuestras convicciones. Si esta apreciación mía es correcta, ello explicaría muchas de su “ausencias.”

Otro hecho que parece demostrado es que el Papa parece preferir un método que podríamos llamar de “negociación” es decir, que el interlocutor se sienta acogido y comprendido en sus reclamos y preferencias para que también esté dispuesto a escuchar las nuestras. Es un modo de obrar que entraña riesgos, como cualquier otro modo de obrar, pero que puede rendir frutos positivos. Lo que él considera es que a través de un discernimiento hay que buscar lo que puede ser mejor a largo plazo, sin obsesionarnos por los logros inmediatos, y sin mucho menos caer en triunfalismos infantiles.

Dicho todo eso, nadie puede dudar de la postura del Papa en cuanto a la dignidad de la vida humana. Sólo mencionaré una de muchas intervenciones suyas, esta vez, ante un grupo de médicos (noticia publica por Actuall el 28 de mayo de 2018):

“Que sea vuestro compromiso en los respectivos países y a nivel internacional, cuidar este aspecto, interviniendo en ambientes especializados, pero también en las discusiones que se refieren a las legislaciones sobre temas éticos sensibles, como por ejemplo la interrupción del embarazo, el final de la vida y la medicina genética“, ha subrayado el Pontífice.”

Hay gente valiente en esta tierra

Quiero enviar desde aquí un saludo cargado de admiración y agradecimiento a los hombres y mujeres que en tantas partes del mundo organizan o participan en las Marchas por la Vida.

Quiero enviar mi saludo y bendición a quienes se sitúan tan cerca de los abortuarios como les permite la ley (ley asquerosa e inicua, que trata de lograr un objetivo satánico: que niños inocentes sean asesinados). Ustedes los que velan y oran y aconsejan cerca de los abortuarios, ustedes son unos campeones, y Dios ha de bendecirlos una y mil veces.

Quiero felicitar particularmente a los que han aguantado insultos, soledad, desprecio de otros católicos, pérdida de amigos y negación del saludo de sus propios parientes, ridiculización continua, falta de apoyo de algunos sacerdotes… todo por defender la dignidad de la vida humana.

Me conmueve especialmente que algunos de esos grandes guerreros son jovencitos y jovencitas, que en vez de estar practicando el último baile de moda están dándole la gloria a Dios, y están haciendo algo realmente útil con su juventud y su entusiasmo.

Gracias, gracias, gracias.

Santo Tomás de Aquino y el aborto

Me quedé estupefacta cuando en un debate por televisión uno de los pro-aborto dijo que la Iglesia había cambiado su posición varias veces al respecto, y que de hecho el mismo Santo Tomás había apoyado el aborto. ¿Cómo es eso posible? ¿Es verdad? — XC.

* * *

Hay un artículo de Catholic.net que explica muy bien de dónd eviene este malentendido y cuánta perversidd hay en quienes pretenden usar palabras de Santo Tomás para sus argumentos. Es un texto extenso pero hay que concoerlo y estudiarlo bien porque no podemos permitir que nos confundan.

En algunos debates sobre el aborto aparece la siguiente idea: es extraño que haya católicos contrarios al aborto cuando incluso santo Tomás de Aquino no pensaba que fuese un homicidio.

Por eso vale la pena afrontar esta pregunta: ¿qué pensaba santo Tomás sobre el aborto? ¿Estaría a favor o en contra de su legalización?

Para ello es importante tener presentes tres indicaciones que ayudan a tratar de modo correcto el pensamiento tomista en general y, más en concreto, en su manera de abordar el tema del aborto.

Primera indicación: santo Tomás de Aquino es un gran teólogo, quizá uno de los más importantes teólogos de la historia de la Iglesia. Pero no es el Magisterio, no es la enseñanza oficial católica. Sus ideas valen sólo en tanto en cuanto correspondan a lo que es declarado como verdad por quienes custodian y explican la Revelación, es decir, por el Papa y los obispos que enseñan unidos entre sí y con el Papa.

Por lo mismo, es posible encontrar algunas (muy pocas, a decir verdad) enseñanzas de santo Tomás sobre temas concretos que no corresponden plenamente a la doctrina católica. Ello es debido al hecho de que algunos puntos doctrinales fueron aclarados sólo varios siglos después de la muerte de santo Tomás, por lo que en su momento (siglo XIII) eran todavía objeto de discusión teológica.

Segunda indicación: santo Tomás de Aquino (su vida transcurre entre 1225 y 1274) elabora sus ideas sobre el aborto con la ayuda de la biología de su tiempo, la cual dependía en buena parte de Aristóteles y de Avicena.

Para Aristóteles, la mujer no contribuía con una semilla o un “huevo” plenamente formado en la concepción humana. Su tarea inicial consistía en ofrecer el “menstruo” (una especie de semilla inmadura), que servía como material para la acción formativa del esperma masculino (que sí sería una semilla madurante). Esta teoría aristotélica fue aceptada durante siglos por muchos especialistas de medicina, y santo Tomás de Aquino la hizo propia sin especiales dificultades.

Hemos de añadir que el descubrimiento del óvulo femenino y su papel en la reproducción humana tuvo lugar sólo en el siglo XIX, gracias a las investigaciones de Karl Ernst von Baer sobre los mamíferos. Hay que indicar, en justicia, que en el mundo antiguo no faltaron autores que defendieron, sin tener pruebas suficientes pero sí algunos indicios importantes, que también la mujer producía algo equivalente al esperma del varón, pero no lograron convencer a sus contemporáneos.

La tercera indicación es de tipo filosófico y se relaciona con la anterior. El alma humana, por ser espiritual, sólo puede venir directamente de Dios. Esta idea ya se encontraba en Platón y, en cierto modo, también en Aristóteles. La pregunta que se plantea entonces es oportuna: ¿cuándo infunde Dios el alma en un embrión humano?

Santo Tomás ofrece su respuesta dependiendo de los conocimientos biológicos de su tiempo y de su metafísica: Dios infundiría el alma humana sólo cuando encontrase una “materia” preparada, un cuerpo con aquel nivel de desarrollo orgánico que le permitiese recibir esa alma.

La razón para defender esta idea era de tipo metafísico: una forma no se genera (ni se infunde) en cualquier materia, sino sólo en aquella materia suficientemente dispuesta. Esto ocurriría, según santo Tomás y la biología aristotélica, sólo cuando hubieran transcurrido varias semanas desde la acción transformante del esperma masculino sobre el menstruo (la materia) femenino.

Con estas premisas, y antes de afrontar directamente el tema del aborto, veamos brevemente algunos pasajes tomistas que hablan de las primeras fases de la vida humana, que explican cómo se produciría el desarrollo embrionario.

Santo Tomás distingue varias etapas en el desarrollo embrionario y fetal

En las primeras etapas aparece una nueva realidad en el seno materno como fruto de la acción del esperma masculino sobre el menstruo femenino.

La nueva realidad que surge tras la fecundación tiene vida, primero vegetativa, luego sensitiva. Es decir, se trata de un ser vivo, parecido inicialmente a las plantas y luego a los animales. No puede, por lo mismo, identificarse con el cuerpo de la madre, pues es algo nuevo, algo distinto. El lema del abortismo moderno, “el cuerpo es mío y hago con él lo que quiero”, no puede aplicarse de ningún modo al embarazo…

Como vimos, la teoría que acoge santo Tomás procede fundamentalmente de Aristóteles, que afirmaba algo similar en su obra “Investigación sobre los animales” (libro VII, cap. 3), si bien algunos estudiosos consideran que este texto podría haber sido escrito por otro autor y no directamente por Aristóteles.

El resultado de la concepción completaría su desarrollo (se convertiría en un ser humano en sentido pleno), sólo cuando recibiese un alma espiritual, la cual viene directamente de Dios. Ello ocurriría cuando el cuerpo estuviese suficientemente preparado (organizado o formado): hacia el día 40 para el varón, y hacia el día 90 para la mujer (según una hipótesis que arranca desde Hipócrates y Aristóteles). Santo Tomás precisa en una de sus obras, el Comentario al libro IV de las “Sentencias” (dist. 3, q. 5, a. 2), que san Agustín añadía 6 días más para completar el cuerpo del varón (es decir, harían falta 46 días).

Los textos en los que aparece esta teoría son varios. Por ejemplo, en “Suma de teología” I, q. 76, a. 3 ad 3, leemos lo siguiente:

“Al principio, el embrión tiene un alma sólo sensitiva que es sustituida por otra más perfecta, a la vez sensitiva e intelectiva, como trataremos exhaustivamente más adelante”.

Santo Tomás, al final del texto anterior, alude a lo que explicará más adelante, en “Suma de teología” I, q. 118 a. 2 ad 2, un pasaje bastante largo como para recogerlo aquí, en el que se reafirma la tesis de que en la generación humana existe, desde el inicio, un alma vegetativa. Cuando el nuevo ser se desarrolla, adquiere en la siguiente etapa un alma sensitiva que asume también las facultades propias del alma vegetativa. Finalmente, cuando el cuerpo está preparado, Dios puede infundir el alma intelectiva, que es al mismo tiempo vegetativa y sensitiva (como se explica en diversos momentos de la questión 118 que estamos citando).

Una fórmula resumida de estas ideas se encuentra en “Suma de teología” II-II, q. 64, a. 1: “en la generación del hombre lo primero es lo vivo, luego lo animal y, por último, el hombre”. Sobre este mismo tema puede verse también otro texto parecido, en “Suma contra los gentiles”, 3, 22, n. 7.

Se entiende que desde el día 40 (ó el día 46) ya es posible encontrar en el feto todas las partes propias del ser humano. El tiempo restante del embarazo sirve para que el organismo en su conjunto y en sus partes pueda crecer lo suficiente hasta llegar al día del parto.

Situados en el marco de este modo de explicar el desarrollo humano, volvamos a nuestra pregunta:

¿Qué enseñaba santo Tomás sobre el aborto?

Cuando uno se pone a buscar sobre el tema, encuentra muy poca información. No existe ninguna cuestión que trate o discuta directamente y con amplitud el tema del aborto. Era un asunto tan claro, que no valía la pena invertir tiempo en resolver posibles dudas.

Encontramos algunas breves alusiones que muestran cómo santo Tomás aceptaba la doctrina más extendida en su tiempo: todo aborto sería siempre pecado mortal, pero no todo aborto sería formalmente homicidio, pues sólo sería homicidio el aborto cometido sobre un feto (formado) que estuviera ya dotado de alma espiritual.

Para santo Tomás, el homicidio existe cuando se atenta contra la vida de un ser “humano”. Como vimos, el embrión “no formado” (en sus primeras etapas) no tendría alma espiritual, según el pensamiento científico del tiempo. Por lo mismo, provocar la muerte de un embrión no formado no sería homicidio, pues todavía no tenemos un ser humano “completo”, pero sí sería un pecado grave, un pecado mortal.

Veamos esto con más detalle en uno de los textos donde aparece la idea anterior. Santo Tomás distingue dos tipos de aborto en el comentario que hace a un importante “manual” de teología de su tiempo, una obra titulada “Sentencias”, que había sido escrita por Pedro Lombardo (autor del siglo XII), y que ya hemos citado un poco antes.

En el Comentario al libro IV de las “Sentencias”, en la distinción 31, se tocan diversos temas relativos al matrimonio.

En el texto de Pedro Lombardo se habla de los bienes del matrimonio, de las faltas que se comenten contra tales bienes, y de algunos aspectos particulares.

Pedro Lombardo recoge, sobre todo, textos o ideas de san Agustín para explicar estos temas. Toma, en primer lugar, un texto agustiniano del “De nuptiis et concupiscentia” (Sobre el matrimonio y la concupiscencia), donde se habla de los “venenos de la esterilidad” (los anticonceptivos) y del aborto.

Usar anticonceptivos sería un pecado grave, equiparable al adulterio, al excluir a los hijos en la relación sexual dentro del matrimonio. Sobre estos venenos, san Agustín explicaba que algunos impiden la concepción; otros fracasan pues se produce la concepción; además, algunos buscan eliminar a los fetos, de modo que intentan matar al hijo antes de que viva; o, si ya vive, antes de que nazca.

La fórmula usada por Agustín es interesante, pues habla de dos tipos de hijos, uno que no “vive” (diríamos, según lo que viene en seguida, que no está formado, que carece de alma), pero que sigue siendo hijo (es algo más que simple esperma). Otro que vive (diríamos, que ya está formado, que ya es un “hombrecito” completo), y su eliminación sería homicidio.

Para precisar más el tema del aborto, Pedro Lombardo trae a colación otro texto de san Agustín en el que comenta el pasaje de Ex 21,22-23. En este texto se distingue entre dos tipos de aborto:

-En el primero, el aborto suprimiría a un concebido ya “formado” y con alma humana (o sea, espiritual), por lo que su destrucción habría sido un homicidio.

-En el segundo, el aborto eliminaría a un concebido “informe”, que no tendría alma propiamente humana. En este caso, no se podría hablar de homicidio; hay, sin embargo, un delito al provocar su muerte, por lo cual existe el deber de pagar una multa. Resulta claro que si hay multa se reconoce que hubo un delito, un delito de mayor gravedad de la que se produce cuando simplemente se impide la concepción: se ha provocado la muerte de un hijo no formado.

El comentario que realiza santo Tomás a este texto es sumamente breve, pues lo dicho por san Agustín (y repetido por Pedro Lombardo) era una doctrina aceptada de modo bastante generalizado en el mundo medieval latino, como ya dijimos.

Tomás prácticamente se limita a confirmar que el uso de anticonceptivos es equivalente a un adulterio dentro del mismo matrimonio, con lo que hace suya la idea ya formulada por Agustín. Subraya que se trata de un pecado grave, pero inferior al homicidio.

Luego habla de los dos tipos de aborto, según la distinción entre feto no formado y feto formado, y aclara que en el primer caso no se contrae una pena canónica especial (de irregularidad), mientras que en el segundo (por encontrarnos ante un homicidio) sí se incurre en irregularidad (cf. Comentario al libro IV de las “Sentencias”, dist. 31, q. 2, a. 3, explicación del texto).

El punto es interesante, porque la distinción entre un aborto de feto no formado (feto informe) y el aborto de un feto formado importaba sobre todo en vistas de los castigos canónicos, propios de la Iglesia. Lo que determinase el estado era otro tema, que santo Tomás no toca aquí. Queda claro que para el Aquinate el aborto era siempre un pecado grave, y que era más grave que la anticoncepción.

Algunos autores, erróneamente, han leído el texto diciendo que santo Tomás de Aquino (o los autores medievales) hacía equivaler la anticoncepción al aborto de un feto no formado, lo cual, como acabamos de ver, es falso. La anticoncepción es un pecado grave contra los bienes del matrimonio, mientras que el aborto es la eliminación de un hijo, un hijo que puede ser informe o formado, según el tiempo trascurrido desde la fecundación.

La doctrina respecto del feto ya dotado de alma es, por lo tanto, clara: provocar su muerte es homicidio. Lo cual también es afirmado por santo Tomás en otro pasaje, en la “Suma de teología” II-II, q. 64, a. 8, ad 2, que vamos a recordar brevemente.

Santo Tomás ofrece en este texto una reflexión interesante sobre un pasaje bíblico que ya comentamos desde ideas de san Agustín, Ex 21,22-23, en el que se indica que quien hiere a una mujer embarazada y llega a producir un daño (un aborto), debe pagar como homicida. Ante este pasaje del Antiguo Testamento, Tomás explica: “El que hiere a la mujer embarazada hace una cosa ilícita, y, por esta razón, si de ello resultase la muerte de la mujer o del feto animado, no se excusa del crimen de homicidio, sobre todo cuando la muerte sigue ciertamente a esa acción violenta”.

El texto, en su sencillez, no ofrece una clara distinción entre feto formado y no formado, pues simplemente habla de “feto animado” (y, como vimos, también hay feto animado cuando sólo existe alma vegetativa), si bien parece darse a entender de que habría homicidio si el feto animado tuviese ya el alma espiritual.

Podemos ir más allá. A la luz del texto anterior, se puede deducir, respetando plenamente el pensamiento de santo Tomás, que la gravedad sería mayor si uno perpetra una agresión sobre una mujer con la directa intención de eliminar la vida del embrión o del feto. Si provocar “sin querer” (al agredir a la mujer) un aborto es homicidio, con mucha más razón lo sería cualquier acción orientada directamente a eliminar al feto, es decir, en los millones de abortos químicos o quirúrgicos que se producen cada año en nuestra sociedad.

Hasta aquí, por lo tanto, dos textos muy citados a la hora de hablar sobre el tema del aborto en santo Tomás de Aquino. De los mismos podemos deducir que, a pesar de la embriología insuficiente que tenía este teólogo medieval, consideraba como pecado grave cualquiera de los dos tipos de aborto. El aborto en el caso de un feto no formado (sólo con alma vegetativa o con alma sensitiva) no llegaría a ser formalmente homicidio, pero sí un delito; en el caso de un feto formado (con alma espiritual), estaríamos ante un homicidio, un delito más grave.

Es oportuno añadir, para completar estas ideas, una reflexión sobre la teoría de la animación sucesiva. Parece bastante obvio que si santo Tomás hubiera conocido la embriología moderna no habría tenido ningún reparo en identificar la fecundación humana (unión de un óvulo y un espermatozoide) como el momento de inicio de una nueva vida humana ya formada, al poseer todos los elementos biológicos y orgánicos (a nivel unicelular) necesarios para ser identificada como tal. Y como todo individuo de la especie humana tiene un alma espiritual, que no puede proceder de los padres, esa alma sería infundida directamente por Dios desde la concepción.

En ese sentido, es oportuno recordar lo que decía Juan Pablo II sobre la actitud intelectual de santo Tomás. Esa actitud “le hace sumamente abierto y dispuesto a un progreso ilimitado, capaz de asimilar los valores nuevos y auténticos que surjan en la historia de cualquier cultura” (Discurso a los participantes en el Congreso Internacional de la Sociedad “Santo Tomás de Aquino”, sábado 4 de enero de 1986).

Podemos concluir, por lo tanto, que santo Tomás no consideraría nunca lícito el aborto, el cual siempre es un pecado grave (sea precoz o en fases más avanzadas).

Igualmente, Tomás tiene una noción sobre la reproducción humana que puede ser corregida y asumida por la moderna embriología en sus aspectos válidos. Desde los datos alcanzados por la ciencia los últimos siglos, y conservando los principios metafísicos que valen siempre, santo Tomás reconocería la igual dignidad humana del embrión en sus distintas etapas de desarrollo, así como el hecho de que el desarrollo embrionario es bastante semejante entre el hombre y la mujer en las primeras fases.

Por lo mismo, de vivir en nuestro tiempo, santo Tomás de Aquino llegaría a la conclusión de que un aborto precoz debería ser considerado como homicidio. Y pediría a las autoridades civiles aquellas acciones eficaces para impedir tal delito y para castigar a quienes lo cometan con penas adecuadas a su nivel de culpabilidad.

La pregunta que todo pro-aborto debe responder

“Para justificar el aborto, se insiste con gran vehemencia que el feto no es un ser humano, que no es nada más que un grupo de células sin ningún valor ni derecho. El problema es que, si esto es cierto, no solo la madre podría destruirlas impunemente y sin enfrentar consecuencia alguna, cualquier persona podría hacerlo. Si el feto no es más que un montón de materia biológica mientras no abandone el cuerpo de su madre, no hay razón para castigar el aborto contra la voluntad de la madre. Después de todo, nadie puede ser castigado por destruir algo que no tiene ningún valor…”

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Aprenda a responder a los que usan textos de la Iglesia contra la misma Iglesia

Un caso interesante, que no dudo se repetirá con otros formatos en el futuro, se ha dado en Colombia. Una periodista conocida, Claudia Palacios, ha publicado un artículo en el diario de mayor circulación en mi país, EL TIEMPO. El título es: “Atenuantes del pecado de abortar” Y el subtítulo es este: La Iglesia debe reconocer que el derecho canónico perdona el aborto en 10 causales.

El artículo de Claudia Palacios está aquí. El mismo artículo lo he guardado el día de su publicación en mi libreta de Evernote, para controlar si el texto es cambiado posteriormente. El enlace público a ese artículo en mi libreta está aquí.

En su momento preparé una respuesta en video al escrito de la Sra. Palacios:

Voy a presentar aquí una síntesis de los recursos que ella utiliza porque es útil conocerlos, y como dije, estoy seguro de que van a replicarse en otros escritos que quieren minar la enseñanza de la Iglesia en temas de tanta trascendencia como es la defensa de la vida del no-nacido. Mi presentación, con todo el respeto hacia ella como persona y como comunicadora, debe llamar las cosas por su nombre y por eso no es extraño que hable de “mitos” y “mentiras” porque ahí están.

1. Mito: La autora quiere que pensemos que al Papa Francisco no le dejan decir todo lo que él quisiera. Se supone que “el problema no es Francisco, sino la pesada estructura eclesial.” La verdad es que el Papa ha sido diáfano sobre el tema del aborto. Ver por ejemplo este video.

2. Tergiversación de un texto pontificio y mentira subsiguiente: La misericordia que predica el Papa sirve para autorizar el aborto. El Papa ha facilitado el perdón para quien comete el crimen del aborto, exactamente con estas palabras: “En virtud de esta exigencia, para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado del aborto.” (Carta apostólica Misericordia et misera, n. 12). El lenguaje no es ambiguo: se trata de la “absolución” de un “pecado” no de una declaración de inocencia. En el mismo lugar agrega el Papa: “Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre.” [subrayado nuestro]

3. Mito: La Iglesia Católica oculta información para dominar la conciencia de las personas. Mito derivado: La verdad de la Iglesia sólo se conoce a través de “filtraciones.” La señora Palacios presenta su artículo en el tono de una revelación que ha obtenido de modo secreto. Estas son sus palabras: “Yo no lo sabía, me lo dijo un sacerdote teólogo, que me pide no revelar su nombre para no meterse en líos con su comunidad.” Es el estilo típico de las películas a lo Dan Brown (“Código de Da Vinci”) Parte del uso de novela es agregar motivaciones completamente especulativas para ensuciar a la Iglesia: “hablar de esto no es estar a favor del aborto ni promoverlo, sino decir esa verdad que la mayoría de los sacerdotes y la alta jerarquía de la Iglesia, según él, se niegan a divulgar por miedo a perder el control sobre la conciencia de las personas.” Esa clase de lenguaje tiene buena aceptación hoy, tristemente. Por supuesto, todo esto es falsedad sobre falsedad: los textos que ella utiliza hace años están disponibles para todo el mundo, católicos y no católicos desde hace muchos años. Más veracidad y menos ficción por favor.

4. Inexactitud grave: los atenuantes del Derecho Canónico son equiparables a los casos en que la ley colombiana permite abortar. En uno de los párrafos centrales la autora menciona que el Derecho Canónico nombra 10 atenuantes en la aplicación de una pena; recuerda también ella que la Corte Constitucional de Colombia (obrando como Tribunal Supremo) ha autorizado el aborto en tres casos específicos, que son enunciados en la página web de Profamilia, que promueve el aborto en este país. Dice así:

Desde el 2006, la Corte Constitucional en Colombia abrió la puerta al IVEs [Aborto: Interrupción Voluntaria del Embarazo. Nota de la redacción], permitiendo realizar el procedimiento cuando se incurre en alguna de estas tres circunstancias: (1) Cuando el embarazo pone en peligro la salud —física o mental— de la mujer, o su vida. (2) Cuando el embarazo es resultado de una violación o de incesto. (3) Cuando hay malformaciones del feto que son incompatibles con la vida por fuera del útero.

Pues bien, la señora Palacios ve mayor amplitud de aceptación en el Derecho Canónico de la Iglesia Católica porque considera 10 atenuantes de una pena mientras que la Corte colombiana sólo nombró 3 causales. Para ella atenuantes canónicos y causales penales son lo mismo, y según esa equiparación la Iglesia estaría más que dispuesta al aborto.

5. Lenguaje engañoso: El Derecho Canónico exime de toda pena a los menores de edad. Este sí que es un asunto grave. Palacios alude a las causales establecidas por el Derecho Canónico como atenuantes de la pena, y cita: “No queda sujeto a pena quien cuando infringió una ley o precepto aún no había cumplido 16 años.” Si hablamos de la pena en sentido general, eso es simplemente falso porque la gravedad del aborto (un ser humano inocente asesinado) no cambia. Lo que puede cambiar es el tipo de pena: que la persona no quede excomulgada, si tal fuera el caso, no quiere decir que no ha cometido un gravísimo pecado. Es pertinente recordar aquí un aparte del número 62 de Evangelium vitae de Juan Pablo II:

La disciplina canónica de la Iglesia, desde los primeros siglos, ha castigado con sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa del aborto y esta praxis, con penas más o menos graves, ha sido ratificada en los diversos períodos históricos. El Código de Derecho Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de excomunión. 69 También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando sanciona que « quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae »,70 es decir, automática. La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido: 71 con esta reiterada sanción, la Iglesia señala este delito como uno de los más graves y peligrosos, alentando así a quien lo comete a buscar solícitamente el camino de la conversión. En efecto, en la Iglesia la pena de excomunión tiene como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una adecuada conversión y penitencia. Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disciplinar de la Iglesia, Pablo VI pudo declarar que esta enseñanza no había cambiado y que era inmutable. 72 Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.

En resumen de esta parte: el hecho de que no haya excomunión “automática” no quiere decir que ha cesado el desorden moral grave porque implica la eliminación de un ser humano inocente. Equiparar que no hay excomunión (para el caso de los menores de 16 años) con que no hay pena, en general, como si no hubiera consecuencias, es inducir a un engaño en materia gravísima.

6. Inexactitud gravemente falaz: la aplicación de los atenuantes en una pena canónica es automática de modo que debe suponerse que siempre se aplican. En ninguna parte dice el Derecho canónico que los atenuantes son de discernimiento y aplicación subjetiva, que finalmente lleva a una especie de auto-perdón automático. Pero eso es lo que sugiere la autora: “si una mujer decide abortar por temor a las consecuencias para su vida de traer un hijo no deseado al mundo –expulsión de la familia, posibilidad de retirarse del estudio, incapacidad para mantenerlo, o la que sea–, no es imputable” El Código de la Iglesia dice exactamente lo opuesto: “Cometida la infracción externa, se presume la imputabilidad, a no ser que conste lo contrario” (Código de Derecho Canónico, 1321 § 3). Y es evidente que lo que “consta” no es simplemente lo que consta “ante mis ojos,” como sugiere Palacios.

Por cierto, vemos aquí a dónde conduce esa teología moral que disocia “pecado objetivo” y “responsabilidad subjetiva” hasta el punto de guardar la fachada de una norma que sin embargo cada uno puede considerar inaplicable por propio deseo o decisión. Es algo que hemos visto suceder con Amoris laetitia, del Papa Francisco, y artículos como el que estamos comentando deben advertirnos adónde se llega por ese camino: si un adúltero puede discernir que puede comulgar, una mujer que aborta, o un médico que hace abortos, puede llegar a la conclusión de que lo suyo ni siquiera tiene que ser confesado ( ya eso llega Palacios).

7. Mito de uso de nombre: Palacios difunde la agenda de la ONG “Católicas por el Derecho a Decidir,” que es claramente abortista, y que ha sido descalificada por la Iglesia Católica, por ejemplo, por la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos. Véase amplia información aquí.

8. Mitos históricos trasnochados para lograr impacto emocional: por ejemplo, citar a Galileo y la Inquisición, caballos de batalla de continuo uso para intentar desacreditar todo lo que la Iglesia hoy haga o enseñe.

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Resulta arduo entrar en el detalle de tantos sofismas y medias verdades utilizadas con cierta inteligencia para lograr un objetivo. pero es nuestro deber buscar claridad, siempre con respeto pero sin dejar de respetar la verdad de los textos y de la dignidad de la vida humana, sobre todo.

Permita Dios que termine la aberración del aborto en todo el mundo. Amén.