Celebridades que murieron en el 2018

En los días finales del año solemos hacer listas: gastos, triunfos, descubrimientos, series de televisión, y por supuesto: celebridades. No puede entonces faltar la lista típica de celebridades que murieron en el 2018. En este caso vamos a asomarnos a la lista que publica Mirror de Inglaterra en su edición digital.

Nunca me ha interesado la farándula salvo por una razón: esos hombres y mujeres tienen una enorme influencia en los anhelos de millones y millones de personas. La gente simplemente quiere conocer hasta los detalles más triviales de su vida; quieren imitarlos; sueñan con que su pareja se parezca a esa actriz o a ese galán; admiran su fortuna y sus casas lujosas; copian su estilo de peinado y su modo de vestir. Es ese aspecto el que me interesa: tienen poder de influencia. Y por supuesto, la gente los considera puntos de referencia sobre qué significa una vida plena, feliz y exitosa.

¿Pero de verdad son felices? ¿Se les puede considerar en realidad exitosos?

Hablemos del 2018, según el Mirror. Destaco algunos nombres, algunas historias que me parecen particularmente trágicas:

Colin Kroll, confundador de HQ Trivia y de Vine, fue encontrado muerto, a los 34 años de edad, en su lujoso apartamento de Manhattan, rodeado de una mezcla de drogas, entre ellas, heroína y cocaína.

Oli Herbert, famoso guitarrista de estilo metal, fue encontrado muerte por ahogamiento después de una sobredosis de somníferos y tranquilizantes. Tenía 44 años de edad.

Maurizio Zanfanti, reconocido playboy italiano, famoso por su afición a las mujeres, murió a los 63 años, de un ataque cardíaco, cuando intentaba algo de intimidad con una turista rumana.

Mac Miller, famoso en el mundo del rap, ex-novio de Ariana Grande, murió a los 26 años por una sobredosis de drogas.

Deven Davis, actriz porno, madre de dos hijos, ex-esposa del vocalista Jonathan Davis, murió a los 39 años por una sobredosis de drogas. Jonathan aseguró que no era extraño encontrarla inconsciente por excesos de cocaína y norco.

Vicky Archer, reconocida presentadora de noticias de la BBC Radio, se suicidó a los 41 años de edad. Era la tercera vez que atentaba contra su vida.

Anthony Bourdain, considerado el mejor chef del siglo, ganador de 31 estrellas Michelin, se suicidó a los 61 años de edad, ahorcándose en la habitación de su hotel.

Rick Genest, conocido como Zmbie Boy, uno d elos hombres con más tatuajes en el mundo entero, ex-novio de Lady Gaga, se suicidó a sus 32 años de edad.

Ellie Soutter, ganadora junto con el equipo de GRan Bretaña de una medalla de oro en el Festival Olímpico Europeo de Invierno en 2017, se quitó la vida a los 18 años de edad.

Richard Swift, músico polifacético y miembro de por lo menos dos bandas internacionalmente conocidas, murió como consecuencia de su adicción al alcohol. Tenía 41 años de edad.

Carlos López Jr, exitoso actor de televisión con incursiones en el cine, se suicidó con arma de fuego a los 35 años de edad.

Sophie Gradon, reina de belleza del Reino Unido en 2009, estrella del mundo de los “realities”, se suicidó a los 32 años de edad. Padecía de ansiedad y depresión casi completamente desconocidas a sus colegas de la farándula.

Jackson Odell, actor reconocido de la exitosa serie norteamericana Modern Family, murió de una sobredosis de drogas a los 20 años de edad.

Alan O’Neill, famoso actor irlandés, murió a los 47 años de edad de complicaciones cardíacas relacionadas con su intenso tabaquismo.

Kate Spade, mundialmente conocida diseñadora de bolsos de alta gama, se suicidó a los 55 años de edad. La noticia ha conmovido el mundo de la moda porque de ela sólo se conocía éxito sobre éxito.

Verne Troyer, actor y youtuber estadounidense, se suicidó después de larga depresión a sus 49 años de edad.

Avicii, probablemente el DJ más reconocido del mundo, se suicidó a los 28 años de edad, después de sobrevivir varias crisis internas.

Alex Beckett, actor de W1A, galés de nacimiento, se suicidó a sus 35 años de edad poco antes de una presentación de teatro en Londres.

Dolores O’Riordan, cantante del grupo de rock Cranberries, murió a los 47 años de edad, ebria y ahogada en una bañera.

Jon Paul Steuer, actor de Star Trek, se suicidó de un disparo a los 33 años de edad.

Todas estas muertes, clasificadas como suicidios o como consecuencias de abuso de sustancias, sucedieron en 2018. Por supuesto, preocupa hacia dónde están mirando nuestros jóvenes.

Homilía del Papa Francisco en la Navidad 2018

José, con María su esposa, subió “a la ciudad de David, que se llama Belén”. Esta noche, también nosotros subimos a Belén para descubrir el misterio de la Navidad.

1. Belén: el nombre significa casa del pan. En esta “casa” el Señor convoca hoy a la humanidad. Él sabe que necesitamos alimentarnos para vivir. Pero sabe también que los alimentos del mundo no sacian el corazón. En la Escritura, el pecado original de la humanidad está asociado precisamente con tomar alimento: “tomó de su fruto y comió”, dice el libro del Génesis. Tomó y comió. El hombre se convierte en ávido y voraz. Parece que el tener, el acumular cosas es para muchos el sentido de la vida. Una insaciable codicia atraviesa la historia humana, hasta las paradojas de hoy, cuando unos pocos banquetean espléndidamente y muchos no tienen pan para vivir.

Belén es el punto de inflexión para cambiar el curso de la historia. Allí, Dios, en la casa del pan, nace en un pesebre. Como si nos dijera: Aquí estoy para vosotros, como vuestro alimento. No toma, sino que ofrece el alimento; no da algo, sino que se da él mismo. En Belén descubrimos que Dios no es alguien que toma la vida, sino aquel que da la vida. Al hombre, acostumbrado desde los orígenes a tomar y comer, Jesús le dice: “Tomad, comed: esto es mi cuerpo”. El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar. Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia. Desde la “casa del pan”, Jesús lleva de nuevo al hombre a casa, para que se convierta en un familiar de su Dios y en un hermano de su prójimo. Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar.

El Señor sabe que necesitamos alimentarnos todos los días. Por eso se ha ofrecido a nosotros todos los días de su vida, desde el pesebre de Belén al cenáculo de Jerusalén. Y todavía hoy, en el altar, se hace pan partido para nosotros: llama a nuestra puerta para entrar y cenar con nosotros. En Navidad recibimos en la tierra a Jesús, Pan del cielo: es un alimento que no caduca nunca, sino que nos permite saborear ya desde ahora la vida eterna.

En Belén descubrimos que la vida de Dios corre por las venas de la humanidad. Si la acogemos, la historia cambia a partir de cada uno de nosotros. Porque cuando Jesús cambia el corazón, el centro de la vida ya no es mi yo hambriento y egoísta, sino él, que nace y vive por amor. Al estar llamados esta noche a subir a Belén, casa del pan, preguntémonos: ¿Cuál es el alimento de mi vida, del que no puedo prescindir?, ¿es el Señor o es otro? Después, entrando en la gruta, individuando en la tierna pobreza del Niño una nueva fragancia de vida, la de la sencillez, preguntémonos: ¿Necesito verdaderamente tantas cosas, tantas recetas complicadas para vivir? ¿Soy capaz de prescindir de tantos complementos superfluos, para elegir una vida más sencilla? En Belén, junto a Jesús, vemos gente que ha caminado, como María, José y los pastores. Jesús es el Pan del camino. No le gustan las digestiones pesadas, largas y sedentarias, sino que nos pide levantarnos rápidamente de la mesa para servir, como panes partidos por los demás. Preguntémonos: En Navidad, ¿parto mi pan con el que no lo tiene?

2. Después de Belén casa de pan, reflexionemos sobre Belén ciudad de David. Allí David, que era un joven pastor, fue elegido por Dios para ser pastor y guía de su pueblo. En Navidad, en la ciudad de David, los que acogen a Jesús son precisamente los pastores. En aquella noche —dice el Evangelio— “se llenaron de gran temor”, pero el ángel les dijo: “No temáis”. Resuena muchas veces en el Evangelio este no temáis: parece el estribillo de Dios que busca al hombre. Porque el hombre, desde los orígenes, también a causa del pecado, tiene miedo de Dios: “me dio miedo […] y me escondí”, dice Adán después del pecado. Belén es el remedio al miedo, porque a pesar del “no” del hombre, allí Dios dice siempre “sí”: será para siempre Dios con nosotros. Y para que su presencia no inspire miedo, se hace un niño tierno. No temáis: no se lo dice a los santos, sino a los pastores, gente sencilla que en aquel tiempo no se distinguía precisamente por la finura y la devoción. El Hijo de David nace entre pastores para decirnos que nadie estará jamás solo; tenemos un Pastor que vence nuestros miedos y nos ama a todos, sin excepción.

Los pastores de Belén nos dicen también cómo ir al encuentro del Señor. Ellos velan por la noche: no duermen, sino que hacen lo que Jesús tantas veces nos pedirá: velar. Permanecen vigilantes, esperan despiertos en la oscuridad, y Dios “los envolvió de claridad”. Esto vale también para nosotros. Nuestra vida puede ser una espera, que también en las noches de los problemas se confía al Señor y lo desea; entonces recibirá su luz. Pero también puede ser una pretensión, en la que cuentan solo las propias fuerzas y los propios medios; sin embargo, en este caso el corazón permanece cerrado a la luz de Dios. Al Señor le gusta que lo esperen y no es posible esperarlo en el sofá, durmiendo. De hecho, los pastores se mueven: “fueron corriendo”, dice el texto. No se quedan quietos como quien cree que ha llegado a la meta y no necesita nada, sino que van, dejan el rebaño sin custodia, se arriesgan por Dios. Y después de haber visto a Jesús, aunque no eran expertos en el hablar, salen a anunciarlo, tanto que «todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores».

Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar la belleza: son gestos de amor. El buen Pastor, que en Navidad viene para dar la vida a las ovejas, en Pascua le preguntará a Pedro, y en él a todos nosotros, la cuestión final: “¿Me amas?”. De la respuesta dependerá el futuro del rebaño. Esta noche estamos llamados a responder, a decirle también nosotros: “Te amo”. La respuesta de cada uno es esencial para todo el rebaño.

“Vayamos, pues, a Belén”: así lo dijeron y lo hicieron los pastores. También nosotros, Señor, queremos ir a Belén. El camino, también hoy, es en subida: se debe superar la cima del egoísmo, es necesario no resbalar en los barrancos de la mundanidad y del consumismo. Quiero llegar a Belén, Señor, porque es allí donde me esperas. Y darme cuenta de que tú, recostado en un pesebre, eres el pan de mi vida. Necesito la fragancia tierna de tu amor para ser, yo también, pan partido para el mundo. Tómame sobre tus hombros, buen Pastor: si me amas, yo también podré amar y tomar de la mano a los hermanos. Entonces será Navidad, cuando podré decirte: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”.

Navidad Anawin

“Anawin” es un término tomado de la lengua hebrea antigua para indicar a los pobres. Pobres de todo, pero especialmente, desprendidos de sí mismos y de los ídolos del mundo. Pobres también por haber sido excluidos y porque han aprendido a no poner su confianza en las riquezas y poderes de este mundo. Son al mismo tiempo los despreciados por el mundo y los que no le creen al mundo. Los poderosos los ven con incomodidad y fastidio pero ellos a su vez, mientras peregrinan por esta tierra, se saben ciudadanos de otra parte (véase Carta a los Hebreos, capítulo 11, especialmente los versículos 32 al 38).

Vivir la Navidad Anawin significa entonces varias posibilidades, todas preciosas ante los ojos de Dios.

1. Es la Navidad que tendrá la religiosa colombiana Gloria Cecilia Narváez, secuestrada desde comienzos del año 2017 por un grupo extremista musulmán en Malí, África. Muchos estamos rogando todos los días por su liberación pero también para que el señor le conceda consuelo y fortaleza, y una fe que sea testimonio frente a los enemigos de Cristo. Y como este bendita religiosa, tantos que están sufriendo por el Nombre de Cristo

2. Es la Navidad que pasarán muchos sin techo, migrantes, enfermos abandonados, niños maltratados o esclavizados. Damos gracias a Dios por atntas personas que con buen corazón dejan brotar su generosidad en favor de estas personas pero también clamamos consuelo y ternura para los que reciben nada o demasiado poco!

3. Es la Navidad de muchos misioneros, lejos de sus hogares y su cultura, gastándose con valor por Cristo, aliviando dolor y llevando el testimonio del amor divino a los últimos rincones de la tierra. Es también la viva experiencia de tantos monjes y monjas de clausura que en la sobriedad de un claustro frío ofrecen el calor de su pecho al Recién Nacido.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad Anawin!

Del Discurso del Papa Francisco a la Curia Vaticana con motivo de la Navidad 2018

La Navidad es la fiesta que nos llena de alegría y nos da la seguridad de que ningún pecado es más grande que la misericordia de Dios y que ningún acto humano puede impedir que el amanecer de la luz divina nazca y renazca en el corazón de los hombres. Es la fiesta que nos invita a renovar el compromiso evangélico de anunciar a Cristo, Salvador del mundo y luz del universo. Porque si «Cristo, “santo, inocente, inmaculado” (Hb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación.

La Iglesia “va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”, anunciando la cruz del Señor hasta que venga (cf. 1 Co 11,26). Está fortalecida, con la virtud del Señor resucitado, para triunfar con paciencia y caridad de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8).

Apoyándonos en la firme convicción de que la luz es siempre más fuerte que la oscuridad, me gustaría reflexionar con vosotros sobre la luz que une la Navidad (primera venida en humildad) a la Parusía (segunda venida en esplendor) y nos confirma en la esperanza que nunca defrauda. Esa esperanza de la que depende la vida de cada uno de nosotros y toda la historia de la Iglesia y del mundo.

Mensaje de Pascua 2018

Un día descubrirás que mejor que pedir milagros es ser tú mismo el milagro.

Es posible que el mundo necesite muchos milagros porque son muy grandes las necesidades; pero más necesita personas que sean milagros vivientes porque son muchos los necesitados.

Hoy es un milagro que alguien, aunque esté cansado, tenga tiempo, una sonrisa y un corazón abierto para acoger y escuchar al que está devastado y roto.

Hoy es un milagro que tus palabras no se concentren en los defectos de los demás sino es sus cualidades, sus talentos, su inmenso potencial.

Hoy es un milagro que alguien escoja aquella penitencia que nadie verá en esta tierra y que sólo existe para los ojos eternos del Padre del Cielo.

Hoy es un milagro que tu día se rompa para un tiempo que todos llamarían “perdido” pero que tú llamas “adoración” y que sabes que es lo que te da fuerzas para todo lo demás.

Hoy es un milagro que puedas guardar silencio mientras alguien te dice cosas duras o injustas: simplemente has escogido oír más el corazón y menos la voz de esa persona.

Hoy es un milagro que hagas una plegaria ferviente por un perfecto desconocido: alguien que jamás sabrá quién eres tú, ni por qué gastas tu tiempo buscando el bien de los demás.

Hoy es un milagro que pronuncies el nombre de JESÚS, tu Maestro, en el momento exacto en que unos oídos lo necesitaban, y un corazón estaba a punto de abrirse.

Tú puedes ser el milagro.

Pero no lo podrás ser por tus solas fuerzas. Si tus solas fuerzas lograran todo, entonces no se llamaría “milagro.”

El arte es llamar con amor y humildad a las puertas del Maestro, y pedirle con sencillez: “Hoy quiero ser tu milagro.”

Nadie lo sabrá. Quizás nadie lo entenderá. Pero la alianza secreta entre el Maestro y tú no podrá romperla tampoco nadie.

Y una estela de gracia seguirá tus pasos y dará luz a tus palabras.

Créelo.

¿Qué prosperidad quieres para el 2018?

En mi país, y en muchos otros lugares, es muy frecuente desear “un próspero año nuevo,” cuando llegan estas fechas. Lo que pocas veces se aclara es qué tipo de prosperidad uno está deseándoles a los demás, porque es que tampoco se aclara qué clase de prosperidad desea cada cual.

De hecho, la pregunta es suficientemente extraña. Haz la prueba de enunciarla: “¿Qué prosperidad quieres para el 2018?” Notarás que la gente se queda con la mirada en blanco, y que luego añaden algunas frases como: “No sé… que todo vaya bien…” Algunos van más lejos y le dan un toque de poesía: ” Que logres tus metas… que se te cumplan tus mejores deseos…” O cosas parecidas. En cuanto a este deseo genérico, y esa clase de respuestas genéricas también, no suele haber diferencia entre cristianos practicantes o no, o incluso con los no-cristianos. Es un formalismo social que, como tantos otros, no da mucho de sí.

Pero la pregunta es bien interesante. De verdad: ¿Qué prosperidad quieres para el 2018? De aquí a un año, y con toda honestidad, ¿en qué quisieras haber “prosperado”?

Tal vez puede ser duro enfrentar algunas de esas respuestas. Tal vez nuestras prioridades dan muy alto puntaje a realidades puramente materiales, corporales y económicas mientras dejan a otras realidades–espirituales, intelectuales, culturales, y de relación social–en la penumbra de “no importa mucho si se avanza o no.”

Dicho de otro modo: aplicamos nuestro talento y fuerza a lo que nos importa mientras abandonamos a la inercia lo que nos importa menos.

¿A qué le das talento, tiempo y fuerza? ¿Y qué cosas en cambio dejas en la inercia, la penumbra o el peso de las zarzas que ahogan la buena semilla?

Son pensamientos útiles para llegar con un corazón nuevo al comienzo del 2018.