365 días para la Biblia – Día 365

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 365 de 365

Malaquías
Eclesiástico 51,13-30
* Juan 3,16-21

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

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Seguimos el texto publicado en la página web del Vaticano.

Hallan los restos mortales de 277 niños sacrificados en rituales precolombinos en Perú

“Un grupo de arqueólogos descubrió los restos de 227 niños ofrecidos en un ritual de la cultura precolombina Chimú, en la costa norte de Perú, lo que sería el hallazgo más grande de sacrificios de infantes del mundo. Hasta el momento hemos hallado los restos de 227 niños sacrificados de la cultura Chimú”, dijo el arqueólogo Feren Castillo tras señalar que los trabajos se iniciaron en 2018…”

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catholic-link.com nos comparte 11 reflexiones preciosas de San Agustín

1. Los tiempos de conversión, son los tiempos de Dios

Cuántos de nosotros, habiendo nacido en hogares católicos, hemos conocido a Dios ya siendo adultos. Para volver a Él nunca es tarde, Dios está siempre con nosotros. Éramos nosotros los que no estábamos con Él.

“¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo; me retenían lejos de ti cosas que no existirían si no existieran en ti. Pero tú me llamaste y clamaste hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de ese gusto. Me tocaste y con tu tacto me encendiste en tu paz”.

2. Dios es quien siempre llama, quien siempre busca y quien se encarga personalmente de cada uno de nosotros

Cuántas veces no entendemos lo que nos sucede en la vida. Cuántas caídas, cuántos dolores. Aunque pareciera que estuviésemos solos en medio de la incertidumbre, Dios estaba siempre ahí. Dios habla, consuela y forma cuidadosamente, incluso en medio del dolor.

“Entonces tú, [mi Dios], tratándome con mano suavísima y llena de misericordia, fuiste modelando poco a poco mi corazón”.

3. Pedir a Dios significa también estar dispuestos a escuchar y recibir lo que Él nos da. Dios nunca se equivoca

Cuántas veces hemos elevado los ojos al cielo pidiéndole algo a Dios. Le hemos confiado nuestros deseos, nuestros sueños. Le hemos pedido que aligere nuestra carga. A veces parece que no nos escucha. Pero Él siempre lo hace y otorga lo que sabe es mejor para cada uno.

“[Dios mío], los hombres te consultan sobre lo que quieren oír, pero no siempre quieren oír lo que tú les respondes. Y el buen siervo tuyo es aquél que no se empeña en oírte decir lo que a él le gustaría, sino que está sinceramente dispuesto a oír lo que tú le digas”.

4. Dios conoce lo más profundo de nuestro ser, es Él quién lo ha modelado con sus propias manos

Cuesta creer que verdaderamente somos hijos de Dios, todos y cada uno de nosotros. Incluso los que no creen en Él. Dios conoce cada rincón de nuestro ser, cada pensamiento, cada sueño, cada anhelo, cada caída, cada lucha. Él está ahí porque fueron sus propias manos las que modelaron nuestra existencia.

“[Señor Dios mío], tú eres interior a mi más honda interioridad”.

“[Tú, oh Dios,] estás presente también en aquellos que huyen de ti”.

“¡Oh Señor omnipotente y bueno, que cuidas de cada uno de tus hijos como si fuera el único, y que de todos cuidas como si fueran uno solo!”

“Tú eres, [oh Dios mío], inaccesible y próximo, secretísimo y presentísimo”.

5. Dios nos forma a través de otros. La responsabilidad del amor incondicional

Las que somos mamás sabemos cuánto cuesta criar un hijo. Es necesaria nuestra confianza en Dios para formarlos en la libertad y la verdad. Santa Mónica, madre de San Agustín, nos enseña que todos los dolores y los miedos en la crianza de nuestros hijos, cuando son entregados a Dios, dan fruto. Todos estamos llamados a ser santos y todas las madres están llamadas a criar hijos santos para Dios.

“Ella lloraba por mi muerte espiritual, [Dios mío], con la fe que tú le habías dado, y tú escuchaste su clamor. La oíste cuando ella con sus lágrimas regaba la tierra ante tus ojos; ella oraba por mí en todas partes, y tú oíste su plegaria… Sus preces llegaban a tu presencia, pero tú me dejabas todavía volverme y revolverme en la oscuridad”.

“¿Cómo podía ser que tú desoyeras y rechazaras las lágrimas de la que [Mónica, mi madre] no te pedía oro ni plata ni bien alguno pasajero sino la salud espiritual de su hijo, que era suyo porque tú se lo habías dado?”.

6. Dios es nuestro único consuelo ante la muerte

Perder a alguien a quien amamos profundamente es tan doloroso que incluso se desea la propia muerte. Sin Dios quedamos perdidos, solos. Pero Él entiende este dolor y nos promete un encuentro futuro y sin separaciones en la vida eterna. Esa promesa es la que nos debe llenar de esperanza y restaurar la alegría perdida por la ausencia física de los que ya han partido.

“El único que no pierde a sus seres queridos es el que los quiere y los tiene en Aquel que no se pierde. ¿Y quién es este sino tú, nuestro Dios, el que hizo el cielo y la tierra y los llena, pues llenándolos los hizo?”.

7. La misericordia de Dios es infinita. Nunca nos cansemos de pedir perdón

Existen días en los que queremos darnos por vencidos. Es una lucha que parece vamos perdiendo una y otra vez, cansados de caer y de pedir perdón siempre por lo mismo. Dios no se cansa de perdonarnos, somos nosotros los que pensamos que no somos más dignos de perdón. Su misericordia es infinita.

“A ti la alabanza y la gloria, ¡oh Dios, fuente de las misericordias! Yo me hacía cada vez más miserable y tú te me hacías más cercano. Tu mano estaba pronta a sacarme del cieno y lavarme, pero yo no lo sabía”.

8. La generosidad en la comunidad cristiana es un verdadero camino de conversión

Sobre todo en este tiempo, qué importante es volver la mirada a nuestros hermanos necesitados de nuestra generosidad y amor. ¡Tanta gente que muere de hambre, mientras que algunos están llenos de riquezas!

“Habíamos pensado contribuir con lo que cada uno tuviera para formar con lo de todos un patrimonio común, de modo que por nuestra sincera amistad no hubiera entre nosotros tuyo y mío, sino que todo fuera de todos y de cada uno”.

9. A Dios solo lo encuentran los humildes, los más pequeños

En un mundo en el que el valor está puesto en la imagen y en lo que se tiene San Agustín nos recuerda que es a los humildes a los que Dios mira con agrado.

“No te acercas, [oh Dios], sino a los de corazón contrito, ni te dejas encontrar por los soberbios por más que en su curiosidad y pericia sean capaces de contar las estrellas y conocer y medir los caminos de los astros por las regiones siderales”.

10. La muerte no es el final. La verdadera vida está junto a Dios

Deseoso de ser inmortal, el ser humano lucha por evitar la muerte, por prolongar la juventud, y desprecia todo lo que le recuerda que la vida es pasajera, que el cuerpo se deteriora y que tendrá un final. San Agustín nos recuerda que nuestro verdadero hogar es el Cielo.

“Nuestra casa no se derrumba por nuestra ausencia, pues nuestra casa es tu eternidad”.

11. El descanso y el sentido de nuestra existencia solo se verá saciado en Dios

Ese deseo de infinito que tiene el ser humano no es sino una expresión de esa nostalgia de Dios, de ese llamado a ser eterno. Solo lograremos saciar ese anhelo, esa hambre, alimentándonos de Dios.

“[Señor Dios], nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”.

365 días para la Biblia – Día 364

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 364 de 365

Zacarías 11-14
Eclesiástico 51,1-12
* Filipenses 2,5-11

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

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Seguimos el texto publicado en la página web del Vaticano.

365 días para la Biblia – Día 363

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 363 de 365

Zacarías 6–10
Eclesiástico 50,14-29
* Colosenses 1,11-23

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

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El espiritismo congrega en Brasil a 10 millones de personas

“Brasil es el país con más habitantes que profesan una doctrina espiritista y casi la mitad de ellos practican el kardecismo, una doctrina que este año conmemora los 150 años de la muerte de su fundador, el francés Allan Kardec (1804-1869), según informa Laura López, de la agencia Efe. Según el estudio Religion World Database de la Universidad de Boston (Estados Unidos), más de 9,9 millones de personas son seguidores de una religión espiritista en Brasil en 2015, desde la afrobrasileña (candomblé) hasta el kardecismo francés…”

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Un santo que ayudó el camino de otro santo

San Alonso Rodríguez (1531-1617)

Los tres años que San Pedro Claver pasó en la isla de Mallorca, en el Colegio de Montesión, realizando sus estudios eclesiásticos con los jesuitas, fueron recordados por él siempre como «los más bellos de su vida», y no tanto por el encanto fascinante de aquellos lugares, o por la calidad de los estudios, sino ante todo por su amistad espiritual con el hermano portero de la casa, el jesuita San Alonso Rodríguez.

Este santo anciano, que allí vivía y servía desde 1571, tenía entonces setenta y tres años venerables. Nacido en Segovia en 1531, fue durante toda su vida religiosa, es decir, durante cuarenta y siete años, portero de Montesión. Murió en 1617, fue beatificado en 1824, y canonizado, al mismo tiempo que San Pedro Claver, en 1888.

Al llegar a Mallorca, Pedro Claver no estaba muy seguro de su vocación sacerdotal, ni tenía idea apenas de lo que el Señor quería hacer con él. En cuanto llegó a Montesión, dice el hermano Nicolás González, «tuvo permiso para hablar todas las noches un cuarto de hora a solas con Alonso sobre el modo de adquirir la perfección evangélica», y allí fue, por mediación de San Alonso, donde el corazón de San Pedro recibió de Dios su orientación definitiva. Por su parte, aquel santo portero tenía un carisma especial para formar espiritualmente a los jóvenes jesuitas, y para suscitar en ellos vocaciones misioneras hacia las Indias.

En este tiempo tuvo Alonso, acompañado de su ángel de la guarda, una visión del cielo, donde vio un precioso trono vacío, y oyó que le era dicho: «Éste es el lugar preparado para tu discípulo Pedro Claver en premio de sus muchas virtudes y de las innumerables almas que convertirá en las Indias con sus trabajos y sudores». Nada de esto dijo San Alonso a Pedro, pero ya, con más seguridad interior, le fue hablando del apostolado misionero en las Indias: «Cuántos que están ociosos en Europa -le decía con lágrimas en los ojos- podrían ser apóstoles de América»… Y le añadía: «¡Oh, que la caridad de Dios no haya de surcar aquellos mares que ha sabido hendir la humana avaricia!».

Ya llegaban por entonces muchas noticias de los grandes misiones llevadas adelante por la Compañía de Jesús entre los indios. Tantos pueblos nuevos, tantos hombres que todavía ignoraban el amor de Cristo y la fuerza salvadora de su Espíritu… «Pues qué, ¿no valen también aquellas almas la vida de un Dios? Por ventura, ¿no ha muerto El también por ellas? Ah, Pedro, hijo mío amadísimo, ¿y por qué no vas tú también a recoger la Sangre de Jesucristo? ¡No sabe amar el que no sabe padecer, y allá te espera, y ay si supieses el gran tesoro que te tiene preparado!».


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.