¡Grande el Ecuador pro-vida!

«Con 65 votos afirmativos, el Pleno 611 de la Asamblea Nacional no aprueba las reformas al COIP referentes al aborto no punible», indicó el Legislativo ecuatoriano en Twitter. Con ello niega la moción que abogaba por despenalizar el aborto por violación y mantiene la legislación vigente.

El órgano legislativo ecuatoriano está conformado por un total de 137 parlamentarios. Para que la reforma abortista fuera aprobada eran necesarios al menos 70 votos favorables.

En los exteriores del Parlamento se concentraron grupos a favor y en contra de que se ampliaran las causales para abortar. La reforma planteada y que se votó en diferentes bloques, tenía por objeto modificar 45 artículos del COIP, crear otros 17 e introducir seis disposiciones transitorias generales y una final.

La propuesta rechazada formulaba que las mujeres pudieran acudir a la práctica del aborto en caso de violación, estupro, inseminación no consentida, malformación del feto e incesto.

En Ecuador el aborto es legal solo cuando se encuentra en riesgo la vida o la salud de la gestante y cuando se presenta un embarazo resultado de una violación a una mujer con discapacidad mental. En otros casos, la persona que haga abortar a una mujer que haya consentido en ello, de acuerdo a la legislación vigente, será sancionada con pena privativa de libertad de uno a tres años.

(Con información de InfoCatólica)

«La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia»

“«Los mártires son, como todos los cristianos, ciudadanos del cielo. Son los vencedores con Cristo del combate entre la luz y las tinieblas. Y son, como dice Jesús en el Evangelio, quienes han visto a Satanás caer del cielo como un rayo». Con este cariz, principio y fin de una vida entregada a Cristo por amor, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, obispo auxiliar de Madrid, ha inaugurado la mesa redonda Entre fuerza y debilidad, los mártires cristianos de hoy y la paz, celebrada en el Círculo de Bellas Artes y encuadrada en el Encuentro Internacional Paz sin Fronteras, organizado la Comunidad de Sant’Egidio y el Arzobispado de Madrid…”

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Pedro Claver emprende camino a las Indias

Claver a las Indias

Había en Sevilla una casa en la que se reunían los jesuitas que iban a partir a las Indias. Allí se juntó la expedición conducida por el padre Alonso Mejía, el cual dispuso que se ordenaran de subdiáconos los que ya tenían órdenes menores. El hermano Claver, con toda humildad, se excusó. Aún no le había mostrado claramente el Señor su vocación sacerdotal, ni siquiera a través del hermano Alonso. Este, según manifestó Claver poco antes de morir, le había comunicado claramente tres cosas: que él trabajaría con negros, en Nueva Granada, y concretamente en Cartagena. Pero, según parece, no más.

En abril de 1610, partió por fin la expedición, cuando Pedro Claver tenía treinta años, en uno de los 60 o 70 galeones que por entonces salían anualmente de Sevilla rumbo a las Indias. Cuando llegaron al puerto de Cartagena, la audiencia del Nuevo Reino de Granada comprendía Colombia y parte de Panamá, Venezuela y Ecuador, y un buen gobernador la presidía, don Juan de Borja, nieto de San Francisco. En el Colegio jesuita de Santa Fe de Bogotá, hasta 1613, Pedro Claver acabó sus estudios de teología, cobrando gran amistad con el profesor Antonio Agustín, que fue su padre espiritual hasta 1635.

Un año más, el de su tercera probación, en 1614, pasó Claver en el colegio que la Compañía tenía en Tunja, pequeña ciudad llena de encanto, sobria y ascética por entonces. Al noviciado jesuita que allí había legó antes de morir, como preciado tesoro, el cuaderno autógrafo de San Alonso. Y desde Tunja, en 1615, San Pedro Claver, a los treinta y cinco años, se dirigió por el camino de Honda, río de Magdalena y Mompox, a Cartagena, su destino final.

Cartagena de Indias

En contraposición a Tunja, ciudad serena, y un poco triste, en la que predominaban los indígenas asimilados, Cartagena, el puerto fortificado que daba acceso a Nueva Granada, con sus muchos mestizos y negros, forasteros y comerciantes, era una ciudad revuelta y bulliciosa, en la que la caridad no podía ser ejercitada sino en forma heróica. Sumaba entonces Cartagena unos 2.000 españoles y 3 o 4.000 negros, muchos de ellos a la espera de ser vendidos y llevados a otros lugares. Por entonces, sólo en ella y en Veracruz estaba autorizada en América hispana la trata legal de negros.

El mismo Claver describe aquella ciudad: «Estos lugares son tan calurosos, que estando al presente en la mitad del invierno, se siente mayor calor que en la canícula. Los esclavos negros, en número de 1.400 en la ciudad, van casi desnudos. Los cuerpos humanos de continuo están bañados en sudor. Hay gran escasez de agua dulce, y la que se bebe es siempre caliente… Creo que en ninguna parte del mundo hay tantas moscas y mosquitos como en estas regiones; la mayor parte de los campos son pantanosos; el aire es poco propicio a la salud; los europeos se enferman aquí casi todos… No escribo esto apesadumbrado por haber venido, antes bendigo a Dios de haber secundado mi deseo de padecer algo por El. Sólo pretendo informaros de la calidad de estas partes del Nuevo Mundo.

«En cuanto a forasteros, ninguna ciudad de América, a lo que se dice, tiene tantos como ésta; es un emporio de casi todas las naciones, que de aquí pasan a negociar a Quito, Méjico, Perú y otros reinos; hay oro y plata. Pero la mercancía más en uso es la de los esclavos negros. Van los mercaderes a comprarlos a valiosísimos precios a las costas de Angola y Guinea; de allí los traen en naves bien sobrecargadas a este puerto, donde hacen las primeras ventas con increíble ganancia… A los esclavos que desembarcan por primera vez en Cartagena, gente sumamente ruda y miserable, acude la Compañía con toda caridad, pues para esto fue llamada acá en años pasados. Según muchos me dicen, yo será uno de los destinados a la obra de su catequización, y ya se trata de darme los intérpretes» (+Valtierra 63).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

El yoga no se queda en posturas físicas, busca unirnos con «algo»

“Muchas personas están convencidas de que el yoga es un sistema de posturas físicas asépticas. Hay mucho más. Con la asesoría de Javier Luzón Peña (licenciado en Filosofía y Letras, doctor en Teología y profesor de Antropología Teológica, quien ha sido exorcista en Madrid) y de Juan Sánchez (ex practicante de reiki) y Rosa María Ramírez (ex practicante de yoga), ambos autores de la conferencia Cristianismo y new age: reiki, yoga…, peligros que acechan a nuestra fe, el siguiente diálogo muestra la contraposición entre dos católicos…”

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¿Tiene “poder” la Virgen María?

¿Es correcto, sí o no, decir que la Virgen María tiene poder? — L.S.

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El poder es un atributo divino, como la sabiduría, la bondad o la belleza. Dios ha querido compartir de sus atributos e incluso de su naturaleza en nosotros (véase 1 Pedro 2,14). Esto quiere decir que nosotros, cada uno de nosotros, participa en algo del poder de Dios, aunque de diversas maneras, así como participamos de su bondad, en algún grado, y de su hermosura, en algún grado.

Por supuesto, la participación en los atributos de Dios no está desconectado de la participación en todo su ser. Dicho de otro modo: Dios no nos da de su poder sin darnos también de su sabiduría, su compasión y de todos sus demás atributos, que en Él son sencillamente inseparables. Por consiguiente, “tener poder” no es algo así como se dice en las historietas de super-héroes que ellos tienen “poderes” que al fin y al cabo usan según su gusto (o capricho). El poder “caprichoso” ya no es poder genuinamente de Dios.

Esto implica que la abundancia del don de Dios irá en proporción al uso sabio de los dones que Él nos comunique. Cuanto mayor es la santidad de una persona, mayor será la prudencia, oportunidad y misericordia que tendrá al administrar el “poder” que Dios le haya dado. Ejemplo: existe el poder de influir en otras personas. Un inmaduro usará torpemente ese don y caerá en capricho o egoísmo. Un santo usará ese mismo poder como un auxilio portentoso para extender el reinado de Cristo.

De esta clase es el “poder” que tiene la Santa Virgen María. Como todos nosotros, Ella también participa, y en altísimo grado, de los dones de Dios. Y como su santidad es extraordinaria y de todo punto de vista eminente, Ella usa de lo que Dios le conceda con altísima sabiduría y preciosa compasión.