Oración de un cristiano tibio

Espíritu Santo de Dios:

Sé que te necesito
porque a veces no siento que te necesito.
Pobre de mí, si no percibo la urgencia,
la sed, el anhelo infinito
de tu presencia bendita.
Dios Altísimo: que yo no sienta necesidad de ti
es grave señal de cuánta falta haces en mi vida.

Sé que te necesito
porque leo de personas santas
y no se me enciende el pecho
con ansia de darte una alegría semejante
a la que ellos te dan.
Se ve que me he vuelto de hielo,
y es evidente
que sin ti jamás valdré para el cielo.

Sé que te necesito
porque cada día las noticias
me hablan de traiciones, abortos y más muertes.
Y los ojos se me quedan secos.
¿Dónde perdí las lágrimas?
¿Por qué se acabó el dolerme el pecho?
Todo es culpa mía.
Y es señal de que sin ti
no voy a ser un milímetro mejor de lo que soy.

Sé que te necesito.
Lo sé con certeza soberana.
Lo saben mis entrañas
y me lo repite el corazón.
Sé que te necesito
con mayor prisa y en mayor proporción
de todo lo que yo pudiera enunciar.
Apiádate de mí, y ven.

Sé que te necesito.
Por piedad te suplico:
Haz que por lo menos tenga idea
de lo poco que he sido,
de lo mal que he vivido,
de lo mucho que he perdido,
y sobre todo,
que hasta el final
pueda saberte superior a mis males.

Sé que te necesito
porque tú me concedes saberlo.
Ven a vencerme,
porque ese será mi bien.
Revienta mi mundo y haz un mundo nuevo.
Renueva la faz de la tierra.
Por amor, por piedad, por favor.

Amén.

Fr. Nelson Medina, OP

Más testimonios de jesuitas mártires en Norteamérica

Otros misioneros jesuitas mártires

Fueron 331 los jesuitas que en este siglo misionaron en la Nueva Francia -es decir, en regiones del Canadá y de Luisiana-. Y de ellos, muchos de los que se adentraron con los indios perdieron la vida. Concretamente, 32 jesuitas misioneros sucumbieron de muerte violenta, martirizados o víctimas de la caridad.

Santo mártir Antonio Daniel. -Nacido en Dieppe, en 1601, en 1621 estuvo en el noviciado jesuita de Rouen, y ya ordenado, fue destinado a la misión de los hurones. Llegó a Quebec en 1633 y participó en numerosas entradas misioneras entre los indios. Tenía una gracia especial para los niños. En el gran alzamiento iroqués de 1648 se hallaba en San José, una pequeña misión. Estaba celebrando misa cuando llegó el griterío de los iroqueses que se acercaban. Se quitó los ornamentos sagrados, bautizó por aspersión rápidamente al grupo de hurones que eran catecúmenos, facilitó su huída por una puerta trasera, y salió al encuentro de los iroqueses con una gran cruz alzada que tomó del altar. Abrazado a la cruz, murió atravesado por innumerables flechas.

Santos mártires Carlos Garnier y Natalio Chabanel. -Ambos jesuitas misionaron la tribu de los tabaqueros, y en la misión de San Juan Bautista, junto a la bahía de Nottawasaga, y fue allí donde hicieron a Dios la ofrenda de sus vidas y de sus muertes.

San Carlos Garnier nació en París, de familia distinguida, en 1606, entró en el noviciado con 18 años, y llegó al Canadá en 1636. Atractivo y bondadoso, de buen carácter, él decía que la Virgen María le había llevado en sus brazos hasta conducirlo a la Compañía de su Hijo Jesús. Fue muy querido por los indios.

San Natalio Chabanel, su compañero, era muy distinto. Nacido en 1613, acogió con esfuerzo, siendo profesor jesuita de filosofía y retórica, la orden de partir a misiones en 1643. Seis años pasó entre los hurones sufriendo una gran desolación interior, y sintiéndose un fracasado. Para vencer sus persistentes tentaciones de abandono, el Señor le inspiró hacer un voto heroico: permanecer hasta su muerte en la misión de los hurones. Ahí se acabaron sus dudas y desgarramientos interiores.

Por lo demás, no iba a durar mucho el tiempo de su prueba. El 6 de diciembre de 1649 recibe mandato de ir a la isla de San José, a donde se dirige acompañado por un grupo de indios, dejando sólo al padre Garnier en la misión de San Juan Bautista. Al día siguiente los iroqueses invaden la aldea y hieren de un tiro al padre Garnier mientras celebraba misa. Cuando se arrastraba para auxiliar a un moribundo, un indio le remató de dos hachazos en las sienes. A la expedición del padre Chabanel llegó el eco de la victoria de los iroqueses sobre los tabaqueros. Y uno de los hurones de su grupo lo mató, atribuyendo los males que estaban sufriendo a la presencia de los misioneros.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

¿Cómo es que algunos ángeles, por propia decisión, se volvieron demonios?

Una pregunta, si los ángeles no pueden cambiar, ¿por qué cambiaron de algo bueno a algo malo? Es decir de ángeles a demonios. — I.V.

* * *

No es exacto decir que los ángeles “no pueden cambiar,” si esa frase se entiende en el sentido de que, así como salieron de las manos de Dios Creador, así están hoy y estarán para siempre. Si tal fuera el caso, no podría hablarse de ningún tipo de libertad en ellos. Sin embargo, sabemos que Dios les ha dotado de inteligencia y voluntad, y por consiguiente sí tienen alguna forma de libertad.

Como por otra parte, su forma de conocimiento no es deductiva sino completamente intuitiva (hasta el punto de ser instantánea, independiente del tiempo) entonces sabemos que en ellos no hay propiamente deliberación ni posibilidad de conversión, o sea, tomar una decisión y luego otra. De esto se concluye que ellos tienen una sola decisión en su vida. Es una decisión libre, mucho más libre que cualquier idea de libertad que nosotros tengamos, pero es una sola decisión por toda la eternidad.

Claramente esa decisión, que es de máxima trascendencia, debe implicar lo que es de máxima importancia y primero en toda creatura, a saber, su relación con su Creador. Por eso sabemos que el único acto libre, inmensamente libre, de cada espíritu creado por Dios contiene la respuesta personal de cada uno de ellos frente a esta pregunta: ¿Con Dios o contra Él? Una vez tomada esa decisión, queda en ellos por toda la eternidad.

Si en el ejercicio de esa libertad, un ángel opta contra Dios, eso es lo que llamamos un ángel caído o demonio. Es algo triste pero es una posibilidad para ellos, así como para nosotros existe la posibilidad, desastrosa pero real, de optar contra Dios.

¿Qué puede llevar, a un ángel o a un ser humano, a optar contra Dios, o sea, a no reconocer el señorío de su poder, su sabiduría y su bondad en uno mismo? Según los grandes doctores de la Iglesia, es simplemente la soberbia: la pretensión de agrandar el propio yo y ponerlo en el trono del máximo amor quitando así a Dios. Pidamos al Señor que tal tragedia nunca suceda en nosotros.

El carácter sobrenatural del apostolado de san Alberto Hurtado

“Ahora que Chile sufre una revolución de intención pretendidamente social, queremos detenernos en el jesuita chileno, para contemplar aquel aspecto central de su vida –muchas veces olvidado y hasta silenciado– sin el cual, todo su «apostolado social» hubiese sido como una campana que resuena (I Cor, 13,1) porque no habría sido aquel reflejo del dulce amor misericordioso del Señor…”

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