Letra completa del Himno Eucarístico más conocido en lengua castellana

1. Cantemos al Amor de los amores,
cantemos al Señor.
Dios está aquí; venid adoradores,
adoremos a Cristo Redentor.

/ GLORIA A CRISTO JESÚS;
CIELOS Y TIERRA, BENDECID AL SEÑOR;
HONOR Y GLORIA A TI, REY DE LA GLORIA,
AMOR POR SIEMPRE A TI, DIOS DEL AMOR. /

2. Unamos nuestra voz a los cantares
del Coro Celestial,
Dios está aquí, al Dios de los Altares
alabemos con gozo angelical.

3. Por nuestro amor oculto en el sagrario,
su gloria y esplendor;
para nuestro bien, queda en el santuario,
esperando al justo y pecador.

4. Oh gran prodigio del amor divino,
milagro sin igual;
prenda de amistad, banquete al peregrino,
do se come el Cordero celestial.

5. ¡Jesús potente, Rey de las victorias!
¡A ti loor sin fin!
¡Canten tu poder, autor de nuestras glorias,
cielo y tierra hasta el último confín!

6. Tu nombre ensalzamos y alabamos
con toda nuestra voz.
¡Rey de majestad, por siempre te aclamamos,
y Señor de las almas, Cristo Dios!

7. Oh, sí cristianos fervorosos vamos
a Cristo en el altar,
y con fe viva su Cuerpo recibamos cada día
y siempre hasta expirar.

8. Al pie de tu sagrario nos convidas
a recibir tu amor;
porque Tú, Jesús, al alma das la vida y la llenas
de fuerza y de valor.

Beatos poco conocidos del Canadá

Beato Francisco Montmerency-Laval (1623-1708)

De la familia Montmerency-Laval, una de las más distinguidas de Francia, nació Francisco en 1623, en Montigny-sur-Avre. Educado en los jesuitas de La Flèche, recibió la tonsura, pero a la muerte de su padre, aún tuvo que ocuparse de los asuntos y negocios de los suyos, como cabeza de familia. Ordenado sacerdote en 1647, fue designado archidiácono de Évreux, donde el obispo era tío suyo. Cuando en 1653 fue nombrado vicario apostólico de Tonkín, en Indochina, el viaje se hizo imposible, y se retiró cuatro años al Hermitage, en una escuela de espiritualidad abierta por Juan de Barnières.

Su vida misionera se inició en 1658, año en que fue designado vicario apostólico de la Nueva Francia y obispo titular de Petra. Llegó a Quebec al año siguiente, y en treinta años desarrolló una formidable actividad apostólica, organizando aquella Iglesia incipiente, luchando contra las tendencias galicanas de los gobernadores y defendiendo a los indios. A él se debe el Seminario de Quebec -universidad Laval, desde 1852-, y la erección de la diócesis en 1674, de la que fue primer obispo. Los últimos años de su vida los pasó retirado en el Seminario, donde murió en 1708 a los ochenta y cinco años.

Venerable desde 1960, y beatificado en 1980, «fue en Canadá lo que San Agustín en Bretaña, San Bonifacio en Germania, o Cirilo y Metodio en los pueblos eslavos» (AAS 73,1981, 256).

Beata Catalina Tekakwitha (1656-80)

Junto al río Hudson, en el estado actual de Nueva York, los holandeses fundaron en 1623 Fort Orange, que pasó al año siguiente a manos de los ingleses, con el nombre de Albany. Cerca de esta localidad, estaba Ossernon, donde en 1656 nació Tekakwitha de padre iroqués pagano y madre angolquina cristiana. Su nombre significaba «la que pone las cosas en orden».

Huérfana desde muy niña, fue recogida por un tío suyo, jefe de los mohawks. En la epidemia de 1660 contrajo la viruela, que desfiguró su rostro y disminuyó su vista. Conoció a los misioneros católicos en 1675 y al año siguiente fue bautizada, con el nombre de Catalina, por el jesuita Jacobo de Lamberville. Amenazada por su tío pagano, hubo de escaparse, caminó 200 millas por la nieve, y llegó a refugiarse en la misión de San Francisco Javier, cerca de Montréal, donde hizo la primera comunión.

Allí, en la familia que le hospedaba, llevó una vida laboriosa, servicial y humilde. Practicó duras penitencias y oraba largamente en el bosque, ante la cruz que había trazado en la corteza de un árbol. Inocente desde niña, hizo voto de virginidad en 1679, y murió al año siguiente, a los veinticuatro años. En 1943 fueron declaradas heroicas sus virtudes, y en 1980 fue beatificada esta «flor primera de los indios» del norte de América (AAS 73,1981, 256).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Aprender de disidentes del comunismo para enfrentar el totalitarismo blando

“Dreher empezó hablando con personas que hoy viven en Estados Unidos pero que crecieron en países comunistas de Europa Oriental. Un profesor de origen checo le señala que desde hace unos 10 años, sus amigos conservadores bajan la voz y miran alrededor temerosos antes de decir lo que piensan de verdad. “Crecí así”, dice, refiriéndose a la dictadura comunista checoslovaca, “pero se suponía que esto no pasaría aquí”. Dreher señala que en Occidente la ideología de género, antifamilia y anticristiana, está tomando la forma de un totalitarismo blando…”

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