Predicación en el Monasterio de Santa Inés, donde Sor Marthica entregó su vida al Señor.
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Predicación en el Monasterio de Santa Inés, donde Sor Marthica entregó su vida al Señor.
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97.1. Mis palabras llegan hasta donde tu tiempo y tus oídos lo permitan. Graba bien esto, no en la memoria de tu computador, ni en esa memoria muerta que es el papel. Grábalo en tu propia memoria y en tu voluble corazón.
97.2. Parece que yo estoy más dispuesto a hablarte que tú a escucharme, y sin embargo eres tú y o yo quien puede recibir provecho de esta comunicación. Así lo permite la Divina Providencia para que sea manifiesto ante tus ojos cómo la tierra ha tratado al Cielo y cómo los hombres tratan a su Dios.
97.3. Entiende que tu pecado no disminuye sino que manifiesta el amor de Dios, pues sólo la gracia exuberante de su misericordia puede sufrir a la raza de Adán; entiende también que el amor no elimina tu pecado, sino que lo hace patente. Mas si tú acoges el amor que te denuncia, recibes también al amor que te sana.
97.4. “¡Gloria a Dios!,” proclama mi corazón embelesado; mi canto no cesa, porque ceses tú de atenderlo. Cuando vuelvas, aquí estaré.
Padre Nuestro (Mateo 6,9-13)

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De corazón a corazón
Respira suavemente. Mira el aire saliendo de ti. Mira el aire entrando en ti. Ábrete a él. Continúa respirando sin prisa. Tómate ahora un minuto para escuchar cómo suenan los latidos de tu corazón. Siéntelos bien… Ahora piensa en una persona contra la cual sientes cierto prejuicio u hostilidad… Durante un minuto trata de ver la cara real de esa persona. Imagínate cómo suenan los latidos del corazón de esa persona.
Ahora, imagínate que estás con esa persona en un lugar donde te sientes a salvo… Mírala a los ojos… Los dos se miran a los ojos… Respira profundamente, despacio… Imagina que durante al menos unos minutos los dos están dispuestos a mirarse mutuamente más allá de las apariencias… Escucha lo que esa persona te dice de sus temores… Imagínate que realmente deseas comprender y comprenderla… Dile qué temes de él y en qué es en lo que te ha ofendido. Una vez más escucha cómo suenan los latidos de tu corazón e imagina el sonido del latido de tu compañero. Respira profundamente y con serenidad.

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Letra de la Liturgia de las Horas:
Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
No busquéis la estrella ahora:
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.
Ya no hallaréis luz en ellas,
el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.
Aquellas lágrimas bellas
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
La Pasión de Jesucristo: El testimonio del Amor más Grande; la fuente viva de nuestra redención; la razón de toda nuestra esperanza; el principio sólido del amor que nos une; la revelación de la misericordia en su forma más perfecta. Tema 6: Primera Hora de Agonía en Getsemaní.

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Letra de la Liturgia de las Horas:
Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.
Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuando más hondo se esconde.

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Letra de la Liturgia de las Horas:
Estrella nunca vista se aparece
a los remotos magos orientales,
y, al juzgar de los fuegos celestiales,
otra lumbre mayor los esclarece.
Nacido sacro Rey se les ofrece,
con nuevas maravillas y señales,
para que reverentes y leales
la obediencia le den como merece.
Parten llevados de la luz y el fuego,
del fuego de su amor; luz que los guía
con claridad ardiente y soberana.
Subió al trono de Dios el pío ruego,
y, llenos de firmísima alegría,
vieron la luz de Dios por nube humana.
96.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
96.2. Hay una promesa y una esperanza que el libro de los Salmos repite con alguna frecuencia: “No quedaré confundido” (Sal 25,2.20; 31,2; 71,1; 119,80). ¿A qué se refiere esta “confusión”? Es el nombre que la Escritura da a ese sentimiento profundo y evidente de estar en contradicción con uno mismo.

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Letra de la Liturgia de las Horas:
Ver a Dios en la criatura,
ver a Dios hecho mortal
y ver en humano portal
la celestial hermosura.
¡Gran merced y gran ventura
a quien verlo mereció!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Ver llorar a la alegría,
ver tan pobre a la riqueza,
ver tan baja a la grandeza
y ver que Dios lo quería.
¡Gran merced fue en aquel día
la que el hombre recibió!
¡Quién lo viera y fuera yo!
Poner paz en tanta guerra,
calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un cielo en la tierra.
¡Qué misión de escalofrío
la que Dios nos confió!
¡Quién lo hiciera y fuera yo. Amén.

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Letra de la Liturgia de las Horas:
Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.
Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en pajas yace.
Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizás con gotas de sangre.
Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.
Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de tus mártires.
Te diré mi amor, Rey mío,
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro Valle! Amén.
95.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
95.2. Tu oración es pequeña; eso es verdad. Pero unida a la oración de la Iglesia es muy grande. Y para que descubras el valor de esta oración de la Iglesia, hoy quiero hablarte.
95.3. Lo primero que debes saber a este respecto es que, si el mundo no ha muerto de frío, se debe a que hay hogueras de amor encendido. Pues bien, todo el fuego que arde o que llegue a arder en la faz de la tierra tuvo y tiene su comienzo en aquella llamarada de la que dijo Cristo: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra…» (Lc 12,49), promesa que cumplió a cabalidad cuando «Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos» (Hch 2,3).
Homilía en memoria de Patricia Villamarín,
para el día de Navidad de 2007
De acuerdo con mi aerolínea, he viajado algo más de 9000 kilómetros para dar un abrazo.
O digo mejor, varios abrazos: en especial a nuestra querida Mariana, a Saulo, y a Alicia, las personas que Patricia tuvo más cerca en esta tierra.
Esos 9000 kilómetros me han dado tiempo y sobre todo ocasión para pensar, y el resumen de lo que ha llegado a mi mente y corazón está en esta frase: el amor nos pone en movimiento. Estamos aquí, hemos venido a este lugar, en esta noche de Navidad, porque nos amamos y porque el amor nos ha puesto en movimiento.