
La liberación de la candidata presidencial Ingrid Betancourt ha sido recibida con gozo en buena parte del mundo. ‘Gozo’ en cambio es una palabra muy pequeña para describir lo que sentimos muchos colombianos, a saber, los millones y millones que estamos cansados de que nuestro nombre se asocie invariablemente con una letanía de vergüenzas y males: tráfico de drogas, secuestro, violencia, paramilitarismo, corrupción. De repente, una noticia con cara de milagro–y así lo a considerado la misma Ingrid: sin disparar un solo tiro, los servicios de inteligencia del ejército colombiano han logrado infiltrarse en filas enemigas, engañar al adversario, y conducir, sanos y salvos, a 11 oficiales, 3 norteamericanos y a Ingrid, por supuesto.
Tendrían que sonrojarse las FARC, por tantas razones:
- Ha quedado demostrado, a la luz del júbilo en mi país, que las FARC no representan, ni mucho menos, la opinión pública. Su proyecto, que alguna vez pudo tener explicación como lucha por los derechos de los excluidos, hace rato cayó en las garras de la simple codicia y el uso de todo tipo de recursos sucios, empezndo por el secuestro de inocentes.
- Hace poco el gobierno francés envió una delegación humanitaria para mirar del estado de salud de la ilustre secuestrado, que tiene también la nacionalidad francesa, en razón de su matrimonio. La respuesta de las FARC fue el silencio, la altanería, de modo que una misión internacional y neutral tuvo que retirarse ante el capricho de los alzados en armas. ¿Son ellos los defensores de mi país? ¿Son ellos–esa clase de personas–los que nos van a enseñar qué es un país humano y justo para todos?
- Para mantener secuestrados a los tres norteamericanos, que cayeron en sus garras porque su avioneta se accidentó, las FARC aseguraron que esos extranjeros eran “espías de la CIA.” Jamás pudieron presentar una sola prueba.
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Les invito a reflexionar sobre un tema fundamental para quien ha sido herido en su interior. Jesús vino a curar al hombre de sus pecados, de sus heridas y a darle vida en abundancia: “¿Acaso olvida una madre a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ellas llegasen a olvidar, Yo nunca te olvido. Míralo, te tengo tatuado en la palma de mis manos” (Is 49,15-16). Dios-amor se preocupa de nosotros, de nuestra salud corporal o física y espiritual o interior. Cuida de nosotros mejor que una madre cuida de su hijo pequeño. El tema de la sanación interior es un tema central en el ministerio de Jesús, poco manejado hoy por nuestra pastoral. Jesús ha venido a sanar los corazones destrozados por el desamor y nos ofrece un corazón nuevo. Necesitamos ponernos en contacto con el poder sanador de Jesús, que nos quiere completamente sanos.
To mark the 2000th anniversary of the apostle St. Paul’s birth, our well-loved pope Benedict has decided to celebrate the “Year of St. Paul,” starting next June 28th, 2008. An extensive quotation from a catechesis of his, given in Octuber, 2006, is a fitting introduction to this great opportunity we all share: