32. El “Sueño” Y La Vigilia

32.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

32.2. Una cosa que no te hace bien es pasar tan rápidamente por encima de las palabras. No se necesitan muchas palabras para alcanzar la salvación, pues sólo hay un Nombre por el que puedes ser salvo (cf. Hch 4,12). Pero ese Nombre ha de ser invocado y pronunciado, no atropellado entre tu garganta y tus labios. Ni se necesitan muchos pensamientos para alcanzar la salvación, pues no es lo que tú pienses, sino Aquél en quien piensas lo que puede salvarte.

32.3. Acostúmbrate, pues, a la palabra madurada y meditada. Cada palabra es el resumen de una historia; cada palabra es vida condensada; cada palabra es una puerta. En los tiempos en que vives corren ríos de palabras y mensajes de todo género. Pasa con este alud de palabras lo mismo que pasa con la lluvia o con la nieve. Si miras en el microscopio una gota de lluvia o un copo de nieve, descubres gran belleza y como un pequeño mundo. Pero cuando ves caer las gotas por miles y miles, tu atención queda paralizada y entonces la mucha abundancia te hace pobre.

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La Lectio Divina

[Escribe Dom Ambrosio Southey, ex Abad General de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia. Texto remitido por el P. Angel Villasmil, O.P.]

Hay una razón por la que quisiera hablar de la Lectio. Hoy día un número considerable de monjes y monjas están interesados en las técnicas orientales, como el yoga, el zen, la meditación trascendental. Estos métodos pueden ser útiles para conseguir cierta calma y tranquilidad interior, si se les usa como se debe. Pero, no puedo menos de pensar que si se entendiese y practicase mejor la lectio en la Orden, veríamos que no tenemos necesidad de ellos. En otras palabras, la Lectio divina, debidamente entendida, es una práctica monástica que nos ayuda, entre otras cosas para conseguir los mismos objetivos que estos métodos orientales.

Hay una serie de factores que hacen difícil al hombre de hoy, al menos en Occidente, el apreciar lo que es la Lectio. Consideremos detenidamente estos factores.

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Cinco Minutos de Sensatez, cap. 1

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Los fundamentos de la democracia

[Un texto de Michael F. Hull, traducido por la Congregación para el Clero]

La palabra “democracia” es difícil de definir y sus fundamentos son difíciles de articular, ya que tal palabra es utilizada de modos muy diferentes, especialmente de parte de grupos de intereses como los partidos políticos, los medios de comunicación de masa, los aparatos gubernativos. Desde el punto de vista filológico, democracia significa “gobierno del pueblo” (de la lengua griega). Éste es el fundamento de cada pensamiento democrático, o bien que los que son gobernados tendrían que participar de algún modo al propio gobierno; pero la extensión de tal poder, sea total o parcial, y los medios con los que es ejercitado, por los ciudadanos mismos o por sus representantes, difícilmente pueden responder o ser acomunados bajo un criterio unívoco. En efecto, el espectro semántico atribuido a la palabra democracia, a menudo capciosamente, es tan amplio que hace a esta palabra casi priva de significado. Su raíz etimológica, sin embargo, expresa bien su principio fundante: el gobierno del pueblo.
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Homiliy for September 21st, 2006

On September 21st, 1991, I was ordained a deacon. My life since has been especially attached to St. Matthew’s feast day, which occurs exactly on this date every year.

During the ordination ceremony there is a point in which the candidates are called publicly: “Those to be ordained deacons please come forward!” At that voice, after hearing my own name, I stepped forward, and said, as it was in the ritual: “Present!”

The gospel for St. Matthew’s feast also contains a voice. It is Jesus calling a tax collector and in the process transforming him from a publican to an apostle and a saint. “Follow me!” said the Lord, to the astonishment of people around; and to their amazement, Matthew got up, and went with the Prophet of Nazareth. The whole scene remains clear in your eyes, once you have heard the passage, but you can understand how strongly it sticks to your heart when it is the very day you are being called to be ordained.

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31. Sólo el Amor

31.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

31.2. La Iglesia es una, como nacida y amada del único Dios. Servir a la Iglesia y servir a la unidad es uno y lo mismo, de modo que estos dos servicios se constituyen cada uno en medida y criterio para el otro.

31.3. Ahora bien, la unidad tiene su raíz en el amor. Como te he dicho en otra ocasión, sólo el amor es unitivo. Mira cómo a fuerza de sólo conocimiento lo que puedes encontrar, cuando miras a Dios y al hombre, son diferencias, tantas y tan grandes como las que hay entre el infinito y lo finito, entre lo necesario y lo contingente, entre lo eterno y lo temporal. Si sólo piensas en Dios lo sentirás lejano, y no le faltará verdad a esa conciencia de lejanía. El amor, en cambio, acerca, engendra cercanía.

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Dios prueba, ¿sí o no?

¡Pregunta difícil! ¿Dios prueba o no prueba? Parece haber respuestas contradictorias. La Carta de Santiago dice que Dios no prueba a nadie (St 1,13); por otro lado, la versión del Padrenuestro en san Mateo no dice simplemente: “No nos dejes caer en tentación” sino algo como: “No nos metas en tentación” (Mt 6,13). En el Deuteronomio Moisés dice al pueblo que Dios “te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien” (Dt 8,16).

Creo que la confusión surge de los distintos sentidos de la palabra “prueba.” Dios no “aprende” nada de nuestros sufrimientos ni de los tiempos malos que a veces pasamos. Dios nos nos “prueba” en sentido de averiguar algo que no supiera; más bien somos nosotros los que llegamos a conocer nuestras fortalezas o nuestras infidelidades cuando atravesamos tiempos difíciles.
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¿Por qué lo hizo?

El Papa Benedicto ha traído más sorpresas de las anunciadas. Al comienzo de su papado se habló solamente de continuismo, y los medios querían vendernos la idea de “más de lo mismo.” Se suponía que Benedicto iba a ser sólo una versión pálida del gran Papa, del Papa por excelencia, Juan Pablo II. El hecho de que el entonces Cardenal Ratzinger fuera la mano derecha de Juan Pablo II en asuntos de doctrina y disciplina sólo podía apuntar en esa dirección.

Pero entonces empezaron las sorpresas: discretas pero claras y a buen paso. Este hombre no habló de un programa de gobierno, no se apresuró a cambiar gente en la Curia, no empezó a repetir como bandera los temas morales que la gente detesta en Europa Occidental (lo consabido: aborto, eutanasia, homosexualismo); su predicación, de alta erudición y suave prosa, se aproxima de tal manera al lenguaje de los Padres de la Iglesia que apenas puedo imaginar el sinsabor de las agencias de noticias cuando buscan en ellos el pasaje escabroso, la declaración revolucionaria, el ataque frentero.

Este es el Papa que pronto se entrevista con el archicrítico de los Papas, Hans Küng. Este es, en fin, el Papa, que cuando anuncia su primer documento, deja a todos en desconcierto: el “Panzer” usa su cátedra para gritar a todos que DIOS ES AMOR.
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Al empezar el camino…

Carta a una aspirante al Grupo de Vírgenes Seglares Dominicas

¡Hola!

Que el Dios bendito de la gloria y del poder acompañe con todos sus ángeles este camino que emprendes.

Acoge ese corazón en el que Dios ha empezado a hacer su obra, en las manos de María Santísima; ella más que nadie sabe lo que es ser Virgen, y con la ayuda de su poderosa interseción, creceremos en el don virginal para un día encontrarnos en el banquete de bodas.

Este camino es un regalo maravilloso de Dios, que no le ha sido dado a todo el mundo, por lo tanto nuestro corazón debe estar rebosante de agradecimiento y de gozo de sentirse especial para el creador y de haber sido escogidas sólo porque nos aman.

En este camino no nos encontramos solos, tenemos la presencia y el acompañamiento de nuestros hermanos vírgenes; en los momentos de crisis y de tribulación siempre la mano amiga que nos ayuda es la de los consagrados, que nos entienden y conocen lo que estamos viviendo, ya que también lo han vivido; además tenemos a los Santos Angeles que aunque no los veamos, siempre estan velando y orando por nosotros.

Llegarán momentos de prueba y de dificultad, en que sentiremos que ya no podemos más, que esto es muy duro, pero el Señor siempre nos cuida y no nos pone cargas que no seamos capaces de soportar; también habrá momentos de desierto en que no sentiremos la presencia de Dios, sin embargo está ahí más fuerte que nunca; sencillamente hay que perseverar solo por Fe, porque fuera de la vocación que el Señor ha escogido para nosotros nada más nos llenará, ni nos hará felices.

La oración es lo único que nos mantendrá en el camino, es el momento de diálogo y encuentro con el Amado. Son esos momentos en los que El actúa, haciendo crecer este don, llenándonos de su amor, convirtiendo nuestros corazones en fieles esposas suyas. Si no tenemos esos momentos, nuestro amor se enfriará y el camino se perderá en los afanes del mundo.

Espero que a través del Espíritu Santo estas palabras toquen el corazón, para Gloria de Dios Santo y Bendito.

Fraternalmente

Maremi
Martha E. Olarte

30. La Iglesia, Misterio De Amor

30.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

30.2. Lo que duele de la Iglesia Peregrina no es tanto el mal que tiene o que ha cometido; lo que más duele es todo el inmenso bien que ha dejado de hacer; toda la belleza que ha ocultado; todo el perdón que no ha predicado; toda la sabiduría que ha enterrado; toda la santidad que ha quedado en brote y que nunca llegó a madurar.

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Por el Camino de la Cruz

Ama a Dios, en toda circunstancia. Asegúrate de amarlo sólo por ser quien es. Y por causa de tu Dios, aprende a amar a tus hermanos. A veces se necesita un poco de violencia para ensanchar el propio corazón, pero hay que hacerlo. Recuerda que, ya en esta vida, y después de esta vida, recibirás de Dios tanto amor cuanto quepa en tu corazón: mucho o poco, según la medida de tu misericordia.

Tu alimento será éste: recoger tu pensamiento alrededor de la cruz de Cristo. Tendrás hambre de este alimento cuando mires tus pecados, sin entrar en sus detalles, y cuando reconozcas con serenidad tu propia nada. Recuerda que el hambre, sin alimento, nos desespera, y que el alimento, sin hambre, nos cansa y fastidia. Sólo la caridad te impulse a hablar, y que ningún simulacro de la verdadera caridad disculpe tu lengua ante tu conciencia. Si no es para reconocer tus faltas, para engrandecer al Señor o para edificar al prójimo, mejor guarda silencio y responde sólo a lo que te pregunten. Recuerda que los mayores tesoros se pierden con unas pocas palabras.

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Roma e Israel

Del 500 A.C. a la Era Cristiana

1. Evolución de Roma

Desde antes del 300 a.C. Roma había iniciado un proceso de unificación de la península itálica, bajo el principio de “asumir lo asumible” de las culturas conquistadas, y no inmiscuirse en los asuntos puramente internos.

En el s. II a.C. Roma había conseguido un enorme poder militar, venciendo incluso a enemigos tan fuertes como Grecia y Cartago.

En su interior, la social del Imperio fue conflictivo, y se presentaron intentos de revolución, como el caso de los hermanos de apellido Graco, Tiberio y Sempronio, quienes murieron en la causa de emancipación, debido al poder de la aristocracia.

La situación política se centralizó en un triunvirato, después de las victorias de Pompeyo por todo el mediterráneo, y de Julio César en las Galias.

Este 1er. triunvirato lo formaban Pompeyo, Craso y César; cuando el segundo de ellos murió, Pompeyo y César se enfrentaron en guerra civil, de la que salió vencedor César y muerto Pompeyo. El proyecto de Julio César era ser dictador y soberano vitalicio del Imperio más poderoso hasta entonces, pero fue asesinado en el año 44 A.C.

Entonces fue tomado el poder por Marco Antonio, quien luego se vió forzado a pactar con César Octavio, un hijo adoptivo de Julio César, y con Lépido, en un 2º triunvirato. Por su parte, Octavio eliminó a Sexto Pompeyo, un hijo de Pompeyo que quería oponerse al triunvirato, y al mismo Lépido. Finalmente, en la batalla de Actium venció a Marco Antonio que se había aliado con Cleopatra. Así tomó posesión de Egipto, y sus enemigos debieron suicidarse. Fue así que Octavio Augusto quedó de gobernante supremo sobre el Imperio, que prosperó bastante en sus manos.

2. El Pueblo de la Alianza, desde Babilonia hasta el nacimiento de Cristo.

En el 586 a.C. fueron deportados a Babilonia los hebreos del reino de Judá, lo cual los hizo unirse como pueblo-sin-tierra, y les abrió la esperanza en sólo Dios como salvador.

Bajo el reinado persa de Ciro se les concedió en 537 volver a su tierra e incluso reconstruir el Templo, pero no todos volvieron, pues se sentía cómodos en su cautiverio.

En 332 Alejandro Magno se adueñó de Palestina, pero esta primera etapa de la injerencia griega fue pacífica. Más de 100 años después el rey Antíoco IV quiso helenizar por completo a Palestina, impidiendo el culto hebreo. Esto causó la rebelión de los Macabeos cuya victoria fue reconocida en el 142.

En el 63, Pompeyo se tomó Jerusalén, y en tiempos del nacimiento de Cristo, después de algunas batallas este terreno era romano, bajo el mando del “rey” Herodes. Paralelo a este movimiento nacionalista apegado a la tierra, hay que notar el fenómeno de la Diáspora, esto es, la dispersión de los judíos por pueblos incluso lejanos a Jerusalén. Hubo muchas de estas comunidades judías, una de las cuales hizo en Alejandría la conocida traducción “de los setenta” de la Biblia al hebreo.

3. César y Jesús

3.1. Manera de mirar a los demás:

Julio César se burlaba y bromeaba con unos piratas que alguna vez lo secuestraron. Después de pagar su rescate él mismo los atacó y mandó crucificar.

Jesús predica el absurdo de amar a los enemigos y nunca se retractó de ello, ni cuando era crucificado.

3.2. Actitud ante la religión:

En ausencia de Pompeyo, César fue hecho alcalde Roma. En ese tiempo ofreció exhibiciones tipo Coliseo Romano que lo hicieron popularísimo. Más tarde fue declarado Pontífex Maximus, jefe de la religión del Estado.

Jesucristo se ganó el afecto de las grandes masas de pobres judíos porque hacía milagros. Aunque rechazó entonces ser proclamado rey, después admitió ante los ancianos de Israel que Él era el Hijo de Dios.

3.3. Su obra:

Se considera a César como el más grande hombre de su tiempo. Pasó fundando ciudades y organizando tribus en forma de municipios. A su muerte, las provincias romanas entendieron la urgencia de un poder central, como el del emperador.

Jesús no escribió ningún libro ni se ocupó de establecer una rígida doctrina o sistema político. Ganó a sus adversarios sólo después de su muerte, y de Él sólo pudo decirse: “Pasó haciendo el bien a todos”.

Fr. Nelson Medina F., O.P.

El Patriarca Católico de Jerusalén Acusa a Israel de ser Responsable del Conflicto de Oriente Próximo

Por su ocupaciòn de los teriitorios

BELÉN.- El patriarca católico latino de Jerusalén, el monseñor Michel Sabbah, se ha pronunciado sobre el conflicto en Oriente Próximo después del final del asedio a la basílica de la Natividad. El religioso ha afirmado durante una misa en la iglesia de Santa Caterina de Belén que “la raíz del mal es la ocupación israelí” de los territorios palestinos.

“Mientras la raíz del mal siga ahí, la violencia persistirá. La raíz del mal es la ocupación israelí”, declaró Sabbah frente a cerca de 1.000 personas reunidas en la iglesia franciscana de Santa Catalina de Belén.

Sabbah condenó la falta de “coraje” de la comunidad, y señaló que “más que condenas, lo que se necesita es una acción”. “Necesitamos que tanto israelíes y palestinos demuestren su coraje para extirpar las raíces del mal y poner fin a la ocupación”, añadió.

Sabbah realizó estas declaraciones durante una misa de “expiación y reconciliación” tras el final del asedio a la basílica de la Natividad por el Ejército israelí.

Primer oficio en la basílica

Esta mañana se celebró el primer oficio religioso público en la basílica de la Natividad después de que terminara el pasado viernes, el cerco impuesto al templo por el Ejército israelí.

El oficio, del rito griego ortodoxo, comenzó a primera hora en la iglesia, que ya había sido limpiada después de 39 días de ocupación por casi dos centenares de palestinos, civiles y activistas armados, que se habían refugiado en el lugar.

La misa fue celebrada por el patriarca griego ortodoxo Ereneos I y se ha dedicado a la reconsagración del templo, debido a la profanación de que fue objeto en las últimas semanas, declaró el padre Speridon, que dirige la parroquia griega ortodoxa de Belén.

Fuente: AFP

Isabel, ¿Santa o Villana?

Acusada de intolerante, racista y sucia, Isabel la Católica vuelve a ser noticia una vez más gracias a la publicación de varias biografías que se ocupan de ella y por el relanzamiento de su causa de beatificación. Sin embargo, ¿cómo fue realmente Isabel la Católica?

“Isabel y Fernando el espíritu impera…” cantaba uno de los himnos más conocidos del Frente de juventudes. De esa manera, el régimen nacido de la guerra civil proclamaba su deseo de vincularse con las tradiciones nacionales más gloriosas. Por añadidura, la Falange había convertido en símbolo suyo – siguiendo la opinión del socialista Fernando de los Ríos – el yugo y las flechas de la regia pareja. La utilización que el régimen de Franco hizo de los Reyes Católicos facilitaría la tarea de todos aquellos que sentían por otras razones una especial repulsión hacia su legado y deseaban denigrarlo. Los enemigos de la memoria relacionada con los Reyes Católicos han ido históricamente de los republicanos a los islamistas pasando por los separatistas vascos y catalanes que siempre han lamentado la tarea de reunificación nacional consumada – que no iniciada – por Isabel y Fernando.

Sobre estas razones políticamente correctas, se ha ido labrando un cúmulo de leyendas especialmente contrarias a la reina de Castilla tachándola de sucia, intolerante, fanática y racista. No cabe duda de que semejante cuadro ha calado en un sector importante de la opinión pública fácil de manipular y ayuno de conocimiento histórico. Sin embargo, la realidad es que ninguno de esos mitos resiste la más elemental confrontación con las fuentes históricas. Empecemos por la leyenda relativa a una Isabel que no se cambiaba nunca de camisa aunque ésta apestara. Lo que nos enseñan las fuentes es que precisamente Isabel era una mujer de pulcritud sorprendente para su época y que se esforzó por hacer extensivas al conjunto de la población sus normas de conducta acentuadamente higiénica. De hecho, no deja de ser significativo que los informes de los médicos de la corte que han llegado hasta nosotros señalan su especial preocupación “por la higiene de los alimentos”. De igual manera es sabido hasta qué punto se vio afectada porque su hija Juana, en su locura, se negaba a cambiarse con frecuencia de ropa interior.

No menos difícil de sostener es la acusación de racista lanzada sobre Isabel. No sólo fue Isabel la principal inspiradora de las Leyes de Indias que convertían a los indios americanos en súbditos de pleno derecho frente a las codicias de no pocos sino que además el número de judíos que trabajaron para ella antes y después del Edicto de Expulsión fue muy numeroso. Nombres de gente de estirpe judía como Pablo de Santa María, Alonso de Cartagena, el inquisidor Torquemada, fray Hernando de Talavera, Hernando del Pulgar, Francisco Alvarez de Toledo o el padre Mariana entre otros muchos son muestra de hasta qué punto Isabel no fue nunca racista. De hecho, en sus últimos días el artesano que se ocupaba de atender algunas de sus necesidades como la de fabricar ratoneras era un moro por el que sentía un gran aprecio.

Si las fuentes nos muestran realmente algo no es que Isabel fuera racista – algo que no podría decirse de ilustrados como Voltaire o de socialistas como Lenin y Stalin – sino que carecía de cualquier tipo de prejuicio racial a la hora de defender a sus súbditos o de asignar cargos en la función pública. Este tipo de ataques contra Isabel ha intentado sostenerse sobre todo en episodios como la Expulsión de los judíos y el final de la Reconquista. A medio milenio de distancia, nadie dudaría que la expulsión de los judíos significó un conjunto de dolorosísimos dramas humanos. Sin embargo, en su época la acción distó mucho de tener esa connotación tan negativa. Las fuentes históricas nos muestran no sólo que la medida fue precedida por otras similares en naciones como Inglaterra, Francia o Alemania sino que incluso fue saludada con aprecio en Europa porque, a diferencia de lo ocurrido en otras naciones, los Reyes Católicos no actuaron movidos por el ánimo de lucro. En su momento, la decisión estuvo además relacionada con el proceso de Yuçé Franco y otros judíos que confesaron haber matado a un niño en la localidad de la Guardia en un remedo blasfemo de la Pasión de Jesús y, muy especialmente, con los intentos de ciertos sectores del judaísmo hispano por traer de vuelta a la fe de sus padres a algunos conversos.

Actualmente, los historiadores tienden a considerar el caso del niño de la Guardia como un fraude judicial pero lo cierto es que en aquella época las formalidades legales se respetaron escrupulosamente y este hecho, unido a la gravedad del crimen, provocó una animadversión en la población que, en apariencia, sólo podía calmarse con la expulsión de un colectivo odiado. Por otro lado, Isabel se preocupó personalmente de que no se cometieran abusos en las personas y haciendas de los judíos expulsados como se puso de manifiesto en la Real de provisión de 18 de julio de 1492 que velaba por evitar y castigar los maltratos que ocasionalmente habían sucedido en algunas poblaciones como la actual Fresno el Viejo. Por si fuera poco, durante los ciento cincuenta años siguientes, la innegable hegemonía española en el mundo no llevó a nadie a pensar que la expulsión de los judíos hubiera sido un desastre – habría que esperar a la Edad contemporánea para escuchar esa teoría – y, desde luego, difícilmente se hubiera podido sostener que el episodio había sido más grave que otros similares realizados en otras naciones europeas.

Aún más fácil de comprender resulta el final de la Reconquista. Que ésta era deseada y concebida como un movimiento de liberación de los invasores islámicos es algo que ya contemplamos en el siglo VIII en fuentes como la Crónica mozárabe de 754. Semejante visión se continuaría a lo largo de casi ocho siglos en que distintos monarcas – desde Alfonso III de León a Sancho el mayor de Navarra – se autotitularían “rey de España” en un afán de reconstruir la unidad perdida y de expulsar a un enemigo despiadado. Que los Reyes católicos, tras reunir los territorios de Castilla y Aragón, ambicionaran concluir el proceso reconquistador era lógico y, desde luego, no chocaba con las trayectorias de otros monarcas anteriores. Con todo, la lucha contra el reino nazarí de Granada no fue provocada por ellos sino por la ruptura de los pactos previos por parte del rey moro y por las incursiones de agresión que los musulmanes desencadenaron contra las poblaciones fronterizas. No se trataba, desde luego, de una lucha meramente religiosa sino también nacional y no deja de ser significativo que cuando se supo que Granada había capitulado los judíos danzaran para celebrarlo ya que también ellos habían sido víctimas de la intolerancia musulmana.

Sin embargo, la grandeza – grandeza difícilmente negable – de Isabel de Castilla descansa no en el hecho de que los ataques contra ella sean de escasa consistencia. Por el contrario, como han dejado sólidamente de manifiesto las biografías debidas a Luis Suárez y a Tarsicio Azcona, Isabel fue una reina verdaderamente excepcional en lo político, en lo humano y en lo espiritual mostrándose en multitud de ocasiones muy adelantada a su tiempo. Por ejemplo, supo comprender el efecto pernicioso que sobre la economía ejercía la subida de impuestos y prefirió la austeridad presupuestaria al incremento de la presión fiscal. Así mismo fue enemiga resuelta de las conversiones a la fuerza y así lo dejó expresado en la Real cédula de 27 de enero de 1500. Además, en agudo contraste con la figura de su hermanastro y antecesor Enrique IV el Impotente, Isabel fue partidaria de una adjudicación de funciones públicas que no derivara del favor real sino de los méritos del aspirante. Esa circunstancia basta por sí sola para explicar buena parte de los méritos de gestión del reinado y, especialmente, el deseo que Isabel tenía de que las mujeres pudieran recibir una educación académica similar a la de los hombres. Como ella misma diría “no es regla que todos los niños son de juicio claro y todas las niñas de entendimiento obscuro”.

Aún más notable es el aspecto humanitario de la personalidad de la reina que contrasta de manera muy acusada con el espíritu de la época. Por ejemplo, cuando en 1495 tuvo noticia de que Colón había traido de América indígenas a los que había vendido, dispuso que se procediera a su búsqueda y se les pusiera en libertad con cargo a las arcas del reino. Así efectivamente se hizo. Este episodio – y otros similares – explican por qué el presidente norteamericano Eisenhower la denomina “campeona de la libertad de los pueblos” y que su sucesor Lyndon B. Johnson apoyara la colocación de una estatua en su honor en la rotonda del Capitolio de Washington.

Aunque fue una excelente mujer de estado que en no pocas ocasiones superó a su astuto marido – por ejemplo, en el impulso a la gesta americana – Isabel no dejó jamás de mostrar una profunda preocupación por la suerte de los más débiles y desfavorecidos. Baste decir al respecto que es a ella a quien hay que atribuirle el establecimiento de las primeras indemnizaciones y pensiones para viudas y huérfanos de guerra – una disposición tomada después de la guerra civil de Castilla cuando las arcas del tesoro estaban exhaustas – o la creación de los primeros hospitales de campaña durante la guerra de Granada. Todas estas características bastarían para considerarla una reina excepcional – como ciertamente lo fue – y para disipar las campañas que en contra de su persona se han ido sumando a lo largo de los siglos pero no serían suficientes para dar fundamento a la postulación de su beatificación. Ésta se apoya en otros aspectos que, no obstante, también son verificables históricamente como puede ser su ejemplaridad de vida o, de manera muy especial, su celo por la expansión del Evangelio por encima de cualquier otra consideración. En ese sentido debe señalarse que el descubrimiento y la posterior colonización de América son incomprensibles sin una mención cualificada a las causas espirituales expresadas desde el primer momento por Isabel la católica y recogidas en diferentes documentos de la época.

En realidad, la figura de Isabel fue muy estimada en su época y abundan los testimonios de españoles y extranjeros que la tuvieron por una mujer no sólo excepcional sino tocada por la gracia de la santidad. De hecho, los ataques contra su persona procedieron exclusivamente de enemigos que temían lo que representaba e históricamente se han caracterizado por su falacia. Así, el rey Alfonso de Portugal – temeroso de no poder descuartizar Castilla y apoderarse de ella – la acusó de no estar casada con Fernando y de ser meramente una concubina, madre de hijos bastardos. En la actualidad, los ataques contra Isabel arrancan o bien de una clara ignorancia histórica – como muestra la leyenda de su camisa sucia – o de una repugnancia ante sus logros excepcionales. Los enemigos de la institución monárquica, los partidarios de desgajar la unidad nacional que ella restauró en compañía de su esposo Fernando, los adversarios de que la sociedad se vea impregnada por valores cristianos o los que se niegan a contemplar la amenaza que implica el islam para occidente pueden contemplarla como un blanco que debe ser abatido. En contra de esa visión marcada profundamente por el sectarismo se hallan los testimonios de la época y las opiniones favorables de personajes de la talla de Washington Irving, W. T. Walsh, William Prescott Ludwig Pfandl, Marcel Bataillon, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga, Ortega y Gasset o los mencionados presidentes de Estados Unidos entre muchos otros. Al final, como sucede con tantas otras cuestiones, sobre el frío y documentado análisis histórico prevalece la lucha política.

César Vidal (historiador protestante)