De la « Rerum novarum » hasta la « Centesimus Annus »

89 Como respuesta a la primera gran cuestión social, León XIII promulga la primera encíclica social, la « Rerum novarum ».[Cf. León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 97-144] Esta examina la condición de los trabajadores asalariados, especialmente penosa para los obreros de la industria, afligidos por una indigna miseria. La cuestión obrera es tratada de acuerdo con su amplitud real: es estudiada en todas sus articulaciones sociales y políticas, para ser evaluada adecuadamente a la luz de los principios doctrinales fundados en la Revelación, en la ley y en la moral naturales.

La « Rerum novarum » enumera los errores que provocan el mal social, excluye el socialismo como remedio y expone, precisándola y actualizándola, « la doctrina social sobre el trabajo, sobre el derecho de propiedad, sobre el principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases como medio fundamental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles, sobre la dignidad de los pobres y sobre las obligaciones de los ricos, sobre el perfeccionamiento de la justicia por la caridad, sobre el derecho a tener asociaciones profesionales ».[Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes, 20, Tipografía Políglota Vaticana, Roma 1988, p. 24]

La « Rerum novarum » se ha convertido en el documento inspirador y de referencia de la actividad cristiana en el campo social.[Cf. Pío XI, Carta enc. Quadragesimo anno: AAS (1931) 189; Pío XII, Radiomensaje en el 50 Aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 198] El tema central de la encíclica es la instauración de un orden social justo, en vista del cual se deben identificar los criterios de juicio que ayuden a valorar los ordenamientos socio-políticos existentes y a proyectar líneas de acción para su oportuna transformación.

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Perfectae Caritatis, 09 de 12, Pilares de la renovación

[Meditaciones para el Retiro Espiritual anual de un grupo de Hermanas Dominicas de la Inmaculada, en Quito, Ecuador.]

Tema 9 de 12: Pilares de la renovación

* Tres elementos van íntimamente unidos: la llegada de nuevas vocaciones, la renovación espiritual de la Congregación, y la fecundidad apostólica.

* En el proceso de renovación tienen un lugar destacado las Hermanas mayores porque de manera natural, y en cierto modo inevitable, sus opciones y actitudes son una expresión del futuro que aguarda a las nuevas generaciones.

Perfectae Caritatis, 08 de 12, Camino de Consagración

[Meditaciones para el Retiro Espiritual anual de un grupo de Hermanas Dominicas de la Inmaculada, en Quito, Ecuador.]

Tema 8 de 12: Camino de Consagración

* Santo Tomás de Aquino destaca que la vida religiosa apunta a una perfección “en camino.” Esto indica que el primer deber del religioso es NO DETENERSE.

* Es importante, en este sentido, no contentarse con una definición “negativa” de los votos, como si la perfección del voto estuviera únicamente en aquella de lo que nos priva. Los votos quieren encauzarnos por la ruta de un amor que no puede dejar de crecer y perfeccionarse, hacia una plenitud cada vez mayor de paz, de alegría y de fecundidad apostólica.

* ¿Qué clase de eventos o situaciones tienden a detenernos en el camino? Examinamos tres:

(1) El escándalo, que produce un “shock” de desconcierto y desmotivación. La respuesta es recordar que no vinimos a seguir a tal o cual persona sino a Cristo mismo.

(2) La desesperación, en el sentido de “pérdida de la esperanza.” Se produce a veces por desilusión progresiva que viene como de afuera hacia adentro, o por incoherencia o acedia propia, que va como de dentro hacia afuera. La respuesta es triple: (a) Perseverar en la oración, sobre todo vocal, apoyándose en un texto y no sólo en la propia mente o espontaneidad; (b) Profundizar en el examen de conciencia, pidiendo sincero dolor por nuestros pecados, que incluyen las ingratitudes y las faltas por omisión; (c) Alimentarse del ejemplo de los que han vencido, sobre todo a través de las vidas de los santos.

(3) El cinismo, que tiene siempre como expresión rebajar el ideal en vez de tratar uno de crecer para alcanzarlo. El cinismo suele ser hijo de la desesperación: la persona frustrada por no poder crecer espiritualmente o no poder superar tal o cual vicio, decide declarar que su mediocridad es la norma, y que así están bien las cosas. Pasa entonces a llamar bien al mal, y mal al bien, en contra de la advertencia del profeta Isaías.

Las justificaciones típicas del cínico provienen de tres fuentes: (a) Llamar “normal” a lo que se ha vuelto común; (b) Razonar como si lo reciente o nuevo fuera necesariamente mejor, por ejemplo para justificar un comportamiento vicioso diciendo que “ya estamos en el siglo XXI;” (c) Proclamar que hay que “ampliar la mente” sin tener en cuenta que ampliarla para llenarla de falsedad o de ignominia no es ninguna ganancia.

La respuesta principal al cinismo es recobrar sincero apetito por la verdad; no contentarse con el engaño seductor de la mentira sino dar un paso que restablezca la capacidad de discernir lo verdadero y lo bueno.

Perfectae Caritatis, 07 de 12, frenos y barreras

[Meditaciones para el Retiro Espiritual anual de un grupo de Hermanas Dominicas de la Inmaculada, en Quito, Ecuador.]

Tema 7 de 12: frenos y barreras

* Deben quedar claras dos cosas: (1) No todo lo sucedido después del Concilio se puede atribuir al Concilio: “post Concilium” no es lo mismo que “propter Concilium.” (2) Las dificultades de religiosos o con los religiosos no son fenómeno privativo de los siglos XX y XXI. Ya se trate de los “fratricelli” en el siglo XIV o de las consagradas que difundieron con eficacia la doctrina arriana a partir del siglo III, uno ve que el intento de ser sólo para Dios no siempre termina bien, y con alguna frecuencia la Iglesia ha recibido heridas muy profundas de quienes deberían serle más fieles.

* Dejando eso claro, hay que señalar por lo menos unos cinco frenos y barreras en el camino de la genuina renovación de la vida religiosa:

(1) El desquite. No es poco el peso de un pasado ancestral de explotación o abuso. La presión acumulada genera una rebeldía sorda. O también la necesidad de colmarse de las cosas o placeres de los que uno fue privado en la infancia.

(2) Los vacíos. Aludimos a la parte afectiva. No sólo genera situaciones de incoherencia en la castidad sino también satisfacciones vicarias, como por ejemplo, a través del ansia de poder, o la pretensión de controlar a otros. Otra consecuencia de estos vacíos es el buscar atención, a veces a través de tendencias hipocondríacas o de adolescente.

(3) El mundo. Sus propuestas van en directa contravía a nuestros votos. No puede uno saturarse la cabeza de mundo y pretender que el corazón permanezca colmado de Cristo.

(4) El gremio. Es la tendencia a protegerse uno protegiendo a los que viven como uno, o piensan como uno, o son de la generación de uno, o tienen el mismo oficio de uno, como por ejemplo: teólogos que a toda costa defienden a sus colegas, aún en asuntos de clara heterodoxia.

(5) El “yo.” La tendencia permanente a refugiarse uno en una agenda y unas metas propias, egoístas, a corto plazo, mirando sólo por la propia conveniencia, ganancia o prestigio.

Perfectae Caritatis, 06 de 12, Las causas y los efectos

[Meditaciones para el Retiro Espiritual anual de un grupo de Hermanas Dominicas de la Inmaculada, en Quito, Ecuador.]

Tema 6 de 12: Las causas y los efectos

* ¿De verdad tenemos que ser los religiosos, como lo estamos siendo tan a menudo en esta época, el rostro de la desobediencia y el capricho? Hay ejemplos públicos, dolorosos, bien visibles, como sucede, y se la ha dicho, con Teresa Forcades, Alfonso Llano o Anselm Grün. La teología de muchos otros es confusa o francamente contraria la enseñanza de la Iglesia.

* ¿De donde proviene todo esto? Ciertamente, no del Concilio porque, como se ha mostrado, la doctrina conciliar es sumamente escueta y además muy ceñida a lo que siempre se ha dicho sobre la vida religiosa.

* Parece que la raíz está en un deseo intenso de lograr lo que las comunidades religiosas lograron en otro tiempo pero sin la espiritualidad, la formación y la obediencia que caracterizaron a los que obtuvieron tales frutos. Queremos los efectos pero no las causas.

* Los religiosos santos, entre los cuales hay un buen número de fundadores, llevaron claramente tres sellos: ardiente amor a Cristo; gozosa obediencia a la Iglesia; predilección por los necesitados. Esa es la fuente, o causa, de la que ha surgido su modo de estar en vanguardia, hacer misiones, ser audaces en el pensamiento o abrir formas nuevas de vida cristiana. Sin esa raíz lo que podemos conseguir es repetir un cierto impacto en la gente, pero sólo de manera forzada, puramente externa, por breve tiempo, y con grave mezcla de daños y escándalos.

* El llamado que claramente nos hace el Señor es a una verdadera renovación, como quería y como dispuso el Concilio Vaticano II. Desde un amor renovado se renueva la vida. La consigna que nos queda es: renovemos lo que somos y renovaremos lo que significamos.

Perfectae Caritatis, 05 de 12, Atentos a la raíz

[Meditaciones para el Retiro Espiritual anual de un grupo de Hermanas Dominicas de la Inmaculada, en Quito, Ecuador.]

Tema 5 de 12: Atentos a la raíz

* El número 7 de Perfectae Caritatis destaca el lugar único que la vida dedicada a la contemplación y la penitencia tiene en la Iglesia. La expresión central es “vacar para sólo Dios,” (vacare Deo), es decir: liberarse de todo y estar sólo para Dios.

* Esa expresión va en plena consonancia con lo dicho en el capítulo VI de Lumen Gentium: el religioso ha entregado su “todo” a Dios; se ha convertido en sacrificio pleno, en holocausto.

* El planteamiento conciliar no es un elogio a las vidas de personas específicas sino una clarificación teológica sobre el valor de un signo. La vida monástica, como signo, expresa de modo pleno lo que significa el absoluto de Dios. Si hay elementos monásticos en las demás formas de vida consagrada—por ejemplo: los tiempos de oración y meditación, o el hacer retiros espirituales—es porque la Iglesia quiere que de un modo vital y experiencial todos los consagrados estén atentos a la raíz que histórica y orgánicamente les sostiene.

* Esto no disminuye el valor de la vida apostólica, por supuesto. Según indica el número 8 del mismo Decreto Perfectae Caritatis, el quehacer evangelizador y de caridad pertenece a la naturaleza de esta forma de consagración. Lo que hay que cuidar es que la raíz esté en el amor que nos ha fascinado por completo, y que el signo de nuestro amor sea claro para todos, de modo que nos fiemos de la tecnología, o de la capacidad administrativa, o de los recursos que tengamos en el momento de dar testimonio del Señor. Nada reemplaza el encuentro con un corazón de verdad enamorado de Dios. Es algo que no se puede fingir y que, cuando sucede, cambia vidas.