Oh Dios, cuyo Hijo Jesucristo, con su vida, muerte y resurrección, nos ha merecido el premio de la salvación eterna: danos a los que meditamos los misterios del rosario de la bienaventurada Virgen María, imitar lo que contienen y alcanzar lo que prometen. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.