“En el Catecismo del concilio de Trento se expone el mismo argumento de este modo: «Siendo las almas inmortales, y teniendo, como parte que son del hombre, inclinación natural a los cuerpos humanos, debe tenerse por cosa opuesta a la naturaleza el que las almas permanezcan siempre separadas de sus cuerpos. Y como lo que se opone a la naturaleza, y es violento, no puede ser perpetuo, parece ser conforme a razón que de nuevo se junten con sus cuerpos: de donde se sigue también que ha de haber resurrección de los cuerpos»…”
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