“Hacerse preguntas sobre la fe, Dios o el sentido de la vida es bueno y necesario, y ahogarlas en silencio es malo. Como ya explicamos en ReL, “lo que es tóxico para la fe no son las dudas, sino el silencio”, como señalaban Kara Powell y Steven Argue, autores del libro Growing With. El silencio transmite al joven, y no tan joven, -sea de familia creyente o de un entorno sin fe- la idea de que las cosas de Dios son irrelevantes en la vida real, o vergonzantes, o falsas (e hipócritas) o complicadísimas y ajenas…”
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