Es saludable y necesario:
Poner freno a la lengua y decir menos de lo que se piensa.
Cuidar el tono de voz. La impresión de lo que se dice depende del tono con que se diga.
Hacer pocas promesas y cumplirlas fielmente a cualquier precio. El principio de hablar siempre con la verdad es fundamental.
No dejar pasar ninguna oportunidad para decir una palabra amable y alentadora sobre alguien o sobre algo. Elogiar el trabajo bien hecho, sin importar quién lo hizo.
>Poner interés en los anhelos, el bienestar, los hogares, y las familias de los demás; alegrarse con los que están contentos y acompañar a los que lloran; hacer sentir a aquellos con quienes se trate que se les considera personas importantes, sin tener en cuenta cuán humildes sean.
Tener siempre la sonrisa en los labios. Reservar las penas, preocupaciones y desengaños para quienes pueden entenderlos.
Mantener el criterio abierto en todos los problemas. Discutir sin acalorarse, ser formal en cualquier acuerdo o trato que se haga.
Si se tienen algunas cualidades, dejar que hablen por sí mismas y rehusar hablar de los vicios de los demás. Desalentar el chisme y no decir nada a nadie, a menos que sea algo bueno.
No jugar con los sentimientos de los demás. La broma y el humor, a costa de otros, rara vez valen la pena y pueden herir donde menos se espera.
Ser responsable de lo que se diga o haga. Tener un alto sentido de la responsabilidad en el trabajo, con la familia y en los demás sitios donde se conviva.
Hablar con amor y entregarlo sin límite a los demás. Por medio del amor se puede vencer cualquier sentimiento de animadversión.