Oigo el clamor ferviente del Bautista
en la arena de mi mortal desierto.
Hay un eco en el alma que me incita
a buscar a Jesús, el nazareno.
Quiero allanar el ritmo de mi vida,
enderezar mi rumbo en el sendero,
para alcanzar la gracia y la alegría
y ser en este mundo un misionero
Está próximo el Reino de los Cielos,
bautízame, Señor, en tu Jordán,
ya ves que por amor hoy me convierto
y espero me liberes de mi mal.
Bautízame con fuego en el Espíritu,
confieso mis pecados, me libero
del hacha segadora, y te suplico
perdón, porque a tu amparo estoy contento.
Derrama tu semilla en mi costado
y almacena mi trigo en tu granero.
Me sentiré feliz siendo tu esclavo
y estando entre tus manos, nazareno.
(Emma-Margarita R. A.-Valdés)