Para vivir el Adviento junto a la Santísima Virgen María:
Suplicaba el profeta Isaías:
“¡Ojalá que rasgases el Cielo!”
Suplicaba el profeta y decía:
“Ven, Señor, y visita a tu pueblo.”
Si la noche fue dura y tan fría
y el dolor oprimió nuestro pecho,
una sola razón existía:
nos faltaban tu voz y tu aliento.
Ya se anuncia la gracia, y el día
se abre paso, a la noche venciendo;
el Arcángel saluda a María
y en su voz hay un eco de Cielo.
En silencio, la Virgen Bendita
sabe bien que ha llegado el momento;
en los labios de Santa María
nuestra voz va al encuentro del Verbo.
¡Oh Jesús, cómo es grande este día
en que Tú te nos haces Pequeño!
¡Bienvenido, Señor y Mesías,
con el Padre y el Don sempiterno!