Estructura Literaria del Relato de la Creación.
Elohim es el Dios omnipotente, trascendente, que crea todas las cosas según un esquema perfecto y manifiesta su omnipotencia y sabiduría en la ordenación del caos primitivo, que es también efecto de su primer impulso creador. Con su palabra — expresión de su inteligencia y voluntad — domeña las fuerzas cósmicas, que se pliegan dóciles a su imperio. Es una concepción grandiosa de la divinidad que existe “antes, fuera y sobre todas las cosas”54. La narración es esquemática, monótona, con frases estereotipadas. El autor busca ante todo la claridad y el orden, no la expresión bella y descriptiva que encontraremos en el c.2. El nombre con que se designa a Dios es el genérico de Elohim. La aparición del hombre es el coronamiento de toda la obra, destacando así la profunda teleología de todos los seres en orden al hombre. Por otra parte, el autor tiene una clara preocupación litúrgica, ya que coloca las diez obras de la creación de modo forzado en un encasillado de seis días, para que el día séptimo descansara Dios de su obra. Otra característica de esta narración es que el hagiógrafo se amolda en la estructuración de las diversas obras de la creación a la mentalidad de su tiempo, es decir, refleja en su relato las concepciones cosmogónicas de sus contemporáneos: así la masa abismal primitiva en la que flotaba la tierra, asentada sobre columnas 55. Encima de la tierra, la masa cóncava y compacta del firmamento, en el que están los astros como lámparas al servicio del hombre. Sobre el firmamento, el depósito de aguas en cantidad masiva para el día de la inundación 56. Así, pues, el autor, que es fundamentalmente un catequista que quiere inculcar ideas religiosas (sobre todo el monoteísmo estricto), colorea su pensamiento con concepciones cósmicas ambientales de tipo popular. Pero todo esto es un medio de expresión, pues no tiene pretensiones científicas, de forma que sus afirmaciones cosmológicas sean expresión de la realidad objetiva. El carácter artificial literario del relato aparece en el empleo de números, como el tres, el siete y el diez 57. En cada obra de la creación hay un formulario estereotipado: intimación, ejecución y aprobación 58. Y sobre todo el esquema literario fundamental es la división de todas las obras en seis días, lo que es debido a una íntima preocupación litúrgica del hagiógrafo. Para dar fuerza a la ley del descanso sabático, el autor sagrado presenta a Dios antropomórficamente, trabajando como un operario durante seis días completos, para descansar en el séptimo. Esa preocupación litúrgica le obliga a colocar artificiosamente las diez obras de la creación en seis días 59. Por otra parte, hay claro paralelismo en la distribución de las obras en estos seis días. Así, al día primero (creación de la luz) corresponde el tercero (formación de los astros); al día segundo (separación de las aguas por el firmamento) corresponde el cuarto (creación de los peces y de las aves); al día tercero (aparición de los continentes) corresponde el sexto (aparición de los animales terrestres). Vemos, pues, cómo las obras de “ornamentación” son paralelas a las de “distinción.”
Interpretaciones del Relato de la Creación.
Esta sección ha sido, sin duda, una de las más estudiadas y discutidas del A.T. Se comprende la razón, tratándose en ella del origen de las cosas, de que tanto se preocupó la filosofía. Vamos a exponer sucintamente las principales interpretaciones que este relato de la creación ha tenido en la historia de la exégesis, para después concretar nuestro pensamiento sobre el particular.
a) Interpretación alegorista.
Los judíos alejandrinos Filón y Aristóbulo habían propuesto una interpretación simbólico-alegórica de los días de la creación. Siguiendo estos antecedentes, la escuela alejandrina cristiana, representada por Clemente de Alejandría y Orígenes, explica también alegóricamente la distribución de las obras de la creación, partiendo de que la creación fue simultánea 60. Así, Orígenes responde a las objeciones de Celso que el cielo son los ángeles; el abismo, el infierno; las aguas infernales, los ángeles malos, y las superiores, los ángeles buenos.
b) Interpretación literalista.
La escuela antioquena, representada por Teodoreto, San Juan Crisóstorno y San Efrén, reacciona contra esta exégesis cabalística, y sostiene un literalismo a ultranza, afirmando que, en efecto, Dios creó el mundo en seis días naturales de veinticuatro horas 61. Es la interpretación que priva después en la Edad Media.
c) Interpretación alegórico-literal.
San Jerónimo mantiene tímidamente la tesis literalista, y Agustín de Hipona fluctúa entre las dos interpretaciones. Así, nos dejó varios comentarios al relato de la creación 62, y, después de mantener el sentido literalista, repara en el texto de Eclo 18:1, donde se dice según la versión de la Vulgata: “Deus creavit omnia simul“63; y sostiene que la creación fue simultánea, y por ello la sucesión de las obras de la creación en seis días ha de interpretarse en sentido alegórico: el día es un acto del conocimiento angélico, que es doble: vespertino, en cuanto conocen las cosas por especies creadas, y matutino, en cuanto las conocen en la esencia divina 64. Agustín de Hipona tuvo el mérito de enfrentarse con las anomalías del sentido literalista. San Jerónimo es, en general, literalista, aunque a veces es alegorista 65.
d) Interpretación concordista.
Al ampliarse el conocimiento de las ciencias naturales, el problema antiguo de las relaciones entre la Biblia y la Ciencia llegó a su momento álgido, pues los datos científicos sobre la formación del cosmos y sobre la aparición de la vida no parecen compaginarse con la tesis generalmente admitida de la creación del mundo en seis días naturales. No faltaron quienes quisieran adaptar (concordar) los datos bíblicos con los científicos, y así, muchos autores religiosos con preocupación apologética quisieron ver en Moisés al precursor de Newton y de Laplace. Así interpretan los días genesíacos como períodos geológicos. El día primero y segundo de la creación (formación de la luz y separación de las aguas por el firmamento) correspondería a la formación de skistos de la piedra primitiva, correspondiente a la formación paleozoica o el cámbrico silúrico. El día tercero (aparición de los continentes) correspondería a la formación devónica y carbonífera. El cuarto día (creación de los astros) correspondería a la formación triásica. El quinto día (aparición de los peces y las aves) respondería a la formación jurásica y cretácea, y, por fin, el sexto día (aparición de los cuadrúpedos y mamíferos) correspondería a las formaciones terciarias y cuaternarias. Basados en esta interpretación, no han faltado quienes hayan supuesto que Moisés conocía ya la hipótesis evolucionista, puesto que va distribuyendo la aparición de los animales conforme a los diversos estratos geológicos 69.
e) Interpretación litúrgica.
Según esta opinión, el relato genesíaco es un himno litúrgico, que trata más de la institución de los días de la semana que de la creación del mundo. Entre los egipcios, cada día de la semana se consagraba a una divinidad determinada, y entre los babilonios, a algún astro. Conformándose con esta costumbre, el hagiógrafo pretendería en su exposición consagrar cada día de la semana a una obra de la creación, que es obra del Dios único 70.
f) Interpretación teológico-litúrgica.
Para enfocar el problema de la interpretación del relato, debemos ante todo tener en cuenta el gran principio sobre la interpretación de la Sagrada Escritura en general: el autor sagrado juzga de las cosas “prout sensibiliter apparent“71. Ya Agustín de Hipona había dicho que el Espíritu Santo no intentaba enseñar en la Escritura cosas que no fueran útiles para la salvación del hombre 72; y en otra ocasión dice que el Espíritu Santo “no quería hacer matemáticos, sino cristianos.”73 Las Sagradas Escrituras enseñan no “cómo van los cielos, sino cómo se va al cielo.” Por otra parte, varias veces dice Agustín de Hipona que Dios habló a los hombres sirviéndose de un instrumento humano y acomodándose a la mentalidad de sus oyentes.
Teniendo en cuenta estos principios, tenemos que descartar la hipótesis de que el hagiógrafo sea un geólogo o paleoantropólogo en el sentido científico de la palabra. Es ante todo un catequista, que pretende enseñar verdades de índole religiosa, y en todo lo demás que se roce con el campo de las ciencias naturales no hace sino reflejar la mentalidad ambiental de su época, sin pretender enseñar formalmente la naturaleza íntima de los fenómenos naturales ni el origen científico de los vivientes. Por consiguiente, cuando nos encontramos con afirmaciones aparentemente anticientíficas, como la creación de la luz antes que el sol, o la afirmación de que el sol y la luna son lumbreras mayores que las demás estrellas, debemos pensar que habla según la apreciación popular, “prout sensibiliter apparent.” El hagiógrafo distribuye artificiosamente las ocho obras de la creación y las estratifica lógicamente — conforme a la estimación popular, de lo más imperfecto a lo más perfecto, de lo más elemental a lo más complejo: primero el caos, efecto amorfo del primer acto creador. Después viene la obra de distinción o saneamiento de lo que iba a ser escenario de la vida, aparición de los continentes. A continuación, las plantas, primer ornamento de la tierra; pero es lo más rudimentario, porque no tienen sensibilidad y viven unidas íntimamente con la tierra. Después vienen los astros, que tienen movimiento; por ello son considerados como superiores a las plantas; después los animales acuáticos, aéreos y terrestres, tienen movimiento y están dotados de sensibilidad. Y, por fin, el ser humano, la obra cumbre, hecho a “imagen y semejanza” de Dios. Nos encontramos, pues, con una gradación ascendente conforme a las apariencias y según la lógica popular.
Los mismos capítulos (los once primeros capítulos del Génesis), con estilo sencillo y figurado, acomodado a la mente del pueblo poco culto, contienen las verdades principales y fundamentales en que se apoya nuestra propia salvación, y también una descripción popular del origen del género humano y del pueblo escogido. 74 Por otra parte, la catalogación de las ocho obras en seis días es artificial, pues, como hemos dicho antes, el hagiógrafo tiene preocupación litúrgica y quiere poner las bases del origen divino de la semana y del sábado: como Dios trabajó seis días y en el séptimo descansó, así el hombre debe trabajar sólo seis días y descansar el sábado, que es día santificado a Yahvé. Es lo que expresamente se dice en el Decálogo a propósito de la observancia del descanso sabático: “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás, pero el séptimo día es de descanso, consagrado a Yahvé, y no harás trabajo alguno…, pues en seis días hizo Yahvé los cielos y la tierra.., y el séptimo descansó.“75 Así, pues, el hagiógrafo, en su relato artificial, hace trabajar a Dios seis días y descansar el séptimo, para que el hombre con su ejemplo haga lo mismo.
54 P. Heinisch, Das Buch Génesis (Bonn 1930) p.96. — 55 Cf. Sam 22:16; Sal 75:4. — 56 Gén 7:11. — 57 A este propósito se ha hecho notar el simbolismo de determinados números que aquí aparecen: tres (tres series de plantas, tres clases de animales terrestres), siete (siete veces utiliza la fórmula “fue tarde y fue mañana,” y siete veces se repite: “y vio Dios que era bueno”; siete veces emplea el verbo bard’), diez (diez veces se repite la fórmula “Dios dijo”), números sagrados en la Biblia, porque indican perfección, plenitud. Cf. J. Schildenberger, Von Geheimnis des Cotíes (Heidelberg 1950) p.47; B. Celada, Números sagrados derivados del siete: “Sefarad,” 8 (1948) 48-77-333-356; 10 (1952) 3-2. — 58 Este formulario es séptuple: a) fórmula introductoria; b) mandato; c) ejecución de la obra; d) descripción de ella; e) imposición de nombre y bendición; f) aprobación; g) conclusión. — 59 Sobre el origen del sábado hebreo véase com. a Ex 20:8 y la nota de B. Celada, Dos importantes investigaciones acerca de la semana y el sábado: “Sefarad,” 12 (1952) p.51-58. — 60 Cf. Clem. Alej., Stromm. VI 16: PG 9,369; Orígenes, Contra Celsum VI 60: PG 11, 1389; 12:145; De principiis 4:16: PG 11,376. — 61 Cf. Teodoreto, Quaest. in Gen. VI-XVII: PG 80:88-97; San Juan Crisóstomo, In Gen. hom.3 11.3: PG 53,35; San Efrén, In Genesim t.i (Roma 1737); San Basilio, Homil. in Gen: PG 29,17; San Gregorio Nis., In Hexaemeron: PG 44,69.72.77. — 62 Estos ensayos diversos son: De Genesi contra manichaeos: PL 34,173; De Genesi ad tieram imperfectus Liber: PL 34,221; De Genesi ad litteram libri duodecim: PL 34,2463. — 63 En el texto griego: “Dios creó todo sin excepción” (Koivr). — 64 Cf. PL 34,218; 34,312.325; 41,43. — 65 Ct. PL 23,935; 22,659. — 66 In IV Sent. II dist.12 a.r. — 67 In IV Sent. II d.12; Sum. Theol. I q.66. — 68 De pot. a.2 q.4; Sum. Theol I q.74 a.2. — 69 Cf. J. G. Arintero, El Heptameron y la Ciencia moderna (Valladolid 1901); véase la bibliografía de E. Mangenot en DTG 6 (1920) 2342. — 70 La tesis fue propuesta por W. Clifford, The days of the week and the works of creation: “The Dublin Review” (1881) p.sai. Sobre estas interpretaciones y otras, véase F. Ceuppens, o.c., p.46-04. — 71 Summ. Theol I q.70 a.1 ad 3. Cf. Providentissimus Deus: EB 109. — 72 De Gen. ad litt. II 9,20: PL 34,270. — 73 De actis cum Felice Man. 1,10: PL 42,525. — 74 Eb 599. — 75 Ex 20:11.