Cuando hay discusión abierta, clara y razonada de las ideas cabe esperar que cosas buenas vengan para la sociedad. Lamentablemente hay muchas maneras de asfixiar esa clase de diálogo saludable, que es como la respiración misma de los procesos propios de la democracia. El método más frecuente hoy es el recurso a os grupos de presión, muchas veces subsidiados desde fondos internacionales. Hablo de los lobbies.
Un lobby es un grupo estructurado de personas que utiliza diversos medios–a menudo ilegales, como el soborno–para interferir con los procedimientos normales de la discusión democrática, con la clara intención de asegurar una serie de “conquistas” legales según una agenda pre-establecida.
La lógica de los lobbies es el saboteo a la soberanía de los países y a la independencia de pensamiento y decisiones de los cuerpos legislativos. Recursos típicos de la acción de estos grupos de presión son:
1. Organizar campañas en medios de comunicación y/o redes sociales para convocar un apoyo masivo de la opinión pública hacia una determinada causa. Estas campañas, sumamente costosas y cada vez mejor diseñadas, puntan siempre en primer lugar a los factores emocionales. Por ejemplo, para el aborto: presentar dramas espantosos de violación. Para la ideología de género: presentar historias lacrimógenas de inocentes jóvenes lesbianas cuyo único “crimen” es amarse con ternura. Para avanzar la causa de los transexuales: presentar la historia de algún chico que se sentía chica, fue rechazado y acabo suicidándose.
2. Lograr el apoyo visible de “celebridades” particularmente aquellos hombres o mujeres que tienen mayor impacto en la juventud. Las declaraciones de una modelo, una cantante o un futbolista pueden lograrlo que no logran decenas de sermones o conferencias bien argumentados.
3. Entrar en diálogo directo con congresistas o diputados, presentándoles de manera más o menos abierta las ventajas de apoyar la postura deseada. No queda descartado el ofrecer dinero, lo cual es simplemente un soborno.
4. Inyectar cantidades descomunales de dinero para presentar una y otra vez los mismos proyectos de ley, hasta que sean aprobados. Así se hizo con el aborto en Colombia, por ejemplo.
5. Presentar cada conquista legal futura como si fuera un paso importante pero “pequeño” y “apenas natural.” Cuando la gente empieza a darse cuenta de las leyes absurdas y crueles que ya están aprobadas, les parecerá que es sencillamente imposible revertir las cosas. Entonces se crea la idea de que simplemente se ha dado un “cambio de paradigma,” y la gente se va resignando. El lobby ha cumplido su objetivo.
Claramente lo primero para vencer esta estrategia sucia, que se extiende a modo de tumor por todas partes, es informarse. Por ahí debemos empezar todos.