204.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
204.2. Has escuchado muchas veces y has predicado también que tu salvación y la del mundo entero se encuentra en la Sangre derramada de Nuestro Señor Jesucristo. Y así es en verdad: conocer el valor de la Sangre de Cristo, es conocer el tamaño del amor Divino. Si quieres ser experto en amor debes ser primero experto en Sangre. Hoy quiero llamarte a navegar por los ríos del amor Divino y humano. Quiero que seas como esos pescadores expertos que conocen por completo sus ríos; tus ríos son los hilos de la Sangre de tu Señor.
204.3. Sé bien que no es fácil asomarse al misterio de esta Sangre. En realidad toda sangre habla de horror y de violencia; la sangre impresiona porque ver sangre es ver algo que no está en su sitio, algo que se ha perdido. Mientras la sangre corre por las venas es un canto a la vida; regada, derramada, es como una señal de muerte. Nadie, en efecto, puede hacer que la sangre derramada entre de nuevo al cuerpo que la perdió. La sangre derramada es el emblema de lo irreversible, de lo definitivo, es como la última palabra. Los ojos humanos saben esto, o por lo menos lo presienten, y por eso se extrañan e incluso se espantan ante la sangre.
204.4. Mas yo no te hablo de cualquier sangre, sino de la Sangre de Jesucristo. Para empezar a conocer la Sangre de Cristo debes peregrinar espiritualmente atravesando, por así decirlo, el límite de su piel. Mira que los látigos y los clavos atravesaron su piel, pero ¿qué intención había detrás de esos latigazos y de los golpes que hundieron esos clavos? Odio, crueldad y mirada morbosa. Por esta razón aquellos soldados y aquellos fariseos no pudieron apreciar la Sangre que casi salpicaba sus ojos. La tenían al frente pero no la veían. Se derramaba por ellos pero ellos no lo sabían ni lo agradecían ¿Por qué? Porque ellos atravesaron la piel de Cristo sin hacer la peregrinación espiritual de la que te estoy hablando.
204.5. Caso totalmente distinto es el de la Santísima Eucaristía. En Ella tocas, palpas, comes y bebes el misterio mismo del Hijo de Dios encarnado para tu salvación. Piénsalo bien y notarás que es como si la Eucaristía no tuviera piel. En Ella lo interior, esto es, lo que usualmente está oculto bajo la piel, aquí es visible y exterior. Ver la Eucaristía es entonces ver a Dios por dentro. ¿Por qué no todo el mundo siente esto? ¿Por qué no mueren de amor cuando es expuesto el Santísimo? Yo te lo voy a decir: os falta la peregrinación espiritual, de tal manera que hay veces en que dolorosamente tragáis la hostia sin comulgar a Cristo.
204.6. La peregrinación espiritual es el ejercicio del alma humillada que en el río de las propias lágrimas se impulsa a fuerza de suspiros de amor. Lloráis muy poco; son muy cortos vuestros ríos y muy débiles vuestros suspiros. Peregrinar en el espíritu es viajar sin moverse, porque no se trata de lo que tú haces, sino de lo que permites que Dios te haga. Es preciso que te dejes afectar por Cristo, porque, cuando Cristo habla, su aliento poderoso abre grietas en las murallas de tu soberbia. Este es el centro del misterio que hoy quiero revelarte: cuanto más herida esté tu muralla más puertas tienes tú para entrar en la ciudad de Cristo.
204.7. Hay almas verdaderamente humildes, y entre todas ellas, como flor bellísima, atrae la mirada de Dios una, el alma de la Virgen María. María, ¡bendito su nombre en todo tiempo!, es un alma sin murallas, un alma que se dejó y se deja afectar completamente por la presencia del Verbo Divino. En Ella se cumple de manera eminente lo que quiero enseñarte: todo, incluso el universo entero, todo era y es puerta por la que Cristo imprime su palabra en el alma de María; correspondientemente, todo, incluso el universo entero, es puerta de peregrinación espiritual por la cual María entra al misterio Cristo. No puedo darte mejor ejemplo que este. Mira, pues, a la Santísima Virgen María, mira su modo de humillarse y creer, humillarse y esperar, humillarse y amar, y entenderás que quiere decir “peregrinación espiritual.”
204.8. Si me haces caso y realizas esta peregrinación espiritual, entras a un universo de maravillas. Dentro de Cristo brilla con fuerza todo lo que fuera de Cristo echas de menos. Aunque te conozco y te conozco bien, yo no sé si te maravillaría más el orden perfecto de sus pensamientos o la dulce armonía de sus afectos. Si haces tu peregrinación y atraviesas así la piel de Cristo, ves correr ríos de gracia y arroyos de misericordia, y en todas partes sientes el ritmo místico y profundo del Corazón que empuja toda esa dispensación de amores. Tal es el modo de existencia de la Sangre de Cristo dentro de Cristo.
204.9. Mas he aquí que un día ese concierto precioso fue roto a golpe de látigo y fuerza de clavos, lo lindo, amado mío, fue lo que entonces sucedió, que es cosa para llorar de admiración y alegría: cuando rasgaron así la piel de Cristo no destruyeron su orden, el orden que Él tenía por dentro, sino que destruyeron el desorden del mundo, porque, junto con esa Sangre, el orden y el modo de Cristo se derramaron sobre el mundo. La Sangre derramada, pues, no fue la destrucción de Cristo sino la construcción del mundo. Al abrir lo que Cristo traía echaron sobre sus cabezas el regalo del amor que no merecían.
204.10. La Sangre, entonces, la Sangre derramada, es la mensajera, la evangelizadora del mundo. Por Ella existe ahora ante tus ojos, escrito con letras de amor el orden perfecto de los pensamientos y la dulce armonía de los afectos de Cristo. Recibe la Sangre. Cree en la Sangre. Adora la Sangre. Para ti será el Reino de los Cielos.