Uno de los errores más frecuentes con respecto a la Bondad es que sólo existe en las cosas grandes, inexplicables o heroicas. Es como pensar que la luz sólo existe cuando se enciende una estrella, olvidando que basta una cerilla para contradecir a las tinieblas.
He llegado a descubrir la Bondad en lugares y personas que jamás ocuparán las páginas de los periódicos y que nunca parecerán en las noticias de la televisión. No es que sea yo una persona particularmente perspicaz sino simplemente que las flores, lo mismo que los tonos indescifrables del azul del cielo de cada dia, están ahí para quien quiera abrir los ojos.
Entre tantos ejemplos, quiero destacar lo que me he encontrado al prestar algunos servicios de predicación en países como Estados Unidos. De todos es sabido que una gran aspiración de muchos inmigrantes es llegar a regularizar completamente su situación de residencia hasta alcanzar, si es posible, la nueva nacionalidad. Y el hecho es que muchos, una vez conseguido ese propósito, nada quieren saber de inmigración sino sólo para olvidar los años de incertidumbre que tuvieron que vivir. Pero hay también personas que, ya teniendo todo lo suyo en regla, no se olvidan de sus hermanos de nacionalidad o de origen, y entonces invierten de su tiempo, conocimiento y esfuerzo en asesorar, apoyar y servir a otros que todavía están en situación de precariedad o de inestabilidad.
Es una escena que me conmueve siempre: ver que hay gente que es capaz de ir más allá de su necesidad inmediata y personal; gente que puede ver más allá de los límites, siempre estrechos, de su propia familia, y que es capaz entonces de mirar a la familia de Dios, que es mucho más amplia. ¿Sabes lo que siento cuando veo que alguien sale así de sí mismo para servir con generosidad a otros? Siento que estoy viendo la Bondad a los ojos.