Para destacar en este día que he asistido a una exposición de arte en el llamado “Jardín de Roma,” no lejos del castillo de Sant’Angelo. Yo, que poca formación artística tengo, y que poco dado me considero a novedades, he quedado sin embargo impresionado de la capacidad de transmitir el mensaje de la belleza que tienen algunos de estos artistas italianos.
Los que más admiro son aquellos que pueden tomar cosas sencillas o temas comunes y darles una lectura nueva llena de significado. Por ejemplo: un cuadro que yo digo que representa la creación del hombre a partir el barro de la tierra. Uno diría que después de lo hecho por Miguel Ángel no hay más que decir. Pues este cuadro, sin ser inmortal, seguramente, añade algo en su expresividad.
Adán aparece como levantándose de la tierra, en medio de la noche, de una noche discreta y luminosa, que podría ser también el alba. Los ojos de este hombre se abren con infinito y sereno asombro hacia ese cielo todavía oscuro, como buscando en ellos el rastro de la mano que al modelarlo lo ha acariciado y despertado. Sus cabellos largos son en las puntas como hilos de polvo como los de alguien que hubiera dormido mucho tiempo en una playa. Y la soledad: Dios está pero no se ve, y en todo cuanto se ve ya uno puede percibir el eco de la voz divina: “no es bueno que esté solo.”