Después de casi veinte años de haber empezado a leer sus escritos y de casi tanto tiempo de predicar sobre sus enseñanzas, hoy Catalina de Siena tiene un rostro aún más definido y lleno de significado. Hoy estuve en Siena.
Fui y volví en tren: unas tres horas largas cada trayecto, incluyendo una breve escala en Chiani para hacer algún trasbordo. No es difícil ubicarse en la ciudad, que contará hoy con unos setenta mil habitantes, según me cuentan. El centro histórico está mucho más modificado que en ciudades como Asís, que es el punto de referencia inmediato, pero el sabor medieval se deja sentir sobre todo en torno a la inmensa “Basílica Cateriniana de San Domenico” (tal es su nombre oficial). He ido solo pues aquí ningún fraile se animó a una excursión tan apretada. En Siena mismo, pudo compartir valiosísimos minutos con Fra Alfredo, prior de la comunidad de dominicos y rector del santuario.
Me gustó la “celda” de ella en la inmensa casa del barrio que lleva nombre de una fuente: Fontebranda. Conocí también esta fuente, que me produjo grandísima emoción, sobre todo de pensar que en aquellos lejanos años del siglo XIV Jacobo, el papá de Catalina, tintorero de oficio, y sus ayudantes, debieron depender de esa Fonte. No es difícil imaginar a la pequeña Catalina recorriendo la “vía” que hoy lleva su nombre, llevando agua, cuesta arriba, sobre todo en los meses duros en que su misticismo parecía a todos cosa de “falta de oficio”…
Lo de la celda de Catalina me gustó. Es un lugar sin decorados. Será arqueologismo mío, pero tanta pintura en toda la casa (cuadros relativos a su vida) termina por distraer. Mi teoría es que no todo lugar, sobre todo no todo lugar sacro, debe volverse museo visual.
Y sin embargo, lo que más me gustó de la casa de ella no fue la celda, sino un par de frases en latín que de veras me emocionaron. Supongo que la mayor parte de la gente pasa por sobre ellas y las pierde. Una dice: “Casa de Catalina, Esposa de Cristo.” La otra es como una confidencia de amor: “En vida pude ver a mi Amado.” En esas dos frases siento vibrar el espíritu de Catalina. Si alguien me preguntara, yo pienso que este tipo de lugares deberían organizarse más en torno a la palabra y menos a la imagen. Por lo menos eso pido ya tratándose de una predicadora.
Agradezco a Dios por este nuevo regalo y espero que tantas gracias reciban además la gracia de ser fecundas. Amén.